El feo culo de la ministra
Cuanto más te agachas más se te ve el culo, dice el dicho popular. Y eso es lo que se le ha ocurrido a la ministra de Exteriores española, la señá Trini Jiménez, por agacharse tanto buscando la miserable peseta que se le ha caído, que se le ha visto tol culo de la desvergüenza y de la tramposeria que usurpa el nombre de la diplomacia. ¿Cómo podemos entender su afirmación de que en Marruecos no hay ningún riesgo de contagio de la serie de revueltas que están sacudiendo el mundo árabe para exigir democracia, el fin de la corrupción y la caída de los tiranos porque inició ya hace algunos años un proceso de apertura democrática? Teniendo en cuenta que un día antes el primo del (según la ministra) ya exsátrapa, extirano y exsaqueador de bienes públicos y tercero en la línea sucesoria, Muley Hisham, decía justamente lo contrario, podemos pensar dos cosas: o que la señora ministra no tiene ni puta idea de lo que está hablando o que tiene demasiada y nos está diciendo algo más de lo que parece estar diciendo. Yo me inclino, claro está, por la segunda. En caso de que el pueblo marroquí se acabe levantando como es previsible y deseable como el resto de sus hermanos contra una tiranía que es, según los depredadómetros más acreditados, posiblemente la más corrupta y depredora de todas la de la gama, la señora ministra quedará posiblemente como una espabilá con un ojo clínico de un gato de yeso metío en un baúl, pero habrá dejado un precioso huevecito de serpiente en la opinión pública española: DESLEGITIMIZAR CUALQUIER MOVIMIENTO REBELDE POPULAR que se organice en nuestro vecino del sur. El mensaje es: quien se rebela sin motivos contra una autoridad paterna bondadosa, o en trance de corrección, es un rebelde sin causa, un niño o un chico insonrible que sólo se merece un par de azotes o un par de hostias dependiendo de la edad. Siguiendo ese mismo razonamiento su colega francesa de Interior ofreció al dictador Ben Ali en los primeros momentos de la rebelión tunecina ayuda para repartir esas hostias necesarias más sofisticadamente (sofistication francaise, tu déjà sais) a los revoltosos. No creo que nuestra simpática ministra llegue a tanto, o al menos lo llegue a cara descubierta, pero ya da igual: le hemos visto el culo. Y lo tiene feo. Muy feo. Cubierto de esas tiesas cerdas que sólo crían los coriáceos pellejos de los cínicorrincos. Y que siguiendo la última deriva de esta bitácora hacia lo imaginativamente insultante podríamos transmutar en TRINITORRICOS.
¿Quién le pagará a esta sujeta?