¿Dios mío, de dónde sale tanto facha?
Es en las distancias cortas donde un criptofacha de verdad se la juega. Para quien no lo conozca apuntaré que Francisco José Jurado podría definirse más o menos como un columnista cordobés del ABC que en sus ratos libres escribe novelas policíacas. Si no por lo imaginativo del esquema, al menos puede resultar curioso para el aficionado cordobés al género comprobar el resultado de su intento de trasplantar el ya jartible modelo narrativo del pasma investigador urbanita contemporáneo que cultivan al menos 2000 escritores en todo el mundo a las calles de la ciudad de la Mezquita (antes mezquita). Benegas se llama el tal y la única novela que ha publicado su autor. Lo más que puede decirse del ejercicio es que se puede leer despreocupadamente mientras se toma el sol en una tumbona, sobre todo porque las historias que hilvana son curiosas y no mal armadas, aunque la incapacidad manifiesta del autor para dotar del más mínimo relieve a la personalidad del protagonista, el pasma listillo, le resta una de las más interesantes bazas que tiene el género para atrapar el interés del lector.
En el primero de los casos que resuelve el comisario Benegas el autor ilumina en un crudo flashback las sórdidas y criminales maniobras de los falangistas cordobeses que en los primeros años de la posguerra y con la inestimable ayuda de la Iglesia Católica secuestraron a tantos niños hijos de republicanos para saciar los instintos maternales de las señoras estériles o no bien fecundadas de las clases vencedoras de la guerra. Sólo el relato de ese caso podría conducir al no avisado a considerarlo un escritor sensible a los presupuestos de la ética ilustrada. Y digo sólo en ese porque no he leído más. Demasiados libros en el mundo esperándome me impiden malgastar demasiado tiempo en bagatelas sólo por cultivar el paisanaje.
Su faceta de columnista tampoco me es muy familiar, de lo que me arrepiento ahora como rastreador aficionado de la fauna facha cordobesa que me considero, salvo en la más alta ocasión de emisión de odio asiático que vieran los siglos en esta discretísima ciudad, cuando arremetió en célebre artículo con intenciones de miura, probablemente con bastante razón racional, pero con no menos de razón rencorosa, contra el delegado de Cultura de la Junta en Córdoba, Joaquín Dobládez, y sus secuaces.
Pero ha sido en reciente artículo sobre la Memoria Histórica donde el cuerpo a cuerpo con el tema lo ha mostrado como un aguerrido artillero intoxicador del aire urbano disparando desde el puente del acorazado ABC bombas de peste fachendosas sobre la ciudadanía. ...Chirría, afirmaba verde de bilis el individuo, por tanto, que una parte del presupuesto público se gaste en delicuescentes comisiones que nos adoctrinen sobre la bondad republicana, apuntando que todos los caídos por ella eran defensores de la libertad y la Democracia. Menuda memez. El Ejército Popular pretendía instaurar una dictadura del proletariado. Y los pocos leales – poquísimos – que en aquella carnicería del 36 intentaron salvaguardar la legitimidad democrática en España fueron pasados por las armas en los dos bandos. A ver si nos enteramos.
Poco se puede hacer en un país donde la que pasa por derecha y no es sino caverna perifascista, y sus valedores intelectuales, sigue sin aceptar, como acepta metodológicamente la inmensa mayoría de los historiadores occidentales, las verdaderas características de la Revolución Nacionalcatólica que se alzó contra la legalidad democrática y planeó y llevó a cabo un genocidio del mismo calibre que el que los nazis perpetraron contra los judíos y sigue empleándose en llamar dos bandos del pueblo hermanos (cainismo) lo que no fue sino el aplastamiento y posterior secuestro de todo un país por parte de una banda armada de facinerosos. Son visiones así las que apartan a ciertos individuos de un derechismo liberalote más o menos legítimo, para conducirlos al redil donde pastan los que se ganan honradamente el apelativo de fachas.
Como apuntan tozudamente las apariencias, nuestro astuto criptofacha usando sus medianas dotes de juntaletras profesional defeca descaradamente sobre la verdad cuando afirma que el Ejército Popular, nombre oficial del ejército defensor de la legalidad republicana, pretendía instaurar la dictadura del proletariado. Con ello trata de echar lo que él considera mierda revolucionaria comunistoide sobre todo el espectro republicano español agredido por el fascismo. El ejército republicano representaba a gente como Lorca, Azaña, Ayala, Juan Ramón Jiménez, Sánchez Albornoz, Machado, el general Rojo, Negrín, Miguel Hernández, los miles de intelectuales, maestros, rectores de universidad, todos ellos peligrosos leninines que pretendían eliminar a la España buena y católica para instaurar un régimen de terror estalinista. Ello le hace colocar a los dos bandos en la misma balanza: a los anteriores en un lado y a gente como Millán Astray, Queipo de Llano, Pemán, Fray Albino o don Bruno, que, según su aguda visión, se defendían de ellos, en el otro. Ahora, además el correoso escritorzuelo tiene la oportunidad de ver las obras plásticas que muchos de esos fanáticos comunistas fusiladores de curas confeccionaban en sus horas libres y que se exponen en Córdoba en la muestra DESPUÉS DE LA ALAMBRADA, y a los que hubo que expulsar de la patria para que su Ejército Popular no la convirtiera en un enorme campo de trabajo soviético. Como se puede ver en el magnífico documental que se ofrece a la entrada.
Hay un punto exacto en que gentes normales y respetables que defienden sus ideas se convierten en sacos llenos de ...mentiras. Completamente llenos. Obligando a los demás a andar en sus proximidades con la nariz tapada o con la mano sobre la cartera de la sensatez siempre alerta. Mala gente.