A pesar de su longitud se recomienda su visionado completo armados de pañuelos suficientes. Risas y llantos por igual asegurados. Patrocina JABÓN LAGARTO.
Plan PONS (1), belleza en siete libros
PRIMERA PARTE: El martirio de San José Sé Sé
He de confesar que tras encajarme en el selebro de una sola tacada el video en el que el profesor de Historia Contemporánea de la UCO Enrique Aguilar Gavilán, cómodamente sentado en un sofá ante las cámaras de la una cadena de televisión local cordobesa y armado con una superesponja de delirante cobismo, enjabona con una casi enfermiza minuciosidad hasta el más recóndito, innombrable y aromático rinconcillo de la memoria del cacique poligolpista y matamoros cordobés José Cruz Conde, no he podido impedir que me se agarre un nudo en tol gañote y me se sarten las lágrimas de sentimiento sentimentar der güeno. Y no sólo porque me haya transportado por el túnel del recuerdo a las Vidas de Santos que consumí de niño y que abandoné, insensatamente, a los 12 años, sino porque siempre me toca la fibra emotiva la contemplación en acción de un verdadero apolojeta. Pero es que ni un defectito, oiga. No había leído un ejercicio hagiográfico de tan vibrantes timbres desde los ardorosos enfrancamientos del gran Pemán. Lo único que le ha faltado decir al enardecido profesor es que nuestro entrañable cacique era tan sublime que incluso deposicionaba cerullos de una milagrosa perfección cilíndrica. ¡Qué entrega en el restriegue, oiga! Pareciera que en lugar de hablar del individuo que coordinó las acciones de los perpetradores civiles y militares materiales del golpe naci-onalcatólico del 18 de julio en la ciudad de Córdoba se tratara de, qué sé yo, un cruce entre el Padre Damián atrapado en Molokay y un Nehru de Los Dolores. A partir de ahora San José Sé Sé.
Pero si las inefables virtudes de toda laya que adornan a tan conspicuo personaje son lubricadamente inventariadas por el emosionadísmo profesor no se quedan atrás los no menos ardorosos, y eficaces, intentos de enternececimiento lastimero a que nos somete con la descripción no menos minuciosa de los insoportables padecimientos a que el nobilísimo, modernísimo, concienciadísimo socialmente, implementaorisímo personaje padeció en su exilio madrileño en sede diplomática durante tres años mientras las furias asesinas que contribuyó a desencadenar convertían todo el país en un infierno. Hubo días que ni lavarse pudo el pobrecillo, gimotea tristemente el profesor. Eso sí, lógicamente y para no desequilibrar el cuadro penoso, el tierno profesor no desperdicia ni una sola lagrimita, ni un hipido para los más de 4.000 de sus paisanos que fueron asesinados a sangre fría y arrojados a una fosa común tras jornadas de terror en las improvisadas cárceles falangistas fruto de su eficaz actuación como coordinador del golpe de estado fascista que movilizó a los asesinos materiales y que conllevaba un prediseñado plan de genocidio del mayor número de republicanos y republicanas cordobeses. Ni por sus viudas y huérfanos. Ni por los torturados. Ni por las mujeres violadas, rapadas y ricinadas por sus colegas. Ni una sola. Debe ser que entre tanta agua jabonosa en su bibliografía no encontró el libro de Francisco Moreno Gómez en el que se explica meridianamente las consecuencias de su eficacísima gestión coordinadora. O le quitó tiempo para ir a ver La voz dormida de Benito Zambrano.
Pero tampoco se deja arrebatar del todo nuestro alabancero profesional por el arrobo místico-cobista, ni por la meliflua untosidad zalamera. No. También echa mano a la furia defensora que se le desencadena cuando con la vena del pescuezo hinchada refuta la afirmación de una… indocumentada investigadora –a la que merecidamente despacha con un displicente manotazo- de que el modernísimo político arruinó a la ciudad por varias décadas en su breve paso por el ayuntamiento a causa de los magalomaníacos proyectos emprendidos en exclusivo beneficio de la burguesía a la que pertenecía. ¡Mentira!, grita iracundo como si le hubieran faltado a su propia madre (min. 13'50). Ni una sombra de mácula permite en su vaselínico supositorio discursivo el aguerrido profesor que caiga sobre el personaje al que pretende monolíticamente beatificar en forma de libro. La recopilación de los escritos de don José en ese su tristísimo exilio diplomático. Con el título de Memorias de José Cruz Conde nace la criatura. Persecución, encierro y martirio de San José Sé Sé por las hordas marxistas contados por el mismo le hubiera venido probablemente mejor.
En la entrevista (2), emitida con el libro que acababa de publicar recién salido, dice nuestro franquismiquis profesor que la presentación ocurriría en breve porque estaban esperando una ocasión propicia para propulsarle toda la importancia, todo el boato que se merecía. ¡Y tanto! No tuvo que esperar demasiado. La ocasión propicia fue la de esperar hasta poder colocar una pica franquista en el recién conquistado por el PP Salón de los Mosaicos del Alcázar, de propiedad municipal. Todo un símbolo, un gesto de toma de posesión mediante un acto de afirmación naci-onalcatólica de un territorio que los fachas locales sentían arrebatado por los herederos de los rojos a los que sus antepasados ideológicos (y biológicos, claro, casi siempre) intentaron ya en una ocasión exterminar. LA TOMA DEL ALCÁZAR, hubiera sido un buen título para el ahora exultante Acorazado ABC. Ahora toca reivindicar o más bien restaurar otra memoria: la de los vencedores de la Revolución Fascista del Glorioso Movimiento Nacional. Un tanto vapuleada en los años de jodida democracia por las acusaciones vertidas sobre ellos de delincuentes, ladrones y sobre todo genocidas por parte de los herederos ideológicos (y también biológicos, claro) de los vencidos. Una panda de impresentables resentidos. Con un mu mal perder.
Allí estaba el flamante alcalde Nieto con su discursito bien dobladito y planchadito, probablemente escrito por su asesor en materias de simbología naci-onalcatólica el concejal admirador de la División Azul, Juan José Primo de Jurado, que también estaba, cómo no, allí. Aseaditamente el joven munícipe destacó que José Cruz Conde dejó una huella indeleble en la historia y fisonomía de Córdoba. ¡Y tanta! Alguien debería explicarle al joven alcalde, por si no lo sabe, que fisonómicamente la Córdoba que diseñó el próximo santo del santoral local quedó mu molona pero se hizo a costa de destrozar buena parte del casco antiguo medieval más grande y mejor conservado de Europa para que la burguesía cortijera cordobesa –la peor al oeste del cabo de Palos, con perdón de Granada- se construyera su ensanche en el mismísimo corazón de la ciudad y no extramuros como se venía haciendo en ciudades menos salvajes y que la lógica urbanística ya canónica entonces ordenaba. Amén del brutal endeudamiento en beneficio exclusivo de la burguesía en que dejó a la ciudad y en cuyo desembarazo se empleó a fondo el último alcalde socialista de la ciudad, fusilado por los falangistas a los pocos días del golpe coordinado por nuestro angelical paisano del 18 de julio.
En lo histórico desde luego que dejó una huella indeleble, sobre todo como coordinador experimentado en golpes de estado contra las legalidades vigentes. Primero como coordinador del golpe de estado de Primo de Rivera (1923), quien lo premió con la alcaldía de la ciudad y con el gobierno civil de Sevilla después, y posteriormente del fascista de 1936, cuyo premio para él ya sabemos que fue tener que asearse tristemente con un pisapapeles de bronce para no gastar cuartillas con que narrar a la posteridad sus tristes cuitas en una lujosa residencia diplomática. En el primero ahuelló pisoteando los derechos de todos los trabajadores de la ciudad, base política de aquella Dictadura. En el segundo ahuelló facilitando muy eficazmente el desencadenamiento de un genocidio que tuvo como resultado la eliminación física y a sangre fría de 4.000 de sus paisanos y la brutal destrucción de un régimen político que por primera vez colocaba al país y a la ciudad en el concierto de las democracias europeas del siglo XX para transportarlas en tres años al siglo XIX en lo social y al XVII en lo moral y religioso. Eso es dejar huella. Eso es ser moderno y tener visión de futuro.
También estaba presente el sobrino nieto del homenajeado, el canónigo Fernando Cruz Conde, conocido, siguiendo la tradición familiar de contribuir a la boyantía de la ciudad, por sus responsabilidades en la quiebra de Cajasur, a quien tocó el papel de humorista de la velada. Da mucha risa escuchar a este venerable sacerdote explicar que la publicación de los escritos del poligolpista militar deberían servir para la reconciliación, porque eso es lo que hemos vivido en la familia. Comentar ese deseo sería romper el encanto de la carga de fina ironía y el humor socarrón que contiene. Mucho más graciosa fue su descripción del tío Pepe, como un hombre de espíritu caballeresco que vivió al servicio de la paz. Lo de caballeresco debe referirse a su conocida afición formando parte de un ejército regular invasor de un territorio soberano a cargar a caballo contra los paupérrimos rifeños nativos que defendían su tierra con el fin de masacrarlos artesanalmente. El General Custer de Los Dolores Chicos. Eso sí, al servicio de la paz. Exactamente igual que sus fazañas posteriores, éstas mucho más industrializadas.
El que, fiel a su zorresca (de zorro, de astucia, que últimamente todo hay que aclararlo, como el juez Del Olmo), y maquiavélica habilidad para andar sin mancharse por fangales y veredas como el armiño del cuento, mantuvo el tipo fue el editor, Manuel Pimentel, que se deslizó magistralmente, éste sí con una socarronería de 24 quilates, resaltando la “trascendencia” que con libros y actos como éste adquiere el personaje. Ahí es nada. Pecunia non olet. Quien quiera entender que entienda.
¿Qué significado cabe descifrar de semejante perolete de indecencia, semejante escupitajo colectivo sobre las víctimas del franquismo, sobre los miles de enterrados en las fosas comunes? Pues muy fácil. Se trata del acentuamiento del proceso de desatranque de las cloacas del franquismo en que viene empleándose ardorosamente los sectores más reaccionarios y herederos ideológicamente de aquél con la ayuda de una serie de fontaneros vocacionales o contratados. Los César Vidal, Pío Moa, miembros de la Real Carcademia de la Historia y demás artistas del chupón se dedican al ámbito nacional, pero a nivel local también existen desatrancadores muy profesionales. En Córdoba, que la familia Cruz Conde no necesita por sí misma a estas alturas limpieza de blasones alguna porque ya no es lo que fue y nadie de dentro lo solicita, el abrillantamiento viene dado por gentes ajenas a la misma, que han comprendido que sus más conspicuos miembros representan la esencia y la ciencia del franquismo y que su reivindicación es imprescindible para convertir la memoria histórica del genocidio que perpetraron sus abuelos en una sopilla un pelín recia pero perfectamente digerible para las nuevas generaciones. Podrían perfectamente dejarlos dormir el sueño piadoso del olvido, pero para ellos el enjabonamiento de la estirpe (un curioso caso de monarquía municipal) de políticos cruzcondianos, completamente pringados con un régimen en todo equivalente al nazi alemán y al fascista italiano, perpetrador de crímenes perfectamente homologables con los de aquellos, es imprescindible para ese fin.
Hoy le ha tocado a San José Sé Sé, un tanto olvidado, a pesar de que cuenta para vergüenza de todos los políticos municipales de izquierdas desde el 79 que no se lo retiraron, violando sistemáticamente a partir de su emisión la Ley de la Memoria Histórica, con el nombre de la principal calle de la ciudad, pero el verdadero caballo de batalla es la reivindicación de su sobrino el alcalde falangista Antonio para quien la caverna reaccionaria solicita desde hace años la consideración de mejor alcalde de Córdoba desde la fundación de Claudio Marcelo, su elevación a los altares, la erección de un monumento de 30 metros, la colocación de veinte placas recordatorias, la dedicación de treinta calles, una por barrio y la declaración oficial de la persona que mejor comía y a quien mejor le sentaba. Y con el cual el plan CREMA PONS está siendo especialmente generoso porque viene siendo usado en varios libros hagiográficos de una efectividad divina de la muerte. Centrará la segunda parte de esta entrada.
El equivalente a la visión que esta patulea indecente quieren reivindicar sería que en Alemania hoy día se tratara de dar la idea por una parte de la historiografía oficial (universitaria, estatal y municipal) de que a Hitler, Goering, Goebbels, Himmler tal vez se les fue la mano con los judíos, los gitanos, los homosexuales y los comunistas pero proporcionaron vacaciones pagadas a los obreros alemanes, dejaron las ciudades hechas un primor y pusieron a Alemania definitivamente en el ojo de la Historia como desencadenantes de la inevitable e imprescindible II Guerra Mundial.
Para terminar esta primera parte dos cositas más. Recordar sólo como pequeña aportación a la hagiografía emprendida por nuestro franquismiquis (3) profesor de la UCO que Joaquín Romero Murube, el falangista poeta amigo de los poetas rojos, escribió y publicó clandestinamente (1937) un bastante desconocido romance, Romance del Gobernador, durísima diatriba contra el que fue Gobernador civil de Sevilla y Comisario regio durante la Expo del 29, José Cruz Conde, al que Joaquín Romero acusa, entre otras lindezas, de putero y borracho.
Y reconocer las divinas virtudes intermediarias de San José Sé Sé para quien airea sus santidades, con las mismas propiedades enteógenas que la de San Pancracio: concesión de salud y trabajo. Salud se le adivina concedida a simple vista al lozano hagiógrafo uconauta. En cuanto al trabajo, no hay más qué ver cómo se le acumulan últimamente los nombramientos llovidos del cielo del PP encima de la mesa. Ese cielo donde se codean con el mismo Dios, que, como todo el mundo sabe, es de derechas de toda la vida.
La Vida del Santo esperaré a que esté en la bibliotecas. Me interesa lo que pasaba por la cabeza del pobre San José Sé Sé en su tristísima y penosísima prisión de altos techos con molduras rococós, pero desde luego no pienso soltar ni una cala para adquirirlo.
CONTINUARÁ: IR A LA SEGUNDA PARTENOTAS:
(1) Como he comprobado que todos aquellos lectores que calcen menos de treintaipico no tienen ni zorra idea de qué es eso del Plan PONS tendré que explicar que durante años y años en la TV española uno de los anuncios más reproducidos fue el de una crema facial, de marca PONS, que una dulce voz femenina publicitaba como Plan PONS BELLEZA EN SIETE DÍAS, que prometía milagros cosméticos en la más poco agraciada de las mujeres a la semana de ser usado. Forma parte del acerbo de muletillas grabado a fuego en la corteza cerebral (ahora llamado disco duro) de todos los españoles que superen aquella edad.
(2) Del impresionante estado del periodismo profesional en esta ciudad da medida la obsequiosísima actuación de la entrevistadora que en ningún momento pone en apuro alguno a quien está derrochando una ristra de afirmaciones que cualquier persona mínimamente versada en historia de España podría poner en duda, o al menos cuestionar en algunos de sus matices. No es culpa de la chica, desde luego (o sí, quién sabe), sino de quien diseña esos aguachinados espacios sin la más mínima voluntad de espíritu periodístico.
(3) Franquismiquis (franquistas tiquismiquis) es una categoría de derechistas que no osan declararse herederos directos del franquismo, aunque no osan tampoco condenarlo como cualquier derechista normal europeo haría con el equivalente en su respectivo país. La inmensa mayoría de los militantes, simpatizantes y políticos de la UCD (partido en el que militó nuestro profesor cobista) lo fueron en más o menos grado, desde los franquistas vergonzosos o franquichurris hasta los franquenstinos (cercanos a Fraga).