PROPUESTA DE HERMANAMIENTO DEL DOLOR DE LOS GHETOS DE
VARSOVIA Y GAZA
Y DE LA CONSIDERACIÓN DE SUS VERDUGOS:
NAZIONALSOCIALISTAS Y NAZIONALSIONISTAS
PROPUESTA DE HERMANAMIENTO DEL DOLOR DE LOS GHETOS DE
VARSOVIA Y GAZA
Y DE LA CONSIDERACIÓN DE SUS VERDUGOS:
NAZIONALSOCIALISTAS Y NAZIONALSIONISTAS
Los fundamentalistas católicos cordobeses en su imposible afán por rascarle la gruesa capa de roña fascista a la memoria de Fray Albino pueden llegar a cotas delirantes de desvergüenza. En el ABC local de hoy un tal Rafael A. Aguilar, para demostrar el supuesto talante conciliador del torvo personaje, se deja caer con un escrito en el que narra una fabulosa (de fábula) visita (1948) del que fuera certero adaptador del Mein Kampf del Führer para los niños españoles de la posguerra a la ciudad mexicana de Córdoba de Veracruz. Como única fuente el propagandista católico abecedario utiliza una carta que el obispo franquista envió al no menos franquista alcalde Cruz Conde en la que le hablaba del caluroso recibimiento que las autoridades locales le propinaron y la llavecita que le entregaron como muestra de cortesía. Nada que se salga de las normales reglas protocolarias municipales previstas para esos casos. Pero nuestro febril cruzado, que pareciera que estuvo allí, vio mucho más allá y aquí que viene a contárnoslo con pelos y señales. Según él a la recepción asistieron muchos republicanos anticlericales españoles, y lógicamente cordobeses, que se sumaron al caluroso recibimiento que las autoridades municipales de la pequeña ciudad homónima tributaron al obispo de Córdoba de España. Nuestro visionario meapilas local nos pinta a aquellos españoles que tuvieron que exiliarse para evitar ser fusilados por las autoridades del régimen que allí representaba el obispo, llorando de emoción y perdonando o pidiendo ser perdonados por el que fuera firmador de la carta de los obispos llamando Cruzada al golpe militar fascista contra un régimen democrático, glorificador del Caudillo hasta extremos delirantes, animador de la limpieza de rojos mediante el jabón del pelotón de fusilamiento, aplaudidor del mayor genocidio programado de demócratas en Europa después del nazi, redactor de los peores textos racistas que se hayan escrito en la castellana lengua...
Emosionante de verdá. A ver, y qué le dijeron, don Rafael, aquellos exiliados al obispo ¿¡Pelillos a la mar, monseñor!? ¿Somos españoles ante todo, y no nos vamos a pelear por un quítame de allá un millón de muertos? ¿Torerooooooooo, torerooooo? Venga no sea parco, don Rafa, cuéntenoslo. Y luego vaya a confesarse, que los embustes tan gordos como ese son pecado.
Talante conciliador dice el nota que tenía el obispo aquel... No tienen menos vergüenza porque tienen confesionario donde formatear constantemente la conciencia.
Para llegar a Yazd en autobús de Kashan hay dos alternativas: una pillar un taxi con instrucciones precisas para que te deje en las afueras, al borde de la carretera por donde pasan los autobuses con destino a ella y que vienen de Teheran. Con suerte habrá asientos libres y se llegará a Yazd de día . En el hotel Sayyah nos lo explicaron perfectamente con indicación de horarios y todo pero nosotros fuimos quizás demasiado desconfiados y nos decidimos por hacer lo seguro: pillar un bus a Isfahan y allí enlazar con el de Yazd. La espera en Isfahan supuso tres horas de pérdida y llegar de noche a Yazd.
Yazd es la hermana mayor de Kashan. Otra fascinante ciudad-oasis en medio del desierto en la línea de lo que fue La Ruta de La Seda. Un poco mejor conservadas sus casas de adobe que se suceden en larguísimos muros de líneas sinuosas formando una fascinante red de callejas que, unas abiertas al cielo, otras cubiertas por pasajes abovedados y otras atravesadas por series de arcos que una vez sujetaron techos de paja, constituyen las entrañas de su casco antiguo.
De forma un poco más irregular que Kashan también presenta un casco antiguo aproximadamente cuadrangular con un centro claro: la plaza de los Mártires (Meydan Shuhadá), en la que se encuentra uno de los monumentos más famosos de Irán: el complejo de Amir Chakhmaq. A vista de Google Earth se advierte cómo el enorme casco antiguo ha sido zajado en múltiples cortes para construir un ensanche en su interior. Algo parecido a lo que se hizo en Córdoba en los años 20, aunque mucho más bestiamente. La ancha avenida que lo cruza de norte a sur lleva a la calle recta que conduce a la Mezquita del Viernes, en cuyo frente encontramos hotel. El más bonito, agradable y amistoso que tuvimos en todo el viaje.
El hotel Orient pertenece al mismo dueño que el más famoso hotel para mochileros de la ciudad, el Silk Road, situado en un callejón de la calle de la mezquita y fuimos dirigidos allí tras no encontrar habitaciones en éste. Al final salimos ganando porque desde la terraza del Orient donde se desayuna (incluido en el precio: 30€) y se cena se disfruta de la mejor vista de las torres de la mezquita de toda la ciudad. Después de una ducha y un primer reconocimiento del patio del hotel, una estructura típicamente iraní, con su estanque en el centro y las tradicionales divanes-mesa, con una plataforma cubierta al fondo totalmente alfombrada, un lugar especialmente delicioso donde los cinco días siguientes pasamos muchas horas leyendo y sintiendo el alma de la ciudad fuera, subimos al restaurante de la terraza. El pulso se nos paralizó de golpe ante la vista que desde ella se goza. Contra el negro cielo de la noche se recortaban, extrañamente cerca y exquisitamente iluminados, los alminares azules más famosos, hermosos y elevados de Irán, surgiendo mágicamente de entre las rojizas cúpulas del bazar y las casas vecinas. Otra cúpula también azul, en el lado opuesto, la del mausoleo de Sayyed Rokn ud-din le hacía de perfecto contrapunto. La segunda sorpresa fue que la cena, de bufé, constaba de diversos platos elaborados con salsas y guarniciones, y, felizmente, ningún kebab. Salsas que acompañaban el pollo en las que se adivinaba la presencia del zumo ácido de granada, tan presente en la cocina medioriental, verduras esparragadas aromatizadas con azafrán y canela, albóndigas texturizadas con misteriosas hierbas... Dulces, té café... 5€. Y el supremo placer de poder cenar al aire libre, en la atmósfera tibia del otoño persa. Sin duda la mejor comida de las que disfrutamos en todo el viaje. En esa noche me recordaré siempre tratando de priorizar los placeres: la vista, el olfato, el gusto...
En el hotel hermano, el Silk Road, servían también decentes curries a mediodía, fenómeno explicable por la pertenencia a alguna etnia industaní de los propietarios.
Tras las visitas a la ciudad, pasar unas horas leyendo en el patio del Orient o de cháchara con A., uno de los chicos del hotel, refugiado afgano que me contó prolijamente sus cuitas fruto de la cada vez más estricta política racista de los ayatolas, que no le permitían acceder a unos estudios normales y mucho menos universitarios, aunque se sentía bien tratado en su lugar de trabajo. Como era muy joven, sabía algo de árabe y era un notable aficionado al género femenino nos entretuvimos alguna vez echando unas risas intercambiando piropos y procacidades en todos los idiomas que conocíamos. Le hizo especial gracia el que el piropo por antonomasia de los tunecinos fuese batekha (femenino de batekh = melón), pronunciado bateja. Así que cada vez que aparecía una chica especialmente apetitosa por el hotel y me encontraba a tiro, me guiñaba un ojo mientras se retorcía de la risa proclamando en voz alta la calidad de batekha de la deseada.
Nada más salir del hotel a la calle te encuentras de frente la preciosa cúpula turquesa, una de las más hermosas de Irán, del mausoleo de Sayyed Rokn ud-din, el arquitecto de la Masjed-e Jame, la Mezquita del Viernes y que mandó construir su hijo tras su muerte. Todo ello en el siglo XIV. Su vista por la parte de la entrada principal, desde la calleja de sobrios muros de adobe cuyo final corona como una enorme joya es de una plasticidad impactante.
A la izquierda de la salida del hotel se levanta la magnífica Masjed-e Jame, con sus altísimos minaretes circulares, que enmarcan el impresionante iwan, formando un conjunto completamente cubierto de azulejería realmente extraño, pero de gran atractivo, una de las mezquitas mas hermosas del país y del mundo. El interior no tiene demasiado interés, salvo el propio conocimiento de que en el solar que hoy ocupa el templo musulmán se levantaba uno de los mayores templos zoroastrianos de la Persia preislámica.
De la plaza que forma la entrada de la mezquita salen dos calles cubiertas a derecha e izquierda de la portada. La de la izquierda lleva tras múltiples revueltas al bazar principal, un bazar de los más auténticos del país, sin ninguna concesión al turismo, y que desemboca ya en la plaza Shuhadá. La de la derecha lleva a la zona del casco antiguo que está beneficiándose de las más importantes tareas de restauración, un área pequeña, pero intrincada, en el que es corriente cruzarse con los afortunadamente todavía no demasiados turistas cazadores de instantáneas. La existencia de una muy bien dotada y útil Oficina de Turismo, situada enfrente de dos de los más antiguos monumentos de la ciudad, aunque de muy limitado interés: la llamada Prisión de Alejandro, una madraza del siglo XV y la Tumba de los 12 Imames (s. XI), habla de lo en serio que empiezan a tomarse el tema del turismo.
Pero sin duda el elemento más interesante de esta zona lo constituye un mirador clandestino de cuya existencia supimos por un soplo. Para llegar a él hay que efectuar un recorrido que comienza justo delante de la gran mezquita , enfrentarse a la portada y coger la calle cubierta que queda a nuestra derecha y que desemboca en una plaza triangular. Se atraviesa en diagonal para llegar a otro pasaje cubierto que desemboca a su vez en una encrucijada. Se coge directamente a la izquierda y ya se sigue siempre a la izquierda hasta llegar a un gran patio al que se entra por una puerta coronada por un león y en el que se encuentra una gran estructura de madera de forma ovoidal, un nakhl, que simboliza la tumba del imam Hussein. Atravesando el patio en linea recta encontraremos una pequeña puerta metálica con un cerrojo pero sin candado. Una vez abierta hay que subir por unas desvencijadas escaleras hasta alcanzar la azotea y llegar a la base de una gran cúpula de un complejo religioso abandonado. Desde allí, la vista es increíble. Lo mejor es subir una hora o media antes de la puesta de sol, cuando la luz anaranjada tiñe las azoteas, cúpulas, la parte superior de los pasajes abovedados y las montañas del fondo. En el centro de la vista se levanta la parte posterior del enorme iwan de la gran mezquita con sus dos altísimo minaretes, formando un conjunto que parece un decorado creado ex profeso para una ciudad oriental de película. Las bandas de palomas rondan sin cesar las azoteas y de pronto, cuando menos se lo espera, surgen de las mezquitas cien voces de muecines que acuchillan violentamente el aire llamando a la oración, para recordarnos que Dios es sólo uno y que sigue muy vivo en esta tierra.
ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN:
Los gobernantes del estado de Israel, con la connivencia de la mayor parte de la población, han vuelto a ordenar a su ejército que siembre de muerte y destrucción los territorios de sus vecinos. La excusa del secuestro de un soldado por activistas palestinos le ha servido para invadir por enésima vez Gaza y arrojar sus racimos de bombas sobre sus casas, campos, playas y mercados repletos de hombres, mujeres y niños.¡¡¡¡¡¡Moratinooooooooooooooooos!!!!!Dí algo, anda, Carapapa, mueve tu boquita floja y dile algo de parte del pueblo español al embajador, al torvo Victor Harel. Ya sabemos de tu tradicional tendencia a la complicidad por omisión, pero no perdemos la ilusión de que un día te salga la vergüenza del cuerpo, de cualquiera que sea la parte donde la tengas guardada, y cumplas con tu obligación de representarnos.
Ese post lo publiqué en junio de 2006 en una de las anteriores matanzas de civiles que el estado israelí perpetró en los territorios robados a sus vecinos palestinos. Nada ha cambiado. Sólo el nombre del embajador israelí. NUEVA MATANZA ayer mismo con la tradicional complicidad de las potencias occidentales. Y la respuesta del bueno de Moratinos, cuando hoy domingo salga de misa (¿habrá ido a la de Colón?) seguirá siendo la misma. Ya en su etapa de delegado de la UE en Oriente Medio, ante la destrucción sistemática de las infraestructuras palestinas pagadas por la UE y el asesinato de civiles por parte del ejército israelí, lo único que acertaba a decir era aquello tan bonito de: ¡Pero hombre, vamos a llevarnos bien!
La única vez que se le ha visto usar sus cojones a Moratinos fue ante un puñado de estudiantes palestinos que le preguntaron por la descarada complicidad de Europa con el estado criminal. Ahí sí que los puso encima de la mesa y les cantó las verdades a los chicos. Y es que con diplomáticos así, para qué quiere Israel comprensión.
La desvergüenza del boquipiñonado ya casi exobispo de Córdoba sólo tiene parangón con sus habilidades como Gran Brujo Hacedor de Lluvia, a lo que sin duda debería haberse dedicado a tiempo completo en lugar de a emitir las flatulencias ofensivas a las que es tan aficionado.
La ultima gamberrada de Monse Asenjo ha sido campanuda. En el marco incomparable de la Mezquita (a ratos Catedral) de Córdoba el culifino mitrado acusó a los padres que no enseñan la moral cristiana a sus vástagos de llevarlos por el camino del egoísmo y la delincuencia. Tal aseveración afecta indudablemente al honor y la dignidad de miles de padres cordobeses y millones de todo el mundo que libre y consecuentemente con sus convicciones morales y filosóficas deciden dar una educación laica a sus vástagos. Significativamente ni una sola de las ovejas de la grey del aguerrido pastor especialista en ofensas gratuitas ha levantado sus balidos para elevar una protesta por el atentado contra la dignidad de sus vecinos y familiares que no usan el catolicismo como ellos para educar a sus hijos. Es lo que tiene ser católico, que sólo te permite ser oveja para balar oraciones en honor de los seres imaginarios a los que adoras. Ser católico consecuente sólo significa ser cobarde y acatar hasta el infinito las consignas de los pastores. Ser católico inconsecuente sólo significa ser cobarde por no atreverse a romper definitivamente las cadenas supersticiosas.
Seguramente su plumada dignidad episcopal ha echado mano a sesudos estudios sociológicos basados en puntillosas estadísticas realizadas por acreditados Institutos de Estudios Conductuales para hacer las afirmaciones que ha hecho. Pero lo dudo. Yo en cambio uso otros sesudos estudios sociológicos basados en puntillosas estadísticas realizadas por acreditados Institutos de Estudios Conductuales mucho más fiables que afirman que dado que la profesión del señor Asenjo y la de los dueños de los colegios privados católicos es la que presenta mayor índice de comisión de actos de pederastia del mundo mundial supone una irresponsabilidad para los padres dejar a sus tiernos infantes en las blandurris, pero expertas manos palpadoras de los sacerdotes.
Así que Monse querido es más que dudoso que los niños de los padres laicos presenten por su educación más tendencia a la delincuencia que los de los católicos, pero lo que sí está demostrado sin ningún género de duda es que tienen menos posibilidades de ser manoseados por un tipo de alzacuello con su natural sexualidad absolutamente reprimida por las inútiles, pero aberrantes normas de su Iglesia.
BESAMANOS DEL NIÑO JESÚS EN LA CATEDRAL
Ya he dicho varias veces que considero la llegada de los socialistas al poder en este país como una verdadera desgracia que durante varios años tomamos como una bendición de la democracia. El que unos tipos liberales con los presupuestos de la derecha democrática europea perfectamente asumidos y con la consigna de comenzar a desmantelar el estado de bienestar nada más creado en España se presentaran aquí como los adalides del socialismo democrático sólo fue posible porque a su derecha no se situaban precisamente ellos mismos, sino una ultraderecha de índole fascista, cloacal y ultrareacionaria. El PSOE siempre pudo decir que fue un partido de izquierdas por criterios estrictamente espaciales y no ideológicos ni mucho menos programáticos.
El desenfoque está fijado por las palabras de José María de Areilza cuando dijo aquello de que la Transición se diseñó en un despacho en el que todo es calcular cómo impedir que la derecha pierda nunca el poder que recoge Jorge Urdánoz Ganuza en su magnífico estudio Valores democráticos e ingeniería electoral de cómo se redactaron las leyes electorales en este país. Esa derecha no era tal, sino una ultraderecha felizmente extinguida en toda Europa occidental (luego descubriríamos con horror la serbia). Así que los votantes que en 1982 pensaban que daban la patada a la derecha y elegían a un partido de izquierdas estaban siendo engañados. Y pronto pudimos comprobarlo. Felipe González se destapó como uno de los políticos más fuleros que ha dado la reciente política española, rodeado además de una panda de delincuentes, algunos de los cuales acabaron merecidamente en la cárcel. Sus traiciones fueron tantas (la OTAN, abandono de los saharauis en los crueles brazos de Hassan II, guerra sucia, rendición casi incondicional a las exigencias de la Iglesia Católica, eliminación de la posibilidad de una escuela pública única, laica y racional por puro economicismo, pistoletazo al proceso de privatización de las empresas públicas, defensa del sistema de depredación feroz del medio y del capitalismo más salvaje, desbravamiento forzoso del sindicalismo español siguiendo los pasos de su amiga Tatcher, ...) que su enumeración completa se comería todos los píxeles de este post. Pero el algodón de la historia no engaña: sólo hay que ver donde trabaja ahora el pájaro.
Desde entonces el PSOE ha mantenido la misma tónica, porque no ha tenido nunca necesidad de cambiar, convertido en un partido de la derecha civilizada (pero derecha al fin y al cabo) con las concesiones simbólicas en lo social que los cambios en las costumbres de la sociedad requieren. Porque lo que tiene enfrente no es más que la carcunda perifascista sacristanesca nacionalcatólica trasmutada ahora en neoliberal salvaje.
¿Es la culpa de la derecha perifascista que no es capaz de evolucionar y exigir un papel en una Europa del siglo XXI?. Parte tiene, pero es que la derecha tradicional española es como es desde los tiempos del vivan las caenas. Pero sobre todo es del socialismo español por ser como es. Un movimiento de travestidos políticos que han fagocitado todas las tradiciones progresistas españolas, desde el liberalismo clásico hasta el socialismo democrático, pasando por el radicalismo republicano y hasta los restos de la teología de la liberación, usándolas como careta de cara a los votantes de izquierdas y sintiéndose muy seguros y muy cómodos en el engaño.
Para ello han necesitado verdaderos maestros del travestismo en diferentes campos. María Teresa de la Vega, tan amiga de nuestra renacida católica Rosa Aguilar, se nos presenta como aguerrida luchadora laicista, pero no pierde ocasión de ir a arrastrarse ante los pies del Papa y concederle toíto lo que pía a cambio de nada, pues sus huestes locales no dejan de montarle pollos en la calle.
El campechanismo populista de Bono les produce amplios réditos en muchos ámbitos, sobre todo entre los católicos progres. Pero de vez en cuando se le ven las orejitas de lobo y se alinea directamente con sus supuestos enemigos políticos, sobre todo con los peores: los del Opus y demás sectas destructivas católicas. La entraña inmoral de este elemento quedó bien patente cuando fue descubierto guiñando tabernariamente a los del PP y llamando hijosdeputa a los de su partido porque no habían cedido a las presiones de aquellos de colocar una placa en el Congreso dedicada a una especie de monstruo comeniñas embutida en un burka.
El cada vez más episcopal Zapatero acaba de rizar el rizo de la ignominia concediendo su apoyo al plan marroquí de autonomía del Sahara, en contra de los acuerdos de la propia ONU, a cambio de que el gobierno pseudodemocrático del rey de Marruecos se afane siquiera un poco colocando más policías para detener a los cayucos de la miseria antes de que salgan de sus costas. Los más pobres de la tierra sirviendo de moneda de cambio en los trapicheos políticos de dos rufianes con fronteras.
La lista es larga, pero si hay un elemento que aúne en su peluchana persona todas las gracias del travestismo político ese es MORATINOS. Pero a ese lo dejo para mañana, que ahora me aguardan las faenas propias de mi condición.
Pero antes no me resisto a colgar el video en el que, como prueba de lo sinvergüenzas que han llegado a ser, el propio Gabilondo de las Gracias Socialistas se ha visto obligado, dolorosamente como confiesa, a llamar mentiroso al lider del partido que ama sobre todas las cosas:
Yo sé que es culpa mía, que debería practicar la saludable abstinencia de la lectura de los infumables panfletos plastocatólicos que nos endiña un día sí y otro también el diario decano de la prensa cordobesa, el medio escrito en el que predican más curas profesionales y aficionados por página cuadrada del hemisferio norte tras el L'Osservatore Romano, pero no tengo más remedio que hacerlo si quiero estar enterado de lo que se cuece en esta extraña ciudad en la que vivo. Y eso que suelo andar con cuidado mirando en donde piso, pero a veces me resbalo al saltar de piedra en piedra noticiera y caigo en el lodazal de la provocación reaccionaria que es el sustrato habitual en esa beata hojilla parroquial que responde al nombre de DIARIO CÓRDOBA. Por algo es semipropiedad del Obispado a través de su brazo armado de pasta, CAJASUR.
Ayer en concreto me tocó los cojones más de lo habitual la columna titulada PREDICACIÓN DE ATEOS de un tipo que esconde su condición de vendedor de supersticiones tras el usurpado título de periodista. El cura ANTONIO GIL, que ha sido y no sé si seguirá siendo Jefe de Opinión del medio irresponsable que le publica sus ponzoñosas deposiciones y que se autotitula independiente, como si pudiera serlo quien está umbilicalmente unido por inviolables lazos de obediencia a la legislación de un estado teocrático, discriminador genérico y defensor de la persecución legal de la homosexualidad, nos agredía ayer desde su púlpito mediático a todos aquellos que consideramos que la religión, independientemente de que haga o no feliz a quien la practica, debe mantenerse en el estricto ámbito de lo privado y no debe imponerse de ninguna de las maneras ni doctrinal ni simbólicamente a nadie que no lo desee. Y lo hace usando ese grasiento sarcasmo de alzacuellos que tan bien conocemos los que hemos sufrido la hipócrita untosidad clerical desde la escuela, asombrándose falsamente de que en Londres unos grupos de ateos, que según él tanto critican el asociacionismo religioso, se hayan organizado para publicitar la salubridad de la descreencia en entidades imaginarias.
No, mirusté, don Antonio, a nosotros, a los no creyentes, ateos, agnósticos, o como le salga de la sotana clasificarnos no nos gusta asociarnos en función de nuestra relación con la religión, no necesitamos, gracias a Dios, del olor del establo religioso, para sentirnos seres sociales. Esos son ustedes, los amantes de las supersticiones colectivas, que además necesitan, pastor y perros guardianes morales. Pero a veces la necesidad obliga y desde luego la agresividad de sus apostolados en el ámbito de la escuela pública y de los chantages populistas con que presionan a los políticos para que legislen como delitos lo que sólo para ustedes deben ser pecados, de sus intentos de someter a sus particulares paranoias morales a toda la sociedad desde hace ya demasiados años (en tiempos democráticos, que antes ni se lo planteaban) nos está llevando a muchos de los que vivimos nuestra civilidad en la estricta observancia de las reglas de la razón al planteamiento asociativo como mecanismo de defensa, como único medio de evitar que pisoteen nuestro derecho a vivir en un espacio libre de creencias agresivas que no compartimos y que invaden el ámbito público constantemente. Y para exigir que se cumplan los mandatos constitucionales de neutralidad religiosa en nuestros propios países.
Como dos personas razonables (Jorge Urdánoz Ganuza y Javier Pérez Royo) acaban de publicar recientemente, con un ejemplo de un hecho ocurrido en Valladolid hace muy poco y que ha puesto de los nervios a las jerarquías católicas se lo voy a explicar clarito clarito: la verdadera noticia no es que se retirara el crucifijo, sino que siguiera estando en una escuela pública todavía en 2008, después de 30 años de estado supuestamente aconfesional. Lo que ustedes no pueden entender ni soportar es que a muchos de nosotros, aunque seamos minoría, sus consumos religiosos nos apesten la razón como el humo del tabaco apesta las narices de los no fumadores. Y que exijamos que si ustedes no son capaces de controlar su afán exhibicionista, sea el estado el que los obligue. Porque lo más obsceno de su religión no son las absurdas creencias que profesan, sino el indecente mandato de permanente exhibicionismo al que están obligados por la doctrina a la que se someten. Ya sabe, lo de dar testimonio y demás agresividades publicitarias. Una doctrina que no puede ser discutida porque tiene una esencia antidemocrática (las misas no son asambleas, sino actos de adoctrinamiento). Y por eso tratan por todos los medios de que se inocule voluntaria o involuntariamente a los niños, para que asumiendo sus presupuestos irracionales desde la inconsciencia les sea muy difícil abandonarlos en la edad adulta.
Otro ejemplo. A usted seguro que le parece normal que en los balcones de los fundamentalistas católicos de esta ciudad, en una especie de terrorífico remake de La invasión de los ultracuerpos (en dodotis) se cuelguen unos espantosos carteles en los que un niño desnudito y tricornado representa lo que para ustedes significan religiosamente estas fiestas universales del solsticio de invierno: la creencia en la veracidad de un fantasioso cuento medioriental que habla del avatar infantil de una divinidad en la que cifran sus convicciones morales. Y sin embargo les parece una agresión que otra gente, con los mismos derechos que ustedes, hagan exactamente lo mismo: publicitar que consideran la autonomía moral humana mucho más sana que las imposiciones irracionales de los gestores de las palabras y mandatos de una supuesta divinidad en nombre de quien dicen (sin posibilidad de réplica) hablar.
Y eso, Don Antonio, se llama competencia desleal. ¿Qué le parecería que las carnicerías acusaran a las verdulerías de vender productos venenosos? Pues eso es lo que acaba de hacer usted con una desfachatez a prueba de algodones democráticos. O sea con una caradura cementérea.
Como aclaraba recientemente Juan Antonio Millás, los antisitema no son los ilusos chavales que se encadenan a las a las puertas del G8, sino la gente como usted, don Antonio, la gente que trata de confundir los conceptos para hundir la razón del sistema democrático, junto con los banqueros ladrones y los políticos inmorales y sacar tajada.
Por eso lo más bonito que se puede decir de usted, don Antonio, es que es un CARADURA.
Nana interpretada por la Jahle Band, formada por esclavos libertos negros que viven en la costa sur de Irán (Del disco The Rough Guide To The Music Of Iran).
Kashan es famosa por sus rosas y por la industria derivada de su cultivo. En primavera hay un festival en el que se premia las mejores elaboraciones de productos con ellas fabricados, agua de rosas sobre todo. Nosotros vinimos en otoño, pero las botellas de agua de rosas se encuentran por doquier y su olor se percibe constantemente a la mínima que uno se fije.
Es en sí misma una ciudad muy interesante, aunque sumamente aburrida. Ya dije en la entrada anterior que los restaurantes y cafés en su perímetro urbano son una rareza. En realidad lo son en todo el país, sobre todo en los lugares menos turísticos, debido al brutal recorte de libertades a que está sometido por parte del ominoso régimen teocrático. Ya contaré más adelante cómo han perseguido, lógicamente sin todo el éxito deseado, cualquier forma de esparcimiento, cualquier posibilidad de relaciones sociales que no sean las estrictamente religiosas, las que se celebran en la mezquita. Ello ha hecho que la vida social se retire a las casas. O pasear por el bazar, la calle o el centro comercial moderno (si lo hay), hacer picnic a la vista de todo el mundo o encerrarse en casa a ver cine prohibido, a escuchar música prohibida, a conectarse a canales prohibidos mediante las prohibidas parabólicas camufladas en las terrazas interiores, posiblemente también prohibidas. Pero fue en Kashan donde más sentimos esa atmósfera espesa y gris de la dictadura.
De todas formas el último día descubrimos que existe una zona de jolgorio a la iraní en la ciudad. El problema es que está a varios kilómetros. Unos 7, aunque el acceso es fácil porque son continuas las salidas y llegadas de autobuses y taxis colectivos. Se trata de la zona donde se asienta uno de los jardines más hermosos de Irán, país de jardines hermosos. Los Bagh-e Fin (Jardines Fin). A los largo de los últmos 100 mts de la carretera que lleva hasta la puerta se suceden los restaurantes típicos iraníes, en los que por la noche se juntan cientos de familias a comer los inevitables kebabs sobre las altas plataformas alfombradas que son la forma tradicional de mesa para los persas. Como nosotros fuimos a media mañana, los restaurantes estaban vacíos, aunque un vistazo a un par de cartas nos convencieron de que realmente la variedad gastronómica no es lo que busca un persa cuando sale de su casa a comer: kebabs, arroz y ensalada, ensalada, arroz y kebab, arroz, kebab y ensalada... Nos hubiera gustado haber venido a cenar de todas formas alguna noche, pero al final no pudo ser.
Para llegar a los Jardines nos dirigimos a pillar un taxi a la esquina de la avenida Amir Kabir con plaza Imam Hossein de donde parte la carretera que lleva a los Jardines, con la suerte de que en ese momento paraba en ella un autobús urbano con destino a ellos. Me subí yo por la parte delantera y C. por la trasera, que daba acceso a la zona exclusiva y obligatoria de mujeres, y al requerirle al conductor el cobro del billete me conminó a que pasara. Una vez que comenzó a andar el autobús pregunté a unos estudiantes por el mecanismo de pago y me indicaron que tenía que tenía que haberlo comprado fuera, en un lugar que no conseguí averiguar. Llamé a C., que, probablemente rompiendo las normas se colocó para hablar conmigo en el límite de lo permitido y le conté el asunto. Hicimos unas risas con la posibilidad de que nos detuvieran por estafa al estado islámico y acabáramos en las indudablemente siniestras mazmorras de los mullahs. Los estudiantes por supuesto aprovecharon para pegar hebra y practicar el inglés, aunque se dirigieron exclusivamente a mí y nunca a C. Yo, por supuesto aproveché también para practicar mi precarísmo persa, con el previsible descojone del respetable.
Los jardines son realmente hermosos, con una abundancia de agua realmente asombrosa teniendo en cuenta que la ciudad es realmente un oasis. Ya hablaré en su momento sobre las increíbles obras hidráulicas que han permitido desde hace milenios llevar el agua de donde la hay en las montañas del norte hasta las ciudades-oasis del sur incrustadas en pleno corazón del desierto. Consta de varios pabellones unidos por estanques y corrientes de agua que corren entre los setos y bajo un espeso arbolado. Aquí fue desterrado el visir Amir Kabir, el modernizador del estado persa, y en uno de sus pabellones asesinado (1852) por orden de la madre del Sha. Una rocambolesca historia digna de conocerse. En la pequeña tienda oficial del complejo vendían un fascinante surtido de facsímiles de páginas de Coranes antiguos de distinto estilo caligráfico, muy conseguidos. Sólo compré dos (4 € cada uno) pensando que encontraría más al lo largo del viaje. Pero no fue así y desde entonces me estoy arrepintiendo.
La vuelta del jardín la volvimos a hacer en autobús. Nos dirijimos al kioskillo donde se vendían los billetes según las indicaciones de unos vendedores de suvenirs a quienes preguntamos pero las ventanillas estaban cerradas y dentro no había nadie. De nuevo fuimos socorridos por una panda de estudiantes que nos abordaron para practicar su inglés y curiosear sobre nosotros. Tras algunas cuchufletas nos invitaron a subir sin billete y una vez dentro nos dieron, sin aceptar que se lo pagásemos, unos de los suyos, que había que dar al conductor a la salida. Yo me quedé con los estudiantes charlando amenamente sin entendernos absolutamente nada en la parte de los hombres y C. se sentó en la parte de las mujeres sin tiempo para aburrirse porque en la primera parada se subió todo un colegio de chicas que la rodearon inmediatamente. Yo la veía reírse sin parar en medio de una ensordecedora algarabía y tratar de convencerlas de que practicaran su inglés una a una, aunque lo del idioma se trataba sólo de una excusa para manosearla y curiosear a placer con una guiri que se dejaba capturar mansamente en su autobús.
La idea primera era apearnos a mitad de camino para visitar la imamzadeh (mezquita que contiene la tumba de un santo) de Abu Lolua, pero con el cachucheo de los estudiantes decidimos pasar y regresar en otra ocasión, cosa que al final, lamentablemente, no hicimos. La tumba no parece tener en sí misma demasiado interés, aparte de la azulejeada cúpula cónica típica de Kashan, pero el personaje enterrado es todo un mito en el Islam y una de las piedras de toque del odio entre chiíes y sunníes, pues se trata del asesino del califa Omar. Las versiones, o más bien las leyendas sobre su figura y los hechos son muy contradictorias. En la wikipedia en inglés he encontrado un artículo que refleja esas contradicciones. A mí no es que el segundo califa del Islam no me pareciera un personaje lo suficientemente atroz como para merecer una muerte así, teniendo en cuenta que la leyenda le atribuye la orden de quemar la Biblioteca de Alejandría y la emisión de la frase famosa sobre que si un libro contradice al Corán es perverso y si no, innecesario, una de las perlas oscurantistas más venenosas de la historia de la infamia humana, pero desde luego santificar al navajero que le endiñó las puñaladas en plena calle me parece un puro fruto de la intrínseca perversidad o estupidez de las religiones organizadas. Los sunnitas lo odian y los chiítas lo veneran como santo, por la misma razón asesina.
Aunque la ciudad de Kashan, siendo de las mismas características, no cuenta con un casco antiguo tan bien (relativamente) conservado como la de Yazd sí que cuenta con un rosario de monumentos muy interesantes, tanto religiosos como civiles.
Varias casas-palacio muy bien restauradas o en proceso son visitables, así como un precioso hammam, mezquitas, medersas y una extrañísima estructura circular que fue un día una alcazaba del siglo XI.
Las casas (Ameriha, Tabatabei, Burujerdi y Abbasian) están agrupadas todas muy cerca unas de otras, en el sector suroeste del casco y se trata de palacetes de ricos comerciantes del siglo XIX. Su visita nos deparó momentos muy agradables disfrutando prácticamente en soledad del lujo oriental tanto decorativo como estructural en el que vivían (y deben seguir viviendo) los muy ricos, paseando por patios refrescados por serenos estanques o contemplándolos desde los preciosos pabellones que los enmarcan.
El hammam del Sultán Mir Ahmad (s. XVIII) podría por sí solo justificar una visita a Kashan. Está recién restaurado, muy bien por cierto, y en su sala principal se ha abierto una casa de té, aunque la entrada al monumento ya de por sí es de pago. Disfrutar de un té o un café acostado en los divanes alfombrados bajo la luz tamizada de la cúpula es una experiencia mágica. Un increíble laberinto de salas de diferentes tamaños y funciones, a cual más fascinante, de lo que debió ser un enorme baño público, decoradas con motivos florales en un material especial llamado sarough, una mezcla de leche, cáscara de huevo blanco, harina de soja y lima, que según las explicaciones de la Lonely Planet consigue una dureza superior a la del cemento.
El edificio religioso más interesante de Kashan es la medersa Agha Bozorg (mediados del XIX), una estructura muy extraña porque conserva la que se considera única mezquita del mundo situada en una primera planta. Efectivamente el edificio consiste en un patio porticado a los lados del cual se abren las celdas de los estudiantes. Encima, en la propia terraza se abren los dos iwanes enfrentados, uno de entrada al complejo y otro como portada de la mezquita. El iwan de la mezquita es particularmente hermoso, de ladrillo decorado con azulejos azules con motivos geométricos y enrejados que no llegan a ahogarlo totalmente y dos torres circulares no demasiado altas lo que le proporciona una elegante, por sobria, prestancia. Nos parecieron también particularmente bonitos los frisos de azulejos de los dinteles de la entrada.
De la mezquita más antigua de la ciudad, la Masjed-e Jame (siglo XI) no queda prácticamente nada, tan sólo el mihrab y el alminar de ladrillo circular. Buena parte del edificio se ha convertido en un almacén de la parafernalia de la fiesta de la Achura en el que se acumulan, estandartes, tumbas portátiles de Hussein, herramientas para latiguearse la espalda, etc. Por una pequeña propina el sacristán lo abre. Merece la pena. En el patio han colocado recientemente una horripilante escultura perteneciente al estilo candórosico-disneyano que ha invadido el mundo, especialmente el oriental, en el último medio siglo. Se trata de uno de los iconos más sagrados para los chiítas, Zuljina, el caballo de Hussein, al que se representa herido, acribillado de flechas.
Otro edificio religioso interesante es la tumba de Habib ibn-e Musa, el hijo del Séptimo Imán, aunque el lugar es más famoso porque acoge la que fue sencilla tumba de pórfiro negro del shah Abbas I, el embellecedor de Isfahan, y que ahora ha sido cubierta por una espantosa estructura de cemento, según explica la Lonely. Nosotros no pudimos comprobarlo porque estaba en obras, pero sí accedimos al patio desde el que una vez se gozó de una vista fastuosa del iwan principal y la cúpula de ladrillo, vista perfectamente entorpecida hoy en día por una delirante estructura metálica destinada a entoldar el patio para que los fieles no se frían durante los rezos. Más adelante, en Isfahan, pudimos comprobar cómo el patio central de la gran mezquita del Imam, considerada uno de los espacios arquitectónicos más hermosos del mundo había sido entoldado inmisericordemente con el mismo fin, con lo que la increíble belleza del espacio central rodeado por los cuatro fastuosos iwanes quedaba absolutamente anulada.
Las huecos que dan al patio están ocupadas por una serie de salas de velatorio familiares en las que se colocan las fotos de los difuntos de toda una familia, sillas, un atril con un Corán y, curiosamente, un reloj de pared. La relación de los chiítas con la muerte es sencillamente aterradora y absolutamente desconocida por los sunnitas. El luto permanente, la representación de la sangre de los mártires, las vistosas bandas de duelo negras que se colocan en las calles donde acaba de morir alguien, así como los miles de retratos de recién muertos con que empapelan las paredes, hacen que pueda encontrarse cierto aire de familia con el catolicismo mediterráneo y suramericano. Aparte de muchos elementos más comunes con los que ya me entretendré más adelante.
Un lugar que nos fascinó fue la antigua fortaleza selyúcida (s. XI), de la que sólo se conserva la muralla, una estructura circular (bueno, decagonal, una vez vista desde el Google Earth, en foto que adjunto) completamente cercada a la que sólo se accede por una abertura en el muro. En su interior, completamente llano, han instalado los lugareños una serie de huertas que prestan una apariencia surreal, onírica, al conjunto. Un camino lleva a uno de los extremos donde se levanta un enorme horno de ladrillos y un accidentado acceso a la parte superior de la ancha muralla desde donde se goza de una excepcional vista del interior completo, de la ciudad y de las cupulitas de los palacetes cercanos. La sensación de soledad es total, pero sobre todo sobrecoge el pensamiento de encontrarnos en un lugar realmente extravagante, como soñado por un alucinado diseñador de decorados para filmes fantásticos o videojuegos mágico-medievales.
ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN:
El Mumtazilísimo Ayuntamiento de Kairouan (Túnez) está probando un sistema revolucionario (en el buen sentido de la palabra) para evitar el terrorismo en su término municipal. Mediante la instalación de señales de tráfico que prohíben explosionar coches bomba en las aceras se asegura de que al menos los terroristas que conozcan el código de circulación se lo piensen dos veces antes de hacerlo. La cuantía de las multas a los infractores no se ha dado a conocer, pero por la efectividad demostrada hasta ahora por las señales deben ser cuantiosa.
Avenida de entrada a Kairouan. La torre que se ve al fondo pertenece a la mezquita del Barbero del Profeta (y no es coña).
La noticia de la subasta de una preciosa escultura romana, Niño con Liebre, del siglo III dd.C procedente del saqueo del yacimiento romano de la Casa de Mitra de Cabra (Córdoba) en manos de la familia del difunto falangista José Solís, atroz ministro del criminal régimen franquista, no habla de otra cosa sino de la indigerible impunidad de que siguen gozando los asesinos y sus herederos en este absurdo país.
Un saqueador de yacimientos arqueológicos roba una pieza, se la regala a un político fascista que en ese momento es ministro del régimen y al cabo de los años los herederos del beneficiado por el robo pueden impunemente venderlo en pública subasta. En este país no es que sea necesaria una Ley de la Memoria Histórica, sino un Nuremberg en condiciones.
Si los judíos han podido reclamar los bienes robados por los nazis cómo los españoles no podemos reclamar lo robado por los franquistas, sus iguales políticos, éticos y criminales. El caso del Pazo de Meirás en manos aún de la familia del Caudillo Canalla, es un ejemplo que debería avergonzar a los redactores de leyes de este país.
Lo más absurdo de todo es que el mismo pueblo, Cabra, cuyos políticos reclaman con mil aspavientos ahora la escultura robada a su patrimonio por el que fuera ministro falangista e hijo insigne del mismo, le mantiene el nombre en su calle principal y una estatua en el parque más hermoso de la provincia. De una estupidez supina. Si no fuera porque el patrimonio histórico y artístico tampoco le pertenece a ellos, sino a toda la humanidad, igual habría que determinar que realmente lo tienen bien merecido.
ADDENDUM (22/12/08)
Leo hoy en El País una crónica de Fernando Santiago sobre otro latrocinio franquista impune en Andalucía: el del inmenso chalet que las ilegales autoridades gaditanas de la época entregaron al general Valera, uno de los peores elementos entre la panda de canallas que perpetraron el genocidio franquista. Al que por cierto el Ayuntamiento de Córdoba, regido por la Izquierda Unida de Rosa Aguilar y PSOE, le sigue manteniendo a día de hoy una placa de glorificación en la céntrica plaza de El Realejo.
ADDENDUM (07/01/09)
Cabra reclama una escultura romana a la familia Solís
Salir de Teheran fue sumamente fácil. Un taxi parado en la puerta del hotel nos cobró 50.000 (3’50 €) por acercarnos a la estación sur. Lejos, realmente lejos, aunque en el plano no lo parecía, lo que nos llevó a regatear infructuosamente con el conductor. Allí nos esperaba, literalmente, el autobús para Kashan, la siguiente ciudad de nuestro periplo. La elegimos por su cercanía, eludiendo Qom, la más integrista de las ciudades iraníes, sólo en principio por no pegarnos un temprano atracón de mullahs y al final definitivamente. Llegamos atardeciendo y nos dirijimos directamente en un taxi desde la estación de buses de las afueras al hotel que recomendaba la Lonely Planet., el Khan-e Ehsan, llevado por una especie de mecenas de las artes local. Situado en pleno dédalo de callejas, con sus muros de adobe tradicionales y su patio típico iraní, nos enamoró al primer vistazo. Lástima que estuviera lleno. Es jueves, víspera de viernes, fiesta, nos dijo el recepcionista, un tipo muy simpático. Chungo para buscar hotel en una ciudad que carece vistosamente de ellos. Los hoteles suelen llenarse todos los viernes del año. La alternativa era el Sayyah. Durante dos horas nos tuvo en vilo el recepcionista hasta que nos confirmó que se había descolgado una de las reservas. Un hotel simple, pero limpio, con un ordenador conectado a internet en la planta baja. 30 € con un rico desayuno a base de blando pan iraní. Lo mejor, el restaurante adjunto donde servían unos deliciosos kebabs. Lo malo es que no servían otra cosa y pronto descubriríamos que era la tónica en todo el país. Frente al hotel, un modesto fast food servía unos bocatas de carne, pollo o cordero, y unas magníficas versiones locales de pizza que completaron cotidianamente nuestro menú. La cocacola, tanto la original (parece mentira, con el bloqueazo a que los someten los yanquis) como la nacional (Zam Zam Cola), no tenían nada que envidiar a la española, con un punto de dulzor, al contrario que en la mayoría de los países de la zona, razonable. Pero el gran descubrimiento (el mío, puesto que C. odia los gazpachos) en una de las cenas fue el dugh. Una bebida fabricada con yogurt líquido carbonatado naturalmente, salado y aliñado con hojas de menta. El grado de acritud depende de las ciudades, en cada una de las cuales existen embotelladoras adaptadas al gusto local. La más fuerte que encontré fue precisamente la versión de Kashan, donde lo descubrí, con el punto agrio más fuerte, lo que hizo que las siguientes, una vez que me convertí en adicto compulsivo, me parecieran realmente lights. Más adelante descubrí en muy contados restaurantes la versión casera, que se presentaba en enormes jarras y de una calidad muy superior a sus parientes embotelladas. Los iraníes lo beben en las comidas por litros, aunque existe una botella de medio, y lo normal es ver a un comensal trasegando kebabs acompañados por una botella de litro y medio, la misma que se usa para el agua mineral. Yo que soy un colgado de los lácteos tratados lo encontré mucho más rico que sus parientes el lassi indio o el ayran turco, probablemente por el punto carbonatado del que éstos carecen. En esta página he encontrado una receta en la que, a pesar de su claridad, echo de menos la explicación de cómo se consigue el punto más o menos agrio.
Tras la cena en el Sayyah salimos a dar una vuelta. La ciudad tiene una forma aproximadamente cuadrada y está perfectamente dividida por una cruz central que forman los dos grandes avenidas que la atraviesan y que se cruzan en la plaza Kamal-ol-Molk, quedando los cuadriláteros menores formados por intrincados laberintos de callejas, en las que las casas, de compactos muros de adobe, carecen prácticamente de otras aberturas o adornos que las sencillas puertas de entrada y algún estrecho ventanuco. Se trata de una típica ciudad del desierto, la primera del rosario que conformaban la Ruta de la Seda iraní. Su referente mayor es Yazd, con quien, como más tarde descubriríamos, comparte un enorme parecido.
Su bazar es rectilíneo y atraviesa completamente uno de los cuadriláteros menores en una longitud de algo más de un kilómetro con salida a escasos 100 mts. de nuestro hotel. Como todos los que visitamos a lo largo del viaje es muy animado, pero diferenciado de aquellos por su absoluta carencia de tiendas de parafernalia turística. Cubierto, con las bóvedas de ladrillo enfoscado, las tiendas se suceden interminablemente entre alguna mezquita interior, alguna tumba de santón, antiguos caravanserrallos y un precioso antiguo baño convertido en café, desgraciadamente en obras. A la salida fuimos capturados por Mohammed, uno de los escasos guías de la ciudad, con quien la casualidad, su agudo olfato, o tal vez su acceso a información privilegiada, hizo que nos topáramos. En esta ciudad, la necesidad de un guía se asimila prácticamente a la necesidad de un medio de transporte para ir a Abyaneh, un típico y pequeño pueblo de adobe situado a unos 60 Kmts de Kashan. Después de las primeras y efusivas bienvenidas, preguntas sobre lo que nos parecía el país y sus inevitables, y al final muy cansinas, ristras de cachufletas cazaturistas en español (Madrí me mata, hola-hola coca-cola, aquí más barato que en el Cortinglé, etc.), señal de que había andado con más turistas patrios de los saludables, entró de lleno en la oferta, razonable de entrada (10 € por persona), por otra parte: llevarnos al pueblo en su coche, visita de unas tres horas y vuelta a Kashan.
Al día siguiente se presentó con su coche, su mujer y otro guiri, neozelandés, y partimos alegremente por una recta carretera bordeada de desierto. Mohammed fue el primer iraní con el que pudimos hablar un poco más largamente que con los recepcionistas de hotel o camareros, y aunque era sumamente dicharachero y cantarín, no se prestó en absoluto a ser interrogado sobre nada que pudiera mínimamente comprometerlo. Su mujer, que no hablaba inglés, pero que lo tenía absolutamente pillado, se hacía traducir al persa cualquier frase que dentro del coche se pronunciara. El neozelandés también intentó infructuosamente ordeñar la fuente de información que el destino nos brindaba y que por otra parte habíamos pagado, ya que en el lote iba incluido tanto su pericia como taxista como sus dotes como guía turístico. Pero Mohammed estaba más interesado en que yo le enseñara palabras y expresiones en español que cualquier otra cosa, con la excusa de que los españoles éramos sus clientes favoritos. Así que, para aburrimiento del angloparlante compañero, durante casi todo el trayecto intercambiamos pequeños trucos de nuestras respectivas lenguas, porque desde luego yo no me iba a dejar saquear gratis, así que con él pude practicar mis recién adquiridos conocimientos de persa proporcionados por el maravilloso curso Pimsleur que me bajé de la red, a cambio de contribuir más que a una laudable propagación de la lengua de Cervantes al censurable incremento de su ya vasta colección de gilipolleces carpetovetónicas. Entre otras lo de Ayatola no me toques la pirola, que lo hizo particularmente feliz. Seguro que con ella captura a algunos españolitos más.
Nos contó además que habíamos tenido suerte de que ese día fuera viernes, ya que al ser fiesta él no trabajaba (lo hacía en una de las casas-museo históricas que se visitaban en la ciudad) y lo podía dedicar a sacarse un sobresueldo con lo que nosotros podíamos gozar de la magnífica oportunidad de disfrutar de sus servicios. El hecho de que era viernes lo pudimos también comprobar nada más llegar a la entrada del pueblo, en cuyas cunetas se desparramaban varias decenas de coches particulares y algunos autobuses turísticos locales. El pueblo, muy bonito y muy famoso por su tipismo era una atracción también para la población de las zonas circundantes, que se había autoconvocado masivamente para convertir las escasas callejuelas visitables en una auténtica feria. Pero al menos era de agradecer que todos los demás turistas que encontramos fueran todos iraníes, lo que no acababa de desentonar del todo con el ambiente. El pueblo se encarama ásperamente en una loma y está constituido por unas muy típicas casas de adobe, aunque sólo se encuentran habitadas, o más bien rehabilitadas, las dos primeras calles, lo que le da un poco un aspecto de decorado. Una vez paseadas las dos calles, ante la intención de subir hacia la parte alta, la mujer de Mohammed opuso una sorda resistencia, que desoímos visiblemente, señalándose los inadecuados zapatos de tacón que calzaba, pero nada más comenzar la escalada tanto el neozelandés como nosotros decidimos renunciar ante el patente estado de ruina total que presentaba el resto del pueblo. Las explicaciones de Mohammed no fueron demasiado interesantes, pero su vitalidad y su alegría nos hicieron pasar una mañana muy agradable.
Aparte del propio pueblo la atracción turística de Abyaneh lo constituye el típico atavío de sus mujeres, una especie de chador blanco estampado de florecillas rojas que pudimos contemplar sobre todo en las postales que se vendían por todo el pueblo, en tanto mujeres-mujeres ataviadas típicamente sólo pudimos ver, y de lejos, una que tiraba penosamente del ronzal de un burro. Quizás, ante la avalancha de turistas armados de móviles con cámaras dispuestos a dispararles inmisericordemente, las buenas señoras decidieran quedarse por un día en sus casas en pijama. En esta magnífica colección de fotos de Irán de un viajero al que sigo podéis encontrar fotos de las célebres féminas debidamente ataviadas. Seguro que fue un lunes. Además es una tradición el que existan dos llamadores distintos en cada puerta del pueblo, uno para los hombres y otro para la mujeres, así no hay peligro de que éstas puedan abrir por descuido sin velo y algún hombre les vea... el moño. El masculino tiene la forma que le corresponde y el femenino... pues también.
A lo que sí pudimos asistir fue al curioso espectáculo de una sesión del deporte nacional iraní: el picnic, al que dedicaré unas líneas más adelante. En Abyaneh, varias docenas de familias venidas de fuera, algunas, según nos dijo Mohammed, incluso provinentes de Isfahan, se habían instalado con sus tiendas de campaña, sus mantas en el suelo, sus campingás, sus teteras y sus taperweres desde el día anterior en un llano de las afueras del pueblo, formando una curiosa estampa que los otros turistas de jornada única, nosotros entre ellos, se apresuraron a tomar como un espectáculo digno de ser inmortalizado con sus objetivos.
Al ser nosotros los únicos turistas occidentales fuimos lógicamente objeto de innumerables saludos e incluso de interrogatorios acerca de nuestras impresiones del país por parte de los que chapurreaban inglés. El neozelandés fue incluso requerido a que les tomara la lección a un trío de osadas jovencitas a lo que accedió gustoso.
Tras el té a que nos invitaron Mohammed y señora y que llevaban en un termo en el maletero del coche regresamos a Kashan. Durante la vuelta mostraron su profunda extrañeza al enterarse de que ni el neozelandés ni nosotros poseíamos coche en nuestros respectivos países, cuando, evidentemente, contábamos con los posibles para ello. Ellos estaban deseando juntar los suficientes para cambiar el no demasiado viejo en el que nos llevaban por otro mejor. Nuestra explicación de que realmente no lo necesitábamos no los convenció lo más mínimo. Creo que nos consideraron unos locos irresponsables por descuidar de esa manera el sagrado deber de hacer ostentación de nuestro status.
El resto del día en Kashan la pasamos viendo alguna mezquita y asombrándonos de lo aburrida que puede llegar a ser una ciudad iraní un viernes por la tarde. El bazar completamente vacío, lo que nos permitió volver asentir la sensación de extrañeza que ya percibimos en el de Teherán, y la ausencia total de locales de esparcimiento, cafés, casas de té, restaurantes... Nada. Una grisura total. Cena temprana en la bocadillería frontera al hotel y a leer en la cama, una de las actividades que se nos revelaron más normales tras una cena en Irán.
ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN: