domingo, 4 de febrero de 2018

Fraudes paralelos: el Taj Mahal y la Mezquita de Córdoba

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Hace poco saltaba la noticia de que en India los radicales hinduistas habían rescatado la vieja teoría del estrafalario escritor indio P. N. Oak (1917-2007) acerca de que el Taj Mahal era en realidad un templo hindú, el Tejo Mahalaya (Palacio de Shiva) que el emperador mogol Shah Jahan había mandado tunear y convertir en la tumba de su esposa. Los hinduistas, cargados de razón historiográfica en rama, reclaman estos días al estado que ordene la devolución del monumento a la comunidad hindú y la prohibición a los musulmanes de que lo usen para su culto. Aunque el asunto está ahora en manos de la justicia y aún no sabemos, como corresponde a todo buen tema histórico politizado, en qué parará la cosa, las pruebas aportadas por el historiador se disuelven como un azucarillo en el café de las evidencias historiográficas, arquitectónicas y arqueológicas que avalan su pertenencia al ámbito islámico y su construcción ex nihilo. Cualquiera que haya estudiado, aunque sea por encima, el desarrollo de la arquitectura mogola puede comprobar la evolución de sus formas y de qué manera el Taj Mahal está perfectamente inscrito en ella. Es más, hace unos años Wayne E. Beagle puso de manifiesto, tras el descubrimiento de un manuscrito que reproducía el texto de Futuhat al-Makkiya (Iluminaciones de La Meca) de nuestro místico murciano Ibn ‘Arabi y que había pertenecido a Shah Jahan, que el complejo del Taj Mahal había sido diseñado según el diagrama del Trono del Paraíso que aquel incluía (1).

Salvando las lógicas distancias, podríamos considerar comparable aquella portentosa maniobra de mixtificación historiográfica pergeñada en el subcontinente indio con la que la Iglesia Católica viene empleándose en nuestros lares desde hace años en torno a la propiedad y la esencia de la Mezquita de Córdoba. Por los fines político-religiosos y económicos que persigue, por la apelación al discurso del victimismo y el odio que promueve entre sus fieles y por contar ambas con un hechicero con título universitario que cocina en un caldero para ambas iglesias radicalizadas, la católica y la hindú, un caldibache tóxico con el que modificar el ADN y la memoria histórica de ambos edificios, a medida de sus necesidades de rapiña. Porque nuestro profesor P.N. Oak, que en paz descanse, es nuestro canónigo Nieto Cumplido, que no nos deja descansar en paz.

Como el caso cordobés es muy conocido y hasta le he dedicado todo un libro que, aunque esté feo autopromocionarme desde aquí, os recomiendo como yacimiento argumentativo ambivalente, obviaré los pormenores que encontraréis en el libro y trataré, en la SEGUNDA PARTE de este post, de establecer las últimas vicisitudes del asunto.

(1) Wayne E. Begley, The Myth of the Taj Mahal and a New Theory of Its Symbolic Meaning, Art Bulletin, 61 (1979), pp. 7-37.

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SEGUNDA PARTE

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