(del laberinto al treinta)


viernes, 3 de febrero de 2006

Fin del exilio en Cabra

Corto ha sido el exilio. No me he de quejar, sobre todo cuando las esperanzas no eran tan halagüeñas y las expectativas superaban los dos meses. Cabra y su Hospital. Ya dije que lo peor fue el traslado diario tal como lo describí el otro día y estoy convencido (y sin que sirva de precedente a mi alma descreída) de que la fortuna ha sido propiciada por el pánico que produjeron en mi quebrado ánimo las amenazas que me lanzó mi amiga Mele desde su comentario a la anotación anterior. Cosechadoras, decía. Que ya mismo los esforzados campesinos que moran en esos lugares inhóspitos que se extienden entre los arrabales de las protectoras ciudades, comenzarían a sacar a pasear por sus carreteras semejantes artilugios. Como jamás fui digno antes de contemplar semejante espanto me fui a San Google sección Imágenes y busqué su representación gráfica y desde luego lo que vi me heló de terror. No exageraba mi amiga y me imaginé la sinuosa carretera comarcal que me lleva finalmente a mi destino atravesada por semejante masa de materia férrica de monstruosa forma y proporciones: enormes dientes, buídos pinchos, terribles trituradoras de miembros... En fin, que menos mal que me libré de semejante visión frente al parabrisas de mi realidad. Mi amiga Mele debería darnos más datos sobre las inevitables aventuras a las que la aboca su terrible exilio en las heladas alturas de la semiártica Navarra.
Por otra parte la obligación moral (y en parte económica) de compartir vehículo con otras exiliadas, cortó el atractivo de las audiciones del excelso Haendel durante la conducción para ser brutalmente sustituidas por otra banda sonora de muy distinta calaña: la cháchara marujil consistente principalmente en la relación pormenorizada de las diferentes maneras de enfocar la preparación de las próximas primeras comuniones de las crías en edad de ser inoculadas con el virus de la superstición que casualmente todas poseían, la prolija descripción de los arreos con que los tiernos infantes serían enjaezados, según sexo y gustos, para tal fin, las virtudes de los catequistas que los adoctrinan y sobre todo las diferentes ofertas para el dispendioso ceremonial festivo posterior. Un experto. En eso me he convertido en pocos días. Si algunos de mis improbables lectores necesita asesoría sobre tan extravagantes temas no tiene más que pedirla.
Por cierto y hablando de mis improbables lectores, os agradezco de corazón el hecho de que os hayáis hecho perfectamente cargo de mi situación, os invistierais de evangélica contención y no me hayáis atosigado permanentemente con la exigencia de más escritos durante el terrible exilio.
Comentarios
Desde las semiárticas tierras Navarras mi más sincera enhorabuena!¿Ves? no hay mal que cien años dure...ahora bien, si como dices crees que yo he tenido algo que ver en tu regreso ya me estás devolviendo el favor. Comienza este mes para mi el ajetreo del concurso de traslados y las perspectivas no son muy alagüeñas así que cualquier tipo de treta para que la Fortuna se fije en mí esta vez será bien recibido.Besos "helados"
mele — 05-02-2006 19:39:16
Mejor será que ninguna de las exiliadas que te acompañaban tengan acceso a este blog o se sentiran, no sin razón, altamente ofendidas.
p — 05-02-2006 19:56:43
¿Sí? ¿Tú crees? Y... ¿dónde piensas tú que hallarán la lanza ofensora? En el inofensivo adjetivo "marujil", en lo de la superstición o en no ser preferidas a Haendel?
Harazem — 07-02-2006 23:22:54

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