lunes, 5 de diciembre de 2011

De vuelta del/al país de los tigres malayos

Chinatown de Singapur, esa Disneylandia con pena de muerte

Después de un mes rodando por esas Malasias de los dioses, verdaderos y falsos todos arremesclaos, practicando lo que siempre Lansky me recuerda: el turismo ilustrado y que yo acepto convencido, regreso al blog quizás ya por poco tiempo. Ando pensando cerrar este chiringuito no sé si temporal o definitivamente y dedicarme a placeres más convenientes también temporal o definitivamente. Entre otros y de momento embucharme morosa, relajadamente el último y monumental regalo del profesor Fontana, Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945. Estoy cansado de escribir siempre sobre casi las mismas cosas y en el mismo tono y además estoy convencido de que no se me echará nada de menos. Lo cual, tal como se están poniendo las cosas últimamente, es hasta de agradecer. En el viaje, del que tal vez dé cuenta en los próximos días en alguna entrada, más por dejarlo fijado para mí mismo por escrito que por prurito comunicativo, no pude dejar de entrar en la red de vez en cuando e incluso permitirme colgar alguna entrada en el magazin digital en el que colaboro: La Colleja. Así el día de antes de las elecciones del fatídico 20N me dediqué a visitar cuanto templo de cuanta religión encontré en una ciudad plagada de ellos y ellas para suplicar a sus dioses, por si alguno era verdadero y se podía apiadar de este pobre país, que no ganaran absolutamente las elecciones quienes por fin las ganaron de ese modo. Si alguno de los amables amigos que me tienen en sus avisadores tiene curiosidad por comprobar el relato del periplo templario puede encontrarlo AQUÍ.

Mis últimas colaboraciones en La Colleja también las colgaré por aquí. Pero ya digo que mejtoy quitando... mejtoy quitando... solamente me meto de vejencuando. En un rato la última de ellas en la que doy cuenta de que esta ciudad de Córdoba en la que me tocó nacer, pacer, padecer y también ser feliz, no tiene definitivamente remedio y que no merece la pena jugarse ya nada por defender una racionalidad y una visión de la decencia en la que siempre creí. Bueno, exagero, porque en realidad y como dice el ya acreditado lema collejero: abandonada toda esperanza, sólo queda molestar. Y cuando digo jugarse lo digo con todo el sentido. Los fachas de esta ciudad están muy, pero que muy crecidos y son muy, muy peligrosos. Sólo queda por ver cuál será el alcance real de sus amenazas.

2 comentarios:

  1. No me gusta nada lo que leo, eso de mejtoy quitando. Entiendo que un potente coro de ruegos virtuales no va a mover un ápice esa terrible decisión.

    Pero ¿al menos dejarás operativo el blog para poder echar mano de él, para poder molestar como es debido...?

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  2. Bueno, amiga Marta, agradezco tu cariño, pero no es para tanto. Los coros virtuales suplicantes no existen en mi caso y además me moriría de vergüenza si existieran. Por otra parte no es tan terrible la decisión. De entrada he dicho que lo estoy pensando y por supuesto en el caso de que la decisión fuera la definitiva-definitiva los contenidos del blog seguiría flotando en el éter de la red por si a alguien le alimenta alguno de ellos.

    Ya sabes que el mundo funciona por ciclos y yo siento que he cumplido uno a pesar de que no soy aficionado a colocar mojones en el camino como demuestra el hecho de que ni siquiera me enteré cuando este blog cumplió los diez años justos.

    Sólo es que necesito reposar. Gracias, amiga.

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