jueves, 23 de mayo de 2019

II. El malsinismo: Guillermo Rodríguez señalador cofrade

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Guillermo Rodríguez López es un señoro que invierte su tiempo libre en editar una revista digital en la que él y otros señoros como él con pelo en el pecho se la pasan hablando de miriñaques, encajería, tirasbordás, mantos repujaos, diademas y otras mil prendas de vestir y desvestir ídolos femeninos de procesionar. Es lo que se conoce como un adicto a la cofradeína que ha dedicado su vida a su consumo y venta al por mayor y menor. Es, además, un derechista radical, o sea un ultra-ultraderechista, un reaccionario medular. Los artículos que escribe en su medio atienden únicamente a tres temas. Uno, de las cosas que tienen relación con la parafernalia de ese consumo de cofradeína. Otro a denunciar incansablemente las dioclecianas persecuciones que sufren los cristianos y concretamente los cofrades en este país por parte de las autoridades pesoeístas y los rojos intolerantes. Cualquier europeo que sólo leyese esa especie de Telva de la moda cofrade podría justamente acabar creyendo que aquí los ateos nos pasamos el día apaleando cofrades por la calle, impidiendo que cumplan con sus ritos y liturgias en ellas y agrediéndolos verbalmente sin descanso desde nuestros panfletos chequistas. Aunque a nada que pase un solo año entre nosotros descubrirá que los verdaderos amos de la ciudad son ellos a quienes las autoridades no se atreven a negar ni una de las exigencias que plantean cada semana por muy sectarias, molestas y secuestradoras de los espacios públicos que sean para el resto. El otro tema en el que insiste sin desmayo es el de mostrar virulentamente (por ahora mantenido en el umbral del mero verbo) el insondable abismo de odio que siente por todo lo que tenga que ver con el progresismo de amplio espectro, desde la socialdemocracia enchaquetada hasta lo que él llama perroflautismo antidesahucios, pasando por el feminismo, la laicidad o los movimientos LGTBI. Esto último, curiosamente, dado el comprobado altísimo número de cofrades homosexuales que petan las hermandades y en especial aquella de la que él mismo es hermano. O sea, de todo lo que no esté a la derecha del PP aznarista en lo contemporáneo y todo lo que no lo esté a la derecha de la CEDA en sus análisis históricos. Por supuesto Al Andalus para él fue un cáncer que le creció a la España eterna nacionalcatólica y los RR.CC. la quimio, la radio y la cirugía extirpadora que le salvó la vida a su patria. La misma consideración tiene de la necesidad que esa patria tuvo de Franco y su genocidio quirúrgico y de la represión quimio y radioterápica posterior para extirpar el cáncer de la República.

Dos ejemplos: entre las decenas de artículos que ha dedicado a evacuar en ese figurín de la moda vestimentaria virginal y de la pasamanería cofrade encontramos de vez en cuando otros de aroma inconfundiblemente fascista, y tómese esa denominación en su sentido terminológico estricto. Alguno de ellos, como por ejemplo el que tituló sin cortarse ni un pelo 18 de julio, tan espeluznantemente justificador del golpe de estado nacionalcatólico devenido genocidio de republicanos, los crímenes de su confraternal Queipo de Llano incluidos, que si no viviéramos en este repugnante país al que no sólo le hieden los pies a franquismo, sino sobre todo la entrepierna y los sobacos, y estuviéramos en cualquier otro normal, con su memoria histórica antiautoritaria mínimamente normalizada y formando parte de los planes de estudio escolares, a ese sujeto un juez igualmente normal lo hubiera hundido en la miseria económica, al mismo nivel que ya tiene la moral.

El otro ejemplo lo encontramos en la coletilla titular del figurín cofrade que dirige, GENTE DE PAZ 1940. La alusión a esa fecha tiene como fin recordar que fue en ella cuando las cofradías andaluzas comenzaron a recibir su parte del botín de guerra por su colaboración, como Iglesia que son, en el genocidio. En ese año y en los siguientes se fundaron cientos de cofradías nuevas en toda esta tierra con esos quintos del botín acumulado por todo lo confiscado a los fusilados, exiliados y represaliados republicanos.

Fue precisamente un artículo mío titulado Nazarenos y Ku Klux Klan acerca de la atrocidad sobre la que se fundaron por esos años dos cofradías sevillanas, vinculada una al asesino de masas Gonzalo Queipo de Llano (la cofradía de San Gonzalo, de ahí su nombre) y otra a su mujer Genoveva (la cofradía de Santa Genoveva, de ahí el suyo) la que hizo que el ultraderechista cofrade rompiera la displicente ignorancia en que me mantenía desde siempre y saliera de su covacha, cual cíclope embravecido al que hubieran clavado un tizón en su único ojo, a lanzar pedruscos contra las naves de la libertad de expresión e incluso contra las de los puros datos históricos comprobados. Y lo de cíclope valga sólo como metáfora, dada la risible envergadura real del bramador. Y es ahí donde su miseria moral se desata y se revela en el cobarde malsín que es, en atizador de inquisidores o en entusiasta donbrunista. Incluso el título tuvo que ser excretado usando los músculos parasimpáticos intestinales dada su descacharrante longitud: El vómito perpetrado en Córdoba que insulta a las cofradías de San Gonzalo y Santa Genoveva

Lo primero que hace el señalador es proporcionar mi nombre y dos apellidos, datos que ya conoce hasta el Tato en cuanto aparece mi querido pseudónimo. Lo segundo proporcionar la información del trabajo con el que me gano la vida. Aquí ya el carnero de las tres letras arremete contra las más mínimas normas de la decencia cuando, señalando que mi sector profesional es el sanitario, avisa a sus congéneres cofrades para que procuren no necesitar de mis servicios porque probablemente sería capaz de… no sé… ¿pisarles el tubo del oxígeno? ¿echarles alcohol en las heridas? ¿o tal vez matarlos directamente mediante inoculación de algún medicamento letal? Todo de broma, claro. Yo también sé donde trabaja el pedazo de mamón, pero probablemente por mi condición de no cofrade, es decir de no cultivador de la hipocresía moral y social que se necesita para serlo, jamás se me ocurriría avisar a los ateos de que evitaran la empresa en la que se gana la vida, ante el peligro de ser estafados. Es más, tengo hasta informaciones delicadas acerca de cómo desempeña esas funciones profesionales. Pero para mí, la forma que tiene la gente de ganarse la vida es, en circunstancias estándares, sagrado, lo único sagrado.

Proporciona además un par de nitidísimas fotos mías que ha sacado sin permiso de la red, una de frente y otra de perfil para que no haya duda a la hora de localizarme. Porque de eso se trata, ¿de qué si no?. Yo también podría poner fotos sacadas de su muro de FB, pero no lo haré, aunque invito a todo el mundo a que entre en él y compruebe la portentosa cara de berzotas que tiene. Dice que el fin del artículo es mover a los miembros de las cofradías queipodellanistas sevillanas a que me denuncien y que me den una lección que no olvidaré y me obligará a callar para siempre.  Pero él sabe mejor que nadie que ningún abogado se haría cargo de una denuncia en la que se me imputara el mantener relato de hechos absolutamente probados y comprobados por la historiografía. Así que la causa de mi señalamiento no puede ser esa. Y si no es ese, debe ser entonces el ponerme una clara diana para que algunos de los tipos musculados con un condón de saco en la cabeza y de ideología extremoderechista que hacen de fuerza bruta para sacar a pasear los muñeiconos de la cofradeína y que llevan siendo aleccionados en el extremismo nacionalcatólico en las cofradías desde hace años, me busquen para presentarme sus respetos.

No sería esta la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que me ponen diana gente bastante más peligrosa que este triste adicto a los juegos de miriñaques y al reaccionarismo de raíz supersticiosa. Desde la jauría jurídica que azuzó contra mí el Acorazado ABC con el fin de callarme la boca y acabó hasta haciéndome ilusión porque se trataba del bufete que llevaba los asuntos en España de Madonna, hasta la ruin y miserable que me mandó de recado la más alta representación de los llamados Cuerpos y Fuerzas del Estado de la provincia, pasando por una sutil sugerencia al Mossad para que me tuviera en sus pensamientos por parte del Sefardita Impostado y que me hizo pasar sin móvil una buena temporá…

Lo único que me gustaría que se sacara en limpio de toda esta historia y que podría hacer abrir los ojos a alguna persona que me lea, es la realidad del peligro, el mismo por otra parte que en ese 1940 que tanto pone al cofrade malsín, que para nuestra inestable democracia formal entraña la metástasis cofrade y que se está extendiendo sin control entre la infancia desarmada mentalmente a través de los colegios católicos que pagamos todos. La ultraderecha –que aspira a imponer de nuevo el fascismo– que viene en Andalucía será cofrade o no será. EL hecho de que la carroña de uno de los mayores asesinos de masas de Europa, el general Queipo de Llano, lo custodien cofrades en la Macarena de Sevilla no es inocente, ni gratuito. Y tampoco que, en esta ciudad, en Córdoba, muchas, prácticamente todas las cofradías que existían o fueron fundadas en la guerra o la posguerra, mantienen como hermanos mayores honoríficos a los principales responsables, locales y nacionales, del genocidio nacionalcatólico. E incluso alguna rompe todos los delirios que pudieran asaltarnos, manteniendo esa honorificidad al mismísimo Benito Mussolini. Claro que del Duce puede decirse sin temor a errar que mató infinitamente menos que cualquiera de esos hermanos mayores honoríficos nacionales.

Una última pincelada para completar el cuadro de mi señalador. Un tipo de tan atrabiliario carácter que hasta fue denunciado por su propia cofradía, no sólo por apropiación indebida (del nombre de la misma para su magazín cofrade), que también, sino sobre todo por insultos e injurias a sus propios hermanos mayores. Vele ahí el jicho.

Ilustraciones de Víctor Solana

I. El malsinismo, esa pasión tan cordobesa

El malsinismo es la gran pasión cordobesa. O al menos aquella que a sus cultivadores ha proporcionado más satisfacciones a lo largo de la Historia. Un malsín es un chivato, un señalador. Es palabra de origen hebreo, y es lógico que fueran los judíos quienes les pusieran nombre porque fueron ellos los que los sufrieron más especialmente, pero no solo, que sodomitas y librepensadores les siguen inmediatamente. La Inquisición nutrió sus procesos y autos de fe que llevaron a miles de ellos (judíos, sodomitas y librepensadores) a la hoguera en los testimonios, interesados o no, de los malsines, de los chivatos que señalaron a sus víctimas. Y sí, el malsinismo fue siempre pasión española en general, pero las estadísticas hablan y nos dicen que, en Córdoba, más. En ningún otro sitio como aquí la cobardía malsínica encontró no sólo abono sociológico de primera, sino que, o tal vez por ello, oídos tan prestos y brazos ejecutores tan firmes que hicieran fructificar sus señalamientos de vecinos a los que, por muchas causas, odiaban. En ningún otro sitio se dio una conjunción tan entrañable entre cobardes chivatos y conspicuos asesinos llegados de fuera, atraídos por el olor de la sangre, como aquí.

¿Ejemplos? Con sólo dos, eso sí muy señalados, será suficiente. El inquisidor Lucero el Tenebroso quemó en el Marrubial (sí, donde hoy se alza la Biblioteca Central sin un triste recordatorio, mientras la ciudad está llena de placas en las que se recuerda que allí cagó un cofrade) previos autos de fe en la Corredera, a más de 200 cordobeses que otros cordobeses, los malsines, le habían señalado con su dedo. Con todo, otro de los muchos siniestros récord de nuestra ciudad lo batieron el inquisidor onubense y sus malsines cordobeses el día de navidad de 1502 (arde, arde, arde la Marimorena…) cuando quemaron de golpe a nada menos que a 102 de sus paisanos señalados.

El otro ejemplo es muy parecido, a pesar de que los separan casi cuatro siglos y medio. Estamos a finales de 1936. De nuevo los malsines cordobeses se buscan un Lucero para dar rienda a sus instintos asesinos contra sus paisanos diferentes y su cumplimiento por cobarde delegación. Y de nuevo batimos el récord: esta ciudad tiene el deshonor de ser aquella en la que los nacionalcatólicos más y mejor fusilaron. Y don Bruno se lo dijo claramente a la cara a los malsines que fueron a despedirlo a la estación de Córdoba, cuando una parte de sus crímenes, no los de sangre, sino los relacionados con extorsiones a gente bien, aconsejaron a las autoridades genocidas su traslado.

– Anda que no has matado gente…

– A ninguna que no estuviera en las listas que vosotros me confeccionabais. Porque yo no soy de esta tierra y no conozco a nadie.

Esas listas de fusilables las confeccionaban los malsines cordobeses en el marco incomparable de los casinos locales, especialmente en el del principal de la ciudad, el Círculo de la Amistad.

Los malsines suelen brotar y rebrotar en periodos en los que hay amenaza de involución hacia el autoritarismo extremo porque necesitan de la ausencia de racionalidad democrática para que fructifique su pasión chivata y su afán por eliminar a los que odian. Y en estos atribulados días en que esas formas autoritarias extremas asoman la patita de nuevo intentando sustanciarse políticamente aprovechando las debilidades de esta democracia formal y burguesa, vuelven a surgir como los gusanos en la carroña. Cabe la esperanza de que la satisfacción de su pasión se haya aggiornato y no pase por eliminaciones radicales de sus objetos de odio, pero por ahora sólo queda en eso, en una esperanza.

Recientemente hemos podido contemplar en Córdoba dos nuevos casos claros de malsinismo, de señalamiento directo de otros cordobeses a instancias con poder vengativo. Y uno de ellos me afecta, me señala, a mí personalmente. Empecemos por el otro.

Paula Badanelli es una periodista jerezana medularmente reaccionaria que recaló en Córdoba de la mano de una emisora reaccionaria, propiedad de la reaccionaria Conferencia Episcopal. Pronto dejó de ejercer estrictamente su profesión para dedicarse a la asesoría de un partido político reaccionario durante el tiempo que estuvo en el poder municipal: el Partido Putrefacto. Una vez desalojado de la alcaldía el partido que fundaron siete ministros fascistas, sus responsables la comisionaron en 2016 para una misión imposible: la dirección de un medio digital de intoxicación reaccionaria que compitiera con éxito con el único diario digital progresista convencional de la ciudad (el otro, PARADIGMA, sólo responde a los dos primeros presupuestos, es diario digital y progresista, pero no convencional), o sea CORDÓPOLIS. Para esa arriesgada maniobra se asociaron empresarialmente las tres cabezas de la HCR (Hidra Cordobesa Reaccionaria): el cabildo catedralicio, necesitado de púlpitos seglares desde los que defender el latrocinio de las inmatriculaciones, la Asociación de Hermandades y Cofradías, esa metástasis reaccionaria sin freno, y el Partido Putrefacto. Los mimbres con que contaba nuestra heroína para tejer ese cesto reaccionario no eran gran cosa, pero era lo que había más a mano: un triste desecho de todas las tientas mediáticas de la ciudad, un enquistamiento paleozoico cajasureño de los tiempos del Capo Castiglieggio, ambos cofrades perdidos, y la estrecha vigilancia del Gran Hermano del Cabildo, conocido por El Pulseritas por su afición a lucirlas ante las cámaras, y párroco de la iglesia donde cada 20N se elevan preces por el alma del Caudillo, tal vez con fin de que resucite algún día, para un aguerrido escuadrón de neonazis: el cura Gigi Güeto. Durante casi tres años ese medio zombi, que se autobautizó LA VOZ de CÓRDOBA, usurpando miserablemente el nombre de dos históricos diarios progresistas, pero que es más conocida por LA COZ, se ha mantenido a duras penas con la pasta que le inyectaba la poderosa hidra reaccionaria intentando intoxicar sin mucho éxito la opinión pública de la ciudad.

La relegación del Partido Putrefacto a un más modesto puesto en las filas de la política nacional, autonómica y municipal por culpa de la aparición de otro partido de perfiles reaccionarios mucho más nítidos que le ha acabado arrebatando todo el ala ultra-ultraderechista que hasta entonces ramoneaba –sin demasiada incomodidad– en las laderas del aznarismo, ha cambiado el panorama. Su socia la Iglesia, esa experta en detectar el olor precadavérico, lo ha tenido claro y parece que la Badanelli también. El PP, que le había montado ese chiringuito a la mushasha para que le hiciera campaña permanente, se ha encontrado con la desternillante humorada de que se ha pasado con armas, bagaje y toneladas de información de su centro logístico al campo de su oponente ultraderechista, a VOX, como candidata, además, a las municipales. Y que, además, se presupone, le sigue pagando el sueldo. Probablemente no se atreve a romper el trato porque detrás de la maniobra se adivina, hasta que no se abra la puerta iluminada y todo quede claro, la alargada sombra de una peligrosa sotana.

Una vez puestos en antecedentes del perfil del personaje pasemos a los hechos, a su hazaña como malsina, como señaladora directa de compañeros periodistas concretos a los dobermanes de sus nuevos protectores. Conociendo los CV de algunos de esos dobermanes, con atención preferente a sus militancias pasadas en grupos fascistas históricos de acción directa, el helor de sangre está asegurado. Ahí es nada que desde VOX te digan: lo siento por tí chico, o nos acordaremos de este impresentable.

El segundo caso es el que me atañe personalmente a mí, este vuestro bloguero favorito, en grado de víctima directa de señalamiento malsín. Pero esa historia merece un post aparte y podrás encontrarlo SEGUIDAMENTE A ESTE.

Ilustración de Víctor Solana

martes, 21 de mayo de 2019

Esperando a los bárbaros (como cada finde del año)

Parte de guerra del segundo fin de semana de mayo 2019.

SÁBADO, 18 de mayo.

Desde media tarde y en lapsus consecutivos de unos 15 minutos, diversas hordas de subhumanos aulladores de ambos sexos, pero de idéntica incapacidad craneana pertenecientes a la subespecie de los despedidores/as de la soltería de uno de sus ejemplares, normalmente el más cercano etológicamente a la ameba común, subieron y bajaron la calle apoyando su natural capacidad fonadora para emitir estridentes sonidos sincopados, con silbatos, vuvucelas, altoparlantes con musiquillas enlatadas y otras múltiples armas de destrucción masiva de los centros del equilibrio del vecindario. Los antropólogos nos enseñan que la unidad de la horda se mantiene con los sonidos que le son propios y que se repiten ritualmente (gritos, golpes, palmas y cantos).

La policía municipal encargada de velar por los derechos más básicos de ese vecindario, de defender la civilidad de la ciudad de los salvajes que en turba la destrozan litúrgicamente finde tras finde, debía estar muy ocupada en otros menesteres más sustanciosos para el bien común que se me escapan. Como cada fin de semana, al cerrar el antro ese en el que se hacinan para efectuar sus danzas rituales de apareamiento los más vistosos de entre los jóvenes ejemplares locales de orcos mentales, o sea a las 4 de la mañana, o sea el SOHO de la Ribera, las hordas suben la calle aullando, golpeando como los simioides de Odisea Espacial 2001 los coches, los contendores, las papeleras, las farolas, los timbres (anoche tocaron cuatro veces el mío). Sé que son locales porque aúllan o farfullan, ya más comedidamente, cuando mean –de pie los machos contra los contenedores y en cuclillas y entre ellos las hembras– con perfecto acento cordobés.

Pero anoche ocurrió un fenómeno muy extraño. Entre las 4 y las 5 de la mañana y sin que ninguna autoridad pagada con los impuestos de los vecinos víctimas apareciera para reprimir a los victimarios, no subieron hordas en oleadas, sino que fue una sola y enorme oleada que tardó esa hora en llegar desde el Portillo a Capitulares. Completamente desvelado me asomé al balcón y me quedé estupefacto al descubrir que las distintas hordas se habían confederado y marchaban juntas. También descubrí que junto al inconfundible acento del orco nocturno cordobés se escuchaban en los gritos pelados otros acentos de otras partes del país, especialmente por parte de hordas de despedidores de soltería. Por otra parte no hacía falta esforzarse en distinguirlos porque ellos solos ya lo hacía por su mamarrachismo vestimentario. Lo que me movió a soberana extrañeza es la constancia de que, en esa etapa de la evolución de la subhumanidad, las hordas aún no han aprendido a hacer pactos y mucho menos organizar confederaciones, porque su nivel de desarrollo social evolutivo no da pa eso. Yo no sé si existe algún experto local en etiología de esas hordas nocturnas, si existe algún Félix Rodríguez de la Fuente aficionado o profesional que haya dedicado suficiente tiempo a estudiarlos y que nos ilumine sobre ese extraño comportamiento.

Una hora de reloj estuve en el balcón, esperando a que las últimas hordas confederadas de orcos desparecieran tras la curva de Diario de Córdoba. Y como de la autoridad, como manda la tradición findesemanal desde hace un par de años, incompetente para esos menesteres de proteger al vecindario pero tan competente para crujirnos a multas por un quítame el coche del contenedor aunque sea unos minutos, no apareciera ni la más mínima sombra, decidí tomarme la cumplida venganza que llevaba planeando desde hace más de un año. Me diréis que podía haber llamado a la policía. Y yo os diré que mi religión me prohíbe hacer tal cosa, a no ser por causa muy muy mayor y muy absolutamente imprescindible. La experiencia me enseñó desde niño que un poli siempre es un peligro, y que las posibilidades de que acabes empapelao tú, también o exclusivamente, que los has llamado, son portentosamente altas. Pero esta mañana un vecino, ateo de esa mi religión, me ha dicho que él sí lo hizo y que le dijeron que darían una vuelta, pero que no podían hacer nada. Hay tradiciones entrañables que no cambian, sobre todo la de decirte en el caso de las hordas aulladoras que vamos pa allá y aparecer cuando ya no queda ni dios y has conseguido pillar de nuevo el sueño y vuelta a empezar la rueda del insomnio.

Pero esta vez me he armado de valor y he decido por fin llevar a cabo un plan amasado durante meses para tomar medidas que puedan escarmentar a las bestias bramantes. Hace tres días que me llegó el pedido y he pasado un buen rato esta tarde preparándolo. Se trata de unas cajas que contienen colonias perfectamente estabuladas de un tipo de ladillas africanas, concretamente originarias del área del lago Kariba y que constituyen unas terribles plagas endémicas entre los pueblos de la etnia batonga, cursando con terribles picores en las partes pudendas y para la que no existe remedio conocido. He ido abriendo y derramando sobre la masa de los orcos y las orcas una cajita cada diez minutos, de manera que creo haber conseguido que no se escape ni un solo ejemplar sin su buena ladilla entrepernera.

Así, queridos amigos y queridas amigas que vivís en los barrios del extrarradio y tenéis aún en casa crías susceptibles de convertirse los findes en miembros de manadas de simioides aulladores en los barrios ajenos, si vuestras criaturas se pasaron todo el sábado rascándole los güebos o el chocho como los monos salvajes que en realidad son, ya sabéis dónde estuvieron y a quiénes jodieron su derecho al descanso como cada fin de semana del año, sin faltar uno. Y no os esforcéis: con los medicamentos de las farmacias esas ladillas se hacen cubatas.

En cuanto a la policía municipal… no os pienso contar lo que he pensado para castigar su monumental incompetencia, la supina crueldad y el desprecio con que nos trata a los vecinos de casco histórico, concretamente a los sufridísimos de la calle La Feria y alrededores.