Lo mismo que en la semana de feria se acumulan los espectáculos casposos en las carteleras de esta ciudad hay semanas normales en las que se acumulan los espectáculos-basura en los medios de comunicación, en feliz confluencia entre los locales y los nacionales. Esta es una de ellas.
Anoche cometí la ignominia de ver el programa ese de la tele donde entrevistaban a Roldán, yo que no veo nunca la tele y que además estaba al tanto de una higiénica campaña para boicotear su emisión evitándola y castigando a los esponsors. He de decir así mismo que sufrí mi merecido castigo con la mirada que me echó C. cuando le comuniqué mi villana intención. Pero yo siempre fui un pecador. No voy a decir que pasé vergüenza por que ya no tengo a estas alturas, y menos para ajena. Lo que sentí fue una sensación paramnésica, de déjà vu, de que me sonaba mucho la escena que estaba contemplando hasta que caí en que realmente lo había hecho sienes de veces entre cabezada y cabezada de mis duermevelas sesteras en los documentales de la 2. Tres buitres y dos buitras devorando una carroña en la sabana del Serengueti. Supongo que los detalles se extenderán mañana. Yo no conocía a algunos de los buitres del festín, aunque sí a la carroña, a la buitra que la había encontrado y a otro buitre que salió mucho en la tele hace años cuando yo me asomaba a ella de vez en cuando. Miguel Ángel Rodríguez se llama el plumífero de pescuezo pelado. Ahora mismo me he documentado en el google acerca de los otros miembros emplumados de la comilona y aparte de demostrarme aliviadamente a mí mismo que soy un analfabeto en cuestiones telebasurientas actuales me he quedado flipado de la calaña moral de los pajarracos. En concreto la que más me ha alucinado ha sido la buitra segundona, Maria Antonia Iglesias, de aspecto de comadre portalera chismosa perfectamente cultivado, de la que he podido leer que fue ¡¡¡directora de informativos de TVE en tiempos de Felipe González!!! Y que ahora ha formado pareja cómica con el otro buitre, el Miguel Ángel Rodríguez, en los programas carroñeros habituales, donde juegan perfectamente coordinados al perro y al gato. Realmente conseguí mantener como espectador el mismo nivel de impasibilidad que cuando contemplaba los documentales de la 2. Pero hubo un momento en que sentí que me sobrevenía una tremenda arcada. Fue cuando la buitra segundona arrancó un trozo de víscera putrefacta y se regodeó saboreándola frente a la cámara afirmando ante las famosas fotos de Roldán en su casa con unos amigos relajadamente semidesnudos, robadas y publicadas por el canalla que las hizo, repitiendo el mismo gesto que debió poner Ana Botella ante el video de Pedro Jota, que le parecían repugnantes. Todo un detalle más de la calaña buitresca de alguien que ha demostrado una carencia absoluta de escrúpulos incrustando su cabeza pelona en la carroña y formando una unidad casi indisoluble con ella.
La carroña se limitó a comportarse como tal, sin inmutarse, dejándose descarnar impasible por los buitres, que, no obstante su empeño, no consiguieron partir los huesos que atesoran la sabrosa médula informativa que constituye el bocado más preciado de esta especie periodística carroñera. Sólo pudieron devorar la carnaza putrefacta que estaba a la vista. Que se jodan.
Manuel Rivas en su columna de hoy, titulada Cambalache, cincela exactamente la descripción de todo ese montón de mierda, de ese Auto Excremental alegórico-siniestro que representa la miseria moral y espiritual en que estamos metidos como si un de documental aséptico de animales se tratara.
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