Una de las cosas que he podido comprobar en mi viaje a Praga es que la fama de mala follá de los checos es merecida. Mala follá que en algunos casos se transfigura en mala hostia. Claro que hay que tener en cuenta que la ciudad, aparte de por sus magníficas cervezas, por el jamón cocido y el puente de las estatuas, es conocida por sus defenestraciones. A la mínima que se mosquean te tiran por una ventana. Ya sé que soy injusto generalizando y que no todos los praguenses tienen el mismo grado de mala follá e incluso que habrá alguno que no lo sea, pero realmente me hubiera gustado encontrarlo. Yo reconozco que haber estado 40 años sin Macdonalds, carecer de playas propias y haber sido en los últimos años invadidos por millones de guiris horteras con la sensibilidad de un cangrejo agría el carácter, pero deberían hacérselo mirar de todas formas.
Nada más salir del aeropuerto tuvimos una buena muestra de la mala hostia praguense cuando un conductor del Bus 100, un tipo con cara de torturador de la Stasi portador de chulescas gafas negras y camiseta embutida para marcar los bíceps nos expulsó de malísimas maneras del autobús tras subirnos en él en la parada por un lógico error, mientras nos ladraba en un dialectal praguense del más puro estilo barriobajero. Una vez abajo el tipo, mientras seguía con sus ladridos, se señalaba violentamente los ojos y luego un letrero móvil digital que había en el lateral de la caja que avisaba en checo y en inglés que ese autobús ya no iba a la ciudad. Antes de darme la vuelta me quedé mirándolo alucinado y le ladré a mi vez en un perfecto castellano barriobajero: tú lo que eres es un cabrón, ¿cómo coño quieres que lo sepa si cuando miré el letrero estaba en checo, cacho gilipollas? El barriobajero es una lengua franca que todo el mundo entiende, así que por eso lo escuché jurar, esta vez hasta en arameo barriobajero, mientras nos alejábamos hacia la parada, no sin temor a que corriera a apuntillarme traidoramente por encima de la mochila que llevaba a la espalda o me defenestrara directamente unos cuantos dientes.
Me habían hablado de la proverbial mala follá de los camareros checos sobre todo, pero no de la del resto de los oficios y ocupaciones de la población de la bonita ciudad del reloj-teatrillo. La del personal del hotel de la calle Štěpánská donde nos alojamos por ejemplo, era refinada, pero incisiva. Y desde luego, la mala follá de los camareros praguenses no es una cosa que me fuera asustar viviendo como vivo en Córdoba, la ciudad con el gremio tabernero que acumula más mala follá del hemisferio norte en su conjunto, dicho sea sin ánimo de ofender. Yo a veces llego a pensar que los seleccionan mediante alguna secreta fórmula consistente en hacerlos beberse un litro de vinagrazo sin pestañear justo antes de servir unas aceitunillas manidas.
Pero una vez comprobada la hermandad gremial tabernera entre ambas ciudades se impone marcar la diferencia: los taberneros praguenses, al contrario de los cordobeses serán unos malas follás pero son eficientes, de una profesionalidad impactante. Eso ya lo había leído en la página del Filósofo Cervecero que me ha servido de guía en mis recorridos tabernarios. Una guía que si bien nos sirvió magníficamente al principio luego se hizo innecesaria cuando comprobamos la alta calidad general de las hospodas y restauraces praguenses, siempre que se alejara uno lo suficiente de los locales-trampas para turistas que proliferan en el cogollito del casco antiguo.
La cerveza es excepcional y aunque yo no soy un experto y no soy capaz de detectar tantos matices en sus sabores como mi admirado Filósofo, sí que he probado todas las que he podido a conciencia y realmente he disfrutado como un niño en una tienda de chuches. Recuerdo especialmente las turbias cervezas del Pivovarsky Dům, con un acusado sabor a cereales, la que ofrecían en la Pivní Galerie (Galería Cervecera) un lugar muy alejado del centro, en el que venden parafernalia cervecera, camisetas, botellas de todos tipos y tiran una cerveza de barril excelente y una cerveza negra (a la que yo no soy muy aficionado) la Sedm Kulí (Siete Balas) del Ferdinanda. Pero en cualquier sitio siempre hay buena cerveza magníficamente tirada y servida en cómodas jarras de medio litro y un poco más marcado con una línea para la hermosa corona de espuma. En Londres me llamó la atención que las pintas en los pubs se sirven sin espuma. Cuando pregunté a mi amigo Carlos, gran conocedor de las costumbres inglesas, la causa me explicó que los vasos son de una pinta exacta, y que ellos pagan por esa cantidad y toda la espuma que contenga es cerveza de menos que beben. Los checos lo han solucionado añadiendo un par de dedos más a las jarras y así pueden disfrutar de la textura, frescor y aroma de la rizada espuma cervecera sin pagarla.
La mala follá tabernaria cordobesa se nota también en la costumbre-estafa impuesta desde hace unos años de no colmar las copas de medio (la medida cordobesa del vino de Montilla), dejando una corona de un dedo vacío, como para santificar nuestra infinita paciencia de senequistas empedernidos.
(Continuará)
ÍNDICE DEL VIAJE
Supersticiones: PRAGA (de cervezas y defenestraciones)
Supersticiones: PRAGA (de más cervezas, hipos y brontosaurios)
Supersticiones: PRAGA (del turismo artesanal e industrial)
Supersticiones: Catolicismo "gore" en Praga
Supersticiones: Niño Jesús de Praga: la Barbie antecessor
Supersticiones: Córdoba y Praga: escultura humorística
Jajajajajaja, si es que el hombre es hombre en todos los rincones del planeta, y pues gilipollas los hay por todos lados por igual. Mientras leo tu entrada, escucho a la vez Kalashnikov del Goran Bregovic, así que tu "pelea" barriobajera ha tenido tintes de una escena del Kusturika en mi depravada mente. Salú amigo Manuel, esperamos la siguiente parte de tu viaje por las tierras de Praga.
ResponderEliminarpd: lo mismo me animo y saco a la calleja una de las últimas gracietas del simpático purista.
Esta es la línea editorial y literaria que me gusta. He disfrutado cada línea sobre todo la del lenguaje barriobajero.
ResponderEliminarMuy bueno y a seguir ese viaje y que nos lo cuentes.
NO sabes, querido Mikel, cómo me alegra que me indiques tu gusto sobre la línea literaria que me disfrutas. Ya en otra ocasión me indicaste cuál es la que no. Yo intento corregirme, no creas, pero no siempre lo consigo. A veces me siento como el escorpión que montó a la rana en la cruel fábula aquella. Pero quiero que sepas que mi propósito de enmienda tiene mucho que ver con tus edificantes indicaciones.
ResponderEliminarUn saludo