El último organito
Es sabido, pero sobre todo aceptado, que el tango moderno nace con Pascual Contursi entre 1915 y 1920. Contursi trasmutó las penas de cuchillo de orilleros y proxenetas del barrio de Palermo en penas de amor. Es el alumbramiento del tango sentimental, el descubrimiento de la canción porteña de lo que bellamente descubrió el poeta Leopoldo Marechal:
Con el número dos nace la pena
Poetas y músicos funden a partir de él su talento para expresar al nuevo porteño, que no era ya el compadrito con aire de chulo, sino el hijo de inmigrantes, con tristezas de gringo desarraigado (1). Por eso el tango sentimental, desde sus orígenes llora por dos pérdidas, la del amor y la del tiempo y el paisaje perdidos, las dos caras de la nostalgia universal.
Decíme
si conosés la armonía
la dulce policromía
de las tardes de arrabal,
cuando van las fabriqueras
tentadoras y diqueras
bajo el sonoro percal.Muchacho (Edgardo Donato / Celedonio Flores (1926))
De los tangos de nostalgia mi preferido es El último organito (Ancho y Homero Manzi). Es un tango tardío (1949), de una plasticidad minuciosa y prolija, de pinceladas finas y exactas que conforman un retrato de la tristeza repleto de matices y esquinas de arrabal, concentrada al final por esa inasible evocación alucinada del ciego de Carriego que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
La versión canónica es la de Edmundo Rivero. Imposible superar el eco varonil de su voz doliente. En España hemos gozado recientemente de la versión de Serrat en su disco Cansiones y sufrido la de El Cabrero. No sé, ni quiero saberlo, si el torrefacto Julio Iglesias lo introdujo en aquel plastificado disco de tangos que perpetró hace unos años. Las minas, las mujeres, nunca fueron bien vistas como intérpretes por los puristas, aunque en sus últimos años el propio Polaco y Cadícamo babearan ante Adriana Varela, pero algunas de las mejores versiones se deben a ellas. Susana Rinaldi y más recientemente Malena Muyala lo han bordado. Pero yo tengo debilidad por la versión de Haydée Alba, una versión delicadamente minimalista en la que la cantante expatriada en París lamenta las ruedas embarradas acompañándose sólo por el propio organito.
(1) José Gobello: Letras de tangos. Ed. Nuevo Siglo, Buenos Aires, 1997. (VOLVER)