(del laberinto al treinta)


domingo, 26 de mayo de 2013

Córdoba dedica un monumento a una fábrica de roscos

El viernes pasado por la mañana pasé casualmente por la parte de atrás del colegio de curas de la marca SALESIANOS, y en un cruce de calles me encontré esto: un monumento fantasmagórico que hacía una semana no estaba ahí. Consistía en un alto pedestal y en su cima un paquete liado con papel y plástico. Al principio pensé que se trataba de una de esas modernipolleces tan de moda últimamente en otras ciudades, pero que en Córdoba es impensable que alcancen nunca a competir con las únicas que aquí gustan y son posibles: las esculturas de estilo remordimiento. Pero al acercarme descubrí que bajo el envoltorio se adivinaba una escultura de verdad que debía estar esperando a ser inaugurada. Me acerqué y pude leer lo que ponía en el pedestal: A DON ROSCO. Al principio me asaltó la extrañeza de que se le hubiera dedicado en esta ciudad un monumento a un conocido mafioso siciliano, único Don Rosco que conozco. Pero decidí esperar a llegar a casa y encomendarme a San Google. El santo patrón de las búsquedas en Internet me comunicó en un pis-pas que se trataba de UNA FÁBRICA DE ROSCOS. Pues debe ser muy famosa y tener muy merecido el monumento pero que yo no lo había escuchado en mi puta vida, algo por otra parte explicable dada mi nula afición a la bollería industrial.

Lo que no alcanzo a comprender es, dado que las fábricas de los supuestamente ricos dulces horadados están en Valencia y Cádiz, qué relación tiene DON ROSCO con Córdoba y mucho menos por qué un viernes a las 11 de la mañana se celebraba una misa en el patio del colegio de los curas esos con los altavoces a toda pastilla atronando los oídos de todo el vecindario. Pero en mí empieza a ser normal. Porque cada día entiendo menos el mundo en el que vivo.