La Calle de la Paja
Para los que no lo saben, en la ciudad de Córdoba existe una calle rotulada con el obsceno y cenagoso nombre de La Paja. Hay que decir que otras ciudades cuentan también con él en su callejero, caso de Madrid y Barcelona, pero por tratarse de ciudades más cosmopolitas, más casquivanas y frívolas, su obscenidad se disimula mejor en el impudor característico de sus habitantes. Pero Córdoba es ciudad recatada y la mancha de ese nombre ensucia constantemente los oídos y la lengua de los vecinos que han de pronunciarla. Tener que indicar por ejemplo: baje usted, buena señora, por la calle del Tornillo, métase en La Paja hasta llegar a la Corredera es muy duro para pudibundos caracteres como los nuestros. Además, estudios acreditados de fuentes confesionariales, han demostrado que los niños que viven en esa calle se ven impelidos a autoinfligirse con más frecuencia el pecaminoso gozo manubrial que los de las calles colindantes, debido al poderoso influjo subliminal que el propio nombre de la calle ejerce sobre sus tentaciones. Por eso, por la salud moral de la infancia y por la higiene mental de sus propios padres, es de agradecer que algunos inquietos vecinos hayan decidido solicitar al Ayuntamiento un cambio onomástico de la misma. Y que los buenos ediles de esta ciudad hayan hecho buen oído a tan elevada pretensión.
Podrán aducir los talibanes del rancio historicismo, que tanto abundan en esta ciudad, que, aparte de lo secular de su origen, tal nombre no hace referencia al solitario vicio por cuya causa acabó convertido en torreznillo el inquieto apéndice del rijoso Onán, sino al hecho de que, como dice textualmente Don Teodomiro en su enciclopédica "Paseos por Córdoba", en este sitio hace siglos ha estado destinado á la venta de la paja de escaña para los gergones, como antes por igual causa se llamó de los Burros (316). Pero la única verdad es que ya no hay jergones que rellenar ni burros que la coman y que ya no hay más paja que la de pecar. Que eso es agua pasada y que la que mueve el molino de ahora es el obsceno sentido que todo el mundo tiene en mente y, los menos vigilados de los niños, en mano.
La propuesta ha sido acompañada felizmente con la de que sea trocada por el sonoro, beatífico y dulcísimo nombre de calle del Padre Cosme Muñoz, una usurpación ejemplarizante toda vez que el citado Padre fue el creador, allá por el siglo XVII, del colegio de la Piedad, sita a su espalda, con el fin de poner a las chicas descarriadas en manos de recias monjitas que habrían de enderezar sus torcidos caminos. Un preclaro precursor, pues, de nuestro mirífico Antonio Gala, en el asunto ese de coleccionar muchachos y encerrarlos en conventos.
Ya de paso habría que ir pensando también en cambiar el de La Corredera, Tornillo (que recuerda los repugnantes besos de tornillo que infectan nuestras pantallas), Pan y Conejo, de Los Huevos y tantos otros que nos contaminan con su flagrante impudicia.
CÓRDOBA, CIUDAD LIBRE DE NOMBRES OBSCENOS
- LADRONES DE MEMORIA
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