La apulgarada casta intelectual cordobesa
Hace tiempo que decidí no meterme con él, con el pobre abuelo historiador y además llevo un tiempo con el blog abandonado porque estoy en otras cosas, no sé si de más sustento, pero sí más absorbentes. Pero hace unos días me tocó mis santas gónadas cuando se dejó caer con un artículo en la Hojilla Parroquial a cuenta del tema del robo de la Mezquita de Córdoba por el cabildo en el que excreta mu mala baba y escupe los tópicos más dañinos, a fuer de estúpidos, sobre los que defendemos la vuelta a la propiedad pública del monumento, que él proyectó sobre el miembro de la Plataforma, Rafael Mir Jordano, que unos días antes había escrito otro contundente artículo en el mismo medio sobre el tema y en el que ponía las cosas bastante en su sitio. No fue el menor el de acusarnos de estar tramando entregar el monumento a los musulmanes cuya religión se caracteriza por no respetar nada ni a nadie y de ofender a los católicos sin considerar lo que ellos nos ofenden a nosotros con mucha más frecuencia y desde luego no van a ser los católicos los que den lecciones de histórico respeto a nada ni a nadie. Lo peor es que su pretensión declarada es sancionar intelectualmente la privatización definitiva del monumento, hacerlo de exclusiva propiedad de la empresa privada con ánimo de lucro en la que él consume sus productos espirituales. Y eso ya convierte el asunto en una guerra y si él es un soldado de las tropas nacionalcatólicas yo lo soy de las de racionalidad democrática. Y si él dispara desde su privilegiado puesto de artillero de puente del diario de más tirada local yo lo haré desde mi humilde patera con las armas que crea oportunas.
Se trata de Serafín Linares Roldán, al que la Cordobapedia considera historiador, así con todas las letras. El hombre, católico empedernido, lleva una sección de semblanzas históricas de personajes ilustres locales viradas sistemáticamente al sepia nacional-católico-franquista, en una revista local, Aires de Córdoba, de reparto gratuito.
Así que como arma de guerra, me he decidido a sacar una información que guardo desde hace tiempo y que no había utilizado piadosamente nunca dada la avanzada edad del jicho, la penica que me daba y mi falta de necesidad de hacerlo. Pero ya digo que me ha tocado el gonadario y de verdad de verdad que estoy muy harto de soportar que la infumable tribu de apulgarados erudos fachas de esta ciudad tengan a su disposición los más altos púlpitos mediáticos locales para lanzar sus barbaridades al viento impunemente y encima se consideren acreedores de respeto intelectual.
La medida, no ya del nivel de historiador sino incluso de la solvencia intelectual y moral de este señor la da el que en un artículo que publicó hace tres años en la citada revista utilizase de una manera completamente seria, casi literal y piratesca, ya que no cita la fuente, una información de carácter histórico que encontró en mi blog y que no consistía más que en una divertida broma, una gamberrada de divulgación histórica que me permití para divertirme y divertir a los amigos que leen las cosas que publico y que él dio por acreditada información académica sin más investigaciones.
Efectivamente en un post de ficción histórica que publiqué hace años (I y II) inventé la historia de que el ensangrentado estuche fálico que se rebanó de un tajo Ambrosio de Morales con el afilado borde de un baúl en un ataque de arrepentimiento, tal vez por considerar haber ofendido a Dios habiendo estado jugueteando con él solo o en compañía de algún otro fraile del convento donde profesaba, había sido recogido por su vecino de celda, conservado en sal y cuidadosamente guardado hasta el día de la inhumación del humanista cordobés y padre de la arqueología española en que metido en un cofrecillo y acompañado de un texto explicativo, se introdujo con él en la caja mortuoria. Y que en el siglo XIX cuando se procedía al traslado de los restos antes del derribo de la iglesia donde se conservaban se halló el cofrecillo con los restos de las virilidades separadas del humanista arqueólogo. Y que no considerando el obispo oportuno reintroducírselo en la nueva caja, se perdió el rastro de esas inquietantes reliquias con lo que animaba a que se buscaran entre las conservadas en las sacristías de las parroquias cercanas para que si se encontrasen se les pudiese venerar convenientemente en la Academia de Bellas Caspas y Nobles Tretas de Córdoba.
El buen señor no sólo se tragó el sapo enterito que se encontró en mi blog sino que se lo llevó limpiamente y por todo el morro usándolo posteriormente para darse pisto de historiador entre sus seguidores y no tuvo empacho en ponerlo negro sobre blanco para toda la eternidad.
Y este penoso señor es el que se permite dar clases de historia y moral desde su púlpito mediático local e insultar nuestra inteligencia y faltarnos al respeto a los que clamamos contra el latrocinio eclesial, acusándonos de defensores del yihadismo islámico y de ofender a los católicos cuando nos carcajeamos legítimamente por el hecho de que el único título de propiedad que puede presentar la Iglesia para reclamar la propiedad de la Mezquita de Córdoba es un yuyu de carácter mágico-supersticioso oficiado por un obispo en el siglo XIII.
Pero el nivel general del debate en las páginas del principal medio local, la Hojilla Parroquial, también conocida como Diario CÓRDOBA, es el mismo, tanto entre defensores como entre detractores del derecho de la Iglesia a apropiarse de la Mezquita. Es un debate rancio entre rancios, entre anticlericales sobrevenidos a la vejez y nacionalcatólicos pata negra. Y en el que lo que prima es esa figura de la lógica tan cordobesa del niputaideísmo, el arte de hablar de cualquier cosa sin tener ni puta idea. Y así se pueden leer perlas tan magníficas por lo que tienen de aroma de alcanfor como la que nos proporcionaba no hace mucho el chichinabesco erudo local Solano Márquez afirmando sin que se le empañaran las gafotas de rubor que Franco quiso dar la Mezquita de Córdoba a los moros que le ayudaron a ganar la guerra. El que este señor tenga cierto prestigio como historiador en la ciudad lo dice todo del nivel de la misma y del prestigio con que cuenta en medios locales el niputaideísmo. O lo que soltaba el otro día un sedicente doctor en Historia escamoteando un texto histórico sobre el pleito entre los cabildos municipal y episcopal por la pretensión de este último de destruir el corazón de la Mezquita, como acabaron haciendo, (la exigencia de respeto a la integridad del monumento por causa de su propio valor histórico artístico que exponía el cabildo municipal de la ciudad) para ofrecer sólo la según él oculta intención del cabildo municipal de perder derechos de enterramiento). Es probable que tenga razón pero desde luego es un grave desaliño intelectual y una estafa historiográfica ofrecer un juicio de intenciones en lugar de un documento.
En el otro bando pudimos leer recientemente a Carmelo Casaño dar como prueba de que la propiedad del monumento fue siempre del estado el hecho de que en las falsificaciones de la epigrafía árabe llevada a cabo por Velázquez Bosco apareciera la palabra Allah en lugar de Dios y que el cabildo tuvo que aceptarlo por fuerza, sin preocuparse de averiguar que esa palabra Allah en árabe significa precisamente Dios y es la usada mismamente por los cristianos araboparlantes.
Estos son los mimbres con que se teje la dialéctica sobre el tema de la Mezquita de Córdoba en la propia Córdoba. Los mimbres del niputaideísmo.
Y así podríamos seguir varias horas hurgando en las tripas de la hemeroteca de la Hojilla buscando y encontrando la más variada muestra del columnismo niputaideísta al oeste del Pedroches.
Mientras tanto los departamentos del ramo (Historia, Arte y Arqueología) de la UCO (siempre pía, devota de Frascuelo y de María) guardando un atronador silencio y sobre todo guardando los conocimientos arqueológicos, históricos y artísticos que atesora y que podrían perfectamente poner a disposición de la sociedad que, no se olvide, paga los sueldos a sus ilustres miembros, para ayudar a colocar el debate necesario en unos términos lo más ajustados a disciplina académica posibles. Bueno, no, algún miembro de esa casta suele asomar el morrito por las páginas de la Hojilla o de otros medios, eso sí, siempre con el papelito de fumar en modo sujeción.
Menos mal que el debate jurídico está siendo mantenido con mano de hierro y en términos absolutamente profesionales por un profesor de la Facultad de Derecho que se está dejando el pellejo en el empeño de rescatar para la propiedad pública todos y cada uno de los espacios y edificios que la Iglesia Católica le ha arrebatado con la entusiasta ayuda de los políticos herederos del nacionalcatolicismo y la desidia y cobardía de los que traicionaron los principios cimentadores de la ideología que dicen sustentar.