Hay mucha gente que opina que a los no creyentes no deberían importarnos los temas internos de la Iglesia. En principio estaría de acuerdo si se cumpliera la premisa de que la Iglesia no se metiera en los temas internos de la sociedad pretendiendo hacer convertir en delito actitudes, hechos y negocios que sólo para sus fieles son pecado y no se diera la extraña circunstancia que el estado supuestamente aconfesional la financia abundantemente. Si pago por ver una peli tengo derecho a criticarla. Si tenemos en cuenta además que con esa financiación pública va a una empresa de productos espirituales cuyos estatutos atentan directamente contra varios de los principios de nuestra Constitución y de la Declaración de los Derechos Humanos, pues qué queréis que os diga. Yo me siento en absoluto derecho a decir lo que opino de esa peli de terror que nos está proyectando perpetuamente el Concordato Iglesia-Estado de 1953 en el cine público y que, repito, tenemos que pagar todos por verla. Además de que el carácter eminentemente eclesial de la prensa cordobesa la impele a regalarnos semanal y minuciosamente con todas y cada una de las perlas cultivadas que los monseñores expelen por sus boquitas de expeler perlas cultivadas. Más vale estar preparados.
Digo esto para ahorrarme contestar cuando me comenten que a mí qué me importa el obispo que imponen o dejan de imponer antidemocráticamente al rebaño de los creyentes.
Dicho lo dicho paso a hablaros del nuevo obispo que se nos viene encima, aprovechando que pasado mañana se celebrará en la Mezquita (antes mezquita) de Córdoba su presentación en sociedad y que he pasado un buen rato recordando gozosamente las divertidas fazañas de sus dos predecesores.
A mí la verdad es que don Javier me caía bien, como ya tuve oportunidad de publicar con motivo de su exhibición al escarnio público sentado en un triste banquillo para acusados seculares. No sólo porque, en su tenaz lucha contra La Carne, el Mundo y el Demonio perdiera la guerra contra el Maligno (transmutado para la ocasión de Cura Banquero) en esta diócesis en el que fue conocido como Duelo a Muerte en la Alta Sierra (Morena), sino porque, como yo, era, y es, un radikal, en el sentido etimológico del término. La pena es que sus mejores fazañas las ejecutara ya en la sede granadina a la que fue ascendido mediante patada cular por aquel tema. Su denodada lucha contra los hipócritas jesuitas (valga la redundancia), contra el tráfico ilegal y la trata de monjas, contra los seminaristas internautas pajilleros (en su cruzada contra la Carne), contra los curas desobedientes, así lo demuestran. Pero sobre todo yo hubiera besado con fruición el asiento en el que asentase su poderoso asentador de por vida si hubiera alcanzado la gracia del Espíritu Santo de salir victorioso en su duelo contra el Mundo, concretamente contra el Mundo de las Cofradías y Hermandades cordobesas, a las que amargó las torrijas cuando prohibió saludablemente el nacimiento de otras nuevas (entre otras la legalizada por su sucesor, la Universitaria del Cristo de Mel Gibson) y poniendo firmes a la existentes. Pero aparte de eso don Javier ya tenía ganada mi simpatía sólo por el odio africano que le profesó siempre, por motivos obvios, el que fuera turiferario de cabecera de su enemigo mortal Castillejo, el adorador noctívago Primo Jurado, alias Pemancito de la Campiña. Y es que hay odios que dignifican al odiado. En fin, un kiko radikal, sin dobleces, que dice lo que piensa sin pensarlo.
El melifluo Monse Asenjo en cambio siempre me pareció un personaje bastante líquido, escurridizo, maniobrero, un tipo peligroso tras la carita boquitapiñonada que lleva por máscara. Sus fazañas, de todas formas en esta diócesis fueron sonadas: la conversión de la alcaldiosa comunista en una excomunista cofrade convicta y confesa es probablemente el mérito mayor por el que ha sido ascendido a la sede hispalense y está siendo estudiado ya como milagro contable en su currículum. Mucho más que su éxito como brujo hacedor de lluvia por su buena mano con Manitú o que su acerada condena de la inteligencia como método de conocimiento. Pero la mejor para mí fue aquella divertida gamberrada que nos regaló cuando propinó a los padres que no elegían la asignatura de doctrina católica para sus hijos la acusación de conducirlos por el camino de la delincuencia.
Así que se suponía que el viniente lo tenía crudo para superar el nivelazo de los anteriores. Pero el Espíritu Santo es sabio y no iba rebajarnos así, de golpe, las dosis de jodeína a las que desde hace años nos ha acostumbrado.
Don Demetrio es para empezar Doctor en Teología Dogmática (venga, ¡palmitas!). Es segundo miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, alias Inquisición (¡saltitos de alegría!) y tercero, sus últimas actuaciones han ido encaminadas a mandar libros al Index Librorum Prohibitorum (¡revolcaos, malditos!).
¿Alguien pensaba que eso era cosa del pasado? ¡Quiá! Un cura escribe un libro sobre la vida de Cristo, la Inquisición lo vigila, y si al inquisidor no le gusta.... ¡zas! ¡el cura a la hoguera mediática católica y el libro al Index! Acaba de ocurrir con el libro del padre Lagola. De todas formas parece que los métodos de los inquisidores han cambiado algo últimamente. Debe ser por influencia de los chistes de Gila. ¿Recordáis aquel del inspector de policía que cazó a Jack el Destripador mediante el método indirecto de soltarle cada vez que se lo encontraba: ¡Aquí alguien ha matado a alguien…! ¡Aquí alguien es un asesinoooo…! Pues igual: nuestro inquisidor en una inocente pastoral suelta como quien no quiere la cosa: aquí alguien ha escrito un libro heréticooooo. Y tras varias veces va la Inquisición al final y lo condena. Lo mejor de todo ha sido poder gozar de la oportunidad de volver a escuchar acusaciones de rancia raíz inquisitorial, con olor a chamusquina de hoguera de verdad. Monse Demetrio habla de incursión en la herejía y de ¡¡¡arrianismo!!” Vox inquisitoris ¡¡¡Qué viene el arrianismooooo!!! Gilipollesco parece ¿qué no? Sin embargo algunos mu largos han intentado ver intenciones muy pero que muy sibilinas en esas acusaciones del obispo de Tarazona al pobre cura vasco literato. Porque, a ver amiguitos: ¿quién fue el obispo que acabó con el arrianismo en el mundo cepillándose a un buen puñado de obispos herejes? Sacto: Osio. Y de dónde fue obispo Osio? Sacto: de Córdoba. ¿Pues entonces...? Sacto. La cosa se complica si tenemos en cuenta que las últimas teorías sobre la islamización de Andalucía en el siglo VIII que retoman al olvidado Olagüe apuntan a que el islam andalusí se extendió a partir de una modificación genética del arrianismo. Sacto: ¡Qué buenas migas va a hacer don Demetrio con el canónigo roedor de archivos, don Manuel Nieto Cumplido!
En cuanto al temor de las cofradías a que le salga otro don Javier y su zurriaga anticofrade es absolutamente infundado. Como buen Inquisidor, a Monse Deme si hay algo que le ponga de verdad es un buen Auto de Fe. ¿Y qué otra cosa son las procesiones de Semana Santa sino Autos de Fe fosilizados y ritualizados por la tradición de intolerancia religiosa del catolicismo contrareformista español?
Yo creo que podemos estar tranquilos los consumidores de episcopalina sin cortar y que Monse Deme va a proporcionarnos muy sabrosos momentos de descojono. Con ese curriculum vitae no nos puede fallar. Sólo con leer lo que dice de él alguien de su gremio, un cura párroco vizcaíno nos podemos tranquilizar al respecto. Dice el buen cura que la condena del libro por el inquisidor Monse Deme raya el oscurantismo inquisitorial y supone la vuelta al pasado. Una lumbrera también este tipo, un verdadero lince.
Desde luego, amigo Harazem, a ti tienen que invitarte a las "tomas de posesión" de cada sucesivo obispo de Córdoba; o nombrarte cronista oficial de sus episcopados.
ResponderEliminarPor cierto, a ver si ponen este blog tuyo en el Index.
Oposiciones ya ves que hago, Miroslav, lo que pasa es que en la curia hay mucho enchufado...
ResponderEliminarY desde aquí hago una recomendación a todos los que entran: no dejéis de visitar la página de Miroslav. Siempre son una gozada sus post, pero últimamente es que está sembrao.
¡Que no decaiga, amigo!
Pues por una peculiar casualidad, esta mañana he podido ver una parte del evento retransmitido desde una de las televisiones desconocidas del TDT, que goza de mucho predicamento en ciertos locales del barrio.
ResponderEliminarPrimero llamó mi atención las fugaces vistas de los arcos de herradura y luego ya la parafernalia del acto.
Vaya tela, Manuel, pero -con perdón- diríase que tus descripciones a veces quedan cortas... Abrazos
Dear Alarcén, o algo así. ¿Has sido seminarista? Conoces el paño como un cura arrepentido. Eres el Jaime Peñafiel de la Curia.
ResponderEliminarEn algo hay que darte la razón: basta de hipocresía. O se denuncia de una vez el Concordato o se reforma, o a envainársela.