(del laberinto al treinta)


sábado, 25 de abril de 2009

Buceando por El Cairo islámico (I)


Tercer movimiento de la nuba Amal Hayati (esperanza de mi vida) en la inconmensurable voz de Um Kulthum.

Cuando se piensa en ciudades con un gran patrimonio histórico urbano pocas veces alguien se acuerda de El Cairo. El Museo Egipcio, las cercanas pirámides y todo lo faraónico acaparan toda la atención de quien lo hace, pero muy pocos la consideran como lo que es: una ciudad que cuenta con uno de los patrimonios histórico-artísticos más importantes del mundo parangonable con aquellos de los que presumen ciudades como Roma, Venecia o Florencia. Nuestro, aunque comprensible, injusto eurocentrismo coloca sistemáticamente las manifestaciones artísticas de las demás tradiciones en un segundo plano, lo que lleva a considerar sistemáticamente a una iglesia románica o gótica por encima artísticamente de una mezquita de la misma época, ayubida o mameluca. Pero los que somos aficionados a la arquitectura islámica sabemos que el genio constructivo de los arquitectos de mezquitas medievales no desmerece un ápice del de los que llenaron Europa de fastuosas las catedrales e iglesias con el añadido de que sólo hay que mirar un plano de monumentos detallado de la capital del Nilo para comprender que la cantidad al menos de edificios de interés histórico-artístico anteriores al siglo XVI por hectómetro cuadrado es muy superior al de cualquier ciudad europea. Como muestra cuelgo dos planos de los 12 que contiene en su índice el libro que me sirve de guía en mis paseos de descubrimiento de sus tesoros. Se trata de Islamic Monuments in Cairo de Caroline Williams, publicado por The American University in Cairo Press. Aseguro que los diez restantes planos incluidos sufren del mismo abarrotamiento monumental. En ellos, sólo la fecha de creación de los edificios que se suceden a lo largo de las principales calles ya marea. Muchos están en un lamentable estado de conservación, pero poco a poco parece que se comienzan a restaurar con dinero internacional algunas de las casi inabarcables maravillas arquitectónicas islámicas cairotas.



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Si tomamos como centro la impresionante Bab Zweila, una de las puertas de ciudad más hermosas del mundo, que se abre en la muralla fatimí tendremos hacia adentro, a lo largo de la larguísima calle Muizz li din Allah y hasta Bab Futuh los más antiguos y más interesantes monumentos islámicos de El Cairo y hacia fuera dos ramales situados ya en la ampliación mameluca que lleva uno, siguiendo la propia muralla, Darb el Ahmar, hasta los pies de la ciudadela y la Madraza del Sulta Hassan y otro a través del colorista zoco de los tolderos y shari´a Saliba hasta Ibn Tulun, los principales monumentos de época mameluca.


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La zona de Bab Zweila, más conocida entre los cairotas como Bab Mitwila, es de las más interesantes de todo El Cairo antiguo para contemplar la vida cotidiana de sus gentes. Justo enfrente de la puerta se abre el zoco de los tolderos, un trozo cubierto de calle en el que se venden (ya no se fabrican in situ) los toldos que los cairotas usan para cualquier ocasión festiva o aflictiva, ferias o funerales. Hoy en día los vendedores han diversificado la producción y los diseños tradicionales de los toldos sirven para la confección de preciosos cojines hechos aún a mano a la espera de que los chinos los descubran.

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A cincuenta metros de la puerta en dirección al Museo Islámico están los hojalateros con una increíble oferta de impensables objetos de uso común manufacturados en hojalata entre los que destacan las bizarras lámparas festivas de Ramadán que abigarran las aceras cuando se acerca la gran fiesta islámica.


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La calle Muizz li Din Allah que toma su nombre del general famití que conquistó Egipto y fundó la nueva Al Qáhira (972) abandonando la primitiva Al Fustat, situada a 8 Kmts Nilo arriba y fundada por el general omeya Amr tres siglos antes, atraviesa toda la cuadrangular ciudad fatimí de norte a sur desde Bab Zweila hasta Bab Futuh, siendo cortada hacia su mitad por la Shari´a Al Azhar que la recorre de este a oeste. Los fatimíes fueron una dinastía shií de la rama ismailí cuyo origen se sitúa en el Maghreb, concretamente en Kairouan. Un iluminado supuestamente desdenciente de Fátima, hija del Profeta y esposa de Ali se proclamó Mahdi (imam profético del shiísmo), y Califa en Kairouan (910), consiguiendo formar un ejército tan poderoso que en poco tiempo conquistó desde Fez hasta El Cairo. Fue precisa y probablemente la necesidad de contrarrestar religiosamente el empuje de este califato, el primero alternativo al abasí, lo que llevó a Abderramán III a autoproclamarse en Córdoba también Califa.

Bab Zweila impresiona con sus dos elegantes y altísimas torres circulares de estilo mameluco (s. XV), añadidos posteriores a la puerta fatimí (1092) como minaretes de la mezquita contigua de Mu’ayyad Sheikh. Se puede subir a la muralla desde donde se goza de una excelente vista del horizonte cairota y puede de paso apreciarse el lamentable estado de desmoronamiento en que se encuentra el casco antiguo por obra de los terremotos, de la pobreza y de la vetustez.


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Pasando hacia adentro por la puerta encontramos a la izquierda el alto muro de la mezquita mausoleo de Mu´ayyad Sheikh (1420), a cuyo final se abre el hermosísimo portal, el más alto y bello de Egipto, en el que hay que pararse a contemplar despacio las enormes puertas de bronce, que dan entrada a la tumba del sultán acogida bajo una altísima cúpula estriada y a la mezquita propiamente dicha. El patio es de una sobriedad espartana en radical contraste con el espacio cubierto y sobre todo, con el muro de la qibla, uno de los más hermosos muros del mundo, profusamente decorado con juegos de mármoles polícromos y juegos de falsas profundidades. La presencia de un impresionante mimbar original (s. XV) de madera finamente labrada con incrustaciones de marfil junto al mihrab pone la guinda definitiva al conjunto, una de las más interesantes visitas de la ciudad. Unos bancos situados justo enfrente permiten contemplar el conjunto larga y cómodamente. Si además consigues quedarte en soledad el efecto es realmente mágico.


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Justo enfrente de la mezquita Mu´ayyad Sheikh se levanta uno de los muchos sabil y kuttab de estilo rabiosamente otomano que se construyeron en los tres últimos siglos (XVII, XVIII y XIX) de la ocupación turca. Se trata de un invento típicamente otomano. Un sabil es una fuente y un kuttab es una escuela. Cuando un personaje importante quería dejar su impronta en su ciudad mandaba construir un edificio que satisfaciera dos de las necesidades básicas de los humanos: la de agua y la de cultura, para el cuerpo y el espíritu. Son muy comunes en Estambul, pero sobre todo en El Cairo, donde, junto con los minaretes suelen ser la estampa gráfica más repetida. Pero este, el de Nafisa Bayda (1796) es sin duda el más coqueto de todos. Recientemente restaurado y dedicado actualmente a oficina gubernamental relacionada con el turismo, sus dos pisos presentan una deliciosa estampa con sus arcos protegidos por mahsrabeyas (celosías). El callejón que hace esquina con este sabil-kuttab es el célebre Sharia as-Sukareya (calle del azúcar), en la que se desarrolla la acción de la novela del mismo nombre de Naguib Mahfuz. Veinte metros más hacia adentro y aprovechando uno de los escasos recodos de toda la calle, se alza el otro sabil y kutub, el de Tusun Pachá (1820), de estilo rococó, también uno de los más bellos de la ciudad.


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Siguiendo el callejón de la izquierda se llega a un pequeño barrio copto en el que vegetan milagrosamente un par de pequeñas iglesias. Muy cerca, rodeando la siguiente mezquita se accede a través de un par de callejones a la fachada (lo único visitable) de una de las mansiones otomanas privadas que se conservan ciudad, la de Gamal ad-Din ad Dhabi, profusamente representada desde su construcción. La calle continúa ya rectamente entre cientos de puestos y tiendas de ropa, edificios apuntalados y alguna mezquita con la figura de un alminar, con aspecto de campanario cristiano y decorado con un curioso ajedrezado en rojo y oro como horizonte hasta su encuentro con la del Azhar, a la que accederemos a través del pasaje cubierto por un atísimo techo de madera a cuyos lados se levantan dos de los edificios del complejo de El Ghuri, a cuya mezquita pertenece el alminar largamente entrevisto anteriormente. El Ghouri fue el último sultán mameluco, expulsado del poder por los otomanos que invadieron Egipto y lo convirtieron en una provincia de su Imperio en 1517. El equivalente a nuestro Boabdil. A pesar de que sólo reinó 16 años contruyó uno de los conjuntos monumentales más importantes de la ciudad y se cuenta que más preocupado anduvo los últimos días por terminar su obra que por la inminente amenaza, cumplida finamente, de perder el trono.

Se trata pues de los últimos edificios mamelucos de El Cairo. A la izquierda se alza la Madraza y a la izquierda el Mausoleo y la mejor forma de apreciarla es con el grabado que hizo Roberts del conjunto en 1839, y sustituyendo mentalmente a los vendedores de ropa de origen inequívocamente china e india que hoy ocupan la calle por los de seda que lo hacían entonces. Intenté lógicamente con él en la mano recoger fotográficamente la misma vista actual con el resultado de imposibilidad absoluta. Roberts debió montar una estructura-mirador justo en medio de la calle El Azhar, que hoy sufre un permanente gripamiento por embotellamiento automovilítico perpetuo que necesitaría para la captación de la misma vista del concurso de varios departamentos municipales de un ayuntamiento cuya única cabeza es, lógicamente, el propio ra´is de la república (1).

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A mí me gusta particularmente mucho el Mausoleo, que cuenta con un soberbio patio, hondo y oscuro, rodeado de unas arquerías que alternan la piedra roja y blanca sobre los que corre un hermoso friso con suras coránicas y que antecede al estrecho espacio de la mezquita.



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El conjunto se completa con otro edificio separado, 50 mts más allá en dirección a la mezquita del Azhar: la wikala de El Ghouri. Una wikala, como expliqué cuando hablé del de la medina de Túnez es un fonduq (hospedería), pero de lujo, un cinco estrellas de la época. Guarda la estructura de los fonduqs, patio-cuadra y plantas altas para las habitaciones, pero está reservado a personajes pudientes, comerciantes ricos principalmente. La wikala de El Ghouri cuenta con un precioso patio primorosamente restaurado que sirve ahora para eventos musicales, sobre todo para el espectáculo de danzantes sufis que todos los miércoles y sábados por la tarde actúan en él. Conviene visitarlo a lo largo del día, cuando no hay actuaciones, para poder apreciar tranquilamente la serena belleza del edificio, el maravilloso efecto de las ventanas y masrabeyas (balcones con celosías) de madera sobre la dorada piedra desnuda de las plantas superiores, sustentadas por una galería de sobrias columnas y arcos apuntados . Merece la pena también asistir al espectáculo de los derviches, muy diferentes a los más conocidos turcos, mucho más colorista y efectista, con números que caen plenamente en lo circense.

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(1) El Cairo carece de alcalde. Sus funciones las hace el gobernador de la provincia, dependiente directo del ra'is (presidente) de la república. La causa es que un alcalde electo de una ciudad que supone prácticamente toda la población del país tendría más poder que el propio presidente.

BUCEANDO POR EL CAIRO ISLÁMICO (II)

BUCEANDO POR EL CAIRO ISLÁMICO (III)

viernes, 24 de abril de 2009

¿Comprarías ciegos a medias con Rosa Aguilar? o el PSOE sí paga a traidores.

Reconvirtiendo la célebre prueba que usan los gringos para medir la fiabilidad de un político que invita a decidir si se le compraría al examinado un coche usado, en España, más modestamente invitaríamos a decidir si compraríamos con el político en cuestión a medias un cuponcito de ciegos o un decimito de lotería, permitiendo que él lo guardara.

¿A qué extremos de miseria moral puede llegar la que pasa incomprensiblemente por izquierda española que coloca al frente de los intereses de todos los andaluces a una persona con la que una vez estudiadas friamente sus actuaciones de los últimos años muy poca gente compartiría la suerte de su fortuna, cuyas actuaciones apuntan claramente y cada una a su condición de piratona mangui, de poco fiable, dada a quedarse con todo y dejar tirado a todo aquel con quien comparta complicidades?

Como ya ALBERTO ALMANSA en su blog ha desgranado uno por un todos los datos objetivos que podrían avalar los merecimientos al desprecio universal de la exalcaldiosa de Córdoba, su exacta colocación en el cajón de la mala gente, me limitaré a añadir un par de pinceladas más.

Yo no hablaría de traición, como muy bien anota mi contabernario Porca Miseria en LA CALLEJA, aunque me venga bien para titular esta entrada, porque realmente IU se ha aprovechado de Rosa Aguilar para dilapidar abundantemente una oportunidad de ejercer el poder en algún sitio y es tan responsable de la mentira que ha supuesto la persona de la alcaldiosa como ella misma, puesto que tendrían que haberle dado la patada o pedirle amablemente que se largara tras su segunda o tercera meada fuera de tiesto y no aprovecharse de su método de ganar votos subvencionando cofradías, peñas casposas y refregándose (es una metáfora, claro) unos minutos con las marujas de los barrios en los peroles populares, siempre con prisas porque tiene cita con el obispo, su director espiritual.

No, Rosa Aguilar no es una traidora, es sólo una mala persona, alguien que nunca hace las cosas por derecho, que no guarda el protocolo mínimo exigible con los amigos, ni da la cara decentemente jamás cuando en la propia casa le llaman la atención por romper los muebles. Que se escabulle siempre si puede por la puerta trasera del restaurante con la excusa de ir al servicio a la hora de pagar la cuenta en una comida de compañeros.

Sólo tres detalles:

Rosa Aguilar no pidió la baja del Partido Comunista. No envió a la secretaría un escrito declarándose no representada por la línea del partido. No. Dejó de pagar. Se autoinfligió sin inmutarse la ignominia personal de que la echaran por morosa, sin dar la cara. Sólo ese detalle bastaría para catalogarla moralmente.

Rosa Aguilar colocó públicamente su amor por Córdoba (y de paso su legitimidad política) al mismo nivel que el de Antonio Cruz Conde, alcalde franquista y el representante más conspicuo del caciquismo falangista, alguien que necesitó que le eliminaran a 7.ooo cordobeses para consumarlo, mientras negaba el permiso para abrir las fosas de los fusilados por los compinches del cacique.

Rosa Aguilar ha dado una muestra exacta de su catadura moral en la forma en que ha gestionado su transfugismo. A espaldas totalmente de su formación política. Independientemente de los desencuentros que pudiera tener con ella hay una cosa que se llama educación, de la que siempre presume que le inocularon las monjitas de las Francesas, pero que debió perder en algunos de sus muchos danzones con gente de calaña moral dudosa como empresarios corruptos, curas banqueros trabucaires y obispos jesuitas. Falta de educación, pura y dura.

En los años de plomo del franquismo nos machacaban las neuronas y la moral con una historieta que venía en la Enciclopedia Álvarez. Aquella de Viriato fue un pastor lusitano que tuvo en jaque a los romanos... Roma, como no consigue vencer en buena lid al bravo guerrillero compra a sus tres generales para que lo maten. Una vez asesinado, los infames van a cobrar y el cónsul romano los manda ejecutar cincelando para la eternidad la célebre frase de Roma no paga a traidores. La intención pedagógica de tal historia era inocularnos el sentido del honor, un sentido del honor en el que curiosamente se cagaban diariamente los propios inoculadores. En ella sólo quedan como deshonrados los traidores. Hasta Roma, a pesar de la sucia añagaza se cubre de honra con el desenlace.

Traspasando la historieta a la historia reciente de Córdoba todo el mundo queda deshonrado. Hasta Viriato/IU, que mantuvo a los generales/Rosa que lo sostenían en el poder incluso sabiendo que un día lo asesinarían. Y Roma/PSOE no sólo consigue meter un buen topo/Blanco en Lusitania/Córdoba, una inconquistable plaza hasta entonces en manos de un grupo de extraños irreductibles guerrileros sino que no tiene ningún escrúpulo en recompensar a los traidores/Rosa con un buen bolsón de denarios/consejería de la Junta.




ENTRADAS RELACIONADAS:



AMOR A CÓRDOBA

DOÑA ROSA Y SUS MONJITAS

ROSA AGUILAR CONVICTA Y COFRADE

LA MISA DEL OBISPO Y LAS AGUJETAS DE LA ALCALDESA

miércoles, 22 de abril de 2009

El Cardenal Cañizares celebra una Misa Goyesca

El Rey de las Pasarelas Preconciliares Monse Cañí ha dado una vuelta de rosca más a la rivalidad que mantiene con la Otra Gran Estrella que Brilla en el Firmamento Fashion Vaticano, Susan Tidá, encerrándose con 6 MONAGUILLOS 6 en el Coso Vaticano en la que sin duda será recordada como la Corrida Goyesca Tridentina más bizarra del siglo (XVI).

Como mandan los cánones en estas corridas misales que guardan las esencias más puras de la Contrarreforma Ultracatólica el peligro para el Oficiante no consiste sólo en que ha de desarrollarse en casposo latín de misal preconciliar sino en que ha de mantenerse toda la fastuosa ceremonia y durante todas las maniobras de la misma perfectamente de espaldas a los bravos monaguillos y al público que asiste al magno evento. Pero nuestro Cardenal Cañí dejó, como siempre, el pendón de España perfectamente enhiesto. Por algo las Goyescas y las Tridentinas son un invento netamente español.

En lugar de optar en esta ocasión por las capas talares rojo pasión y los bonetes ribeteados de pashmina de pelusilla escrotal de monaguillo púber con que enloqueció al respetable en la Goyesca del 2007, Monse se ha decantado en esta ocasión por un más tradicional (aún) modelo de traje torero rosa y oro con una supermegamitra divina de la muerte bordada en fantásticas travesuras florales rematadas por piedras preciosas con guantes de mosquetero en raso blanco.

Los paparazzi que cubrieron el colosal evento relatan la súbita mutación del rostro de Susan Tidá del rosado germánico al verde bilioso cuando vio aparecer al Majestuoso Contrareformista Españió hacer el paseíllo camino de los medios. Verá este piernas cuando me monte yo una misa estilo III Reich... , se le oyó mascullar entre dientes.

lunes, 20 de abril de 2009

Córdoba, Capital Europea del Cagajón Equino

SEVILLANAS DEL CAGAJÓN
La noche cordobesa
huele a boñigas
que dejan por las calles
los cutreaurigas.
Plastas equinas
que dejan las calesas
por las esquinas.
Mierda caballo
perfumando las noches
de abril y mayo.

boñigas


Los cocheros de caballos de Córdoba siguen dando la imagen más propia de esta ciudad. No digo que la enseñen, sino que la son. Con dos cojones, más gordos que los de sus caballos, aspiran valientemente al título de únicos en el mundo que no han consentido colocar los higiénicos pañales a sus animales para impedir que sus cagajones rieguen las calles y esparzan sus amoniacales aromas por el aire que respiran los ciudadanos. El Ayuntamiento de la ciudad, con fama de duro, intransigente y sordo y con muchos cojones para reprimir a la gente que le plantea reivindicaciones razonables no los usa en cambia con este minúsculo colectivo que se los coloca encima de la mesa cada vez que intenta meterlos razonablemente en cintura. Probablemente nuestros ediles acaben sacando virtud del vicio y estén ya pensando considerar el permanente olorcillo a cagajón de la Judería como una seña de identidad más de la ciudad a vender de cara al Dormidisisai. Por cojones.


En las fotos coches de caballos de pasear turistas de todo el mundo. Otros lugares que prefieren otras señas de identidad. La mayoría de países a los que consideramos menos desarrollados que nosotros. Ya te digo...


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Calesas de Nabeul y Hammamet (Túnez)


calesaisfahancalesaestambul


Calesas de Isfahan (Irán) y Estambul


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Calesa de Praga y de Córdoba

sábado, 18 de abril de 2009

Comiendo y bebiendo en El Cairo

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Warda: Batawannes bik



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Meidan Talaat Harb

A pesar de que todas las guías lo colocan en Meidan Tahrir, donde se encuentra el Museo Egipcio, el centro del Ensanche Cairota o Cairo colonial es Meidan Talaat Harb, en cuyo exacto medio se alza la figura en bronce de un tipo regordete con chaqueta de corte y el clásico fez representado enrollando eternamente unos folios a la altura de su la bragueta y que corresponde al titular del nombre de la plaza, el creador del Banco de Egipto, mister Mohammed Talaat Pasha Harb.

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Los antiguos almacenes Tiring de meidan Ataba el Khadrá muestran aún un absurdo atlante visible desde el scalextric que lleva al Azhar

La plaza es circular y distribuye las calles principales del centro. Exactamente enfrentadas encontramos dos de las más importantes librerías de El Cairo: la Madbouli que expende fundamentalmente libros en árabe y la Shorouk especializada en libros en inglés, de importación o editados en el propio Cairo, como una especie de metáfora del desgarro que sufre el alma de la capital de Egipto, dividida entre su raíz arábiga, prefundamente oriental y su fascinación por Occidente. La oferta en ambas es superinteresante tanto la una para los arabistas como la otra para los turistas o interesados en temas egipcios.

Las dos esquinas más vistosas de la plaza están ocupadas una por los sovietizantes almacenes Sednaoui y la otra por el Grouppi. Los almacenes son los restos de un imperio comercial de principios del siglo XX que fue nacionalizado en 1961. Eso explica su aire sovietizante y la ostensible desgana de sus empleados. Existe otra tienda Sednaoui que cuenta, aparte de con el mismo aire desmayado, con una bonita cubierta acristalada central en la plaza Ezbekeya, muy cerca de la entrada al Musky, la fascinante calle-mercado que lleva directamente a Khan el Khalili y en la que se venden las más delirantes horteradas del universo mundo. El Grouppi es un restaurante modernista de bonita fachada decorada con coloridos mosaicos que fue durante la época dorada un lugar clásico de encuentro entre las clases ilustradas cairotas. Hoy se ha convertido en una pizzería anodina y cara perfectamente evitable.

Entrando en la calle Talaat Harb en dirección a la plaza Tawfikeya en la primera calle a mano izquierda se encuentra el Odeon, un hotel con una coqueta terraza en el quinto piso donde tomar una cerveza tranquilamente. Para tomar contacto con las increíbles azoteas de El Cairo antes de contemplarlas desde los minaretes de Bab Zweila.

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El Cafe Riche


Regresando a la parte de la calle Talaat Harb que enlaza con Meidan Tahrir se encuentra, semioculto en un pasaje otro bar clásico, el Estoril, en cuya barra se reúnen los intelectuales cairotas inconformistas a arreglar el mundo y a ponerse tiernos de cerveza o güisqui y donde las mujeres son bien acogidas codo con codo en la barra. En las mesas, desde las cuales se puede disfrutar de obras pictóricas de artistas egipcios contemporáneos se sirve una de las mejores comidas de estilo occidental del centro, aunque también proporcionan las clásicas especialidades egipcias. Preguntamos al simpático camarero francófono de toda la vida por su matusalénico compañero, un nubio de casi dos metros de alto de tubular galabeya azul y turbante blanco que cada año nos sorprendía con su pertinacia en mantenerse en activo. Se movía por el restaurante arrastrando los pies a velocidad de caracol con la bandeja en un constante riesgo de acabar en el suelo con las Sakara reventadas, lo que nos mantenía a lo largo de toda la comida al borde del infarto desde el primer año que lo frecuentamos. ¿Le grand noir?, preguntó retóricamente y moviendo una ondulante mano hacia el cielo nos confirmó que hacia allí se había dirigido por fin. Ha sido sustituido por dos más jóvenes aunque igual de nubios y por tanto igual de negros. Un puntazo del Estoril es que la tapa -porque habréis de saber que en algunos bares cairotas observan la sanísima práctica del contapismo al servir una cerveza- no consiste en el platito de altramuces o de garbanzos cocidos con comino que ponen por ejemplo en el Excelsior, sino en un trozo perfectamente despachado de un queso sabroso y tierno y todo el pan que necesites para empujarlo. Inexplicablemente han eliminado de la carta el suflé de espinacas que constituía mi plato favorito. Justo enfrente del Estoril, cruzando Talaat Harb, comienza la calle Hoda Shaarawi, que ostenta el nombre, para horror de los islamistas, de una feminista egipcia de los años 20, poeta y activista, que sacudió violentamente los hombros de la sociedad cairota cuando un día de 1923 se bajó de un tren en la estación Ramsés y se arrancó el velo de la cabeza. Nada más entrar en ella encontramos uno de los restaurantes más famosos de Egipto y posiblemente del mundo: El Felfela. Yo he de confesar que el Felfela me produce un poco de grima. Es tan... tan... tan turístico... Los camareros prácticamente hablan cualquier idioma de cualquier país que se dedique a enviar remesas masivas de guiris al país de la pirámides y sufren de una irrefrenable tendencia a considerarnos poco menos que inocentes juguetes. Por contra son de una eficacia a prueba de impacientes. Pero lo que siempre me acaba por decidir a volver una y otra vez es que la comida está exquisita. La mejor de los restaurantes de tipo medio del centro de El Cairo con diferencia. El baba ganush (pasta de berenjenas con tahina), el ful (habas) en sus diferentes formas y la taameya (faláfil de habas) son inigualables. Y las carnes suelen servirse en su punto. Y siempre consuela el hecho de que son muchos los nativos que comen allí. Todo ello a pesar de la espantosa decoración pseudoselvática.

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Interior del Estoril

De nuevo en Talaat Harb se abre el encantador Café Riche, un lugar cargado de historia que ha permanecido muchos años cerrado. Entre sus paredes conspiraron la mayor parte de los nacionalistas egipcios desde los años 20 del siglo pasado. Tras muchos años cerrado su reapertura no ha colmado las expectativas. A pesar de ser también bar, es posible que a determinadas horas se nos pongan pegas para beber sólo una cerveza en las mesas. Y la comida deja mucho que desear. Así que la solución es tomarla en la preciosa, pero estrecha e incómoda barra. Las paredes están llenas de fotos de personajes, tanto artistas como políticos, entre los que para los turistas sólo es posible reconocer a un par de ellos, Naguib Mahfuz y alguno más. El Riche hace esquina con un callejón que conduce directamente a una especie de plaza-patio en el que se despliega uno de los cafés al aire libre más interesantes de El Cairo, un sitio ideal para tomar un café saboreando lentamente una shisha tras una comida en el Felfela o en el Estoril.

Existen en El Cairo mucho restaurantes populares que hasta no hace mucho marcaban la diferencia con los de tipo más occidental fundamentalmente en la lita de precios, muchas de ellas escritas sólo en árabe. Pero con el tiempo los precios de han ido unificando, de manera que cuesta prácticamente lo mismo comer sobre un hule limpiado someramente con un dudoso trapo que sobre mantel. Así los platos de carne, principalmente las chuletas de cordero, giran en todos sitios alrededor de las 40 libras egipcias (5’5 €), mientras los mezzes lo hacen entre las 7 y las 10. Así, a no ser que se prefiera el ambiente estrictamente popular no merece la pena frecuentarlos. Hablo de ralación entorno, limpieza y presentación / precio, no de la calidad que es casi siempre excelente. Con la ventaja sobre los finos de que ponen cerveza y la desventaja de que no suelen servir la paloma rellena de arroz, una de las especialidades cairotas preferidas. Cuando hablo de resptaurante populares me refiero a los que sirven comida egipcia tradicional y no los kusharis, restaurantes especializados en uno de los platos que han llegado a se más populares por puras necesidades presupuestarias. El kushari es un plato compuesto por pasta, lentejas, arroz, especias y salsa de tomate, todo mezclado y que sale a unos 0’13 €. Y está realmente rico.

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Paloma rellena en un restaurante popular

Otro lugar interesante para tomar una cerveza es el histórico, decrépito, pero encantador, Café Hurriya (Libertad) de meidan Falaky, a la que se llega siguiendo Hoda Shaarawi, donde la mugre ha conseguido formar parte del decorado con derecho propio y la contemplación a través de los enormes, desvencijados ventanales, de la agitación de la plaza, ante una fría, pero sintapista, Stela, un placer para tabernarios gurmets. Justo enfrente, atravesando toda la plaza está el mercado de Bab el Louk, buen lugar para tomar el pulso a los precios de los productos de primera necesidad y a la derecha, en la esquina con sharia El Felak un restaurante especializado en carnaza: cordero y vacuno especialmente. Raciones poderosas, carne olorosa a carbón y una higiene a prueba de tiquismiquis occidentales. El defecto viene por el lado del sople: no sirven alcohol.

enelhurriya

Una Sakara en el cafe Hurriya. El pixelado de mi cara
responde a órdenes superiores por el temor a que alguien me reconozca en la
ciudad y tome represalias contundentes por mi mala follá. Después de lo del
ataque a la Calleja...

Pero el descubrimiento gastronómico de este año ha sido paradójicamente, un restaurante chino. El Pekín, a dos pasos del Windsor, en Saray Ezbekeya. La comida egipcia está muy buena pero tiene el problema de la monotonía. Demasiados días saboreando delicias locales puede cansar al paladar menos exigente. Como llevábamos varios días pasando por delante de la puerta del Pekin un día, a pesar de nuestras reticencias actuales decidimos cenar sólo por cubrir el expediente. Ya sólo el interior impresiona por el exquisito gusto con que está montado y por la apariencia delicadamente lujosa del mobiliario, que no se corresponde con la anodina apariencia exterior. La segunda sorpresa son sus platos, una versión original y deliciosa de la comida estándar de restaurante chino (que no se corresponde exactamente con ninguna de las tradiciones localistas chinas) y sobre todo el apartado final de sus platos de fusión. El pollo con salsa china y berenjenas quedará sellado en mi memoria para siempre. Un punto muy desfavorable es la pequeña estafa que supone el que las cervezas, te las cobren a precio (17 libras) de botella normal (de 630 ml.) y te endiñen una pequeña de 333 ml.

La cerveza egipcia es francamente mala en sus tres avatares: Stella, Sakara y Heineken. Sólo muy, muy fría, a punto de nieve como solo la ponen a veces en el Barel Bar del Windsor puede medio colmar el paladar de un cervecero occidental. Parece mentira que sus antepasados fueran los que inventaron la cerveza. Pero es no es culpa de la tradición, sino del Islam, en cuyos países no demasiado fundamentalistas, pero dotados de legislaciones que promueven sociedades más o menos abstemias se fabrican las peores cervezas del mundo.

zocochino

Prueba de que El Cairo está perfectamente integrado en las corrientes comerciales globalizadoras mundiales

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Ruinas del mítico Bar Kursaal en El Cairo en sharia El Alfi, a las que deberían conceder la misma importancia que las de los templos ptolemáicos.

viernes, 17 de abril de 2009

Piratas


Nada es como nos lo cuentan. Estos días se nos ha dado una imagen absolutamente manipulada, por parcial, del problema de la piratería en las costas de Somalia, en el océano Índico. Imágenes de desalmados secuestradores sin escrúpulos que asaltan barcos que cumplen con la benéfica misión de surtir de petróleo y pescado a los occidentales que las contemplan desde los mullidos sofás de sus casas. Así, por pura maldad y puro afán delincuente de sacar dinero fácil. Pero casi, casi nadie, se ha parado a investigar un poco, sólo un poco, en las causas reales que han llevado a cientos de somalíes a tomar un kalasnikov, armarse de granadas de mano, fletar una lancha rápida y lanzarse a la caza de marineros blancos.


La tremenda desestructuración que la sociedad somalí sufre desde hace 20 años con la inestimable ayuda de los intereses estratégicos occidentales ha creado un vacío de poder estatal terrible y mortal que ha acabado lanzando la ley en los brazos de bandas descontroladas, pero sobre todo ese vacío ha sido la causa de que el país no haya tenido voz en los foros internacionales para denunciar el sistemático saqueo ilegal de sus costas por los barcos de todas las flotas pesqueras de Europa y Japón (300 millones de atunes, camarones y langostas al año) y, lo que es peor, la conversión de aquellas lejanas costas en el vertedero de materiales tóxicos, nucleares principalmente, de medio mundo desarrollado. Todos lo sabían, pero nunca nadie pronunció una palabra en contra, ni mucho menos mandaron patrulleras militares para impedirlo. Fueron los propios pescadores somalíes, arruinados por la esquilmación de sus bancos de pesca y enfermos a consecuencia de los vertidos los que trataron de defender sus recursos y su salud. Inútilmente, claro. Al final descubrieron lo que tenían que descubrir: que el único lenguaje que conocen los hijos de perra es el de los hijos de perra. Y que el negocio estaba en robar salvajemente a los ladrones y ya puestos a todo el que se ponga a tiro. Piratas les llaman. Como siempre. Como a los indios que atacaban a los blancos que les habían robado las tierras en el Far West. Como a los palestinos que se defienden del genocidio que el estado israelí ha diseñado para ellos. Como a los surafricanos negros que asaltaban las granjas de los colonos blancos que les habían despojado hasta de la condición de humanos.


Lo cuenta muy bien HERMAN ZIN en su imprescindible blog, que recomiendo no sólo para ese tema sino para todos los demás a los que sólo tenemos acceso por vías oficiales. Porque toda cara tiene impepinablemente su culo. Sólo hay que querer encontrarlo.

jueves, 9 de abril de 2009

Izquierda Unida Cofrade

© Fotografía: Álvaro Carmona, fotógrafo de El Día de Córdoba


La imagen más feroz de esta semana presuntamente santa será ya para siempre en Córdoba la del último rojo, en este caso roja, rindiendo armas ante la Superstición Católica victoriosa. En la foto aparecen dos concejales de IU del Ayuntamiento de Córdoba haciendo estación de penitencia en una procesión católica y portando sendos báculos cofrades.

Uno es el de Movilidad (se supone que de pasos y tronos), José Joaquín Cuadra, costalero de una cofradía católica, es decir un caso clínico de manual de incoherencia ideológica aguda con complicaciones estéticas graves por uso inmoderado de gomina.

La otra, la de Educación e Infancia, Elena Cortés, que el año pasado desde su balcón protagonizó una supuesta falta de respeto a los cofrades que pasaban bajo su balcón paseando un ídolo, colocando un NO pintado de la baranda y haciendo sonar una sirena. Tras la previsible biliosa reacción de los cofrades, la supuesta ofensora fue inmediatamente llamada a capítulo por la alcaldiosa, Rosa Aguilar, también, como todo el mundo supone, de IU, aunque salida del armario hace años confesándose católica practicante, entusiasta cofrade, con director espiritual mitrado y seguidora del pedorro equipo de pelotistas local, y obligada a humillarse pidiendo perdón a los correosos dirigentes de las Hermandades y Cofradías.

Y este año se ha sabido por fin el alcance de la penitencia que le impuso la Reverenda Madre del convento municipal, esa Bernarda Alba vestida usualmente de Tío Pepe, que mantiene con mano de hierro el bocado de las alborotadoras niñas de Capitulares, a la díscola muchacha del NO y la sirena.

Aunque tal vez nunca alcancemos a saber si lo que le ha ocurrido a Elena Cortés ha sido una auténtica una caída en el camino de Damasco y pertenece ya al grupo mayoritario municipal de excomunistas y ahora católicos renacidos con que se ha rodeado la alcaldiosa para ayudarse en la alta misión apostólica que le ha impuesto su Spiritual Coacher, Monse Asenjo: convertir IU en un partido confesional y a ella misma en la Papisa Rosa, título especular pero más acorde con los tiempos del que llevara su antiguo mentor Julio Anguita, El Califa Rojo. El premio no vendrá en el otro mundo, sino en este, con el perdón de sus pecados y de la enorme deuda, no precisamente moral, que atenaza a la formación con la Banca que lleva en el logo al Espíritu Santo.

Sea como sea, la entrega de la cabeza de la Cortés estaba pendiente y conociendo las ciliciales aficiones de la Papisa la penitencia impuesta a la díscola concejala de procesionar catecuménicamente de la mano del exrojo cofrade engominado armada de báculo cristofascista no sólo consistió en servir de carnaza y hazmerreír para los orodentados dirigentes de las Hermandades, sino que exigió una más meritoria humillación. Un soplo de fuentes cercanas al conventillo hablan de que fue puesta en la tesitura de elegir entre tres mortificaciones: colocarse una peina y mantilla española, procesionar descalza o hacerlo con un puñado de garbanzos en los zapatos. La atribulada concejala eligió la última de las opciones sacrificiales, sin saber que la Papisa supervisaría el proceso, sacando personalmente del paquete de Hacendado los garbanzos mortificadores e impidiendo que la listilla los sacara de la olla del potaje (de vigilia, claro), como tenía pensado hacer. Claro que por la beatífica cara que muestra en la fotografía cualquiera diría que al final la catecúmena Cortés acabó encantada con el castigo.

Ahora habría que preguntarle si realmente conoce el alcance de su sacrificio. Como los mafiosos que esclavizan a los ciudadanos normales haciéndoles cómplices de sus delitos, así ya todos los miembros del equipo municipal de izquierdas del Ayuntamiento de Córdoba están contaminados por su participación en manifestaciones ilegales en contra de una progresista proyecto de ley del gobierno. Todos llevan ya su lazo blanco. Podrán armar todas las piruetas clarificadoras que quieran pero las Cofradías, indivisiblemente Iglesia como dependientes directamente del Estado Vaticano, un estado que mantiene un apartheid de las mujeres peor que el de Arabia Saudí, se han lanzado al activismo político mostrando unánimemente su rechazo frontal al proyecto de ley del aborto, una ley civil que sólo pretende liberar de una puta vez a los no católicos (y a los católicos que quieran) de la imposición como universal de la moral católica. Físicamente o no el lazo está claramente colgado en la intención y en la declaración. Por lo tanto participar en una manifestación cofrade significa portar el lazo blanco en todo el centro de cada moral individual. Y tratar de justificar eso sería como justificar que un directivo de la Asociación Protectora de Animales se hiciera banderillero o participara en los lanzamientos de pava desde una torre con la excusa de que son ancestrales tradiciones del pueblo.

Es cierto que la inmensa mayoría de la gente que se disfraza de nazareno o se junta en cuadrilla bruta a levantar pesos sagrados son niños o jóvenes que se toman el asunto como una diversión festiva a caballo entre el carnaval y fiesta del pueblo, carecen de formación política y sirven inconscientemente a los intereses de las oscuras fuerzas reaccionarias clericales, amén de contaminarse con sus catequesis disfrazadas, pero por eso mismo aquellos que sí que tienen la obligación de adquirir y extender una formación política progresista deberían ser más consecuentes con sus manifestaciones y anteponer siempre las bases ideológicas de sus proyectos a la mera adquisición de votos por la vía del populismo aguardentoso. Dignidad versus votos podridos. Pero ya nos lo demuestran a las claras la calaña moral de sus excelencias, de todas, ya sin excepciones.

Hoy Elvira Lindo se chotea de los capullos políticos de izquierdas que por practicar el más grasiento de los populismos desde los 80 se ven inmersos ahora por el ataque traicionero del facherío católico con el lazo blanco, en un cacao ideológico y en una empanada moral que sólo la acendrada hipocresía que les es consustancial logrará dejarlos dormir sin pesadillas.

Pero eso son cosas del relativismo moral del posmodernismo, como dice Susan B16, que no entendemos los radicales (aún) a sueldo de Moscú.



ENTRADAS RELACIONADAS:


  1. ELENA CORTÉS SOMOS MUCHOS (I)
  2. ELENA CORTÉS SOMOS MUCHOS (II)
  3. ROSA AGUILAR CONVICTA Y COFRADE


martes, 7 de abril de 2009

¿Fumaba porros Julio Romero?

Pues sí, atufados (voluntaria o involuntariamente por la peste aunada del incienso y la cera) lectores, se trata de una vieja duda que me corroe el alma desde hace años y que por fin he decidido sacar de mi pecho, hacerla pública y quedarme saludablemente descansado. No se piense el suspicaz lector que pretendo empañar la figura ejemplar de uno de los puntales simbólicos de esta ciudad tratando de convertirlo en un fumeta de los bloques, pero la realidad es tozuda y las pistas y pruebas que he ido acumulando con los años no sólo me llevan indubitablemente a pensar que quien pintó a la mujer morena /con los ojos de misterio /y el alma llena de pena se fumaba los cocolotrocos doblaos, sino también a descubrir un inquietante pasado familiar...

PRIMERA PISTA. Año 1976. Un amigo ha conseguido una maría estupenda mercada a pie de procesión a los legionarios que venían con los bolsillos llenos de grifa a desfilar a Córdoba el Jueves Santo, único interés que nos movía entonces a acudir a los siniestros botellones idólatras católicos. Es final de Semana Santa, hace mucho frío y estamos él y yo en mi casa sentados al brasero con la sola compañía de mi abuela, muy mayor y casi gagá, pero no lo suficiente como para impedirle enebrar inteminables solitarios sobre el cristal de la mesa. Pensamos liarnos un canuto y yo decido que la abuela no va a enterarse y que me lo voy a hacer directamente delante de ella. La abuela ni se cosca de la maniobra. Hasta que, una vez encendido, le llega el olor. Entonces levanta la naricilla, aspira curiosamente, se le iluminan repentinamente los ojos y dice: eso huele como el tabaco que emborracha que fumaba tu abuelo. Nos quedamos a cuadros y antes de terminar el porro ya le hemos aplicado el tercer grado.

Mi abuelo hizo la mili en África, donde se pasó tres años (1911-1914) pegando tiros en las barrancas rifeñas. Yo conservo aún su cartilla militar que narra minuciosamente sus espeluznante aventuras. Según mi abuela allí se acostumbró a fumar ese tabaco que emborracha y luego ya licenciado, como trabajaba de fogonero de tren en la línea de Algeciras nunca le fue difícil conseguirlo. Lo fumaba con sus amigos en el patio de la casa de la calle Marroquíes donde vivían y, se ilumina una pícara y soñadora sonrisa en su arrugado rostro, al cabo del rato les producía una incontenible euforia que se materializaba en grandes carcajadas y sartas interminables de pegoletes, el nombre cordobés de las tonterías.


guerra africa


moroskiffy


Nos quedamos ambos dos, que nos creíamos estar descubriendo la América de la modernidad estupefaciente, más estupefactados todavía, pero cortamos prudentemente y le decimos a la abuela que no se trata de lo mismo, sino de un tabaco nuevo, para evitar que le pueda contar a mis viejos la movida y la dejamos tranquila, absorta de nuevo en sus infinitos bucles de sotas caballos y reyes.

SEGUNDA PISTA. Tras la muerte de mi abuela, un vecino de ella y de mi abuelo y también compañero de la guerra de África al que tuve la suerte de conocer me contó poco antes de morir a su vez de viejo que mi abuelo cantaba flamenco, cosa de la que yo había oído hablar a mi madre. Según el viejo vecino el gran Andrés cantaba unas malagueñas que chorreaban pringue. También me confirmó algunos rumores que yo había escuchado en la familia. Un par de poetas de la vena folklorista del barrio de Santa Marina, los hermanos Arévalo, Francisco y Antonio, cuyos nombre actualmente rotulan sendas calles por Cañero, participaban frecuentemente en las serenatas de mi abuelo y como eran amigos del pintor y también guitarrista aficionado Julio Romero de Torres lo llevaron algunas veces a su patio para que apreciara aquella pringue que chorreaban las malagueñas de mi abuelo. El propio pintor lo acompañaba a la guitarra. De eso no solía hablarse en la familia, aunque sí del detalle mucho más sabroso de que el pintor de la musa gitana se fijó en mi abuela, muy guapa, como demuestran las fotografías que conservo, con una verruga en el centro de la frente que le daba un aire misteriosamente hindú, que le propuso pintarla y que mi abuelo poco menos que lo echó con cajas destempladas de su patio.

TERCERA PISTA. Julio Romero de Torres era muy amigo de los intelectuales que estaban en el candelero entonces en Madrid, especialmente de Valle Inclán, gran consumidor de hachís, quien publicó en 1919 un libro de poemas alucinados, La pipa de kif, compuestos sin duda bajo los efectos de la maría (¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales / de Paraísos Artificiales!). Alejandro Pérez Vidal (Ética y estética del kif: Valle Inclán, Baudelaire y Benjamin) llega a afirmar incluso que el libro fue un desafío al Real Decreto de 1918 que prohibía en España la posesión de estupefacientes sin receta.


julioyvalle


CONCLUSIÓN. Si juntamos las piezas del rompecabezas podríamos ensamblar la teoría de que fue mi abuelo el que en esas sesiones de cante bajo el viejo limonero del patio de Santa Marina puso en contacto al célebre pintor con la alegre marihuana moruna a la que él se aficionó en los montaraces aduares rifeños. Y que fue Julio Romero, tras su traslado definitivo a Madrid en 1915, el que aficionó a su vez a don Ramón de las barbas de chivo y a los demás intelectuales desinhibidos de la época. E imaginando un poco más allá podría apuntarse la posibilidad de que la provisión de la rica hierba corriera a cargo de mi abuelo que la conseguiría en sus frecuentes viajes como esforzado fogonero del correo de Algeciras y le pasara puntual y religiosamente las correspondientes dosis al de los sensuales pinceles. Es decir que ¡chan-ta-ta-chán! cabe la posibilidad de que mi abuelo hubiera sido el camello de la élite vanguardista intelectual española de entreguerras.

A ver quién supera un punto de abuelo como ese ¿Orgulloso? Yo sí, la familia no sé, creo que hubiera preferido que mi abuelo fuera menos moro y hubiera permitido que el pincel del genio de la capa y el galgo inmortalizara convenientemente a mi abuela para vivir del cuento varias generaciones. Pero yo estoy seguro de que muchas de las obras del genio cordobés y de los escritores españoles de la época estuvieron inspiradas por la mercancía que les pasaba mi abuelo, mientras les cantiñeaba esas malagueñas que chorreaban pringue.

Dejo a los expertos la interpetación de los flipantes cuadros del genio del Potro a la luz de las nuevas circunstancias biográficas que regalo desinteresadamente al mundo entero.

DE NADA.

lunes, 6 de abril de 2009

El PSOE canta "La Internacional"

Reelaboro para el blog un comentario que hice ayer en la CALLEJA DE LAS FLORES, en su NUEVA E IMPACTANTE RESURRECCIÓN, al hilo de un debate generado en su seno acerca del sueldo o los sueldos de la política socialista Leire Pajín. Sólo le añadiré algunas cosas y cambiaré algunas expresiones para quitarle el aire espontáneo que tenía:

Yo no voy a entrar en el tema del sueldo o los sueldos de la señora Pajín, pero sí que me gustaría apuntar mi desazón por la foto de portada de El País de hoy donde aparece con el puño en alto cantando la Internacional. Espero que se trate de un gesto meramente folklórico, una especie de tradición desprovista de carga real, por pura e inocente gana de fiesta, de canción, algo así como los carnavales de hoy que siguen celebrándose en unas fechas previas a la cuaresma sin vinculación real ya al penitenciarismo católico o el traje de flamenca que recuerda arqueológicamente al de las mujeres de los vendedores de burros de las ferias del siglo XIX.

Porque si lo que pretenden, ella y los miembros del PSOE que la acompañan, es mostrar con ese gesto cantarín que siguen participando de la ideología que subyace en su letra y en su espíritu deberían hacérselo mirar por un especialista en hipocresía aguda. Un partido con muchos años de gobierno que se ha caracterizado desde los primeros días de la Transacción por su esfuerzo en desmontar minuciosamente todos y cada uno de los presupuestos no ya del socialismo histórico, sino, y sobre todo, del racionalismo ilustrado. Que lo primero que hizo cuando alcanzó a gobernar fue yugular la posibilidad de la creación de un sistema educacional público universal y gratuito, subvencionando a los colegios privados de curas (mi teoría es que lo hizo sólo por cálculo económico), que ha seguido fielmente todas y cada una de las recetas del liberalismo económico que se le dictaban desde los organismos internacionales de gestión del capitalismo salvaje imperante, privatizaciones masivas e innecesarias incluidas, al que la palabra reforma agraria le suena a yonqui en casa, que nunca hizo absolutamente nada para sacar de sus miserables existencias a la famélica legión que hoy corresponde a la población del África subsahariana, que ha gestionado con una mala fe y una crueldad infinitas el dolor de las víctimas del franquismo y sus irrenunciables ansias de justicia y que ha convertido a España en el único país junto con Rusia que no ha hecho ningún acto de justicia con los crímenes de estado previos, que ha relegado la memoria de la República y las peticiones a la vuelta a la razón democrática que propugnó al más oscuro de los olvidos. Que ha elevado al cubo la alienación de los electores diseñando armas de cretinización masiva como Canal Sur o relanzando entusiásticamente por puro populismo irresponsable tradiciones oscurantistas en vías de extinción como el Rocío o la Semana Santa, que ha vendido lamiendo sistemáticamente el culo de la Iglesia Católica, concediéndole unas monstruosas, antidemocráticas y fraudulentas subvenciones y un protagonismo político al que estaba por principios doctrinales obligado a combatir. Que ha colaborado sin pudor allí donde ha gobernado a que la dictadura del ladrillo y la corrupción urbanística encementaran hasta el último rincón de nuestros campos y nuestras costas sin respetar ni los restos arqueológicos del pasado. Que sólo es capaz de justificar la suposición de su carácter de partido de izquierdas porque su oposición es un partido cavernícola, cercano a la ultraderecha, heredero de los rancios presupuestos ideológicos del nacionalcatolicismo español.

Algunos loables gestos de política social como la legalización de los matrimonio homosexuales no pueden hacer olvidar que el PSOE ha asumido todos y cada uno de los presupuestos de la derecha civilizada europea (y algunos de la incivilizada), usurpando el espacio de los partidos liberales clásicos en este país que carece de los legítimos y sin práctica oposición a su izquierda y sin haber conservado prácticamente ninguno de los del socialismo: un partido que oferta únicamente una manera más de gestionar el capitalismo sin pretender cambiarle un pelo.

Así que la señora Pajín estará en su derecho de cantar las coplillas que le pida el cuerpo, pero desde luego que no pretenda engañarnos con esa concretamente, La Internacional, reclamándola para el espíritu que insufla sus actuaciones como dirigente de un partido político, cuyos presupuestos actuales se encuentran en las antípodas de cualquiera de las formas del regeneracionismo social que propugna la letra del himno de los trabajadores.

Dicho todo ello sin menoscabo al respeto debido a los militantes socialistas de buena fe que militan en el PSOE al igual que los católicos buenas personas que siguen en la Iglesia, aunque sus posturas me parezcan absolutamente incongruentes.

domingo, 5 de abril de 2009

Me fui a El Cairo a leer una novela

El título de esta entrada, tan literario, podría haber sido su primera línea. Si, además, fuese cierto y si esto fuera otra novela y no una entrada de un modesto blog. Porque la verdad es que sólo pospuse su lectura hasta encontrarme en la ciudad en la que se desarrolla, lo que sabía que más tarde o más temprano ocurriría. Casi dos años. Las referencias que había acumulado me insistían en que no me defraudaría y que merecería la pena la espera. Y así fue.


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Lo mismo hice hace muchos años con otra novela y la misma ciudad. En aquella ocasión fue El callejón de los milagros de Naguib Mahfuz, que leí en pleno Khan el Khalili, en el balcón del Hotel Hussein, escuchando los sonidos naturales que faltaban al texto. Una guía turística indica el callejón exacto donde se desarrollaba la tremenda novela, pero yo creo que se lo han inventado. Callejones como ese hay miles en El Cairo islámico y nunca escuché que el propio Mahfuz lo señalara. Habrían puesto un café y una tienda de suvenirs en menos que canta un almuédano. La película (1995), magnífica también, mexicana y traspasada a México, de Jorge Fons, me descubrió la enorme belleza de Salma Hayek, en su primer papel importante en la gran pantalla, antes de que se convirtiera en la estrella internacional que es hoy día. Su imagen peinándose sensualmente el húmedo cabello sentada en el borde de una ventana me persiguió inquietantemente durante muchos días.

El edificio Yacobián de Alaa Al Aswany se desarrolla por el contrario en el down town de El Cairo, en la zona del ensanche europeísta, en un edificio real y en unas calles, cafés, bares y cines perfectamente localizables. Y en 1991. Así que lo suyo fue alojarnos lo más cerca posible de él. En el hotel Windsor de la calle El Alfy.


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Exterior del Edificio Yacoubian y nuevo Centro Comercial construido unos metros más allá

La novela es magnífica, de la estirpe de las novelas corales, como la misma El Callejón de los milagros o La colmena de Cela, perfectamente construida y a través de una tensa trama de alto nivel literario nos permite una lectura política y social de un país y una época. El brutal machismo que impregna a las sociedades musulmanas, que por muchos mecanismos importados de las sociedades occidentales con que se doten sus estructuras políticas no alcanzan a liberarse nunca de la opresión de una religión totalizadora que prima absolutamente los deseos salvajes de los hombres sobre los derechos y la dignidad de la mujer. El retrato de la corrupción policial y, sobre todo, política, mediante unos cuantos, pero exactos, trazos contra los que no claman los portavoces oficiales de esa misma religión si no es para crear otras formas de corrupción y de cercenamiento de las libertades mucho más brutales. La indefensión secular de los pobres frente al sistema piramidal de poder, la homosexualidad... Un magnífico fresco en suma de la sociedad cairota actual, una denuncia clara y contundente del fascismo latente en los gobernantes del país, que lo ha colocado en el punto de mira de la represión. El mismo Al Aswany se considera una especie de coartada que usa el gobierno egipcio para demostrar que en el país existe libertad de opinión. Sin embargo fue la película, la de mayor presupuesto de la historia de la cinematografía egipcia la que puso de los nervios a los políticos egipcios que llegaron a debatir en el Parlamento la necesidad de prohibirla, porque una cosa es contar y otra mostrar. Al final, aunque ha sido prohibida en varios países árabes, entre otros, increíblemente, en Túnez, ha podido ser vista en Egipto.

Yo la he saboreado en tres días visitando seguidamente todos los lugares que aparecían en ella. Un ejercicio de debilidad mitomaníaca. Me produjo especial placer sentarme en la misma mesa del café Excelsior en que Zaky Bey y Busayna desayunan tras su paso por comisaría y desde donde se contempla completo el edificio en la acera de enfrente. Fotografíar el logo del edificio (Talaat Harb, 34) del portal y charlar brevemente con el bawab (portero), de galabeya campesina y turbante popular blanco, que me confirmó que la peregrinación de extranjeros que como yo llegaban hasta allí era incesante. Atravesar la plaza Tawfikiya donde pelaban la pava Taha y Busayna, antes de su separación, mirar las carteleras del cine Metro, tomar café en el monstruosamente renovado A l’americaine, cuya esquina de Talaat Harb con 26 de Julio doblaba cada mañana en su mercedes rojo el Hagg Ezzam...


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El café Excelsior y un poco más allá el cine Metro

El Hotel Windsor donde nos alojamos es una reliquia del pasado, un hotel de principios del XX que conserva intacto el aire y el mobiliario de la época, aunque dudo de que este último sea original, porque el hotel fue quemado por las turbas revolucionarias anticolonialistas en 1952, unos meses antes del golpe de estado que encumbraría al poder a Náser, como la mayoría de los edificios vinculados a los ingleses. El Windsor logró recuperarse, pero la joya de la corona colonial inglesa, el vecino Shepheard Hotel fue reducido a cenizas. En el restaurante del Windsor donde se servían los desayunos, decorado con muebles de época y grandes cazos de reluciente cobre se conserva en la pared un gran cuadro con el lienzo quemado. Choca contemplar desayunando semejante escombro hasta que se lee la placa de bronce clavada debajo que explica su significado. El hotel conserva un jurásico ascensor que funciona mediante palanca que puede accionar únicamente el ascensorista, habitaciones con mucho sabor de época y, sobre todo el magnífico Barrel Bar, el antiguo Club de Oficiales Británicos, uno de los más hermosos del mundo, con sus mesas y sillas en forma de barriles, las cabezas de antílopes en las paredes, las fotos recordando gloriosas época pasadas y la tamizada luz filtrada por las cortinas. Tanto el hotel como el bar son objeto frecuente de la atención de las cadenas de TV internacionales, de los directores de cine internacionales y de los realizadores de culebrones egipcios.


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La habitación del Hotel Windsor

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El Barrel Bar


Aunque no resulta caro para los estándares europeos (55 €) para el nivel egipcio está sobrepreciado. El trato de los empleados es excepcional y la limpieza, para lo que se estila por aquellos pagos, decente, pero por el mismo precio se puede encontrar mucho más confort en otros establecimiento. Eso sí, renunciando al encanto loco que emana el Windsor.


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Dining room del Windsor con el cuadro quemado en la Revolución del 52

El hotel se alza majestuoso en la calle El Alfy, en su parte no peatonal y cierra el pequeño laberinto de calles que surgen de la calle Saray Ezbekeya, un delicioso entramado abarrotado de restauantes populares y cafés, algunos tan famosos como el dedicado a Um Kulthum, que ostenta en su puerta unos enormes (y espantosos) bustos de yeso pintados de la diva egipcia y en cuyo interior no dejan nunca de sonar sus temas, o su competencia el dedicado al Abd al Halim Hafez. El olor imperante es el del carbón y la miel quemada de los cientos de shishas (narguiles) que borbotean en manos de paisanos absortos en su tarea, leyendo prensa deportiva o jugando apasionadamente a la tawla. En el centro exacto y como punto de referencia perpetuo para no perderse, una presencia extraña, pero que se reveló un buen día deliciosa: el restaurante chino Pekín.

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Entrada a la calle Saray Ezbekeya y café de Um Kulthum

La última parte de la calle Alfy, la más alejada de los jardines de Ezbekiya, ha sido convenientemente peatonalizada y sustenta el mayor número de bares por metro cuadrado de todo Egipto, si no de todo Oriente Medio, lo que la convierte en el centro de la noche canalla cairota. Eso sí, los bares son no aptos para todos los paladares, como corresponde a una actividad permitida pero semiclandestina y pésimamente vista por la sociedad cada vez más islámica egipcia. Oscuros y estrechos y con mobiliario destartalado son frecuentados exclusivamente por tipos estigmatizados por el vicio incapaces de seguir rectamente el mandato islámico de abstinencia de birras o vinazo. Pero a mí siempre me encantó su compañía.