I: EL PAPEL DE LA PRENSA CORDOBESA (1)
Una de las papeles más cómicos de la opereta bufa Los Últimos días de Pompeya Episcobanquera al que hemos podido asistir estos días ha sido sin duda el representado por toda la prensa y los media cordobeses en general. Desde que comenzó a vislumbrarse el cantado desenlace con el duetto finale tenebrante del enroque numantino del último cura acompañado por el último excomunista, el fiel Agnus Hens (2) de Izquierda Unida (qué gran trágico perdió contigo la escena, Andresito) en la teatral Alta Roca del Suicidio, todas las rotativas se han lanzado a desmelenarse deshaciéndose en jeremiacos lamentos acerca de la pasividad con que los cordobeses están tomándose la quiebra de Cajasur. Y el mensaje que parecen querer dar es que parece mentira que la sociedad cordobesa haya consentido que los responsables de la Caja se hayan cargado el instrumento de desarrollo más importante con que contaba la ciudad.
La primera e instintiva reflexión que se me ocurre es que la vergüenza es algo completamente desconocido en las redacciones de los diarios y los media locales, instalados, ya desde siempre, en la más osada de las desfachateces. O sea, que resulta que durante más de 30 años todos, absolutamente todos los medios cordobeses se han empleado concienzudamente en mantener un estruendoso silencio pactado acerca de lo que de verdad se cocía en esa olla podrida que siempre fue la Caja de los Curas y ahora aparecen galleando con sus pescuezos pelados a picotear el cadáver del banquero ensotanado. A moro muerto, gran lanzada, como dijo el castizo.
Il Capo dei Capi de opereta, esa especie de Doctor NO con alzacuellos, Michele Castiglieggio que desde su covachuela recamada de maderas preciosas y crucifijos crislefantinos manejó todos los hilos de la ciudad haciendo y deshaciendo en todos los campos del quehacer urbano a base de crear una inconmensurable red clientelar metastásica tuvo como cómplice primero para perpetrar su poder absoluto a la casta periodística cordobesa, una legión de plumillas profesionales y amateurs sumisos a las órdenes de Jefes de Redacción y Directores perfectamente comprados a base de páginas completas de publicidad del logo del Palomo Blanco e invitaciones continuas al costosísimo canapé de las vanidades del Círculo Mundano Cordobés. Hasta se llegó a rumorear incluso que el Cordobés del Año lo elegía personalmente Él.
Pero las reglas de la omertà impuestas por el Orondo Cura Banquero no se limitaban a hacerlos mantener la boca cerrada sobre lo que todo el mundo sabía, sino que fueron invitados a base de pesetas primero y euros después a convertir sus páginas en ejercicios turiferarios de todo el aire que alrededor de don Michele corría. Y el Superego del Superboss siempre fue de una insaciabilidad ogresca. Columnistas felpudos del Diario Córdoba hubo que a base de saliva y betún, según la parte de don Michele que tocase, trasero o pies, consiguieron plaza perpetua en los Dominios Culturales del Altísimo. Y aún siguen allí. Aparte de la publicidad estableció además una complicidad fundada en un intercambio bidireccional de favores: periodistas que entraban en la plantilla por su condición de meapilas y empleados que entraban en Cajasur por débito recíproco de favores. Durante muchos, muchos años, principalmente en las hojas del Diario Córdoba, no pasó un solo día sin que asomara al menos un par de veces la oronda figura del banquero sacerdotal, hasta el punto de que llegó a parecer más que un diario, una biografía hagiográfica del Benefactore en cómodos fascículos coleccionables. Siempre con mucho, muchísimo respeto.
Pero nada de noticias o columnas sobre los negocios sucios en la Costa del Sol, la simpatía y algo más de don Michele por Jesús Gil, cuya forma de hacer negocios alabó públicamente repetidas veces, la contribución a la destrucción sistemática del ecosistema malagueño y al patrimonio histórico andaluz, la monstruosa inflación de personal de plantilla y oficinas para colocarlo ( y que ahora hay que desinflar), fruto de la política de compra de voluntades mediante la contratación de familiares de todo quisque, el descaradísimo trasvase del dinero de la Obra Social a organismos satélites de la Iglesia, la irregular, ilegal y desquiciada apuesta por las inversiones del ladrillo, con la complicidad de obscenos empresarios y alcaldiosas impostoras para conseguir dinero rápido, muy rápido y fácilmente lavable. Noticias que estaban en la boca o en las sospechas de todos, menos en las plumas de los periodistas cordobeses. Particularmente graciosa fue la eficacísima sordina que se impuso a los chillidos de los socialistas que estaban siendo desalojados de Cajasur, y que tras haber entregado miserablemente una Caja Provincial de la Diputación en perfecto estado de revista a los Episcobanqueros a cambio de sus puestos, prebendas varias e investigables otrosíes, fueron engañados y sacados a la fuerza, arrastrados de la pata, de la cochiquera donde hozaban tan cómodamente, pensando que para siempre, por los nuevos dueños del cotarro. El gordo culo de don Michele los sacó del banco sin contemplaciones ni compensaciones. Y sin siquiera un altavoz para poder chillar. Además de todo eso y como broche de oro se curró la independencia definitiva de los socialistas desfenestrados aliándose con el PP de Aznar para desvincularse de la Junta, en una jugada magistral de ingeniería canalla en la que jugaron un papel de corifeos payasos los munícipes excomunistas pilotados por la alcaldiosa renacida. La prensa cordobesa jaleó entonces el indecente espectáculo de una ciudadanía comprada mafiosamente -junto con el ínclito versiculador plumífero Antonio Gala, que sacó la tajada millonaria de una Fundación- siguiendo a la flauta de los hamelines canónigos por las calles de Córdoba que se manifestaban reclamando más poder para poder seguir mangoneando de corruptela en corruptela hasta la quiebra final. Los pobres socialistas tuvieron que lanzar sus chillidos fuera, fundamentalmente en su fiel El País. Allí uno de ellos tuvo la suerte de poder emitir, enloquecido de dolor, sus agudísimos chillidos. Sólo chillidos. Porque aparte de ellos no contó ni un diez por ciento de la verdad de lo que estaba pasando, de su propia responsabilidad y sobre todo, de la sublime estupidez de haber propiciado una desamortización de bienes públicos por parte de la Iglesia Católica. Y mientras tanto, en la capital Episcobanquera por antonomasia, silencio, el ensordecedor silencio comprado de la prensa lacaya. De esa que ahora gallea malhumoradamente contra el silencio ciudadano.
En esta ciudad las escasas noticias acerca de aspectos, no ya inquietantes, sino simplemente simpáticas que conseguíamos –y conseguimos- consumir los cordobeses críticos acerca de la Santa Banca tenían que venir impepinablemente de fuera. Y hasta la de fuera se nos escamoteaba siempre que les era posible. Fue memorable la compra de la edición completa de la revista Tribuna (3) que llevaron a cabo en los años 90 una legión de empleados de Cajasur kiosko por kiosko haciéndose con todos los ejemplares, porque publicaba un reportaje poco complaciente en el que se llamaba a don Michele el Marcinkus cordobés. Con dos cojones y con el dinero de la Obra Social. Todos los ejemplares. Alberto Almansa -el único periodista independiente de una ciudad en la que todos los demás son empleados directos o indirectos, de CAJASUR- ha colgado en su blog UN ESCANEO PERFECTO DEL ARTÍCULO.
Sólo en los últimos años algunas voces comenzaron a escucharse por vías alternativas, fundamentalmente Internet, en blogs y páginas críticas. E incluso francotiradores que usaban todos los medios y todas las plataformas a su alcance para denunciar la insostenibilidad e inmoralidad de la apestosa olla de mierda cajasureña. Algunos han pagado caro su osadía. Esta misma taberna de la Calleja de las Flores lleva en sus cinco años de vida dando cancha a todo el que ha querido manifestarse y aportar datos que nos ayudasen a entender cómo una ciudad como esta, tan vieja, y como dicen los botafumeiros folklofrikis locales, equivocándose estrepitosamente, tan sabia, ha podido caer durante tanto tiempo en manos de la peor banda mixta de curas de horca y cuchillo, empresarios orodentados, tecnócratas a la violeta, periodistas venales y políticos sin escrúpulos del hemisferio norte, para llevarse toda la pasta de la mesa de juego.
(1) Publicado originalmente en LA CALLEJA DE LAS FLORES.
(2) Debo esta agudísima etiquetación a mi contabernario de La Calleja Marti Julbe.
(3) He hecho algunos cambios en esta parte del post a la luz del conocimiento de que Alberto Almansa había colgado el célebre y perdido artículo. Al leerlo he descubierto que en él no aparece ese certero rejonazo de la comparación de don Michele con Marcincus. No sé de dónde lo he sacado. No creo que se me ocurriera a mí solito. Al menos no tengo conciencia de ello. Para los más jóvenes y más curiosos que no sepan quién fue ese cardenal, que fue llamado El Banquero de Dios, les recomiendo la lectura de su necrológica que publicó el diario El Mundo. O volver a ver El Padrino III.