El Carcasaurus ABCensis
Hay ingenuos que afirman que los viejos carcasaurios franquistas están casi extinguidos. Es cierto que en los últimos años han sido sustituidos generacionalmente por sus ya creciditos retoños, divididos en varias subespecies, falangistas sin reciclar, neofalangistas anaranjados e incombustibles gaviotistas mangantes, pero de vez en cuando sale todavía alguno de su mechinal de formol a bramar y a dar rabotazos con su escamada cola contra los enemigos de España y otras obsesiones previas a fusilar rojos. Antes eran muy, muy peligrosos, y siguen siéndolo, no los subestimemos, pero sus apariciones en los últimos tiempos en la prensa papelaria local vienen atufadas, por mucho alcanfor que les pongan, del apulgarado aroma de chiste del correoso facha Martínez.
El chiste de este artículo, uno de los muchos, publicado en el Acorazado AWC en su aguerridísima campaña para salvar la memoria de los #abuelitosnacis y de los hijosdefacha de esta ciudad e incitar al incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica que exige limpiar de carroña fascista los rótulos de nuestras calles, está al comienzo del segundo párrafo, justo donde el carcasaurio que escribe el morcillón nos informa de que fue decano del Colegio de Abogados de Córdoba. Y reteniendo y recordando ese dato hasta el final del mismo no sería extraño que el lector soltara una estruendosa carcajada.
Imagínese, así, ese lector, a ese ilustre señor decano del Colegio de Abogados de una importante ciudad andaluza —lo que le sitúa en un alto puesto del ranquin de espabilaúra del elenco total del gremio de la misma—, defendiendo en un juicio la inadecuación de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica en la retirada del nombre del miembro de una larguísima saga de caciques y estirpe de alcaldes hereditarios, conspicuo falangista, o sea fascista, o sea perinazi, José Cruz Conde, antidemocrata, policonspirador para destruir por dos veces la legalidad democrática y poligolpista, coadyuvador en el del general Primo de Rivera en 1923 y organizador de otro en la ciudad de Córdoba en el año 1936 que desembocó en el genocidio de cuatro mil cordobeses, lo que ha quedado acreditado meridianamente por la historiografía académica, con el argumento de que lo dice su amiguete Julito Nosecuantitos que ha escrito un libro sobre el cacique. Y ahora imagine a ese fiscal reduciendo a pulpa los argumentos del ilustre decano del ilustre Colegio de ilustres Abogados de la ilustre ciudad de Córdoba con una venda en los ojos y una mano atá a la espalda. Y luego imagine también el avispado reconstructor ideal de esa escena el nivel Maribel de los selebros que han ocupado altos cargos representativos de importantes colectivos profesionales en esta ciudad.
Y desde luego no haría falta un sagaz fiscal para desmontar los argumentos defensivos del exdecano. Porque cualquier estudiante un poco espabilao de primero de bachillerato podría concluir taxativamente con que el “ilustre” no ha dado ni uno solo más allá del argumento de autoridad de su amiguete, un conocido negacionista-blanqueador sevillano, uno de los principios activos del PLAN PONS BELLEZA EN SIETE LIBROS DEL FASCISMO CORDOBÉS, que se limita a hacer una relación hagiográfica de las obras públicas desde sus puestos de responsabilidad que le fueron adjudicados precisamente por sus contundentes acciones armadas contra las instituciones democráticas y las legalidades vigentes.
Porque la literalidad de la ley de Memoria Histórica a la que el “ilustre” apela dice, como él mismo recoge, que en su capítulo III sobre símbolos y actos contrarios a la Memoria Histórica y Democrática, en su artículo 32, considera como elementos contrarios a la Memoria Histórica y Democrática la exhibición pública de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones como el callejero, inscripciones y otros elementos adosados a edificios públicos o situados en la vía púbica (sic) realizados en conmemoración, exaltación o enaltecimiento individual o colectivo del golpe militar y del franquismo de sus dirigentes o de las organizaciones que sustentaron al régimen dictatorial se considera contrario a la Memoria Democrática de Andalucía y a la dignidad de las víctimas. O sea... blanco y en botella... tronko.
A ver, pedazo de “ilustre”: el rótulo callejero dedicado al fascista Cruz Conde no es que exalte el golpe militar: es que exalta AL QUE LO PREPARÓ MINUCIOSAMENTE EN CÓRDOBA conspirando con otros fascistas como él de quien era cabecilla para que triunfara. Por lo tanto es directamente responsable de sus consecuencias, que fueron nada más y nada menos que el fusilamiento de cuatro mil cordobeses y el enterramiento en fosas comunes de la mayoría de ellos. Y que la mera existencia del nombre de ese responsable de los crímenes subsiguientes rotulando una calle es contrario a la dignidad de las víctimas. Luego podemos hablar de si comía bien, bebía mejor, hizo pantanos o se limpiaba el culo con un pisapapeles porque las cuartillas las guardaba para escribir sus memorias en su reclusión de una embajada en Madrid durante toda la guerra.
Que sí, que ya sabemos que jode mucho tener que reconocer que los abuelitos de algunos fueron despiadados carniceros de la misma casta que los nazis exterminadores de judíos en los hornos crematorios. Y una banda de ladrones. Pero tampoco está nada de bonito mearse sistemáticamente en la dignidad de las víctimas de esos criminales como la apestosa burguesía de #abuelitosnacis cordobesa viene haciendo desde aquel 18 de julio en que los suyos decidieron que le sobraban cuatro mil paisanos para consumar su desaforado amor por Córdoba y por España. Y que a lo mejor no tenían por qué heredar la culpa de sus inenarrables crimenes, pero desde luego no tuvieron ningún problema para heredar sus patrimonios, que les permitieron vivir de puta madre toda su vida sin pensar en la sangre de fusilado que los manchaban ni de los latrocinios de los que procedían.
Y para terminar, y sólo para rematar con una pincelada que ilustre la ralea ideológica que conforma el apulgarado facherío cordobés apuntaré esa macoca con que se la fruicionan ambos, el "ilustre" y su amiguete el blanqueador de fascistas, cuando ponderan entusiásticamente el novedoso e inusitado giro que don José imprimió a la política municipal al decidir prescindir de dar cuenta de su gestión en los plenos y, pasando de los partidos, dársela directamente al pueblo ¡¡¡en el Gran Teatro!!! Pudiendo haberlo hecho en el Salón de los Espejos del Círculo de la Amistad. A ver, ATENCIÓN, PREGUNTA: ¿qué es lo que se la levanta a nuestros dos carcasaurios, el carácter asambleario prequinceememita de don José o su facistización de la acción municipal?
Otro día si eso damos un repasillo a la redacción sintáctico-sinaléfica del morcillaco del “ilustre”, algo bastante común a los “alguienes” de esta ciudad a los que sus abuelitos y sus papás le dieron todo para que no tuvieran que esforzarse demasiado en su misión de perpetuar la casta dominadora de una de las ciudades más mineralmente fascistas de este país. Y mira que el ranquin está alto.