Dentro de una semana me voy a Irán. A mi madre le he dicho que a donde me voy a es a Irún, para que no se preocupe. He decidido engañarla un poquito, sólo en una vocal, porque he descubierto que mucha gente en lo que se confunde es en una consonante (Irak por Irán) y la alarma se les pinta de repente en el rostro. Tampoco es que una vez deshecha la confusión se les borre el espanto del todo, incluso en casos se incrementa. Yo para tranquilizarles les digo que los riesgos de morir en el país de los ayatolas es menor que el de morir aplastado en una estampida de bañistas en agosto en Fuengirola. Pero parece no servir de nada la comparación. Los prejuicios es lo que tienen, que los ahonda el cariño. A mi madre por ejemplo lo de Irún le suena a bombas indiscriminadas de una panda de desalmados con chapela, pero también parecido a aquello que para ella, como para todas las andaluzas de su edad y similar extracción social, es un lugar parecido: Asturias, el summun del destino paradisíaco, con su frescor veraniego y sus vaquitas pastando apaciblemente en paisajes de calendario, montañas nevadas enmarcando prados de un verde photoshop subido. Allí es donde siempre trata de convencerme para que vaya en lugar de esos horripilantes países lejanos y peligrosos adonde suelo.
Así pues, durante un mes C. y yo practicaremos el turismo artesanal por las tierras de la vieja Persia, en un recorrido aproximadamente diseñado pero totalmente abierto a las contingencias del viaje, y como siempre renunciando a la cantidad de ciudades a favor de la mayor estancia en cada una de ellas.
Como es altamente improbable que los iraníes en general entiendan mi pedorreante inglés, entre otras muchas razones porque muy pocos lo hablan, ni siquiera tan mal como yo, y como hemos de movernos en ambientes en los que lo necesitaremos (restaurantes populares, ventanillas de estaciones de autobuses, etc.) me he puesto a estudiar persa. Como siempre, me he hecho con el correspondiente de los cursos PIMSLEUR, que tan buenos resultados me dieron en otras ocasiones, principalmente en mis rudimentos de chino cuando viajé al País del Centro. Contando con que yo llevo la ventaja de mi conocimiento de la grafía arábiga en que escriben los iraníes, lo que no es moco de pavo, se podría suponer que las dificultades serían las normales. Pero... ¡buf! Menuda lengua complicada. No me voy a extender en lo que he detectado de su dificultad, pero para que os hagáis una idea sólo para decir ¿te gusta Irán? Hay que decir: ¿De Irán recibes satisfacción? Y la mayoría de los verbos normales, como el del caso anterior se forman usando un sustantivo y un verbo auxiliar. Eso sí, tiene la enorme ventaja de que la principal de la palabras para el español no reviste dificultad alguna. SÍ se dice BALE. Parece una tontería, pero para el que empieza una lengua puede ser un lío. Y si no, ahí está el caso del griego, cuya palabra SÍ, para un español es una cabronada, porque se dice NE. Tú preguntas en un hotel griego ¿Éjete domatio (hay habitaciones?)? y el recepcionista va y te suelta un: NE y te das media vuelta automáticamente.
Aparte de mi tremenda afición al funcionamiento de las lenguas, mis amistades dicen que tengo mucha facilidad para ellas. C. y yo mismo sabemos que no, que si no sabría alguna bien aparte de la mía propia y ese no es el caso. Lo que ocurre es que tengo un morro que me lo piso y con saber sólo un par de frases yo voy y me lanzo. Si los receptores de mi macarronicada se ríen luego tendrán que pagarlo enseñándome a decirlo correctamente.
Entre mis anécdotas favoritas (batallitas de Capitán Tan me dice mi amigo Juan Sepelio) de los viajes cuento siempre la que me ocurrió en Túnez, cuando llevando apenas un par de meses estudiando árabe por mi cuenta, se me ocurrió usarlo en lugar del francés en un restaurante popular. Necesitando una cuchara miré disimuladamente mi pequeño diccionario de bolsillo, llamé al camarero y se la pedí en un correctísimo árabe. Aatini (tráeme) junfusán, le dije. El camarero me miró con cara de asco y comenzó a despotricar en un árabe endiablado haciendo evidentes gestos como de algo que se arrastraba por el suelo. Al final se la pedí en francés y me la trajo. Con ella en la mano le señalaba mientras decía: mil'aqa, cuillère. Le comenté lo del diccionario y me objetó que debía tratarse de un error (jatá). Más tarde ya en el hotel me dio por repasar en el diccionario lo que había buscado y descubrí horrorizado que con las prisas y en la oscuridad había saltado de línea y en lugar de pedir una cuchara había pedido una cucaracha. Pero de aquella anécdota aprendí la palabra cucaracha (junfusán) que me habría de servir, y mucho, en los siguientes viajes al mundo árabe.
Como el curso es muy práctico a todos los niveles enseguida comienza organizando conversaciones acerca de comer y beber. En el curso de chino, en la segunda lección ya hablaban de tomarse unas cervezas, sirviéndose de ellas para enseñarte los números, lo que resultaba muy estimulante para un cervezófilo empedernido como yo. En el curso de persa evidentemente los números los he aprendido trasegando litros de té y café hasta acabar de los nervios. Y de las cervezas puedo ir despidiéndome por un mes completo. Ramadán cervecero.
Llevo un par de semanas con el curso en mi MP4, sólo escuchando y sin tomar notas, y, contando con que la pronunciación no es demasiado difícil, ya algunas palabras y frases, de tanto repetirlas (el curso es un verdadero plomo que te obliga a aprender repitiéndote mis veces lo mismo) han acabado quedándoseme. Pero lo que me queda de semana habré de emplearla sistematizando e improvisando una mini gramática deducida de lo que ya sé. Me ayudaré con el phrasebook de la Lonely Planet y un Léxico para situaciones Español/Persa que encargué en la Casa del Libro. Espero que con todo ello no me resulte difícil soltarme en la lengua de Zoroastro en una semana, al menos para conseguir que los primeros afortunados aborígenes que tengan la suerte de toparse conmigo se partan el culo de risa.
Pero tengo que apretarme y en realidad todo este rollo que acabo de soltar no es más que un aviso de que esta bitácora de mis berrinches (y algunos almibaramientos) QUEDA CLAUSURADA TEMPORALMENTE hasta mi vuelta en que procuraré armar un relato del viaje lo menos plasta posible. In shaa Allah, claro. JUDÁ HAFEZ, DUSTOH
La Música que cuelgo tiene que ver, claro con Irán. En la cabecera el trozo final de la Obertura (Muqaddameh) de una de las piezas más famosas de la música clásica iraní: DASTGAH CHAHARGAH. Aquí abajo una canción del grupo iraní Niyaz con la voz de Azam Ali, una cantante iraní-india-estadounidense con una voz prodigiosa, de la que hablaré más adelante, cuando vuelva. Se trata de Molk-e-Divan de su último trabajo Nine Heavens.
ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN: