Estoy muy harto del grito de guerra musulmán. Ese Allahu Akbar que hoy mismo escuchábamos una y otra vez en la desgañitada garganta de un miserable hijodeperra que lo lanzaba como una ráfaga de tiros con la intención de rematar al despojo en que habían convertido a Gaddafi y convertirse en un hijo de perra aún mayor. Ya lo estaba desde hace tiempo, pero ese malnacido y su asqueroso grito me ha sacado de quicio.
No quiero perder el equilibrio aunque me cuesta y mucho. Mi fascinación por el universo árabe se ve una y otra vez puesto a prueba por la puta religión, por su absoluta ubicuidad en casi todas las manifestaciones de la arabidad. Resisto pero a veces me dan ganas de rendirme y no querer saber nada más de ellos, de los árabes. Estoy harto de asistir a concentraciones de apoyo a los palestinos o a la primavera árabe y que siempre tengan que aparecer al final los desencajados aulladores del Allahu Akbar de los cojones. Y sé que aún no ha llegado lo peor. Estoy convenido de que una nueva ola de islamismo que comenzará moderado pero que no se sabe como acabará marchitará la primavera árabe, que ha sido obra de capas muy activas, pero muy minoritarias, clases medias ilustradas urbanas, que no podrán competir con la fuerza de la superstición organizada que pastorea las capas mayoritarias analfabetas. Mañana en Túnez se comprobará. El reforzamiento militar norteamericano que un presidente socialcretino español ha consentido se coloque en la punta sur de la península responde más a la posibilidad de amenaza norteafricana que a un improbable ataque iraní como se nos ha vendido. Y es un sinsentido difícil de aprehender, porque ese avance del islamismo está fomentado y financiado descaradamente por Arabia Saudí, el único país del mundo que pertenece legalmente a una familia-empresa, un estado atroz, repugnante en su legislación, pero enorme teta petrolífera aliada incondicional y mimada por occidente.
Es lo que tiene no haber sabido crear un escudo ilustrado y de sostenibilidad económica, en lugar del represivo militar, de ordeño de recursos y de sistemático agravio que ha cultivado occidente con el mundo árabe. Que la incertidumbre será la única propuesta de futuro.
Pero yo comencé esta entrada para hablar de mi cuadro de azulejos que luce en mi patio y que me regaló C. Hace exactamente dos años y justo el día de mi cumpleaños lo descubrimos en uno de los anticuarios de la rue des Consuls de Rabat. Cueste lo que cueste te lo regalo, me dijo, avisada por la cara de fascinación que debí poner mientras trataba de ordenarlos. Se trataba de un conjunto de 12 piezas que unidas formaban una leyenda. Sabía que eran de estilo thuluth (léase zuluz en castellano de Castilla La Vieja) y con peculiaridades gráficas magrebíes (a imitación de la Alhambra o las madrasas meriníes) y que es un pareado, quizás una sentencia sapiencial o apotegma que tal vez quedaría en saleroso chascarrillo moruno y que probablemente contaba con sus buenos 50 o 60 años de haber estado en alguna pared de algún patio privado antes de ser arrancadas y acabar en el cesto de uno de los avispados chamarileros rabatíes. A no ser que la molestia por la cuidadosa falsificación de los restos de viejo yeso en su trasera les saliera contundentemente barata. Conseguí leer alguna palabra suelta, pero no captar ni siquiera un porcentaje decente de su sentido completo. Antes de decidirme a comenzar la ritual negociación pedí al vendedor que lo leyera para asegurarme de que tenía sentido, lo que hizo de corrido y seguidamente que me lo tradujera. Hablábamos en francés. Más complicado, me dijo, porque es poesía y es difícil de traducir. Entonces ¿no es Corán? No, no, Corán no es. Sentí un gran alivio porque no me apetecía colgar en mi casa una sentencia religiosa por muy bonita que fuera. Realmente estoy tan harto de la religión que no hago distingos. Pensé que hasta podría ser uno de esos pareados de azulejo de taberna casposa española en los que podía leerse: La mujer y el vino sacan al hombre de tino o bebe para olvidar pero no te olvides de pagar. Pero en morubi.
Le pidió a C. un precio tan razonable que hasta pasamos de regatear. Mi regalo de cumpleaños de ese año solucionado. Y además sobrado. ¡¡¡Menudo regalazo!!! De vuelta a España mi amigo y vecino J. me ayudó a incrustarlo en la pared, bueno en realidad fui yo el que le ayudé en plan peón palaustrero. Y luego tras pintar el patio al completo de ese color salmorejo tan molón se quedó, con su azul y blanco, de puta madre.
Pero aquí empezó la larga y tortuosa historia de su traducción. Yo por mi cuenta, armado de mi Federico Corriente, no fui capaz de traducir más de cuatro o cinco palabras sueltas, alguna de las cuales descubrí más tarde que las había leído mal. Muy bonita la escritura pero condenadamente difícil de leer. Así que comencé mi peregrinaje de correo electrónico en correo electrónico de todos los arabistas que tengo el placer de haber tratado en algún momento de mi vida. Y han sido algunos tirando a bastantes. No sabía entonces en los compromisos que habría de meter a muchos de ellos. Alguno pasó directamente diciendo que el árabe poético nunca le interesó, otros se esforzaron pero defendieron que había alguna falta de ortografía lo suficientemente grave como para privar de sentido la leyenda. Uno, especialista en cúfico primitivo me convenció de que los grabadores eran analfabetos y copiaban de un dibujo sin saber lo que escribían y que por tanto los errores eran frecuentísimos. Sea como fuera pasé un años cotejando diferentes transcripciones a la escritura de word, perfectamente lógicas pero sin sentido. Alguien me defendió que es que la poesía árabe era así de oscura y metafórica. No sólo arabistas españoles, también árabes argelinos, iraquíes, sirios, marroquíes, unos más cultos que otros pero todos igual de incapaces de darle sentido a los dos versos de que constaba la leyenda. Hablaban de algo grande, el terror enorme, el mar, frutos y algo que ya es conocido, pero el sentido coherente nunca acababa de aflorar. Dos versos perfectos de catorce sílabas rimando en asonante y con un fuerte ritmo interno conseguido con la repetición de la alternancia de las vocales largas y las débiles. Desgraciadamente entre mis amistades no cuento con ningún experto en métrica árabe y no he podido clasificar exactamente el tipo de métrica en que está esculpido, pero aseguro que es de una precisión sobrecogedora.
El más esforzado de los paladines debeladores del enigma fue mi amigo R., tetuaní de una sólida cultura bífida pero sobre todo de una intuición e imaginación portentosas. Realmente sus traducciones casi me convencen de que no había allí, en el texto de mi pared, más cera que la que arde.
Las lecturas se sucedían mes tras mes con la misma uniformidad por un año y medio hasta que un día tuvimos la suerte de poder invitar a merendar a casa a S. la hermana de un amigo sirio a quien había venido a visitar. Araboparlante estricta acabé interesándola por el azulejo, al que no había prestado la más mínima atención al entrar en el patio, más por encontrar un tema de conversación fácil (la propia lengua árabe) que por esperanzas de avance en el desentrañamiento del mismo. Lo leyó de corrido y noté algunos cambios en lo que ya conocía. Le pedí que lo repitiera y finalmente que lo escribiera. el primer sustantivo del primer verso, que todo el mundo tomaba por al-kabír (el grande, lo grande) ella la convertía en al-yeísh ( el ejército) descubriendo al final de la misma que una de las virgulitas que en el thuluth se usan como relleno decorativo carentes de sentido no era tal, sino el circunflejo contracto de los tres diacríticos de la shim y en la penúltima del segundo que todo el mundo tomaba por afákuh (frutos) ella descubría un lamalif que para todo el mundo había pasado desapercibido, convirtiéndola en aflákuhu (sus barcos). De esa palabra viene la española faluca, que aún se usa en muchos países árabes para nombrar las barcas de río e incluso en Marruecos se usaba para barca pequeña hasta que fue sustituída en los últimos años por la española patera por razones obvias. No hace falta decir que la traducción, tratándose de una arabohablante estricta no me fue posible fijarla. Pero la fijación exacta de la grafía quedaba completada. Aún con eso tuve que echar bastantes ratos aún con mi amigo R. al que le costó aceptar las correcciones, pero que terminó haciéndolo porque las evidencias eran palmarias, para ultimar la traducción exacta. Independientemente de la perfección de los versos ni puta idea de quién es el autor, de si se trata de un trozo de un poema más largo, una frase célebre (no debe serlo tanto cuando ni dios la conoce). He aquí, por fin el sentido de lo que desde hace dos años tengo incrustado en la pared de mi patio y que hace las delicias de todos los amigos a los que tenemos el gusto de invitar a cus cus porque les transporta directamente a un riad de Marrakech, música andalusí mediante, si no fuera por las putas campanas de la iglesia vecina que rompen siempre y en lo mejor de las veladas el soñoliento espejismo.
Hada al-yeísh aladi ahuálahu ‘adamat
Fi bhar ma qad yanna aflákahu ‘arafat
ESTE EJÉRCITO CUYO ESPANTO ES GRANDE
YA ALCANZÓ EN EL MAR CON SUS BARCOS LA FAMA
Aprovecho para mostrar a todos los amigos que se suelen interesar por mi huertecillo imagen de mi cosecha de aceitunas: 23, ya maduradas. Dos naranjas y unos 20 limones. El níspero está cuajaíto de capullos. Y Kañero, porque Kairo armó el petate y se escapó de casa hace un año, hecho un gatazo capón.
Manuel, esa misma pregunta la he hecho a algunos de los participantes en las concentraciones ante la embajada siria, que terminan con el mismo grito que citas al principio del texto. Muy sorprendente cuanto que es proferido por muchos jóvenes que ya han nacido aquí o viven desde muy pequeños y por lo tanto, no han tenido tan cerca el peso de la religión de sus orígenes.
ResponderEliminarA esa pregunta me respondió uno de ellos, diciéndome que es un grito tan común, tan habitual al terminar cualquier evento público o privado, que hasta se dice por quienes ni son creyentes ni quieren saber nada de regímenes políticos con doctrina religiosa incluida.
Dando vueltas a tal respuesta, solo se me ha ocurrido establecer una comparación con nuestro popular "Viva la Pepa" proferido por multitud de personas que no saben exactamente qué están diciendo (cuando tiene un significado muy concreto y toda una ideología tras él), pero que se ha perpetuado a lo largo ya de dos siglos.
Sólo puedo agarrarme a eso, sólo...
Y muchas felicidades por lo hermoso de tu patio, tus aceitunas y el azulejo, claro.
Un abrazo akbar
Bueno, amiga Marta, algo de eso pudiera haber, aunque no estoy tan seguro. Primero porque árabe no creyente es casi un oxímoron desgraciadamente. Yo sólo conozco a un par. Ni siquiera existen esos creyentes algotienequehaberistas. O Allah o nada. Y segundo porque el grito equivalente sería ¡Viva Cristo Rey! He estado muy pendiente a ver si lo escuchaba en algunos de los videos de la plaza Tahrir y he de decir que no, que nunca lo escuché. Lo cual supuso un alivio y una sobredosis de simpatía por mi parte por los manifestantes. Lo que demuestra que el Allahu Akbar tiene connotaciones agresivo-religiosas estrictas.
ResponderEliminarGracias por tus parabienes.
manuel
Admirable tu persistencia en los intentos traductores. Y es curioso (o no tanto, porque suele ocurrir) que la solución te viniera de regalo, casi de casualidad. Pero, como también suele ocurrir, el regalo era merecido por tus esfuerzos previos.
ResponderEliminarY, por cierto, envidia me da tu acogedor patio, azulejo incluido.
Que bonita tenéis la casa! A ver si me enseñas que le das a tu olivo, porque el mío no da ni para una tapa de aceitunas.
ResponderEliminarSingular historia y singulares versos (y me acuerdo de Lepanto, y me acuerdo de La Invencible)
ResponderEliminarVaya, me alegro, tenías que ser tú, Mr, Taun, de que alguien captara la enorme incongruencia, el desastroso naufragio de esos versos en un lugar tan idílico, pacífico y antibelicista de mi patio mediterráneo.
ResponderEliminarPues sí que hay un secreto, Rafa: le canto la Tres Morillas hay en Jaén los días de luna llena. Un amigo mío descreído de todo me dice que es el abono, el hierro y la exacta dosificación del agua que le echo, pero yo sé que... no todo en la vida es educación, fortaleza de espíritu y garbanzo.
ResponderEliminarComo yo tuviese que cantarle a mi olivo, temería ser acusado de maltrato vegetal (incluso animal, si mi canto alcanzara a algún humano...)
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