EL ROCÍO ES DE DERECHAS
Seis de la tarde del 1 de mayo de 2008, ayer mismo. En plena sobremesa paellera en la terraza trasera de mi casa me asomo al balcón que da a la calle para vigilar el coche de un amigo que ha dejado en doble fila sin molestar a nadie pegado a un contenedor de basura. Cada media hora nos asomamos por si se ha quedado un milagroso hueco libre. El coche ha desaparecido. Dos municipales motorizados están parados unos metros más abajo. Bajo y les pregunto. Me dicen que el coche estaba en doble fila. Les digo que sí, pero que sólo momentáneamente. Me dicen que lo entienden pero que tenían orden de retirarlo porque dentro de un rato pasará por aquí un desfile de carrozas. ¿Carrozas? Sí, las de la Hermandad del Rocío.
Me muerdo la lengua para impedirme comenzar a soltar sapos y culebras irrespetuosas, blasfemas y escatológicas en sucesivas ristras de espumarajos que incluirían alcaldiosas meapilas, tenientealcaldes de pescuezo acaracolillado, concejales de cultura de merecido hípico careto, supuestamente de izquierdas, Blancas Palomas, romeros engominados disfrazados de señoritos, enmedalladas señoras de mecha y oro embutidas en imposibles trajes que llaman de gitana pero que más bien imitan los falsos trajes de mejicanas bailonas de las pelis yanquis de los 50, de derechas de toda la vida. Toda la patulea que en un rato invadirá la calle llenándola de apestosos cagajones que no recogerán, de monótonos mantras que sólo hablan de un camino, un polvo y una paloma, de alarde derechista de colorido rojiguada. De ese andalucismo de cartón piedra por el que hemos conseguido a pulso que nos conozcan en el mundo.
Que yo sepa, las dos docenas de rocieros que había en esta ciudad salían camino de la aldea esa directamente desde el Sector Sur, tiraban un par de cohetes y se lanzaban al camino a enharinarse convenientemente de polvos y vinazo para llegar ante su ídolo debidamente rebozados y empanados, física y mentalmente. Desde hace un par de años nuestra alcaldiosa Rosa Aguilar (¿será también rosiera, dios mío?) con su corte de exrojos los recibe en el Ayuntamiento, después de proporcionarles medios y cortes de tráfico suficientes para que invadan toda una tarde las calles de la ciudad en bizarra procesión de estandartes, carromatos, tamboriles y flautillas, imaginativos disfraces, dejando tras de sí un reguero de apestosos cagajones. En cambio no se le vio el pelo en la Manifestación del 1 de Mayo del mismo día por la mañana. ¡Qué cosas!
A mí que los rocieros (mi amigo Juan Sepelio, que es un radical, usa el término rociero como insulto), practiquen sus adicciones en plena libertad me la refanfinfla. Lo que me molesta es ese mimo con que las autoridades de izquierdas de esta comunidad autónoma y de este ayuntamiento los tratan. Ya he dicho muchas veces que responsabilizo directamente a la Junta de Andalucía, gobernada sempiternamente por un partido que se llama socialista, del imparable revival del alvarezquinterismo más lamentable, de la ingobernable extensión de la metástasis cofrade, de la estomagante ubicuidad del sevillanismo músico-gracioso. A falta de idiosincrasias más estupendas han convertido la caspa folclorizoide en nuestro inmutable hecho diferencial. Y Canal Sur es su profeta.
Lo que no entiendo es cómo unos políticos de izquierdas a los que se les supone una voluntad de transformación de la sociedad hacia la asunción de una racionalidad democrática utilizan como arma para ello el fomento de formas culturales que son propias de la derecha más rancia, cultos supersticiosos, humor machista, simbologías caciquiles. Para luego venir con el cuento de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Una educación cuya posibilidad ha estado siempre en sus manos y que han desperdiciado miserablemente. Normalmente aducen que, a falta de un nacionalismo integrador, dicho fomento respondió a la necesidad de arrancar a los poderes tradicionales formas culturales que habían sustraído para devolvérselo a su legítimo dueño, el pueblo. Y una mierda. Lo que han conseguido es derechizar a las masas entregando la cultura popular en manos de la Iglesia e infectarla con la estética y la ética caciquil de señoritos a caballo y cocheros de palillo en la boca. Ahora si quieren que los voten tienen inevitablemente que derechizarse ellos. Y en ello estamos.
Lo decía a la perfección el año pasado Fernando Santiago en una columna que tituló La derecha rociera:
El hecho de que el Rocío es un asunto de derechas lo demuestra que en 2007 el documental Rocío, de Fernando Ruiz Vergara, sigue siendo semiclandestino. Cuando se estrenó, en 1980, fue una brisa fresca en el audiovisual español. Un grupo de gente que no tenía miedo de los poderosos ni de los mitos y se atrevía a llamar a las cosas por su nombre. Fue un documental extraordinario, donde se explicaban las relaciones de las hermandades, sobre todo de la hermandad matriz de Almonte, con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y con el fusilamiento de líderes políticos de los partidos fieles a la república. También contaba el documental la manera en que recaudan dinero las hermandades y el entramado económico que es la romería del Rocío. Con todo lujo de detalles, incluido algún plano metafórico del señorito a caballo que avasalla a un currito a pié. Aquello fue demasiado para una sociedad donde la democracia estaba en pañales. El documental fue censurado por orden judicial, se le mutiló una escena y se ha hecho el silencio sobre su contenido. El autor fue condenado a dos años de cárcel y a una multa de 10 millones de pesetas de las de entonces. Eso es el Rocío, que no se llamen a engaño los partidos de la izquierda.
A mí siempre me pareció muy sintomático el hecho de que el traje folklórico andaluz consistiera para los hombres en el vestido de diario de los señoritos-caciques explotadores cortijeros y para las mujeres en el de domingo de las mujeres del campo, de las jornaleras. Mosqueante ¿que no?
¡Y queda un mes entero de botellón legal e ilegal por delante!