domingo, 7 de junio de 2009

De boinas y asesores para la capitalidad

Yo no sé por qué nos rasgamos las vestiduras porque el responsable de una empresa a la que se le pagan a precio de oro los consejos por los que ha sido contratada precisamente por la persona que ha sido contratada para que la contrate nos pone un espejo y nos recomienda lo que tiene que recomendarnos. ¿Qué ya se sabía lo iba a decirnos? Claro. Los milagros no existen, ni siquiera en la tierra de María Santísima. Y cualquier cegatón medio fartusco puede ver la realidad.

A VER SI ME EXPLICO CON UNA PARÁBOLA:

Yo soy un asesor de esos que tiene una empresa especializada en conseguir que los pueblos salgan en la tele, en Cagalzú, mismamente. Me llaman de un pueblo perdido de la sierra del Quinto Pino, porque se le has puesto en la punta del capricho a sus habitante salir en la tele. Llego con mi maletín, exijo comer migas con chorreras en el mejor colmao del pueblo y por la tarde me pongo a currar. Me reúno con las fuerzas vivas del lugar y les pregunto que cómo llevan el tema del turismo rural. Me dicen que el campo no se toca porque es mu bonito y porque ya existe un proyecto para embellecerlo más aún con unas urbanizaciones de adosados. Inquiero por el estado de la plaza mayor porticada y tristemente desconchada y por la causa de que no sea debidamente restaurada y remozada y sacada en los anuncios de pueblos históricos y me dicen que no hay dinero para eso y que los dueños de las casas centenarias de la misma, familiares todos del alcalde, están esperando el momento propicio para una declaración de ruina y vender el solar a una constructora. Entonces me fijo en el viejo cine y se me ocurre que se podría adecuar para hacer un ciclo de documentales de, por ejemplo, tribus primitivas. Me indican que el cura del pueblo conseguirá irremediablemente tirar el proyecto desde el púlpito: demasiadas tetas al aire. ¿Un festival de jazz? Nada de eso, el director de la banda de música me atraviesa con una mirada asesina en la barra del bar Casa Leoncio. Pues entonces… Me siento en un banco del pueblo y observo que todos los habitantes masculinos llevan boina. Pregunto y me dicen que es una tradición muy arraigada de la que la mayoría están muy orgullosos y que en las fiestas del pueblo la mayor atracción local son las competiciones de lanzamiento de boina y enganche en garrota enhiesta. Me enseñan las fotos. Flipo en colores: un centenar de paisanos con boina esperando su turno para tratar de enganchar la boina por lanzamiento desde 10 mts. en una garrota pinchá en mitad de la plaza. Los demás habitantes aplauden como locos cada vez que el Nemesio, campeón tradicional desde hace 20 años, consigue la hazaña. Luego lo pasean por las calles en hombros mientras suenan los petardos.

Yo soy un profesional honrado. Estoy aquí para ganarme un sueldo y mantener el prestigio de mi empresa. Confecciono un informe aconsejando que se construya inmediatamente una escuela de lanzamiento de boina para los niños, que coloquen en la entrada del pueblo un cartel con una enorme boina y que se solicite el nombramiento de Reserva Mundial de la Boinidad y la actividad declarada de Interés Cultural. Que decidan hacer las paces con los del pueblo de al lado y los inviten a la competición. Y después al pueblo de más allá y luego, cuando el lanzamiento de boina tenga ya una enjundia considerable se llama a Cagarzú pa que haga un reportaje. Y luego se llama a la BBC y a la CNN y dentro de poco el pueblo no sólo habrá salido en la tele sino que recibirá miles de turistas de todos los rincones el mundo que vendrán a ver el delirante espectáculo de los paisanos locales enganchando boinas o directamente para practicarlo.

A los dos días la fina y delicada poetisa del pueblo, repetida ganadora de la Flor Natural, publica un artículo en la revistilla local llamándome estafador. Y unos colgados melenudos que tienen una web artesana me acusan de fomentador de la caspa y el frikismo.

Trinco la pasta y me voy a mi tierra a ponerme ciego de migas con chorreras deconstruidas en el restaurante de mi amiguete Ferrán Adriá.


NOTA: esta entrada ha sido publicada originalmente en la taberna LA CALLEJA DE LAS FLORES.

4 comentarios:

  1. Siempre tan lucido Manuel. El sarcasmo al final resulta ser la mejor aproximación que describe la realidad.

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  2. No sé...lo veo un poco ligh. Yo que el asesor recomendaría además un "evento" taurino de tradición arraigada (a partir de la fecha de hoy) consistente en jugarse la vida colocándole una boina en la testa al torazo, luego otra y otra; se van cayendo, pero se le colocan más y algunas se quedan enganchadas en los cuernos. Luego, con los ojos del pobre animal convenientemente tapados por tanta gorra se le apalea hasta la muerte o se le cose a navajazos. Y no olvidarse del toque internacional literario: que si Hemingway usaba boina y veía los toros, que si pasó por la carretera de al lado, etc.

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  3. Bueno, en realidad, amigo Lansky, el asesor de la parábola sólo tenía que conseguir que el pueblo saliera en la tele. Todo eso que dices podría haberlo pensado si la meta hubiera sido una caspitalidad cultural como pretende esta ciudad tan tonta en la que vivo.

    Saludos

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  4. Anónimo1:25 a. m.

    Amigo Harazem:En las ocasiones que fui usuaria de los autobuses en la triste estación de Córdoba, pude ver unas ruinas,mal cuidadas y casi desapercibidas, en el subsuelo de ésta.
    Me puedes informar un poco sobre su origen. Agradecida

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