(del laberinto al treinta)


viernes, 22 de marzo de 2013

CORDOBESTIAS

Corre por ahí una anécdota que parece ser rigurosamente cierta en la que se cuenta que un concejal del Ayuntamiento de Córdoba del periodo anterior de gobierno pepero (95-99) que presumía constantemente de ser un gran melómano, recibió en su despedida de los trabajadores (se supone que de los más pelotas) de la empresa municipal que dirigía el regalo de una lujosa caja de cedés con varias operas. El concejal melómano tras agradecer el gesto pidió el tique de compra de El Corte Inglés para ver si lo podía cambiar por otro de marchas procesionales, que en realidad era la única música que le gustaba.

Más allá del derecho de todo concejal a cultivar los gustos musicales que más lo pongan la anécdota marca el nivel general del concejalato del PP en Córdoba, de entonces y actual, porque hoy el melómano procesionista vuelve a estar al frente de una concejalía con responsabilidades en la protección del patrimonio urbanístico de la ciudad. Y ayer pudimos verlo asistiendo sin asomo de culpa a la demolición total de un edificio que está perfectamente registrado en el CATALOGO DE BIENES PROTEGIDOS DEL CONJUNTO HISTORICO DE CORDOBA, el que hace esquina con El Portillo, un arco del siglo XIV que se abre en la muralla imperial romana del siglo I dd C. Un precioso edificio de arquitectura popular en ladrillo que guardaba el acceso a la Medina desde hace un siglo y que formaba parte indisoluble, como nos contó anteayer Aristóbulo en un artículo que profetizaba la demolición y que recomiendo leer entero, de la fisonomía genuina, tópica y típica pero tremendamente real de ese rincón del barrio, patrimonio visual y sentimental de los cordobeses y paisajístico de la ciudad.

Independientemente de la responsabilidad del propietario, la incompetencia manifiesta y tremendamente dolorosa de los responsables de la protección y mantenimiento de los elementos más genuinos que conforman la zona que ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad que en un rapto de inconsciencia concedió la UNESCO a esta ciudad sin contar con la índole general de sus gobernantes, es la verdadera culpable de ese crimen de lesa historicidad.

En primer lugar la casa, dada su estratégica situación en un lugar tan emblemático, infinitamente fotografiado, dibujado y pintado desde hace un siglo por viajeros, turistas y locales por su altísimo valor de conjunto histórico y la belleza intrínseca de su imagen, tendría que haber sido estrictamente vigilada desde que hace unos dos años quedara deshabitada para controlar que la falta de uso de sus estructuras, recordemos que claramente protegidas, quedaran expuestas a un acusado deterioro. En segundo lugar el hundimiento parcial de la techumbre fruto de esa desidia mancomunada de la propiedad y los responsables municipales no afectó visiblemente a la estabilidad de las fachadas, que no sufrieron ni un milímetro de abombamiento en su gallarda tiesura. Hubiera bastado un concienzudo apuntalamiento, desescombro interior y fijación de los muros con las pertinentes tirantas y vigas y el edificio podría haberse mantenido esperando su futura rehabilitación los años que hubieran hecho falta. Ese fue el criterio de varios vecinos empleados, algunos ya jubilados, desde niños en la construcción que asistieron a la demolición. Ojo de buen cubero que se llama. Habría que ver, desde luego, lo que vio el de los técnicos a sueldo de los demoledores y el tipo de gafas que les obligan a ponerse.

Pero la responsable última del crimen ha sido la Semana Santa. Ya lo dijo uno de los amigos de Aristóbulo en el post del otro día. Bueno, las semanas, aunque sean santas, no tiene voluntad ni capacidad de gestión. La voluntad y capacidad de gestión reside en los responsables municipales cordobeses, que mayoritariamente tienen, como el melómano de marras, las cabezas amuebladas como capillas rococós, con las circunvoluciones atestadas de volutas y angelotes tiznados por los humazos de las velas y los inciensos cofrades consumidos desde que eran niños. Efectivamente, el techo de la casa tuvo la ocurrencia de caerse cuando sólo quedaban cinco días para que el primer aparador cofrade apareciera por la calle. Así que la sospecha fundadísima es que las prisas por solucionar el problema de la casa no vinieron porque realmente hubiera un peligro inminente de derrumbe poniendo en peligro la vida de las personas humanas que por su lado pasaran sino por los disturbios que una correcta actuación procuraría al desarrollo de la Semana Santa. Hay que tener en cuenta que en esa esquina tienen lugar algunos de los chutes más gloriosos que los adictos a la cofradeína se meten en vena estos días. No sólo es que más de dos tercios de todas las procesiones pasen por ahí, es que además no sé si es el lunes o el martes baja por el Portillo a la calle la Feria la procesión esa que se desarrolla sólo bajo el ritmo de un tambor de ajusticiamientos con penitentes descalzos bisbiseando incomprensibles yuyus católicos. Y el jueves el delirio nacionalcatólico de las tropas coloniales del Ejército Español desfilando ante un cristo y que concentra cada año en esa esquina a varios miles de vociferantes vivaespañas.

El nivel general de esta ciudad nos lo proporciona oportunamente hoy La Hojilla Parroquial, también conocida como Diario CÓRDOBA, que da una noticia de cinco líneas en la que lo que resalta es el alivio porque... el derribo permitirá que las procesiones que pasan por allí no se vean afectadas.

Y sobre todo ese nivel lo da también el ensordecedor clamor que las fuerzas vivas de esta ciudad han elevado como protesta por tan sangrante crimen. Todos los fracasados eurocapitalistas culturales, los erudos locales, los diletantes cordobitas, los periodistas, los artistas que tanto lloran últimamente y sobre todo todos esos finos almagrandes que cagan flores desde hace poco en el tema de esos ya estomagantes patios cordobeses neodiseñados desde la impostura de un concurso turístico. A lo mejor es que han visto una oportunidad para que en el solar que ha dejado la casa asesinada se pueda poner otro patio más. Como por ellos tal vez harían en el solar de los Baños de San Pedro o en el de Santa Clara. Más macetiyias con gitaniyias y claveliyios y barra para servir servesiyias y flamenquiniyios.

De vez en cuando recibo invitaciones a firmar peticiones en una página creada exprofeso para esos menesteres sobre las más justas causas. Voy a ver si alguien me encamina a ver cómo se usa para solicitar firmas y exigir a la UNESCO que le retire el título de PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD que tan insensatamente ostenta Córdoba. Y desde luego desde aquí invito a los turistas que nos visiten a que se paren ante el escenario del crimen y lo cuenten. Y que pidan el Libro de Reclamaciones de la Ciudad en la oficina de turismo.


sábado, 16 de febrero de 2013

Rezos de destrucción masiva (III). El bramido del cíclope cristofacha.

Yo sé que es un sentimiento completamente infantil cuando no directamente estúpido pero una de las pocas cosas que me alegran las pajarillas últimamente es el espectáculo de los catolicistas (católicos en cruzada) rabiando y lanzando espumarajos de verde bilis cuando, no contentos con el abrumador espacio público que ya dominan por dejación de obligaciones de las autoridades, sufren algún pequeño revés en su arrolladora marcha para la reconquista de la totalidad, una parte de la cual tuvieron que ceder estratégicamente a lo largo de los últimos 40 años y la reconversión de este país en el estado confesional católico, meapilista y cofrade que casi siempre en su historia fue.

Por eso estos días no dejo de visitar las páginas del Acorazado ABC, guarida de los peores de esta ciudad, a la espera de que todos los polifemos cristofachas que acoge en sus entrañas acaben asomándose a las bocas de sus hediondas covachas bramando su dolor ciegos de odio y arrojando rocas a diestro y siniestro con el ojo atravesado por la estaca de la sentencia del juez que absolvió a los turistas musulmanes acusados de atacar a la Cristiandad armados de contundentes rezos, alfanjes pelafruta y muletas de inválido de destrucción masiva en la Mezquita (antes mezquita) de Córdoba.

Que yo sepa ya han sido dos (I y II) los que han asomado sus ciclópeas cabezotas y nos han atufado las neuronas con su fétido y bilioso aliento. Pero el más grande y violento de ellos no lo había hecho hasta hoy. Luisito Miranda BRAMA SU DOLOR usando los mismos tonos peripatéticos, ostentóreos y desgarradores que sus predecesores, pero además ha lanzado una enorme roca directamente contra el juez emisor de la sentencia: LA ACUSACIÓN DE PREVARICACIÓN.

Bueno, bueno, bueno… Luisito acusa nada veladamente al juez (que forma parte del 40% de jueces de este país que no son del Opus o secta narcocatólica afín) de haber emitido a sabiendas sentencia injusta, absolviendo a la aguerrida morisma rezadora y supuestamente blandidora de armas blancas no porque considerara no probadas las acusaciones de agresión de privatas y maderos, sino tras haber recibido una llamada telefónica de instancias políticas superiores obligándole a hacerlo. O movido sólo por su zapaterismo militante adorador de la Alianza de Civilizaciones y diputado rojo (socialista, ya tú ves…) en tiempos pasados. Luego ya de paso lanza la morralla pedrusquera de la jueza Alaya, los metros cuadrados del recinto o las imaginarias dictaduras. Lo dicho: está que se le va a reventar el hígado y la vesícula de odio troglodita y vernáculo.

SEÑOR JUEZ: no lo consienta. No consienta que este mequetrefe le injurie y calumnie públicamente. Se trata de su dignidad personal y profesional. Y la de la Justicia. Eso no es libertad de expresión: es una calumnia. Mándele un buen burofax y después métale un puazo que le parta el ojete de su cuenta corriente.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Rezos de destrucción masiva (II)

Últimamente me acuerdo mucho de Polanski y su Baile de los vampiros. Tal vez un Polanski cordobés se atreviera a rodar la versión local, pero con el título de El baile de los fartuscos. Castillo no le iba a faltar: la covacha local del periódico ABC. Fartuscos tampoco: sólo hay que leer pacientemente, aunque armados de Primperan, cada día a sus columnistas. Si el otro día uno de ellos se montaba una versión de Las Navas de Tolosa pasada por el cartón piedra de Juan de Orduña, ayer mismo se sumaba otro fartusco al minué de la sandez que no dejan de bailar colectivamente.

El preclaro intelectual egabrense José Calvo Poyato saca de nuevo (ORAR) el tema de los rezos, alfanjes pelafruta y muletas de destrucción masiva que presuntamente usara hace un par de años una harka de pérfida morisma para a ofender primero y ensangrentar después a los católicos en la Mezquita (antes  mezquita) de Córdoba. Y para defender el pendón cruzado en tan escabroso fregao nuestra lumbrera abecedaria esgrime el viejo y muy querido Argumento Tontológico de San Hodierno. Los argumentos que esgrime son de índole claramente tontológica porque los basa en el más agusanado de los tumasismos (de tú más), el carpetovetónico rancio, racial y castizo. ¡Con lo fácil que es centrar los asuntos, Santísimo Cristo Bendito del Sentido Común! Podría haber escrito por ejemplo que qué bonito que vivimos en un blanco y acomodado estado de derecho, uno de cuyos funcionarios judiciales ha emitido una sentencia tras analizar unos hechos denunciados pero que él en el uso de su libertad de pensamiento no está de acuerdo con ella sin más, porque está profundamente convencido de que hay que castigar duramente a quienes rumían pienso espiritual en corral ajeno a pesar de que ese del rezo no era el hecho juzgado, sino unas supuestas agresiones a guardas y policías por parte de los rezantes. Y ello independientemente de lo que se estile hacer en el mismo caso en el resto del mundo, musulmán, budista o rastafarista, que para eso somos europeos y civilizados. Pos no.  El fartusco en libertad muestra su disconformidad argumentando previo estudio comparativo acerca de las escasamente hipotéticas, según él, reacciones de jueces, policías y hasta población civil de alguno de los aproximadamente cincuenta países de mayoría poblacional musulmana que en el mundo existen en el caso hipotético de horda de turistas cristianos rezando agresivos padrenuestros en corral y en país musulmán ajenos. Por supuesto el Lindo Don José osa desde la torre de su sabiduría hacer recaer sobre esos ocho jóvenes cenutrios que se pusieron a rezar en lugar probablemente inadecuado la abrumadora representatividad total de la actitud, el pensamiento y la filosofía, de los aproximadamente mil seiscientos millones de personas que oficialmente practican la religión musulmana en el planeta Tierra.

 A ver, Joselito, el juez lo ha dicho claramente: que no le corresponde valorar para sancionar lo del rezo de los turistas austriacos (aunque no se ha privado de hacerlo a título personal), porque ese no era el hecho juzgado, sino sólo las denuncias de supuesta agresión armada a guardas y policías y ha dictaminado que no ha encontrado pruebas de que tal agresión hubiera tenido lugar. Ya está. A lo mejor lo que debería preocuparte, si tanto amas el estado de derecho, no es que el terrible delito de  rezar en templo ajeno se salde con una reprimenda paternalista de un juez sensato, sino que tal hecho hubiera provocado la monumental y a todas luces desproporcionada reacción agresiva por parte de las fuerzas policiales privadas y públicas de dos estados soberanos, el vaticano y el español, que se desplegaron estratégicamente para reprimirlo. Y que la sensación final que quede sea  la sospecha, avalada por la sentencia, de que los miembros de esas fuerzas mintieron para perjudicar gravemente a unos ciudadanos fueran de la religión o nacionalidad que fueran.

Tú y tus colegas abecedarios podéis seguir con vuestro precioso minué fartusco sacando a bailar a la Reconquista, Bin Laden, la perfidia moruna, la ablación del clítoris y hasta la leyenda de que los moros la tienen más larga, pero con ello sólo conseguís poner en ebullición la bacinilla llena de mierda xenófoba que tenéis por cerebro.

Ah, gracias por la clase que nos regalas sobre la historia, sentido y distintas localizaciones del rezo en las distintas religiones monotemáticas, digo monoteístas, pero tal vez deberías hacerte mirar tus conocimientos: los musulmanes no consideran sus templos de oración, mezquitas, casa de dios.  Sólo el lugar de reunión para dirigir correctamente y en compañía la dirección de la oración y escuchar la para ellos palabra sagrada. Pedazo de catedrático de Historia.

martes, 12 de febrero de 2013

Cospedal amenaza las dehesas de encinas de la vieja Iberia

FOTO DE LANSKY


La ignorancia hace masa crítica con la codicia para fabricar el explosivo más demoledor. Igualmente, la idea mítica de Naturaleza, con mayestáticas mayúsculas, es un sorpresivo antagonista de lo rural. De ahí que a veces haya encabezado mis diatribas en defensa de esos entornos con el lema ‘La Naturaleza contra el campo’. La noción de espacios naturales protegidos y en especial de su figura señera, el Parque Nacional surgió en una época de la colonización occidental de los Estados Unidos ligada a dos contextos inaplicables en la vieja y vejada Europa: la de la naturaleza Virgen, inalterada por el hombre, y la de frontera de esa colonización.

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lunes, 11 de febrero de 2013

El escalafón

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Esta mañana el monaguillo de la parroquia de mi barrio me ha confesado discretamente que se ha alegrado de la renuncia del Papa.

- Así corre el escalafón...

Una sonrisa pícara se le escapaba entre los labios.

domingo, 10 de febrero de 2013

Rezos de destrucción masiva (I)

El individuo que hoy traigo a colación publicó hace tiempo un libro titulado Diccionario progre en el que trataba de cachondearse del lenguaje que usan los políticos, pensadores y gente de izquierdas en general. La mejor crítica que puede hacérsele al tal artefacto putrefacto es señalar que fue ardorosamente alabado por nada menos que todo un don Antonio Burgos que casualmente hociquea en la misma cochiquera jornalista. No había ferocidad ni sociológica ni política alguna en su descojono, sino puramente ideológica, una ferocidad amasada con los presupuestos de la ranciedad intelectual y del reaccionarismo narcocatólico.

Hoy nuestro fartusco abecedario ha puesto primorosamente las primeras piedras de una futura obra que pudiera llamarse Fraseología Fartusca, en la que se recogieran las perlas lingüísticas que usa la Carcunda Cristofacha Española en su afán de servir de palanganera tanto a la Gran Puta de Babilonia como al Gran Cabrón Extractor de Beneficios.

El textículo de marras, que ostenta el ingeniosísimo y descacharrante título de A DIOS ROGANDO... Y EN LA MEZQUITA MOLESTANDO le sale a nuestro fartusco directamente del fondo de las negras tripas por pura reacción emética que le produce el hecho de que un juez haya puesto en su sitio el asunto de los jóvenes turistas musulmanes austriacos que fueron sorprendidos rezando en la Mezquita de Córdoba, interpelados y atacados por los guardas de seguridad del obispado primero y por la policía nacional después y detenidos a base de hostias (cristianas) limpias. Absolviendo a los jóvenes y poniendo seriamente en duda la veracidad de las declaraciones de las fornidas fuerzas represivas privadas y públicas, que los acusaron en la denuncia que les interpusieron de haberlos  atacado salvajemente armados con navajas-alfanje pelafruta y con una muleta de minusválido de destrucción masiva. La proverbial perfidia moruna. Tras la sentencia se adivina la acusación de que los represores profesionales mintieron conscientemente para causar grave daño a unos ciudadanos que tal vez cometieran una estupidez pero que se comportaron de una forma absolutamente pacífica.

No recuerdo si nuestro fartusco formó parte de la cuadrilla de columnistas linchadores de musulmanes o de alguna de las bandas de miserables plumillas incendiaros que por los días de los hechos soltaron desde sus medios una zorra con el rabo ardiendo para que prendiera los campos de la convivencia.

Pero independientemente de cualquier otra consideración, incluso del profundísimo chiste  a cuenta del apellido de las Hermanas Hurtado, el premio se le concede a este individuo por su aportación a la Historia del Fartusquismo Columnista Universal por las siguientes frases cargadas de dramatismo peliculero de la factoria Cifesa:

1. Y no venían los mahometanos austríacos pertrechados con acordeones tiroleses (ya podían) sino con modernos alfanjes reminiscencia de los que usaron sus ancestros en las Navas de Tolosa (total para nada: se fueron calentitos).

2. Las naves de la Mezquita y cuantas personas deslizaban sus ojos por los prodigios de nuestro templo, pudieron contemplar el brillo de afilados cuchillos, como si se escenificara de nuevo, más de diez siglos después, al asesinato de los mártires de Córdoba a manos de aquellos musulmanes tan escrupulosos con su fe.

No merece la pena añadir nada más... La fartusquidad de ley se basta y sobra para explicarse ella misma. Y San Google dice que este lumbreras es psicólogo. Y de Lucena. Ya te digo...

martes, 5 de febrero de 2013

La ¿ESFERA TUNANTE? Nueva intervención clandestina en el río

Mi amigo Aristóbulo publica en La Colleja un post sobre la aparición sorpresiva de una etérea esfera sobre el Guadalquivir, justo debajo del Puente de Miraflores. Cuelgo sus fotos y parte de su texto para disfrute de mis escurridizos seguidores.

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La ¿ESFERA TUNANTE? Nueva intervención clandestina en el río

Aristóbulo Fernández

No hace mucho tiempo alguien llamó en una de las redes sociales INTERVENCIONES TUNANTES a la serie de acciones artísticas clandestinas que desde hace años vienen atacando la cotidianidad de los cordobeses y por ello alegrándoles las pajarillas, con la irritación a veces, la sorda aceptación y la acción represiva directa otras de las autoridades pertinentes y presuntamente competentes. Yo creo que ese título clasificatorio debería instituirse como oficial.

La primera fue El Hombre Río, una escultura que apareció en mitad del río Guadalquivir, que causó un gran revuelo entre ciudadanos corrientes, artistas y autoridades, a la que el Ayuntamiento acabó oficializando tras la asunción de la responsabilidad de sus autores Rafael Cornejo y Francisco Marcos y la presión popular. Una brutal crecida del Guadalquivir acabó con ella y las autoridades nunca cumplieron su promesa de costear su restauración y recolocación. (1)

Más tarde fue el arcángel atropellado que apareció en plena calzada de la Ribera, los renombramientos piratas de las calles del casco histórico y la escultura de El Bañista que apareció una mañana en el pilar del puente de Miraflores. Me cuentan que el alcanforado gusto artístico de nuestras autoridades municipales actuales les impelió a amenazar a los autores, los hermanos Gamboa, con obligarles a pagar el gasto de bomberos de su retirada si no lo hacían ellos mismos por su cuenta.

Desde hace unos días un nuevo asalto interventivo tunante ha vuelto a sorprender a los cordobeses, aunque esta vez, quizás por su menor impacto visual y discreción no ha llamado tanto la atención. Incluso he tratado de localizar alguna mención del mismo en los medios locales. Infructuosamente. Los vecinos de la zona dicen que apareció hace tres días y que nadie vio ni oyó nada. Consiste en una esfera de aproximadamente dos metros de diámetro construida con varillas de un material brillante, probablemente fibra de vidrio y colgada supuestamente por un invisible hilo del pretil del puente de Miraflores.

La verdad es que se trata de una hermosa estructura etérea que flota como ingrávida sobre la achocolatada superficie del viejo Guadalquivir. Una hermosa INTERVENCIÓN TUNANTE, que viene a alegrarnos la vista, como hicieron sus antepasadas, y a poner una gota de rebeldía real y simbólica en el penosísimo panorama de apatía ciudadana que parece haberse convertido en nuestro único horizonte.

VER EN LA COLLEJA
(1) Me entero de que el Bañista de la Ribera sigue vivito y coleando pero ahora en un local privado. Mi amigo Paco Muñoz ha dado buena cuenta de su resurrección en esta preciosa entrada de su blog NOTAS CORDOBESAS.

domingo, 3 de febrero de 2013

El pseudomizado

Resulta enternecedor lo que pueden dejar enfriar algunos individuos las venganzas. Me avisan de que en un perfil de feisbu un individuo con cierta familla local porque ha escrito alguno más de un par de libros y tiene columna en el principal diario de la ciudad, ha enlazado un post mío, el último, en el que defiendo la superioridad moral, pero sobre todo práctica en caso de pobreza solemne, del estado socialista frente al capitalista, para, haciendo uso de su libertad y su derecho, cachondearse de él y de mí con sus amigotes.

Cuelgo captura de pantalla de la entrada (es pública) pero los comentarios posteriores me los ahorro. Yo no le he leído ni uno de esos libros (novela y poesía) –no tengo tiempo, hay demasiados buenos publicados para no perder el tiempo- aunque me han señalado que en uno de ellos en el que recoge términos locales hace pasar como popular alguno de mi invención. Se lo regalo. Pero sí que durante un tiempo frecuenté por obligación las columnas que perpetraba en prensa por los días en que mantenía un blog en el que analizaba el pensamiento de los columnistas de la prensa local. En ellas se declaraba liberal, de los de la nueva escuela, defensor de las políticas que predica y que incluyen el desmontaje de lo público, la jibarización del estado y la entrega del juego económico a las leyes exclusivas del mercado y frecuentemente rendido admirador del pensamiento y de las políticas con que azotaron al mundo Reagan y Tatcher. Un aprendiz -más bien una triste caricatura- del portentoso escritor y atroz político Vargas Llosa. Todo ello con el aliño de la nouvelle cuisine carpetovetónica que mixtura la guindilla de la Sagrada Unidad de la Patria y el ajazo de la rojigualda de toda la vida con los aromas guasaperos del odio africano al Gran Wyoming, a Garzón y a los ecologistas. Profundamente herido, aunque sin rencor, como dice en el feisbu, por el retrato que hice de su pensamiento ha aguardado unos años para endiñarme. Hasta hoy había sido fiel a la conocida marca feriada de esta ciudad: la discreción. Te digan lo que te digan, tú disimula.

Comienza llamándome cobarde por esconderme tras un pseudónimo. Después tipo excesivo. Luego me llama filocoreano del norte, un insulto que ya usaba un troll convenientemente pseudomizado que entraba en los comentarios de los viejos posts donde breaba su calaña y que jamás antes –ni después- había escuchado o leído. Una graciosa muletilla de tildar rojos de quien por fin he acabado descubriendo a su ingenioso inventor (¿lo habrá también incluido en su Lexicón?).

En lo de mi excesividad, nada que objetar. En lo del pseudónimo no voy a entrar más, cuando ya he explicado muchas veces que existe una cosa que se llama correo en el que si amablemente se me solicita envío a cualquiera mis pertinentes datos personales con foto incluida (con derecho incluso a elección de grado de sicalipsis) para que se me puedan enviar citaciones: sexuales, judiciales o sicariales.

Más adelante me acusa de algo de lo que me siento especialmente orgulloso y que considero altamente saludable: de odiar a la Iglesia Católica, una teocracia que discrimina laboralmente en su carta Magna a la mitad exacta de la población mundial, condena a la exclusión social a millones de optantes a diversidad de orientación sexual, apadrina genocidios y posee un funcionariado encargado de boicotear el acceso a derechos básicos de los ciudadanos que no son sus súbditos por todo el mundo. Y más cosas claro.

Seguidamente me adjudica gratuitamente la cualidad de odiador de aquellos que no son comunistas y que, según la deficiente redacción que usa, parece asimilar a él y a otros (a no ser que use el NOS mayestático, que no me extrañaría, debe ser que actúa en comandita) que tienen una LIBERTAD (¿en el hombro como si fuera un loro?) que les dicta qué escribir. Me imagino que lo que quiere decir es que a mí quien me dicta lo que tengo que escribir es EL LORO DE MOSCÚ, perdón, de PIONYANG.

Luego se queja de que saque sus nombres de forma personalizada en mis blogs, nombres con los que firman (él y los desconocidos otros o su mayestaticidad) sus mefíticos artículos previo pago de una bonita cantidad de dinero. Parece desconocer nuestro individuo que el derecho de decir lo que se te pase por debajo del puente por dinero en un medio público contiene la obligación de hacer frente como un machote o una hembrota y sin lloriqueos a las críticas, e incluso a las ridiculizaciones, de los que pagan por leerlo. ¿ O eso no se lo dictó la lora Libertad que perchea en su hombro?

Es curioso que en sus artículos se permita haciendo uso de su libertad mofarse de personas reales, a los que se les suponen sentimientos y vulnerabilidad cardial como él, colocar por ejemplo rasgos simiescos a Hugo Chávez o caricaturizar a Fidel Castro como un dictador de opereta y luego lloriquee ante sus amiguitos del feisbu de que un vecino y lector suyo se cachondee un poco de sus descacharrantes (e indecentes) ideas revolucionarias neoliberales por cuya evacuación en un medio público además ha cobrado.

Porque además luego resulta que en la terrible balanza de los crímenes sus ídolos políticos tienen en su haber millones de muertos más que esos dos, por seguir con el ejemplo, a los que ridiculiza. Él usa su libertad para admirar y loar públicamente a cambio de dinero a unos líderes que usan su libertad para matar de hambre con sus políticas a millones de personas que carecen de libertad de decidir si morirse o no morirse, una libertad que han conseguido porque la gran industria armamentística, alimentaria y farmacéutica también haciendo uso de su libertad les ha donado ingentes cantidades de dinero para que defiendan sus intereses convenciendo a millones de ciudadanos de que aunque carezcan de la libertad de información, porque tienen también a los medios comprados, tienen una mucho más interesante: la libertad de voto para colocarlos a ellos donde están. Y está demostrado que esos que son sus ídolos son responsables de las políticas que más hambre, miseria, pobreza y guerras han producido en el mundo desde al menos los años 70 del siglo XX.

Hace unos años Bill Clinton, uno de sus modelos políticos o al menos líder de la Democracia Perfecta que idolatra, confesó que la liberalización de los precios del arroz a que obligó al gobierno haitiano presionado por la industria alimentaria americana, produjo el hundimiento de la paupérrima economía del desgraciado país caribeño. El resultado fue una terrible hambruna que llevó a cientos de miles de hambrientos campesinos a emigrar de los campos y convertir las ciudades en unos infiernos de miseria en los que murieron como hormigas aplastados en sus chabolas tras el terremoto. Y eso es sólo una gota en el océano de las injusticias del sistema que defiende este tipo que, como dije en aquel post con evidente intención cachondeante y que tanto le escoció, tiene las neuronas embadurnadas de gomina liberal. Liberal del liberalismo de ahora, que no tiene nada que ver con el de los padres fundadores del XVIII que se horrorizarían con lo que hoy pasa por su pensamiento, sino con el de Esperanza Aguirre, la aristócrata a quien este pedazo de mastuerzo considera la mejor candidata para regir los destinos de esta España Una, Grande y Libre con la que de nuevo sueña. Ahora que su ídola aristócrata se convertirá en la lideresa indiscutible del Tea Party cañí igual necesita camareros. Con las neuronas bien engominadas. Exactamente como las suyas.

Lo más gracioso (y terrible) de todo es que nuestro individuo se declara cristiano y defensor de la civilización cristiana, esa que se basa en una doctrina que tiene el precepto de NO MATAR entre los primeros (curiosamente no el primero) de su Decálogo básico. Debe ser que en ese precepto no va incluido el NO MATAR DE HAMBRE, como decía el otro día El Roto en uno de sus más geniales poemas gráficos.

viernes, 18 de enero de 2013

Elogio del sentido común(ista)

PUBLICADO ANTERIORMENTE EN LA COLLEJA

La cosa, tal como yo la veo, es bastante fácil. En caso de ser un pobre de solemnidad se trataría de elegir entre vivir en Honduras o vivir en Cuba. Nada más. Luego si queréis hablamos de ideología, del materialismo histórico o de libertades formales. Pero lo básico, lo que todo el mundo es capaz de entender incluso siendo un analfabeto más o menos funcional, sería eso. Y urge, desde luego, decidir.

Porque la inmensa mayoría de la población española está (estamos) condenados a caer en estado de solemne pobreza en un plazo relativamente corto. Lo ha contado recientemente  en un terrorífico libro titulado España, destino Tercer Mundo Ramón Muñoz, que no por ser comentarista de economía de El País desde hace muchos años es más digno de crédito que cualquier practicante del canónico optimismo vendefrases. Sólo que lo que dice tiene mucho, muchísimo sentido. Murphy y sus inexorables leyes mediante.

Pero sintiéndome enfilado con su espeluznante visión del porvenir, por mi humilde parte mis sospechas sobre las causas de esta crisis, estafa o como quiera que la llamemos van más allá de lo que Muñoz cuenta en su libro. Básicamente lo que creo es que El Capital, o sea el grande, el que se escribe con mayúsculas hasta el artículo, ha decidido que algunos países sureuropeos ya no somos rentables después de haberlo sido lo suficiente durante un tiempo, más que nada porque estábamos ahí mismo, a un tiro de piedra de los centros de decisión macroeconómica del momento. El caso de la banca alemana que invirtió en las burbujas inmobiliarias sureñas el inmenso caudal dinerario que le confió la industria tedesca tras dieztiplicar sus ganancias en los primeros años del euro, es la más visible, pero no la única, de las cabezas de la Hidra Capital. Ahora lo que toca es recoger el chiringuito y llevárselo a otro sitio. A otros campos más vírgenes: Sudamérica, India y China, con perspectivas mucho más halagüeñas para sus negocios. Lugares donde existe un capitalismo sin democracia o de democracia más laxa, con carne de cañón mucho más fácilmente explotable.  Una deslocalización a lo bestia. Yo no es tal o cual fábrica, sino todo, absolutamente todo. Por eso han obligado a los sucesivos gobiernos españoles, empleados suyos, a estrujar al máximo el fruto de zumo de la economía española a marchas forzadas, con una prisa sobrevenida pero estudiadamente prudente por el temor a una reacción antes de tiempo de la desprevenida población. La estrategia que están usando está perfectamente retratada en el proverbio de la rana en la olla puesta al fuego y el aumento uniformemente acelerado de la temperatura para evitar que salte repentinamente escaldada. A ello responde el movimiento uniformemente acelerado para reformar el mercado laboral, por eliminar pagas, seguridades legales, rebajar pensiones y prestaciones sociales y por privatizar todo lo privatizable. La forma en que se ha llevado a cabo la de la sanidad expublica madrileña debería amoscar bastante más a los incrédulos de lo que lo está haciendo. El final será, cuando los ordeñadores profesionales de los partidos en el poder a su servicio hayan cumplido con lo pactado, cuando hayan conseguido extraer el máximo de jugo de las ubres del país, hasta las zurraspas de los intereses de lo que invirtieron hace años una vez sacado el capital propiamente dicho, que ya está fuera, tirarnos como cáscara al muladar del Tercer Mundo. ¿Impensable? ¿Futurismo catastrófico? Yo por si acaso iría estudiando las condiciones de vida imperantes en casi todos los países de Sudamérica durante los últimos 50 años. Igual nos toca a la mayoría de los españoles aprender a sobrevivir en el día a día como a la mayoría de nuestros llamados, hipócritamente hasta ahora, hermanos de ultramar, o sea los primos pobres.

Así que independientemente de lo que pensemos del comunismo, del que la mayoría de la población no tiene ni puta idea de lo que es, igual deberíamos ir pensando en las comparaciones: o como Honduras o como Cuba. Si la mayoría vamos a vernos en la más vergonzante, aunque decente, que nosotros somos muy limpios, de las pobrezas, a lo mejor nos interesaría ir pensando en el comunismo, o sea en comunalizar la propia pobreza como se hace en Cuba, o intentar comunalizar lo que quede de riqueza antes de que los ricos locales se hagan su fortín para disfrutar de lo poco o mucho que quede, como se hicieron los ricos de Honduras desde siempre. Una revolución con su poquito de tira y afloja, para que vamos a engañarnos, que seguro que los ricos no se dejan comunalizar razonablemente y no se hace una tortilla sin romper los huevos. Lucha ardua y difícil, no tanto por la escasez de medios como porque, como también dice Ramón Muñoz, el bienestar nos ha vacunado contra la revolución. Pero si por un milagro ocurre esa revolución del Sentido Común(ista) lo siguiente sería organizarnos unos buenos servicios sociales con los restos de aquellos que pagamos todos a los largo de decenios y que fueron privatizados en un pis pas. Y luego ya veremos qué hacemos con lo demás, con la creación de riqueza suficiente para sobrevivir, con las libertades formales, con los niveles de consumo que nos podemos permitir… Lo más democráticamente posible. Ya digo entre Honduras o Cuba esa es la elección.

El comunismo tiene mala prensa por dos razones fundamentales: una por culpa de las nefastas políticas de las élites gestoras de algunos de los países que lo pusieron o intentaron ponerlo en práctica y otra por la apabullante, abrumadora campaña de demonización que ha sufrido a lo largo de su historia por la no menos apabullante, abrumadora capacidad de fuego de la artillería de su enemigo El Capital. La lectura del último e imprescindible libro de Josep Fontana Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 provee de suficientes pruebas. Pero está demostrado que los niveles de corrupción, salvo contadas, aunque sonadas, ocasiones, no llegó jamás ni a rozar una millonésima parte de la que impera en los países capitalistas. Los tan cacareados privilegios de las castas burocráticas no solían alcanzar a más que al número de metros cuadrados disfrutados de vivienda o al uso de coche oficial. A ver quién ha podido demostrar que un solo político cubano posea un dolar en algún banco extranjero.

En cuanto al origen del estado del bienestar consumista y su previsible final en escasas décadas, Fontana siempre pone el dedo en la llaga certeramente:

Buena parte de las concesiones sociales se lograron por el miedo de los grupos dominantes a que un descontento popular masivo provocara una amenaza revolucionaria que derribase el sistema. A partir de los años setenta, los ricos pierden el miedo. Y hoy, ¿a qué revolución van a temer los banqueros? Han perdido el miedo, y desencadenan el empobrecimiento global y el enriquecimiento de su grupo.

Sin embargo, independientemente de sus valores filosóficos y éticos, el comunismo puede ser ofertado a la ciudadanía desde un punto de vista de su bondad práctica con ejemplos muy claros y precisos, sobre todo cuando acucie la perentoria necesidad, como empieza ya a ocurrir. Una visión liberada de los burdos tópicos demonizadores reaganianos e incluso de los refinados, pero profundamente cobardes, alarmismos socialdemócratas, podría presentar un producto vivencial de alta calidad convictiva. Sobre todo teniendo en cuenta que se ahorraría el esfuerzo de convencer a la gente de la necesidad de desengancharse del consumo compulsivo de productos innecesarios. La propia realidad que se avecina se encargaría de ello. Cuando se vive en una burbuja consumista y se tiene la impresión más o menos falsa de que se es rico, es lógico que el comunismo nos suene a racionamiento, a escasez y a disciplina. Pero una vez expulsados de la burbuja e instalados en plena ley de la jungla lo suyo es que a las personas razonables empiece a sonarnos a música racional celestial, a la única posibilidad que tendremos la inmensa mayoría de los habitantes de este desgraciado país de mantener unos mínimos niveles de dignidad existencial. Bueno, y si alguien quiere, también puede acudir  a justificaciones tan deletéreas como justicia social, hermandad entre los humanos y otras simplezas propias de idealistas trasnochados.

Y no hace falta entrar en profundidades ideológicas ni dar la paliza con consignas o profundos análisis de Marx, Lenin, Gramsci, etc., ni siquiera apelar a una supuesta tendencia natural evolutiva de la Historia.  Sólo hacer lo que el sentido común(ista) dicta a los jodidos frente a los jodedores. En el fondo es lo que ha hecho el capitalismo en su último avatar, el neoliberalismo, imponiendo la política sin ideología, la de los puros tecnócratas, pero que en el fondo no consiste más que una invisibilización de la ideología capitalista a fuerza de la pura ocupación de todo el espacio social, como el dios de los panteístas. Así que revolución sin teorización consciente. Puro sentido común(ista). Planificación absoluta de la economía para que sirva a los humanos a vivir adaptados a su entorno en la Tierra.  Tendencia al equilibrio económico en todas las regiones del planeta. En fin, todas esas cosas que a cualquiera se le ocurre cuando está a la intemperie azotado por el hambre y el frío viendo a través de los envaporados vidrios cómo unos pocos de privilegiados se hartan de marisco en un restorán bien calefaccionado.

A los más reluctantes o ideologizados por la propaganda capitalista habría que explicarles que de todas formas dentro de los países comunistas existieron muchas variantes y algunas de ellas se acercaron bastante a un ideal de confort social e individual muy deseable.  Slavoj Zizek contaba lo siguiente en El títere y el enano:

¿Cuándo exactamente se puede decir que un pueblo es feliz? En un país como Checoslovaquia de fines de la década de 1970 y de la década de 1980, el pueblo, en cierto sentido, era efectivamente feliz, y allí se cumplían tres condiciones fundamentales de la felicidad: 1. El pueblo tenía sus necesidades materiales básicas satisfechas, no DEMASIADO satisfechas puesto que el excedente del consumo puede generar en sí mismo infelicidad. Es bueno por un breve lapso de tiempo la falta de algunas mercancías en el mercado (que no se consiga café por un par de días, luego que no haya bifes y más tarde que falten los aparatos de televisión): esos breves periodos de escasez funcionaban como excepciones que le recordaban a la gente que debería sentirse encantada de que en general se consiguieran todas las mercancías -si algo está disponible todo el tiempo, la gente toma esa disponibilidad como un dato evidente de la vida y ya no aprecia la suerte que implica-. De modo que, por entonces, la vida marchaba de manera regular y predecible. Sin grandes esfuerzos ni grandes sacudidas, cada uno podía retirarse a su propio nicho privado. 2. Un segundo rasgo extremadamente importante es que había el Otro (el partido) a quien culpar por todo lo que funcionara mal, por lo tanto uno no se sentía realmente responsable. Si había escasez temporal de alguna mercancía y aún si un clima inclemente provocaba grandes daños, la culpa era de "ellos". 3. Y por ultimo, pero no por ello menos importante, había Otro Lugar (el Occidente consumista) con el cual uno podía soñar y que, a veces, hasta podía visitar: ese lugar estaba justo a la distancia conveniente, no demasiado lejos y tampoco demasiado cerca. Este frágil equilibrio fue perturbado. ¿Por qué? Precisamente por el deseo. El deseo fue la fuerza que impulsó al pueblo a avanzar más allá y terminó cayendo en un sistema en el cual la amplia mayoría es definitivamente menos feliz.

El deseo, pues. Ese es el elemento a conjurar mediante la represión controlada y la creación de alternativas, de espitas racionales. Ese retrato y ese mal del deseo que se apoderó de los checos podría aplicarse esencialmente a Cuba, con la diferencia de que la pobreza endémica a que los salvajes bloqueos a los que todos los países capitalistas la han condenado hace que las pinturas sean bastante más negras en lo que se refiere a la satisfacción de necesidades básicas. Pero de todas formas aquí ya no se trata de elección más o menos frívola de modelo, sino de pura y dura supervivencia. Porque el modelo real que se nos vienen encima es lo suficientemente terrorífico como para que nos lo pensemos. Y lo gracioso, porque la paradoja es genial, es que ha sido generado precisamente en un país que ha practicado el comunismo de una manera atroz: China. Un modelo en el que como sospechaba el mismo Zizek en Primero como farsa y después como tragedia y que ya se ha demostrado como cierto la despiadada combinación del látigo asiático con el mercado bursátil europeo acabará demostrando ser económicamente más eficaz que el capitalismo liberal.

El matrimonio entre la democracia y el capitalismo se ha acabado. Así que toca elegir entre el modelo chino liberalcomunista y su ramificación hondureña que a nosotros nos corresponde o el cubano comunista puro con aspiración al checo cuando se normalice la producción racionalizada, planificada y santificada por la santa y estricta necesidad.

Mientras tanto... hala a ponernos ciegos de cava o de champán esta última noche fantasiosa, que, como dice el neotradicional villancico que estos días corre de boca en boca, pronto no tendremos pa brindar ni don Simón con gaseosa...

viernes, 21 de diciembre de 2012

Patios cordobeses, la injusticia zombificada

Vecinos de un patio cordobés a finales del s. XIX. Algunos de ellos son antepasados del autor de este post
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Si algún rasgo ha caracterizado a Andalucía a lo largo de su historia ha sido el hecho de que sus clases populares hayan sido víctimas desde las épocas más remotas de una doble explotación: material y cultural. Lo extraordinario no está en el fenómeno en sí, frecuentísmo en todos los tiempos y lugares, sino en una pertinacia esquilmadora que dura ya veintidos siglos. Un tópico, no por serlo menos verdadero, basado en una cita de Estrabón (II.3.4), con el que comienzan todos los tratados actuales de flamenco nos revela la intensa demanda de puellae gaditanae, bailarinas béticas armadas de castañuelas, como divertimento de los ricos de todo el Mediterráneo desde el siglo II ad.C. Aceite, garum, vino y cultura popular directamente desde el sudor y la creatividad de los pobres a las mesas, los ojos y los oídos de los ricos. Del cerdo explotable, hasta los meneos.

Las clases extractivas andaluzas lo fueron siempre a carajo sacado. La mano de obra semiesclava en fundos y fábricas, pero también el jugo exprimido de su cultura. Las zambras moriscas, las gitanillas cervantinas… Pero también la Semana Santa Andaluza cuyo origen primario fue la necesidad de los sospechosos de neocristianidad ante las pesquisas inquisitoriales de mostrar más esfuerzo (más yihad) en las manifestaciones de catolicismo tridentino. Más tarde el flamenco, el grito telúrico de la garganta aherrojada por penas seculares convertido en negocio de espabilaos: los cafés cantantes, los teatros, las ventas, las fiestas de señoritos y más recientemente, las peñas.

Pero no sólo. Las ferias, las romerías populares, que guardan la memoria milenaria de los dioses primigenios, usurpados por la Iglesia Católica desde su Triunfo sobre la libertad de culto, y recientemente por los genocidas franquistas que impidieron mediante un baño de sangre la entrada del aire fresco de la Ilustración en este país. La película Rocío, la única que sigue desde hace más de cuarenta años censurada en España, lo retrataba magistralmente.

Pero si hay un símbolo de esa atroz, milenaria y actual, condición explotada de la cultura popular andaluza es el que sustenta su canónico traje folklórico. Mientras en el resto de las variantes del estado español los trajes folklóricos se basan en fosilizaciones de los trajes dominicales tradicionales de sus campesinos pobres, en Andalucía el traje consiste en el vestido de diario de los señoritos-caciques explotadores cortijeros para los hombres y en el de domingo de las mujeres del campo, de las jornaleras o esposas de los jornaleros. A ver quién supera ese simbolismo, la atroz carga semiótica que sustenta.

En los últimos cuarenta años el keynesianismo a la violeta que nos ha convertido en europeos, ricos y modernos no menos a la violeta ha teñido todo de color violeta, transmutando la radicalidad analítica -la que va a la raíz de las cosas- que empezó a imponerse en los 70 en la banalidad sintética absoluta y absolutista y que hoy es pan y vino del evangelio oficial progresista.

Por eso para mí, hijo irredento de esa radicalidad setentera, las palabras patio cordobés no van asociada a esa especie de orgasmo sincrónico que sacude al parecer unánimemente a todos los estadios de la ciudad cuando se pronuncian. Para mí, patio cordobés va asociado a patio de vecinos, y patio de vecinos va asociado a hacinamiento, a miseria, a explotación, a represión… En definitiva a dolor y a miedo. Un dolor y un miedo blanqueados con la cal de la oficialidad desde el momento en que el señorito ve la posibilidad de sacar rentabilidad social, política, económica e incluso estética a la miseria de sus explotados. Patios siempre hubo en Córdoba. A los erudos locales y redactores de folletos turísticos cordobeses les encanta enhebrar antedecentes históricos: la casa romana, la andalusí, la renacentista… En Córdoba todas las casas tuvieron siempre patio. Pero en su concepción y acceso siempre hubo clases. En los patios de los ricos, en las casas en que vivía sólo una familia, sólo podían entrar los dueños, sus esclavos y sus sirvientes. En las otras, las comunales, en las que se hacinaban decenas de familias de pobres, siempre pudo entrar cualquiera. Eran públicas.

A principios del XX una panda de señoritos de la burguesía protonacionalista, degustadores de los vinazos populares, de las tabernas donde se cantaba el flamenco que guardaba aún retazos de un pasado de miseria y persecución y de las estéticas primarias de los explotados, decidieron entronizar los patios en los que vivían los pobres como lugares de peregrinación anual, de juerga y jolgorio cíclico con la excusa del hecho diferencial local, del supuesto alma eterna del pueblo al que explotaban sus familias. Y crearon el Festival de los Patios. Ellos vivían también en casas con patio, pero esos patios, especialmente hermosos, siguieron siendo estrictamente privados, no concursables, no visitables. Lo que se buscaba como degustación era la explotación de ese primitivismo decorativo de la cal y la gitanilla, del alma popular sencilla y dócil. A mediados de los 50 los correspondientes cordobeses guardianes falangistas del campo de concentración en que se convirtió cada ciudad y cada pueblo de España tras el genocidio de republicanos trataron de blanquear los muros contra los que perpetraron sus crímenes mediante la exaltación de los localismos populares más vistosos. Y el Festival de los Patios, de los patios de vecinos de los pobres, sirvió para atraer turismo y vender la imagen de una falsa placidez, la de la población rigurosamente vigilada a punta de pistola.

Hoy esos patios de vecinos, los que consiguieron librarse de la piqueta de la especulación urbanística, son estructuras habitacionales fósiles, milagrosas pervivencias de la sociedad preindustrial, fenecido su espíritu popular por el progreso, un extraño fenómeno que consistió en que la misma alta casta que los había explotado por siglos seguiría sacándoles rendimiento a los vecinos que consiguieron huir vendiéndoles pisos adocenados a precios desorbitados en el extrarradio construidos y equipados por su propia mano de obra barata a su servicio que los pagaría religiosamente con los salarios sistemáticamente hipotecados por los bancos. O de sus hijos y nietos camareros encargados de servir a los turistas que venían a sacar fotos de los lugares donde malvivieron -hambre y piojos- de chicos. Los que no consiguieron escapar o no quisieron y se quedaron en los infectos cuchitriles de los patios de vecinos cuidando de las macetas a cambio de unas ridículas subvenciones son hoy los porteros de los museos en los que los han convertido. Zombificados. Como reclamo para atraer turistas a los que vender flamenquines y alquilar camas y cuyos beneficios principales siguen yendo a los de siempre.

Es curioso que la reciente nominación por la que ha peleado la burgueprogresía posmoderna cordobesa para acrecentar el valor de su cortijo urbano, la de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, no haga referencia a la estética de los patios, sino a una forma de vida que se desarrolló en ellos, inhumana y digna de ser recordada, pero no por su valor testimonial, sino por su supuesta autenticidad de manifestación popular. Por eso no es extraño que lo único que se muestre a las miradas de los miles de turistas que los visitan sean los espacios abiertos y profusamente decorados y no los interiores de las viviendas o al menos muestras gráficas de los cuchitriles insalubres en los que el pueblo cordobés se hacinó y sufrió la explotación de la casta dominante durante siglos. Porque desde esa óptica Patrimonio Material de la Inhumanidad hubiera sido más exacto.

MÁS SOBRE LOS PATIOS:

PATIOS CORDOBESES, UNA VISIÓN INSORRIBLE

PATIOS CORDOBESES, LOS SANFERMINES DE SUR

jueves, 13 de diciembre de 2012

El Villancico de los Funcionarios

Hace un par de días nos encontrábamos en el corazón de Galicia unos amigos que me habían acogido en su casa y yo poniéndonos ciegos de pulpo y tintorro local peleón a orillas del Miño, justamente en el Parque da Feira de Ourense, junto a las termas de Chavasqueira, cuando alguien mostró en su móvil un archivo de video que acababa de recibir en el que un gato cantaba con una voz espantosa un villancico. Me fui quedando a cuadros cuando, conforme lo iba escuchando, descubría que se trataba de MI VILLANCICO. Sí: ese villancico que este verano compuse en mi cabeza mientras conducía la moto camino del curro por puro entretenimiento entre semáforo y semáforo justo el día en que nos enteramos de que nos cepillaban la paga de Navidad. Al llegar al tajo se lo canté a mis compas y les hizo gracia. Así que lo colgué esa misma noche (11 de julio) en el feisbu. Muchos de vosotros lo celebrasteis. E incluso pensé usarlo de felicitatorio pa los amigos en estas intragables fiestas. Cosa que no hice por vagancia y olvido. Porque a estas alturas ya me había olvidado de él. Yo no soy ni poco ni mucho vanidosillo, o al menos no más ni menos de lo normal en estos casos y las cosas esas del copirai y los derechos de autor me la refanfinflan bastante (porque no vivo de ellos, claro) y además sigo al facha de Manuel Machado en aquello de hasta que el pueblo las canta / las coplas, coplas no son / y cuando las canta el pueblo / ya nadie sabe el autor. Pero como sé que muchos de vosotros sí que sois bastante vanidosillos y os gusta eso del roce con el famoseo os comunico que fuisteis los primeros en leerla y que tenéis de ciberamigo (o enemigo que de todo hay por aquí) al autor del que se ha convertido ya en el más FAMOSÍSIMO VILLANCICO REIVINDICATIVO 2012 de todos los tiempos, como me ha demostrado una simple oración a San Guguel. He descubierto incluso que las buenas gentes que se manifiestan contra los recortes en toda España lo usan como arma carminativa en sus concentraciones. Con eso me doy por pagado.

Venga, besitos, afortunados y felices amigos lectores de aquella primicia. Que Santa Mula y San Buey que andan desahuciados por los prados de Belén buscando cobijo desde que Herr Banker Papa los echara del Portal os bendigan.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Aniversario de boda

Hace apenas un rato, en el momento justo en que las manitas del reloj de las Tendillas se hubieron unido como las de un devoto hindú y comenzó a sonar la primera de las notas de las soleares de Juan Serrano, se cumplían 30 años (fue un 18 de noviembre de 1982 a las 12 de la mañana), de que C. y yo nos plantáramos ante un juez para que nos bendijera en nombre del estado y certificara que cumplíamos los requisitos legales para poder disfrutar de los privilegios de las parejas (de distinto sexo, claro) que se prestaran a ello. El año anterior los más fieles militares franquistas habían tratado de emular a sus colegas chilenos y argentinos. Apenas un mes antes los cabecillas del comando que arteramente se había hecho con el control del hasta entonces respetable PSOE en el congreso de Suresnes (1974) con el fin de desactivar su potencial izquierdista y sancionar a golpe de desmemoria el genocidio franquista coronaban la misión por la que el capital europeo lo había contratado. La movida, esa orgía de falsa libertad y de creatividad de celofán que apenas sirvió para tapar con su perfume de garrafón el pestazo a cebollino del sobaco nacional estaba en su apogeo y el chorro de pasta pública para bagatelas culturales y oropeles expositivos asordinaba convenientemente las bocas de los críticos. El capital, la alianza del camisa vieja franquista con el encorbatado europeo, se frotaba las manos ante tal olla en ebullición.

Lo mejor de todo es que éramos jóvenes y teníamos voluntad, y motivos, sobre todo motivos, de rebeldía. El mundo cambiaba, lo habíamos deseado ardientemente, pero no en el sentido que hubiéramos querido. C. y yo contribuíamos, modestísimamente, a la resistencia viviendo arrejuntados, sin papeles. Era un simple símbolo, pero creíamos firmemente que el estado no era quién para concedernos su aquiescencia para vivir con quien nos diera la gana. Pero el estado tiene siempre presta la manzana de la tentación colgando del árbol del paraíso de la libertad personal y te la anda ofreciendo a cada paso con ofídicas maneras para controlarte y encerrarte en el corralito social. C. consiguió su plaza en un pueblo alejado mientras yo la tenía en Córdoba. El estado entonces, en un alarde de discriminación que luego se eliminó por inconstitucional, ofrecía a los casados que trabajaban para él una mayor facilidad para los traslados que a los solteros, arrejuntados o casapapivivientes. Por algo se llamaba reunificación familiar. Los demás no eran para el estado familias. Tras muchas deliberaciones e intentos de trampear nuestras convicciones caímos directamente: la diferencia, de un mes a varios años, era una tentación irresistible. Bueno, resistible era. Pero tampoco éramos mártires de la fe. Así que podríamos decir que nuestra relación se instituyó sobre una convivencia por amor y un matrimonio de conveniencia.

La boda la planteamos como si de solicitar un certificado normal se tratara. Pedida de instancias en el juzgado, falsificación de fe de vida y soltería (lo firmaron dos desconocidos que pasaban por la puerta de los Juzgados porque los amigos que debían hacerlo se durmieron tras una noche de juerga) y entrada en lista de espera (sólo 15 días por entonces) para la ceremonia, o sea la firma definitiva de los papeles. Pensamos en un primer momento no decírselo ni a la familia para evitar que se convirtiera en eso, en una ceremonia, pero al final decidimos sensatamente que no se merecían semejante feo y lo hicimos con el aviso de que se trataría de eso, de un simple trámite burocrático. Tres de los padres se lo tomaron con más o menos resignación, el cuarto incluso se negó a participar por principios religiosos. Hermanos y cuñados y ya está. Y rogamos ropa de diario. Para que nadie desentonara con los contrayentes.

Pero el punto que se ha convertido casi en una leyenda urbana fue el hecho de que yo pidiera y firmara una salida en el trabajo para ir a mi propia boda. Lo hice por la única razón de no desperdiciar ni uno de los quince días de permiso que me correspondían. Cuando se lo comuniqué el día de antes mi jefe montó en cólera y me acusó de hacer escarnio, católico practicante como era, no sólo del matrimonio eclesiástico sino también de las instituciones civiles. Lo coronó con un fantástico ¡los jóvenes de ahora es que no respetáis ná de ná! de lo más teatral. Juro sobre los gayumbos de Voltaire que no fue esa mi intención, ni me planteé con ello el hecho de ultrajar libertariamente institución alguna, pero el descubrimiento posterior de que mi jefe lo había publicitado y de que aún hoy treinta años después se siga recordando cíclicamente y comentando como una excentricidad propia de un desharrapado social y moral en mi centro de trabajo ha acabado por convencerme de que fue un testimonio de simbología libertaria que compensaba de alguna forma la caída en rendición de principios de la boda en sí.

Así que a las doce menos cuarto llegué a la puerta de los juzgados desde el trabajo en la vieja vespa que conducía entonces, con vaqueros, zapatillas, un jersey sobre camisa abierta y mi ajada pelliza sobre la que caía la melena que calzaba entonces. Y, claro, sin casco. La novia, guapísima, ya esperaba en la puerta ataviada con un simple vestido negro y unos ligeros toques de maquillaje extra. Afortunadamente la familia se portó y se presentó sólo discretamente arreglada. A las doce en punto ante dos testigos de la familia, un abuelo y una madre, y un juez extremadamente bonachón que se frotaba las manos como un cura y hablaba como un obispo, firmamos la renuncia a vivir jurídicamente según nuestra voluntad a cambio de la infumable regalía de ahorrarnos varios años de separación laboral.

Mi madre, de todas formas, se encargó de bendecir por su cuenta aquella unión según los cánones religiosos cuando a la salida de la sala del crimen nos acorraló contra un muro, levantó el brazo como una terrible arma ofensiva, hizo una gran señal de la cruz y perpetró la fórmula: En nombre de Dios yo os caso a los dos. Amén.

Un par de días después estábamos por Madrid en casa de unos amigos. Para parodiar, esa vez sí conscientemente, las lunas de miel de la mayoría de las parejas españolas que, en plena Dictadura, comenzaban a poder permitírselas, pedimos a los amigos que nos llevaran a El Escorial. Terrible coincidencia: 20 de Noviembre cerca de Cuelgamuros…

Ni C. ni yo somos de celebraciones conmemorativas. Yo especialmente. Podéis comprobarlo buscando, si queréis pero infructuosamente, reseña alguna sobre los cumpleaños o cumpleposts de este blog. Jamás hemos conmemorado la fecha de la boda, que siempre consideramos un simple trámite administrativo. Y sólo en fechas muy redondas, por pura y relajada integración social, celebramos el aniversario de nuestro primer encuentro en serio.

Pero esta mañana cuando pasaba por la plaza de las Tendillas unos minutos antes de las 12 me he acordado de este aniversario y me he emocionado. Y me he sorprendido sacando la foto en el momento en el justo en que cumplía. Me he sentado en uno de los bancos bajo un tímido sol y he pensado en todo lo que acabo de contar. Y he pensado que, contra todos los pronósticos de los agoreros, todavía seguimos juntos. Y he pensado que de las poquísimas cosas de las que me siento orgulloso de mí mismo, la principal y más importante es la de haber sabido y podido mantener ese amor intacto. Y se me ha ocurrido contarlo. Por eso y por simple conmemoración, pero también porque representa algo del espíritu y de los valores de ciertos jóvenes de una cierta época, la de las rebeldías juveniles contra los convencionalismos sociales creados para anudar voluntades, contra la corbata, contra la etiqueta… Estos tiempos en que las bodas se han convertido por ejemplo en verdaderas orgías de derroche de estupidez vestimentaria, ceremonial y dineraria. En que las primeras comuniones entrampan a familias por años. En que los quinceañeros de barrio se ponen corbata para ir a sus fiestas de cumpleaños… En fin… Todo eso que hace que de verdad me de cuenta yo mismo y de cuenta a los demás de que me estoy haciendo viejo. Cada vez menos discretamente viejo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Hubiera sobrevivido la Mezquita sin la Catedral?

Este artículo se publicó en su momento (mayo de 2008) en la extinta Calleja de las Flores y aún continua colgado en las páginas de uno de sus hijos, el Museo Imaginado de Córdoba, pero me he decidido a reeditarlo aquí hoy por la pertinencia de su contenido y la pertinacia de su vigencia en estos extraños días en que todo el mundo parece haber descubierto por fin que la ciudad ha sido limpiamente saqueada por esa poderosa máquina absolutista de esquilmar los bolsillos y conculcar los derechos civiles de quienes no son sus fieles que es la Iglesia Católica. Me refiero, claro, al asunto de la ilegítima inmatriculación en 2006 de la Mezquita de Córdoba, hasta entonces legalmente un bien público, como bien particular suyo, acogiéndose a un torticero cambio en una ley franquista, sacada semisecretamente adelante por sus mamoporreros profesionales los políticos neofranquistas del PP. El primero en denunciarlo fue el escritor y profesor Antonio Manuel en un memorable artículo de 2010. Imaginamos que tardó tanto, cuatro años, por la propia impensabilidad del hecho y tal vez alarmado por las denuncias que comenzaron a surgir en esos momentos de algunos pueblos navarros igualmente saqueados. La ilegitimidad de tal apropiación, que supondría el derecho a venderlo a otro particular, fue claramente expuesta en otro artículo posterior por el propio Antonio Manuel. Yo por mi parte hasta entonces me había especializado en la denuncia del saqueo del espíritu del monumento, de la manipulación de su historia, sus cualidades artísticas y su simbología por parte de la Iglesia en una serie de artículos ( I y II) que publiqué tanto en mi blog como en La Calleja a lo largo de varios años. El que cuelgo aquí hoy lo publiqué un mes justo antes de esa denuncia. A la denuncia de la manipulación de la memoria del monumento y la usurpación de su historia sumé desde ese momento la de la usurpación de su propiedad (I y II).

Justamente esta mañana me he desayunado un artículo del incisivo Lucas León en el que, además de la persecución que en la Universidad cordobesa, tan devota de Frascuelo y de María, sufre por causa de sus artículos Antonio Manuel,  denuncia un hecho incuestionable: la complicidad, en unos casos por dejación del deber de defensa de los bienes públicos y en otros y supuesta pero presumiblemente con la colaboración directa de todos -absolutamente todos- los políticos electos de carácter autonómico pero sobre todo municipal de los últimos seis años. Lucas muy agudamente hace una muy pertinente comparación entre las cualidades éticas de un personaje histórico, el Corregidor Luis de la Cerda, arropado por casi todo el cabildo municipal cordobés del momento (1523), que se enfrentó a la todopoderosa Iglesia de entonces horrorizado por su pretensión de destruir el corazón de la Mezquita, su maravillosa uniformidad estilística, para sustituirlo por un enorme mamotreto de estilo indefinible. Fue excomulgado por ello, en un momento en que eso significaba prácticamente la muerte civil, religiosa e incluso física. Pero no se arredró y llegó hasta el final. Al otro lado de la balanza coloca a todos esos políticos municipales, verdadero hatajo de cobardes, que gobernaron esta ciudad perfectamente agarrados a la teta de la vaca eclesiástica de Cajasur y que callaron convenientemente ante el robo por agradecimiento, miedo o simple conveniencia. Sobre todo los sedicentes de izquierdas. Casi todos fueron consejeros o tienen familiares directos colocados sospechosamente en la que fue Nefanda Caja de los Curas. La propia Iglesia tuvo un nombre para eso: simonía y nepotismo. Hoy se llama simplemente ser político. Orson Welles, haciendo balance del maccartysmo, dijo aquello que tan bien les viene hoy a esa colección de farsantes: en algunos lugares la gente traiciona a los suyos para salvar la vida. La izquierda americana lo hizo para salvar sus piscinas. La cordobesa por infinitamente menos.

En el artículo que hoy reedito intento desmontar la falacia, sobre la que la Iglesia sostiene parcialmente sus supuestos derechos  al uso exclusivo y ya a su propiedad completa de que la Mezquita se hubiera perdido si no se hubiera decidido demolerla parcialmente y construir esa monstruosa joroba que soporta desde entonces. Así mismo trato de incidir en la aguda sospecha de que a la Iglesia siempre le produjo urticaria la mezquita que había okupado y que siempre tuvo en la cabeza su demolición completa, algo que hubiera ocurrido fatalmente si no se encuentra con una decidida oposición civil, real incluso. Y una defensa de aquel Corregidor y su cabildo que se jugaron la vida infructuosamente por defender el patrimonio histórico artístico de la ciudad y legarlo intacto a las generaciones futuras. Algo que ningún político demócrata municipal actual ha tenido la profesionalidad, la decencia ni la valentía de hacer.

Por supuesto apoyo totalmente el, aunque tarde, siempre oportuno movimiento promovido recientemente por Europa Laica en pro de la derogación de la infausta Ley Hipotecaria reformada, la enajenación de la Mezquita de Córdoba de las manos eclesiásticas y su conversión una vez absolutamente secularizado el monumento  en un museo y posible centro de actividades estrictamente culturales. Los turcos tuvieron la valentía de hacerlo con Aya Sofia en una fecha tan temprana como los años veinte del siglo pasado y hoy la exiben como su joya nacional civil más preciada.

¿Hubiera sobrevivido la Mezquita sin la Catedral?

Existe una consideración de carácter ucrónico muy extendida entre los estudiosos del principal monumento cordobés, la Mezquita, que ha acabado calando casi a la totalidad del resto de los niveles de conocimiento, hasta el punto de convertirse en un lugar común generalmente aceptado y que pone en circulación la pretensión de que si no se hubiera construido una catedral católica renacentista en su interior la Mezquita no habría sobrevivido.

El que esa historia contrafactual represente una visión claramente interesada de la historia del monumento y un intento de justificación de un atentado histórico de magnitudes colosales perpetrado por los propietarios del edificio en un momento de su historia, no parece disminuir su peso ni aún hoy día en la interpretación general del mismo. Hay además otro punto interpretativo muy extendido que se suma a esa defensa de la intervención y que resulta así mismo claramente falso: la construcción de la catedral se justifica al valorarla dentro del contexto histórico y de los parámetros conservativos del momento en que ocurrió.

Ambas interpretaciones relajantes son fácilmente desmontables usando una misma herramienta analítica: la historia del conflicto entre las autoridades civiles y las eclesiásticas por la conservación del monumento.

Efectivamente la relativamente abundante documentación sobre ese tema nos pone en contacto con una realidad muy distinta a la que proclaman los defensores y propagadores de la ucronía.

Un excepcional conocedor del monumento, Torres Balbás nos informa de que en fecha tan temprana como 1263 Alfonso X dispuso que todos los moros sirvientes de Córdoba trabajaran dos días cada año en la Iglesia Mayor, es decir, en la antigua mezquita, para que “sea más guardada, e no pueda caer nin destruirse ninguna cosa della.” No sólo eso sino que concedió franquicia de todo tributo a cuatro moros, dos albañiles y dos carpinteros, que labraban en el mismo edificio, privilegio confirmado en 1280. (1)

Es decir que los reyes cristianos eran muy conscientes del valor arquitectónico del monumento y sobre todo, de la unidad estilística que debía conservarse en el mismo. A ello parece responder primero la reserva por parte del rey Fernando III de sólo un pequeño y excéntrico espacio para el culto cristiano en el extremo oriental del muro de la qibla, la Capilla de San Clemente justo después de la conquista y la consagración, ya en tiempos de su hijo Alfonso X, en su interior primero de un espacio intacto, la Capilla Mayor, llamada de Villaviciosa como catedral e inmediatamente la construcción adosada a ella de la Capilla Real, en estilo islámico, aunque claramente almohade, más que probablemente por manos de alarifes mudéjares cordobeses.

Dos siglos después y tras varias pequeñísimas reformas que no alteraron el monumento comienza el verdadero conflicto entre por un lado los intereses eclesiásticos, siempre prestos a la demolición total de una mezquita que les incomodaba con su sola presencia (2) y por otro el municipio y la propia monarquía. El comienzo del conflicto aparece muy confuso pero lo que si es indudable es que la reina Católica no consintió el derribo de una parte (o tal vez toda) de la Mezquita para construir un templo catedral. El hecho de que en 1489 el obispo Iñigo Manrique consiguiera permiso para el desmonte de las columnas correspondientes a cinco naves (de la Capilla de Villaviciosa al muro occidental) y acotar el espacio con muros transversales para formar una nave gótica, parece hablar de que algo consiguieron ablandar a la reina y de que debió llegarse a esta solución de compromiso.

Pero las presiones continuaron por su tozuda pretensión de la Iglesia de no renunciar a contar con una catedral acorde con la importancia de la diócesis y conforme a las modas de la época: Capilla Mayor y crucero y nave suntuosos y monumentales. A la muerte de la reina volvieron a la carga con su nieto el emperador Carlos. Pero esta vez con quien hubo de enfrentarse la Iglesia fue con el propio Ayuntamiento de la ciudad que consideraba un gravísimo atentado la transformación del edificio heredado bajo el acerado argumento de que tal como estaba edificado era único en el mundo, y la obra que se dehace es de calidad que no podría volver a hacer en la bondad y perfectión de que está hecha (3) .

El polígrafo Rogelio Pérez Olivares lo contaba así en su guía La Mezquita de Córdoba: Contra el pensamiento del Obispo (que reclamaba una iglesia porque en aquel lugar se llevaban ya trescientos años de culto cristiano) se pronunció el pueblo: con el pueblo hizo causa común el Cabildo (municipal), que careciendo de facultad para oponerse a los deseos de la Iglesia, llegó a publicar que serían condenados a muerte los obreros que secundasen los deseos del prelado don Alonso Manrique. En vano se procuraron avenencias o posibles acuerdos entre los cabildos eclesiástico y municipal. Uno y otro mantenía resueltamente sus posiciones y después de dos años de discusión y apasionamiento sin columbrarse el más mínimo signo de concordia, la resolución del emperador Carlos V, a quien el Obispo había la cuestión, fue favorable a las obras. (4)

El héroe de esta lucha fue sin duda el Corregidor Luis de la Cerda, un personaje muy desconocido actualmente en la ciudad a pesar de ser titular desde no hace mucho del nombre de la calle que se extiende a lo largo del muro exterior de la qibla de la Mezquita. Ante el comienzo de las obras por cuenta y riesgo del cabildo catedralicio se reúne el cabildo municipal y acuerda solicitar su detención hasta que el rey no fuera informado y diera su consentimiento. Las causas que alega es el propio valor monumental de lo previsto a derribar y el hecho de que con anterioridad la reina Isabel negara permiso al propio cabildo para efectuarlas. Ante la negativa dle obispo, don Luis fue absolutamente contundente, como demuestra el dictado de la pena de muerte a los obreros que obedecieran al obispo, en su oposición a la destrucción parcial del monumento y se arriesgó y llegó a padecer la excomunión, algo letal en aquel momento. Esta actuación desmonta otra de las falacias justificativas, la de que se obró conforme a los criterios normales de la época. La feroz resistencia del corregidor y la mayoría del cabildo municipal de lo que habla es precisamente de lo contrario, de que el interés por derribar parcial o totalmente el edificio por parte de la Iglesia se contraponía a la lógica civil proteccionista y conservacionista basada en un sentido común extendido entre las autoridades del momento.

Es curioso que el propio Balbás, tras reunir todas estas pruebas, caiga también en la insostenible ucronía de la inviabilidad de la conservación del templo islámico sin la inclusión en su centro del católico cuando tras analizar la obra gótico renacentista final, a la que por cierto considera muy mediocre, termina diciendo: Sin embargo no hay que murmurar con exceso del templo catedralicio. Si en la Edad Media los monarcas castellanos aseguraron la existencia del oratorio islámico, en los tiempos modernos tan sólo el sacrificio de una parte aseguró de forma definitiva la existencia del resto. Y el precio no parece excesivo. Lo que no se compadece con las pruebas contrarias que ha ido dando.

El final de la historia es de sobra conocido. El Emperador da finalmente la razón a la Iglesia y en abril de 1543 comienzan los derribos. Varios cronistas han venido relatando a lo largo de los siglos siguientes cómo el Emperador se arrepintió posteriormente de haber dictado la real provisión para las obras cuando, años después, las visitó y pone en su boca las famosas palabras: Yo no sabía que era esto, pues no hubiese permitido que se llegara a lo antiguo; porque hacéis lo que puede haber en otra parte y habéis deshecho lo que era singular en el mundo (5).

Como anota González Alcantud (6) las fricciones entre cabildo catedralicio y autoridades civiles nunca cesaron del todo alcanzando hasta los días actuales en que tras ser declarado el monumento Patrimonio de la Humanidad su tutela patrimonial corresponde a la Junta de Andalucía que ha sentido frecuentemente la resistencia eclesial a que se inmiscuyera en los asuntos de su gestión.

Por otra parte la Iglesia ha generado su propia literatura interpretativa del monumento para contrarrestar las visiones laicas que pudieran erosionar su derecho absolutista a manejar su gestión o a entorpecer el proceso de desislamización total del monumento en que viene empleándose a fondo desde siempre, pero con especial incidencia en los recientes años que van desde la reinstauración de la democracia en España.

Así, el estudio más voluminoso que se ha publicado sobre la Mezquita ha sido obra del canónigo archivero Manuel Nieto Cumplido, reeditado recientemente con el mutilado título de La Catedral de Córdoba. En él se vierten algunas atrevidas, confusas y tendenciosas teorías acerca del carácter último del monumento, minimizando al máximo la huella y el mérito de los constructores y el carácter original islámico del templo, como ya denuncié en otro lugar. Así, como apunta certeramente González Alcantud, frente al concepto de catedral el de mezquita queda disminuido en esta obra y, sobre todo, se elude cuidadosamente toda referencia a las polémicas constructivas que arrastra la misma desde el siglo XVI: no se hace referencia a éstas a lo largo de más de seiscientas páginas.

A la vista de una serie de factores estamos autorizados a pensar que la Mezquita omeya de Córdoba podría haber corrido la misma suerte que la Gran Mezquita almohade de Sevilla si ello hubiera dependido exclusivamente de la voluntad eclesiástica. El profesor Antonio Almagro (8) que ha estudiado las circunstancias de aquella demolición y de la construcción posterior de la catedral gótica en su solar, considera el hecho de que el cabildo catedralicio se viera obligado a argumentar fuertemente en 1401 el mal estado del edificio como excusa para su derribo. Ello parece apuntar a que debieron de existir fuertes resistencias a la destrucción del templo almohade sevillano, que se repitieron con el mismo éxito, aunque en este caso se tratase de un derribo parcial, en el cordobés.

Por otra parte el reciente hallazgo en un convento guipuzcoano de un plano con el diseño primitivo de la catedral sevillana que encargó el cabildo catedralico demuestra que la torre alminar que hoy forma el cuerpo principal de la Giralda estaba previsto ser demolida. Las presiones para impedirlo debieron de existir lógicamente, y lógicamente también debieron de ser lo suficientemente importantes como para impedir semejante atentado.

Es probablemente que si hubieran podido, los curas habrían borrado radicalmente las huellas islámicas de la Mezquita. Ellos lo que siempre quisieron es una catedral normal como tienen todos los demás, porque sienten que al ser otra cosa algo que puede ser interpretado desde fuera de su doctrina, un monumento artístico per se, desligado del culto católico estricto, puede desvirtuar lo único importante para ellos: la extensión de la superstición para dominar las conciencias. Aunque, eso sí, en ese caso no hubieran descubierto nunca el potencial de su explotación como industria turística. Porque, aunque les joda la estética islámica, como hoy día se trata de un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad y al que visitan (sólo por la parte islámica que ellos quieren reinterpretar) cientos de miles de turistas al cabo de año, disfrutan de su sustanciosa explotación económica en forma de entradas que se consideran donativos y que por lo tanto no tributan a Hacienda. Na, moco de pavo: unos diez millones de euros al año. Limpios.

  • (1) L. Torres Balbás: La Mezquita de Córdoba y Madinat al-Zahra, ed. Plus Ultra, 1965 (pg. 102).
  • (2) González Alcantud, José A.: Lo moro. Las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico, ed. Anthropos, 2002 (pg. 83).
  • (3) Rafael Ramírez de Arellano: Inventario monumental y artístico de la provincia de Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Excma. Diputación de Córdoba, 1983 (1ª de 1904), Apéndice A, copia de una página del Libro capitular del Ayuntamiento correspondiente a 1523.
  • (4) Pérez Olivares, Rogelio: La Mezquita de Córdoba, Madrid, 1948. Citado por González Alcantud (pg. 84). El autor usa el documento del Archivo Municipal de Córdoba titulado Mandamiento de la Ciudad de Córdoba prohibiendo bajo pena de muerte a los albañiles, canteros, carpinteros y peones que fuesen a trabajar a la obra de la Catedral que se estaba deshaciendo para formar el Crucero, hasta que su Majestad dispusiese lo que había de ejecutarse. Caja C-100, doc. 2 y el titulado Real Provisión de Carlos I por la que declaró la Real Chancillería que el Señor Provisor de Córdoba hacía fuerza en no otorgar las apelaciones que había interpuesto el Ayuntamiento en el pleito que seguía con el Cabildo eclesiástico, de resultas del pregón que había publicado, prohibiendo continuar las obras del Crucero. Caja C-100, doc. 3.
  • (5) Ibid. Torres Balbás.
  • (6) Ibid. González Alcantud.
  • (8) Antonio Almagro Gorbea De Mezquita a catedral. Una adaptación imposible. La Piedra Postrera. Simposium Internacional sobre la Catedral de Sevilla en el contexto del Gótico Final. Vol 1 (Ponencias).

DOCUMENTACIÓN ANEXA: (Origen: Rafael Ramírez de Arellano: Inventario monumental y artístico de la provincia de Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Excma. Diputación de Córdoba, 1983 (1ª de 1904), Apéndice A, copias del Libro capitular del Ayuntamiento correspondiente a 1523.) 1. Cabildo de 29 de abril de 1523. Preside don Luis de la Cerda, Corregidor. 2. Cabildo de 4 de mayo de 1523. 3. Bando y Cabildo de 4 de junio 4. Resolución del rey Carlos a favor de la Iglesia.

sábado, 3 de noviembre de 2012

La Jeringuera de la Finojosa ( en recuerdo de Agustín García Calvo)

Lo tenía guardado para usarlo en otro lugar, pero al final no me he resistido a compartirlo antes de tiempo en circunstancias tan... especiales (casi digo, ofendiendo su memoria, tristes).

En una visita que hizo a Córdoba el filósofo poeta, el último diogenista, Agustín García Calvo, a finales de los noventa, fue invitado a probar los famosos “fruits de perol” que se hacían en La Corredera, y allí, frente al obrador que está más cercano al Arco Alto, se enamoró del buen hacer de la jeringuera que allí oficiaba y le dedicó este poema, a manera de una Jeringuera de la Finojosa:

¿Cómo puede ser esto?
¿Cómo puedes estar ahí,
tú, figurilla de flaca mozuela,
que entre tanto que vas
churros y jeringos echando a vueltas
en la vasta sartén,
cantas, y cantas aún, y los soportales
de fresca voz los alegras?
¿Cómo puede ser esto?
¿Cómo puedes estar ahí,
entre la cal corroída y las tiendas,
despintadas de orín
de un pasado sol, de la Corredera,
donde aquella que fue
vida y riqueza de Córdoba se marchita
en sordidez y miseria?
¿Cómo puede ser esto?
¿Cómo puedes estar ahí
viva en mitad del barato y la venta
de lo que era ciudad,
de eso que a redor la locura cerca
de su negro collar,
donde el taladro y el auto y la grúa ladran,
donde el Dinero revienta?
Tú la vida, tú eras,
eres, niña, la vida tú,
que en la ruina por brozas y grietas
naces, como la flor
púrpura, y en medio de la maleza
de cemento y betún
cantas imperios que caen y que, entre tanto,
tú nunca mueres de veras.

Agustín García Calvo
(Mediados de abril de 1998)