(del laberinto al treinta)


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Fascismo cordobés: Plan PONS belleza en siete libros (II)

IR A LA PRIMERA PARTE

Continúa por parte del facherío nacional la titánica e inexorable tarea de maquillar con toneladas de cremas desescamantes el correoso pellejo criminal del franquismo para convertirlo definitivamente en la sonrosada tez de una, tal vez con un poquito de mal genio pero respetable, señora de buen ver. En Córdoba especialmente. Y en concreto en la esforzada faena hagiográfica emprendida recientemente por una serie de hintelestuales y herudos locales en torno a la saga caciquil franquista por antonomasia: los Cruz Conde.

Si este país fuera un país normal, perfectamente adaptado a las circunstancias histórico-éticas surgidas en Europa tras el triunfo del liberalismo sobre los totalitarismos de índole fascista, toda esa patulea de pseudohistoriadores en función turiferaria podrían ser incluso juzgados por apología del terrorismo y exaltación de los crímenes de estado. Pero ya sabemos dónde estamos y quienes son los que son juzgados por investigar esos mismos crímenes. Un país donde al dictador más sangriento de Europa se le rinde homenaje perenne en un delirante panteón que se construyó para sí y para glorificar sus crímenes y que hubiera envidiado el propio Mausolo. Así que no nos queda más que soportarlos porque siguen pagados como siempre por los dueños de la casa, del caballo y la pistola, pero sobre todo son los dueños de los altavoces y, como consuelo, tratar de molestarlos rompiendo la cómplice unanimidad de la información local sobre ellos.


La palma del esfuerzo incensario se la lleva el pertinaz proceso de beatificación del que fuera alcalde de la ciudad durante los años de plomo de la dictadura franquista, el naci-onalcatolicismo, es decir, el responsable máximo, nombrado directamente por el Caudillo, del campo de concentración en que convirtieron todas y cada una de las ciudades españolas la banda de facinerosos que tras asesinar a casi la mitad de la población secuestraron y robaron a la restante por 40 años: Antonio Cruz Conde.

Toda la historiografía seria europea y española (excepto la heredera de los presupuestos ideológicos del crimen) coincide en señalar como un genocidio programado la represión que siguió al golpe de estado frustrado y devenido guerra (in)civil y a sus muñidores y perpetradores como delincuentes internacionales. Así que lo normal sería que todos los participantes en grado de responsabilidad en aquel horrendo crimen fueran considerados peligrosos delincuentes, juzgados los que estuvieran vivos e infamados como tales los nombres de los que ya hubieran muerto. Pues en esta ciudad hay un empeño tenaz, en medio de un silencio atronador cuando no otorgante de la intelectualidad democrática, en sostener lo contrario, la beatificación de aquellos responsables y cómplices, cuya palma de la infamia se la lleva el mantra de regurgitación cíclica que una serie de indecentes apologistas del franquismo no paran de emitir de que aquel naci-onalcatólico falangista que gobernó antidemocráticamente la ciudad durante los años 50 fue el mejor alcalde que la misma tuvo en todo el siglo XX. El hecho de que sus competidores por dicho título alcanzaran el cargo por riguroso y democrático método legal electivo y él como botín de guerra no parece contar para nada. Tampoco el hecho de que realmente aquellas fazañas del franquista empedernido Cruz Conde tampoco fueran para tanto y consistieran más que nada en una pastichización y kitschificación de la Judería para consumo de turistas despistados y rapsodas locales de capa y caspa y en la creación del aeropuerto más inútil de la historia de la aviación mundial.

El sentido de esa reivindicación, basada en burdas fasificaciones de la realidad, fue siempre no conceder ni un sólo gramo de reconocimiento a los alcaldes de izquierdas que han gobernado la ciudad, tanto en tiempos de la República como en los de la post Transacción. Se trataría de oponer una figura mítica, titánica, de dimensiones políticas colosales a la que no podrían ni llegar a la altura del betún cualquiera otra anterior ni posterior en el por otra parte estúpido ranking de excelencia edílica. Cuando sólo la figura de Julio Anguita, el primer alcalde elegido mediante las urnas tras la noche franquista, se alza moralmente varios kilómetros por encima del que fuera introductor en Córdoba de la Falange, la criminal asociación responsable de cientos de miles de asesinatos a sangre fría de ciudadanos españoles y varios miles de cordobeses y sostenedor eficaz de la dictadura más sangrienta de todo el siglo XX europeo. O la del último alcalde socialista, Manuel Sánchez Badajoz, que intentó en su corto mandato solucionar muchos de los problemas que la ciudad había heredado desde los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera a causa del monumental endeudamiento en que la dejaron los dos alcaldes Cruz Conde anteriores, esa especie de monarquía municipal, y que sería fusilado por los camaradas del futuro alcalde naci-onalcatólico. La vergüenza de la izquierda local gobernante desde la Transacción, ha sido no haber puesto nunca las cosas y los nombres de los criminales y sus cómplices en su sitio. La apología que de este individuo hiciera en cierta ocasión la que luego fuera traidora alcaldesa y chalana política, Rosa Aguilar, habla a las claras de la catadura moral con luego apuntaló las últimas (esperemos) bocanadas de su carrera.

Varios libros y sienes de artículos en la paniaguada prensa local en los últimos años dan fe de lo que digo. Ahora le toca el turno a su tío José Cruz Conde, el militar africanista, exterminador de kabileños y poligolpista contumaz, protagonista de una monumental hagiografía en forma de Memorias perpetrada por el uconauta profesor Enrique Aguilar, que parece que anda también detrás de la concesión de la banda de la Orden de Abrillantadores del Final de la Espalda de los Cruz Conde y a la que ya pertenecen por méritos propios otros ejemplares de la fauna cavernícola cordobesa como el concejal ensalzador de la División Azul Primo Jurado y el jurásico erudazo Solano Márquez, ambos con libro-crema facial regeneradora del franquismo, vía delirantes hagiografías del alcalde franquista que aún, vergüenza-vergüenza, da nombre a toda una barriada cordobesa. Como también dan vergonzosamente nombre a otras tantas barriadas el testiculoincensado obispo Fray Albino, redomado racista y (adaptador del Mein Kampf de Hitler para niños) y violento defensor del fusilamiento sumario como método de convicción masiva de disidentes) y el rejoneador Cañero, valiente rastreador y cazador a caballo y escopeta de republicanos huidos del genocidio en la sierra, a quien también se pretende maquillar desde la derecha más cerril, plenamente integrada en parte del actual equipo municipal por ejemplo, al que una comisión de orodentados pretende erigir un monumento. No sé si alguna otra ciudad española ha conservado tantos nombres infames en sus muros. Al menos incontestados. Y eso que ha estado casi 30 años gobernada por supuestos herederos del Partido Comunista. Que ya es tener tiempo para adecentarlos.

Si en este país tuviéramos una derecha de pedigrí civilizada y no la panda de cavernícolas de sacristía pegados a las faldas clericales y vigilantes de que no se mancille el honor de sus abuelos genocidas, negando el holocausto que generaron y la aceptación del más mínimo resarcimiento, el moral, para sus víctimas. Si no tuviéramos por derecha una panda de desharrapados ideológicos que ha permitido que el partido socialdemócrata supuestamente de centroizquierda le usurpara por ello durante años su papel. Si tuviéramos una derecha homologada a la europea que sólo se dedicara a cumplir con su obligación de malvender el patrimonio público para que se forren aquellos a quienes de verdad representan y a acelerar el trasvase de rentas de abajo a arriba, podríamos sentir que vivimos en la normalidad europea. Pero parece que el sino de este país es seguir manteniendo el logo que acuñó para él uno de aquellos fascistas, aún vivo por cierto: Spain is diferent. Así que podemos decir que contamos con la única ultraderecha que gana elecciones con mayoría absoluta de todo el espacio comunitario europeo y a una derecha civilizada que exige que se la reconozca como izquierda.

Pero con todo, lo más lamentable es el atronador silencio de la intelectualidad progresista cordobesa. Vergüenza da verla lloriquear porque no le conceden a los patios cordobeses el título de Patrimonio de la Humanidad cuando no han movido un dedo para conseguir que el genocidio franquista consiguiera el de Crímenes contra esa misma Humanidad. Si es que existe o ha existido algo parecido a una intelectualidad progresista en esta atroz ciudad de esquinas marcadas con orina de cura. Ni profesores, ni artistas, ni políticos, ni historiadores, ni periodistas, esa profesión completamente desaparecida en su esencial sentido de mantener informada a la ciudadanía. Nada ni nadie. Miedo y vacío. Asco. Y la delirante dejación de la izquierda política que en 30 años de poder municipal no ha sido capaz de erigir o propiciar ni un medio de comunicación con vocación progresista que contrarrestara la ominipresencia de la voz del franquismo y de la clericalidad más reaccionaria en todos, absolutamente todos los medios de la ciudad. Sólo entreguismo y pachorra. A verlas venir. Y ya han llegado. Y para quedarse por mucho tiempo si el cambio climático ese no nos da lo que merecemos de una puta vez.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Fascismo cordobés: Plan PONS belleza en siete libros (I)

A pesar de su longitud se recomienda su visionado completo armados de pañuelos suficientes. Risas y llantos por igual asegurados. Patrocina JABÓN LAGARTO.


Plan PONS (1), belleza en siete libros


PRIMERA PARTE: El martirio de San José Sé Sé


He de confesar que tras encajarme en el selebro de una sola tacada el video en el que el profesor de Historia Contemporánea de la UCO Enrique Aguilar Gavilán, cómodamente sentado en un sofá ante las cámaras de la una cadena de televisión local cordobesa y armado con una superesponja de delirante cobismo, enjabona con una casi enfermiza minuciosidad hasta el más recóndito, innombrable y aromático rinconcillo de la memoria del cacique poligolpista y matamoros cordobés José Cruz Conde, no he podido impedir que me se agarre un nudo en tol gañote y me se sarten las lágrimas de sentimiento sentimentar der güeno. Y no sólo porque me haya transportado por el túnel del recuerdo a las Vidas de Santos que consumí de niño y que abandoné, insensatamente, a los 12 años, sino porque siempre me toca la fibra emotiva la contemplación en acción de un verdadero apolojeta. Pero es que ni un defectito, oiga. No había leído un ejercicio hagiográfico de tan vibrantes timbres desde los ardorosos enfrancamientos del gran Pemán. Lo único que le ha faltado decir al enardecido profesor es que nuestro entrañable cacique era tan sublime que incluso deposicionaba cerullos de una milagrosa perfección cilíndrica. ¡Qué entrega en el restriegue, oiga! Pareciera que en lugar de hablar del individuo que coordinó las acciones de los perpetradores civiles y militares materiales del golpe naci-onalcatólico del 18 de julio en la ciudad de Córdoba se tratara de, qué sé yo, un cruce entre el Padre Damián atrapado en Molokay y un Nehru de Los Dolores. A partir de ahora San José Sé Sé.

Pero si las inefables virtudes de toda laya que adornan a tan conspicuo personaje son lubricadamente inventariadas por el emosionadísmo profesor no se quedan atrás los no menos ardorosos, y eficaces, intentos de enternececimiento lastimero a que nos somete con la descripción no menos minuciosa de los insoportables padecimientos a que el nobilísimo, modernísimo, concienciadísimo socialmente, implementaorisímo personaje padeció en su exilio madrileño en sede diplomática durante tres años mientras las furias asesinas que contribuyó a desencadenar convertían todo el país en un infierno. Hubo días que ni lavarse pudo el pobrecillo, gimotea tristemente el profesor. Eso sí, lógicamente y para no desequilibrar el cuadro penoso, el tierno profesor no desperdicia ni una sola lagrimita, ni un hipido para los más de 4.000 de sus paisanos que fueron asesinados a sangre fría y arrojados a una fosa común tras jornadas de terror en las improvisadas cárceles falangistas fruto de su eficaz actuación como coordinador del golpe de estado fascista que movilizó a los asesinos materiales y que conllevaba un prediseñado plan de genocidio del mayor número de republicanos y republicanas cordobeses. Ni por sus viudas y huérfanos. Ni por los torturados. Ni por las mujeres violadas, rapadas y ricinadas por sus colegas. Ni una sola. Debe ser que entre tanta agua jabonosa en su bibliografía no encontró el libro de Francisco Moreno Gómez en el que se explica meridianamente las consecuencias de su eficacísima gestión coordinadora. O le quitó tiempo para ir a ver La voz dormida de Benito Zambrano.

Pero tampoco se deja arrebatar del todo nuestro alabancero profesional por el arrobo místico-cobista, ni por la meliflua untosidad zalamera. No. También echa mano a la furia defensora que se le desencadena cuando con la vena del pescuezo hinchada refuta la afirmación de una… indocumentada investigadora –a la que merecidamente despacha con un displicente manotazo- de que el modernísimo político arruinó a la ciudad por varias décadas en su breve paso por el ayuntamiento a causa de los magalomaníacos proyectos emprendidos en exclusivo beneficio de la burguesía a la que pertenecía. ¡Mentira!, grita iracundo como si le hubieran faltado a su propia madre (min. 13'50). Ni una sombra de mácula permite en su vaselínico supositorio discursivo el aguerrido profesor que caiga sobre el personaje al que pretende monolíticamente beatificar en forma de libro. La recopilación de los escritos de don José en ese su tristísimo exilio diplomático. Con el título de Memorias de José Cruz Conde nace la criatura. Persecución, encierro y martirio de San José Sé Sé por las hordas marxistas contados por el mismo le hubiera venido probablemente mejor.


En la entrevista (2), emitida con el libro que acababa de publicar recién salido, dice nuestro franquismiquis profesor que la presentación ocurriría en breve porque estaban esperando una ocasión propicia para propulsarle toda la importancia, todo el boato que se merecía. ¡Y tanto! No tuvo que esperar demasiado. La ocasión propicia fue la de esperar hasta poder colocar una pica franquista en el recién conquistado por el PP Salón de los Mosaicos del Alcázar, de propiedad municipal. Todo un símbolo, un gesto de toma de posesión mediante un acto de afirmación naci-onalcatólica de un territorio que los fachas locales sentían arrebatado por los herederos de los rojos a los que sus antepasados ideológicos (y biológicos, claro, casi siempre) intentaron ya en una ocasión exterminar. LA TOMA DEL ALCÁZAR, hubiera sido un buen título para el ahora exultante Acorazado ABC. Ahora toca reivindicar o más bien restaurar otra memoria: la de los vencedores de la Revolución Fascista del Glorioso Movimiento Nacional. Un tanto vapuleada en los años de jodida democracia por las acusaciones vertidas sobre ellos de delincuentes, ladrones y sobre todo genocidas por parte de los herederos ideológicos (y también biológicos, claro) de los vencidos. Una panda de impresentables resentidos. Con un mu mal perder.

Allí estaba el flamante alcalde Nieto con su discursito bien dobladito y planchadito, probablemente escrito por su asesor en materias de simbología naci-onalcatólica el concejal admirador de la División Azul, Juan José Primo de Jurado, que también estaba, cómo no, allí. Aseaditamente el joven munícipe destacó que José Cruz Conde dejó una huella indeleble en la historia y fisonomía de Córdoba. ¡Y tanta! Alguien debería explicarle al joven alcalde, por si no lo sabe, que fisonómicamente la Córdoba que diseñó el próximo santo del santoral local quedó mu molona pero se hizo a costa de destrozar buena parte del casco antiguo medieval más grande y mejor conservado de Europa para que la burguesía cortijera cordobesa –la peor al oeste del cabo de Palos, con perdón de Granada- se construyera su ensanche en el mismísimo corazón de la ciudad y no extramuros como se venía haciendo en ciudades menos salvajes y que la lógica urbanística ya canónica entonces ordenaba. Amén del brutal endeudamiento en beneficio exclusivo de la burguesía en que dejó a la ciudad y en cuyo desembarazo se empleó a fondo el último alcalde socialista de la ciudad, fusilado por los falangistas a los pocos días del golpe coordinado por nuestro angelical paisano del 18 de julio.

En lo histórico desde luego que dejó una huella indeleble, sobre todo como coordinador experimentado en golpes de estado contra las legalidades vigentes. Primero como coordinador del golpe de estado de Primo de Rivera (1923), quien lo premió con la alcaldía de la ciudad y con el gobierno civil de Sevilla después, y posteriormente del fascista de 1936, cuyo premio para él ya sabemos que fue tener que asearse tristemente con un pisapapeles de bronce para no gastar cuartillas con que narrar a la posteridad sus tristes cuitas en una lujosa residencia diplomática. En el primero ahuelló pisoteando los derechos de todos los trabajadores de la ciudad, base política de aquella Dictadura. En el segundo ahuelló facilitando muy eficazmente el desencadenamiento de un genocidio que tuvo como resultado la eliminación física y a sangre fría de 4.000 de sus paisanos y la brutal destrucción de un régimen político que por primera vez colocaba al país y a la ciudad en el concierto de las democracias europeas del siglo XX para transportarlas en tres años al siglo XIX en lo social y al XVII en lo moral y religioso. Eso es dejar huella. Eso es ser moderno y tener visión de futuro.

También estaba presente el sobrino nieto del homenajeado, el canónigo Fernando Cruz Conde, conocido, siguiendo la tradición familiar de contribuir a la boyantía de la ciudad, por sus responsabilidades en la quiebra de Cajasur, a quien tocó el papel de humorista de la velada. Da mucha risa escuchar a este venerable sacerdote explicar que la publicación de los escritos del poligolpista militar deberían servir para la reconciliación, porque eso es lo que hemos vivido en la familia. Comentar ese deseo sería romper el encanto de la carga de fina ironía y el humor socarrón que contiene. Mucho más graciosa fue su descripción del tío Pepe, como un hombre de espíritu caballeresco que vivió al servicio de la paz. Lo de caballeresco debe referirse a su conocida afición formando parte de un ejército regular invasor de un territorio soberano a cargar a caballo contra los paupérrimos rifeños nativos que defendían su tierra con el fin de masacrarlos artesanalmente. El General Custer de Los Dolores Chicos. Eso sí, al servicio de la paz. Exactamente igual que sus fazañas posteriores, éstas mucho más industrializadas.

El que, fiel a su zorresca (de zorro, de astucia, que últimamente todo hay que aclararlo, como el juez Del Olmo), y maquiavélica habilidad para andar sin mancharse por fangales y veredas como el armiño del cuento, mantuvo el tipo fue el editor, Manuel Pimentel, que se deslizó magistralmente, éste sí con una socarronería de 24 quilates, resaltando la “trascendencia” que con libros y actos como éste adquiere el personaje. Ahí es nada. Pecunia non olet. Quien quiera entender que entienda.


¿Qué significado cabe descifrar de semejante perolete de indecencia, semejante escupitajo colectivo sobre las víctimas del franquismo, sobre los miles de enterrados en las fosas comunes? Pues muy fácil. Se trata del acentuamiento del proceso de desatranque de las cloacas del franquismo en que viene empleándose ardorosamente los sectores más reaccionarios y herederos ideológicamente de aquél con la ayuda de una serie de fontaneros vocacionales o contratados. Los César Vidal, Pío Moa, miembros de la Real Carcademia de la Historia y demás artistas del chupón se dedican al ámbito nacional, pero a nivel local también existen desatrancadores muy profesionales. En Córdoba, que la familia Cruz Conde no necesita por sí misma a estas alturas limpieza de blasones alguna porque ya no es lo que fue y nadie de dentro lo solicita, el abrillantamiento viene dado por gentes ajenas a la misma, que han comprendido que sus más conspicuos miembros representan la esencia y la ciencia del franquismo y que su reivindicación es imprescindible para convertir la memoria histórica del genocidio que perpetraron sus abuelos en una sopilla un pelín recia pero perfectamente digerible para las nuevas generaciones. Podrían perfectamente dejarlos dormir el sueño piadoso del olvido, pero para ellos el enjabonamiento de la estirpe (un curioso caso de monarquía municipal) de políticos cruzcondianos, completamente pringados con un régimen en todo equivalente al nazi alemán y al fascista italiano, perpetrador de crímenes perfectamente homologables con los de aquellos, es imprescindible para ese fin.

Hoy le ha tocado a San José Sé Sé, un tanto olvidado, a pesar de que cuenta para vergüenza de todos los políticos municipales de izquierdas desde el 79 que no se lo retiraron, violando sistemáticamente a partir de su emisión la Ley de la Memoria Histórica, con el nombre de la principal calle de la ciudad, pero el verdadero caballo de batalla es la reivindicación de su sobrino el alcalde falangista Antonio para quien la caverna reaccionaria solicita desde hace años la consideración de mejor alcalde de Córdoba desde la fundación de Claudio Marcelo, su elevación a los altares, la erección de un monumento de 30 metros, la colocación de veinte placas recordatorias, la dedicación de treinta calles, una por barrio y la declaración oficial de la persona que mejor comía y a quien mejor le sentaba. Y con el cual el plan CREMA PONS está siendo especialmente generoso porque viene siendo usado en varios libros hagiográficos de una efectividad divina de la muerte. Centrará la segunda parte de esta entrada.

El equivalente a la visión que esta patulea indecente quieren reivindicar sería que en Alemania hoy día se tratara de dar la idea por una parte de la historiografía oficial (universitaria, estatal y municipal) de que a Hitler, Goering, Goebbels, Himmler tal vez se les fue la mano con los judíos, los gitanos, los homosexuales y los comunistas pero proporcionaron vacaciones pagadas a los obreros alemanes, dejaron las ciudades hechas un primor y pusieron a Alemania definitivamente en el ojo de la Historia como desencadenantes de la inevitable e imprescindible II Guerra Mundial.

Para terminar esta primera parte dos cositas más. Recordar sólo como pequeña aportación a la hagiografía emprendida por nuestro franquismiquis (3) profesor de la UCO que Joaquín Romero Murube, el falangista poeta amigo de los poetas rojos, escribió y publicó clandestinamente (1937) un bastante desconocido romance, Romance del Gobernador, durísima diatriba contra el que fue Gobernador civil de Sevilla y Comisario regio durante la Expo del 29, José Cruz Conde, al que Joaquín Romero acusa, entre otras lindezas, de putero y borracho.

Y reconocer las divinas virtudes intermediarias de San José Sé Sé para quien airea sus santidades, con las mismas propiedades enteógenas que la de San Pancracio: concesión de salud y trabajo. Salud se le adivina concedida a simple vista al lozano hagiógrafo uconauta. En cuanto al trabajo, no hay más qué ver cómo se le acumulan últimamente los nombramientos llovidos del cielo del PP encima de la mesa. Ese cielo donde se codean con el mismo Dios, que, como todo el mundo sabe, es de derechas de toda la vida.

La Vida del Santo esperaré a que esté en la bibliotecas. Me interesa lo que pasaba por la cabeza del pobre San José Sé Sé en su tristísima y penosísima prisión de altos techos con molduras rococós, pero desde luego no pienso soltar ni una cala para adquirirlo.


CONTINUARÁ: IR A LA SEGUNDA PARTE


NOTAS:


(1) Como he comprobado que todos aquellos lectores que calcen menos de treintaipico no tienen ni zorra idea de qué es eso del Plan PONS tendré que explicar que durante años y años en la TV española uno de los anuncios más reproducidos fue el de una crema facial, de marca PONS, que una dulce voz femenina publicitaba como Plan PONS BELLEZA EN SIETE DÍAS, que prometía milagros cosméticos en la más poco agraciada de las mujeres a la semana de ser usado. Forma parte del acerbo de muletillas grabado a fuego en la corteza cerebral (ahora llamado disco duro) de todos los españoles que superen aquella edad.


(2) Del impresionante estado del periodismo profesional en esta ciudad da medida la obsequiosísima actuación de la entrevistadora que en ningún momento pone en apuro alguno a quien está derrochando una ristra de afirmaciones que cualquier persona mínimamente versada en historia de España podría poner en duda, o al menos cuestionar en algunos de sus matices. No es culpa de la chica, desde luego (o sí, quién sabe), sino de quien diseña esos aguachinados espacios sin la más mínima voluntad de espíritu periodístico.


(3) Franquismiquis (franquistas tiquismiquis) es una categoría de derechistas que no osan declararse herederos directos del franquismo, aunque no osan tampoco condenarlo como cualquier derechista normal europeo haría con el equivalente en su respectivo país. La inmensa mayoría de los militantes, simpatizantes y políticos de la UCD (partido en el que militó nuestro profesor cobista) lo fueron en más o menos grado, desde los franquistas vergonzosos o franquichurris hasta los franquenstinos (cercanos a Fraga).

De vuelta del/al país de los tigres malayos

Chinatown de Singapur, esa Disneylandia con pena de muerte

Después de un mes rodando por esas Malasias de los dioses, verdaderos y falsos todos arremesclaos, practicando lo que siempre Lansky me recuerda: el turismo ilustrado y que yo acepto convencido, regreso al blog quizás ya por poco tiempo. Ando pensando cerrar este chiringuito no sé si temporal o definitivamente y dedicarme a placeres más convenientes también temporal o definitivamente. Entre otros y de momento embucharme morosa, relajadamente el último y monumental regalo del profesor Fontana, Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945. Estoy cansado de escribir siempre sobre casi las mismas cosas y en el mismo tono y además estoy convencido de que no se me echará nada de menos. Lo cual, tal como se están poniendo las cosas últimamente, es hasta de agradecer. En el viaje, del que tal vez dé cuenta en los próximos días en alguna entrada, más por dejarlo fijado para mí mismo por escrito que por prurito comunicativo, no pude dejar de entrar en la red de vez en cuando e incluso permitirme colgar alguna entrada en el magazin digital en el que colaboro: La Colleja. Así el día de antes de las elecciones del fatídico 20N me dediqué a visitar cuanto templo de cuanta religión encontré en una ciudad plagada de ellos y ellas para suplicar a sus dioses, por si alguno era verdadero y se podía apiadar de este pobre país, que no ganaran absolutamente las elecciones quienes por fin las ganaron de ese modo. Si alguno de los amables amigos que me tienen en sus avisadores tiene curiosidad por comprobar el relato del periplo templario puede encontrarlo AQUÍ.

Mis últimas colaboraciones en La Colleja también las colgaré por aquí. Pero ya digo que mejtoy quitando... mejtoy quitando... solamente me meto de vejencuando. En un rato la última de ellas en la que doy cuenta de que esta ciudad de Córdoba en la que me tocó nacer, pacer, padecer y también ser feliz, no tiene definitivamente remedio y que no merece la pena jugarse ya nada por defender una racionalidad y una visión de la decencia en la que siempre creí. Bueno, exagero, porque en realidad y como dice el ya acreditado lema collejero: abandonada toda esperanza, sólo queda molestar. Y cuando digo jugarse lo digo con todo el sentido. Los fachas de esta ciudad están muy, pero que muy crecidos y son muy, muy peligrosos. Sólo queda por ver cuál será el alcance real de sus amenazas.