(del laberinto al treinta)


martes, 19 de abril de 2005

Languaje sublime

Me he regalado un reproductor de MP3. No sólo para joder a la SGAE, sino también para escuchar arias de Haendel mientras camino a paso rápido por el circuito urbano ribereño del Guadalquivir, más conocido como la Avenida del Colesterol, con el fin de hacer el mínimo ejercicio indispensable para evitar la oxidación de mis articulaciones.
Lo primero, dada mi condición de neófito en semejante artilugio, ha sido leer el manual de instrucciones que incluye la coqueta caja de plástico en que me fue entregado, para comenzar lo más rápidamente posible a llenarle la panza con toda la música que pudiera caberle. Se trata de un pequeño librito con las instrucciones en seis idiomas: english, deutsch, francais, espanol, italiano y danish. Al principio, tras encontrar el concreto apartado en español y leer las dos primeras páginas, pensé que me había equivocado. Porque el lenguaje allí impreso no acababa de sonarme. Pero luego de un par de atentas lecturas comprendí que se trataba de un nuevo y precioso estilo técnico-futurista, probablemente en periodo de prueba para su posterior implantación definitiva, especialmente diseñado para intentar espiritualizar, poetizándolo, el lenguaje de las nuevas tecnologías, elevando así la calidad estética y moral de los consumidores. Suena tal que así:























Una vez saboreado el ritmo y la coloratura expresiva del texto, tuve que bajar un peldaño al nivel práctico comprensivo para poder empezar a usar el aparato. No fue difícil. Una vez captado el alma del lenguaje, el texto comenzó a hablarme directamente, como si una iluminación sobrenatural hubiese bajado sobre mí para insuflarme la capacidad divina de la exégesis:
























Después ya todo lo demás fue pan comido. Sólo tuve que enchufar el aparatito al ordenador y recitar fervorosamente varias veces el texto siguiente como si de un mantra se tratase:
























Y esperar a que ocurriera el milagro.
La experiencia resultó tan... tan... tan gratificante que estoy pensando probar con el danés.

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