(del laberinto al treinta)


lunes, 31 de julio de 2006

Nazionalsionistas españoles

Dos artículos de índole miserable publicados recientemente en El País han conseguido que mis ya escasas simpatías por el Consejo de Redacción de ese periódico desaparezcan totalmente. No hablo de censura, que no es necesaria ni deseable, pero si no han considerado de recibo contestar a una defensa tan furibunda del nazionalsionismo como la que perpetran Hermann Tertsch y Carlos Mendo en sus páginas es que de alguna manera las consideran opiniones sensatas. Están en su derecho. Pero desde este humildísimo rincón de la red yo les lanzo mi desprecio y mi desesperanza.

No se duda de que Israel tenga derecho a defenderse de los ataques de unos fanáticos armados pero la decencia política exige dudar de que ese derecho pase porque se defienda

ASÍ

Ambos individuos obvian algo que está en la base de todo el conflicto. Israel tiene todo el derecho de existir, a pesar de que su creación fuera una chapuza que incluía el germen de las guerras posteriores, pero a lo que no tiene derecho es a mantener ocupado, colonizado y martirizado el estado árabe creado junto a él y algunas zonas de otros estados limítrofes. A monopolizar el uso del escaso agua del subsuelo de la región. Varias resoluciones de la ONU lo obligan a ello. Como no las cumple se ha colocado fuera de la legalidad internacional. Es, por tanto, un estado delincuente. Lo tiene perfectamente asumido: por eso se pasa por el arco del triunfo lo que le exija la ONU.

De eso no hablan nuestros dos arteros articulistas. Sólo de la seguridad del ladrón cuando el primo del robado trata de agredirle.

Si Israel hubiera devuelto los territorios ocupados, en lugar de asentar miles de colonos, si hubiera hecho esfuerzos por moderar las tendencias políticas de sus vecinos alentando movimientos laicos y democráticos, incluso mediante la creación de un estado bicéfalo, en lugar de alentar, incluso financieramente, en su momento, a fundamentalistas religiosos como Hamas, para neutralizar al Al Fatah de Arafat, habría alcanzado un altísimo grado de aceptación y seguridad en la zona y la propia Comunidad Internacional podría encargarse de la misma. Pero su intención fue siempre cuanto peor, mejor para tener la excusa de apropiarse de las tierras árabes. Y ahora va a por todas. De esta guerra sacará tajada territorial. Seguro.

Ha usado siempre la misma táctica de su mentor, los EE.UU. Yo no sé que jamás el gran coloso financiara un movimiento realmente democrático en ningún sitio. Latinoamérica es la prueba. Todas las dictaduras americanas fueron implantadas mediante golpes militares cada vez que se conseguía un avance democrático, auspiciados por el vecino del norte, que siempre los consideró su patio trasero. Sadam Hussein fue un protegido de los yanquis, y la creación de la guerrilla muyahidin afgana, origen de los talibanes, obra de la CIA. Siempre con la muy noble misión de defender a sangre y fuego sus intereses económicos, la explotación barata de los recursos ajenos y el control estratégico de su imperio.

Ocultar todo eso es una villanía.

Menos mal que Juan Gelman (Página 12), el poeta judeoargentino, y Tom Segev (El País), el historiador israelí, los ponen en su sitio. ¿Los considerarán también un antisionistas?

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