(del laberinto al treinta)


domingo, 14 de febrero de 2016

Apolojetas del arqueoterrorismo

Los tartufos profesionales, esos conservacionistas que venden o alquilan su más o menos dudoso prestigio profesional para tapar cuidadosamente los crímenes de las administraciones contra el Patrimonio Histórico Artístico de este triste país parecen estar de buen año. El Poder los necesita en estos momentos en que le urge mantener lo más tapados posible los insondables pozos de mierda que de sus actuaciones recientes podrían rebosar si en lugar de ditirambistas a sueldo para que hablen en los medios, lo hicieran héroes defensores del Patrimonio, sin nada que perder ni nada que guardar. O incluso, más mérito aún, con mucho de lo mismo. O sea, mártires.

Hoy viene a Córdoba un señor conservacionista del Patrimonio que ha sido contratado con dinero público para que haga un informe de parte en el que mediante las hiperbólicas alabanzas de rigor mantenga tapado el hediondo pozo de mierda de las actuaciones de las administraciones estatales, autonómicas y locales en su deber de protección de los Bienes Patrimoniales de la Humanidad (con título oficial o sin él, porque todos lo son) de la ciudad de Córdoba en los últimos 30 años.

En la felpúdica entrevista que se le ofrece en la Hojilla Parroquial entre otras varias desvergüenzas (pasar de puntillas por el tema de las parcelaciones o del trampantojo restaurador, mostrarse extrañado de que el dueño del capitel a la venta tenga papeles) hace una afirmación que debería grabarse con letras de oro en el Muro de la Vergüenza y de la Infamia de los Expolios Universales. Dice la lumbrera:

En Córdoba conservamos la Mezquita, uno de los lugares más impresionantes del mundo, pero solo representa el aspecto religioso de esa sociedad, todos los aspectos civiles, cómo vivía esa gente, han desaparecido, y Medina Azahara nos ofrece la posibilidad de completar ese aspecto religioso que tenemos en la Mezquita con una panorámica de cómo era una ciudad de aquella época.

Como no puede ser ignorancia, siendo quién es y dedicándose a lo que se dedica,  debemos suponer que este señor lo que está haciendo es ocultar primorosamente el hecho de que está hablando de una ciudad donde LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS (estado, autonomía, ayuntamiento y universidad) son responsable de la destrucción A CONCIENCIA de UN MILLÓN Y MEDIO DE METROS CUADRADOS DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS perfectamente conservados de una ciudad islámica REAL (no palatina como es exclusivamente Medina Azahara) del siglo X para construir urbanizaciones de miles de adocenados pisos innecesarios sólo para engordar la burbuja inmobiliaria y la especulación del suelo. Y sin que se haya conservado ni uno solo de ellos como muestra para las generaciones futuras a las que se les ha escamoteado definitivamente el conocimiento directo de cómo vivían los cordobeses del siglo X, cómo eran sus calles, sus empedrados, sus casas, sus patios, sus pozos, sus mezquitas, sus medersas... La pulverización de una verdadera Pompeya Islámica. Un verdadero Holocausto Arqueológico. Así, esa afirmación de que todos los aspectos civiles, cómo vivía esa gente, han desaparecido, así por las buenas, como por arte de birlibirloque, debería considerarse APOLOGÍA DEL TERRORISMO ARQUEOLÓGICO, como a alguien que hablase de simple desaparición (¿emigraron, se fueron de vacaciones?) de seis millones de judíos en Europa Central se le considera apologista del Holocausto.

Con la festolina que están montando en Medina Azahara para animar a la UNESCO a que le conceda el mismo título de Patrimonio de la Humanidad que ya consiguiera la Mezquita y el casco histórico de Córdoba, un buen esperpentista de la estirpe de Valle Inclán podría escribir una obra cumbre del género. Probablemente el mayor de los delirantes despropósitos de todo el pollastre es que la señora que lo preside  y actual Consejera de Cultura de la Junta es la misma persona que fuera concejal de urbanismo en los tiempos en los que, por su manifiesta inoperancia, la metástasis del parcelismo ilegal se comió parte del perímetro de la zona arqueológica de la ciudad palatina de Abderramán III. La misma que siendo alcaldesa no movió ni un sólo músculo para salvar ni un sólo metro cuadrado de los arrabales califales. La misma cuyas actuales maniobras dilatorias e intoxicadoras que acompañan a la gestión política reclamada por los ciudadanos para el mantenimiento de la Mezquita como Bien Público contra las pretensiones de la Iglesia católica de apropiarse de ella, hacen sospechar que se encuentra más a sueldo (al menos espiritual) de aquella que de los ciudadanos.

Por si acaso las delirantes declaraciones del señor conservacionista profesional fueran extrañamente más fruto de supina ignorancia que de voluntad ocultadora, adjunto imágenes de algunas de las estructuras de los aspectos civiles, cómo vivía esa gente que la mayoría de los políticos y gestores que lo han contratado destruyeron inmisericordemente, escamoteándolos a las generaciones de ciudadanos de todo el mundo, sólo para engordar los bolsillos de un puñado de empresarios especuladores sin más patria que sus cuentas de resultados.

O sea la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Córdoba solos o en compañía de otros no sólo se han cepillado esto:

Sino también esto:

Y esto:

Y esto:

Y esto:

2 comentarios:

Jose María Vonder dijo...

Cuando arrasan algo, te dicen,ya esta fotografiado y documentado, para que guardar esas piedras?



saludos

harazem dijo...

Sí, claro, José María, es como si alguien compra una antigua casona nobiliaria con una biblioteca de incunables y el dueño te da dos meses para que los microfilmes antes de quemarlos porque necesita las paredes libres para llenarlas de cuadros de ciervos bebiendo en un arroyo. Y a las autoridades no sólo les pareciera bien, sino que lo considerasen un bien para el progreso de la ciudad.