(del laberinto al treinta)


lunes, 18 de agosto de 2008

Rosa Aguilar: una calle para Paul Robeson

Dos cosas me han recordado estos días a Paul Robeson. Una las diferentes versiones de Summertime de Gershwin que en la Taberna de la Calleja se han venido recomendando. Otra la reciente magnífica película de George Clooney Good Night, and Good Luck sobre la represión política y el terror psicológico que puso en marcha el senador norteamericano MacCarthy en los años 50.

Una de esas víctimas fue Paul Robeson. Su biografía la tenéis perfectamente compilada en la WIKIPEDIA. Yo me limitaré a apuntar el carácter antirracista e igualitario de su discurso. Un discurso que sirve contra todas las manifestaciones del racismo y que ataca directamente a la raíz que las nutre a todas: la consideración de que existen grupos de seres humanos inferiores, más cercanos a la animalidad que los que la practican.

El antisemitismo ha sido la más tradicional de las manifestaciones racistas europeas, aunque en el extremo sur del continente, en España, desarrollamos además la maurofobia como seña de identidad propia. El nazismo (con los judíos), el imperialismo turco (con los armenios) y el delirio expansionista serbio (con los musulmanes) usaron en el siglo XX los más radicales métodos para llevar a efecto las limpiezas étnicas que sus filosofías racistas desarrollaron, pero todas los demás, aunque no tan sangrientas o al menos no tan dispuestas a llegar a soluciones definitivas, participan de la misma índole moral, de la misma ética miserable.

Estados Unidos consiguió por sí mismo salir de ese pozo maldad en que se hallaba, aunque nunca hizo un verdadero examen de conciencia, gracias a gente como Paul Robeson. El gobierno blanco de Sudáfrica fue obligado por la comunidad internacional a desmantelar un estado de apartheid que era la vergüenza del mundo occidental. El gobierno actual de Israel se ha acabado instalando en tal estado de cinismo en la justficación de la política racista que practica en su propio territorio que si la comunidad internacional no estuviera dominada por un cinismo aún mayor, hace tiempo que habría seguido el camino surafricano. Lo explicaba maravillosamente hace dos día alguien en una carta a un periódico español:



'Apartheid' en Israel

RAFAEL ARIAS BONEL - Madrid - 17/08/2008 (El País)


Existe en Israel una preocupación por el crecimiento demográfico de la población palestina (dentro y fuera de Israel); el primer ministro israelí, Ehud Olmert, declaró hace poco: "Si llega el día en que la solución de dos Estados fracasa, y nos vemos obligados a hacer frente a una lucha por la igualdad de derechos al estilo surafricano, el día que eso ocurra el Estado de Israel estará acabado". Yossi Beilin, del Meretz (izquierda israelí), añade: "Una minoría de judíos dominando una mayoría palestina sería como el régimen surafricano. El mundo no lo toleraría". Sorprende que sean los mismos dirigentes políticos israelíes quienes saquen a colación el apartheid surafricano al referirse al asunto de su "minoría árabe". Su sola mención es bien elocuente.

Pero sorprende más aún que expresen tan francamente su temor a que un movimiento anti-apartheid en su país volviera insostenible la situación de discriminación en que viven los árabe-israelíes, incluso poniendo en peligro al propio Estado. ¿Habían escuchado alguna vez a un primer ministro o a un líder político importante de un país reconocer sin ambages que en su tierra se practica el apartheid con parte de su población, sin expresar la más mínima inquietud? ¿Y que su único temor es que los discriminados sean demasiados y luchen por la "igualdad de derechos" y "el mundo" presione para terminar con esa injusticia? Desde luego que desde los tiempos de la Suráfrica racista no se había visto tanta sinceridad y tal desparpajo. Olmert y Beilin no hierran cuando hacen la comparación. Los palestinos de Israel tienen apartheid para rato, porque el umbral de tolerancia que "el mundo" tiene con su país ya hemos visto demasiadas veces que está por las nubes.






Paul Robeson participó en la Guerra de España en la Brigada Internacional Lincoln. Dedicó una buena parte de su vida a denunciar el crimen contra la democracia que supuso el golpe militar devenido en sangrienta guerra y rematado con una de las peores matanzas de civiles europeas del siglo XX, con la complicidad de las dictaduras nazi y fascista y el silencio ominoso de las democracias occidentales. Silencio que luego pagarían con millones de víctimas de todos los bandos.

No existe ni una sola calle al gigante negro dedicada en toda España. Desde aquí te lo digo Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba, si te queda algo del bermellón que una vez tiñó tu ideología, cambia el nombre de cualquiera de las calles que lleve el de uno de esos cientos de espesos clérigos oscurantistas, inquisidores y fascistas que ensucian las paredes de esta tu ciudad y ponle la del negro de la libertad. Antes de que te den la patada. No tendrás otra oportunidad en tu vida. Corasón mío.

Entre sus amigos, Robeson contó con Eugene O’Neill, Einstein y Pablo Neruda. El poeta chileno le dedicó, aparte de la mención que le hace en Canto General y que podéis leer en el artículo de la Wikipedia, una de sus odas inserta en el Nuevas odas elementales, la Oda a Paul Robeson, que a mí me hacía vibrar de emoción en los ya lejanos años 70 y que tuve rotulada y pegada a la pared de mi cuarto de estudiante durante años.





Oda a Paul Robeson

PABLO NERUDA

Antes
él aún no existía.
Pero su voz
estaba
allí, esperando.

La luz
se apartó de la sombra,
el día
de la noche,
la tierra
de las primeras aguas.

Y la voz de Paul Robeson
se apartó del silencio.


LEER COMPLETO

1 comentario:

Duarte dijo...

Apoyo la moción. ¿Para cuándo un manifiesto con firmas incluidas que exijan al ayuntamiento estos cambios de calles protofascistas por otros nombres más merecedores?

Dejo una recopilación interesante pero insuficiente sobre Paul Robeson: http://www.nodo50.org/rebeldemule/foro/viewtopic.php?f=12&t=5541

(falta todo lo relativo a su lucha en España y en los EE.UU.)