VOTANDO CLARAMENTE
La política es el arte de evitar que la gente se preocupe de lo que le atañe
P. Valery
Votar es elegir en secreto a quien te robará públicamente
Xhelazz
Voy a votar a IZQUIERDA UNIDA en las generales, como casi siempre, porque la última vez me sentí impelido a votar al PSOE para desalojar de una puta vez a los fachas del gobierno. Pero ya cumplí con mi deber del voto útil una vez y no voy a seguir haciéndolo. A pesar de que gente muy cercana a mí sigue insistiendo en que se trata del mismo voto que el de hace cuatro años. Una estricta necesidad de defensa frente a la ola reaccionaria, para mantener la posición y que una dispersión del voto de izquierdas debido a la asquerosa ley electoral que padecemos y que la mafia de los grandes partidos diseñó en su beneficio pondría en peligro. Y es cierto que un voto a Izquierda Unida vale aproximadamente cuatro veces menos que el dirigido al PSOE o al PP. Pero eso, como decía hace poco Almudena Grandes, no tiene que nada ver con la ingenuidad. Es sólo injusto.
El asco que siento por el PSOE, y que ya he dejado explicado en otras ocasiones, no me va a dejar votarlo en demasiado tiempo. Me hablan también de UPD, el partido que han fundado mi admirado Savater y Rosa Díez. Bueno, aparte de que no entiendo muy bien su necesidad, a Rosa la escuché el otro día en el programa de Feredico Jiménez Losantos riéndole las gracias al Pequeño Talibán de Sacristía y se me revolvieron las tripas. Hay cosas que no valen un millón de votos. Tampoco es que el programa de Izquierda Unida me suene a campanillas de gloria y además el monicaco ese de Llamazares me toca los cojones sobremanera. Pero siguen siendo la gente más cercana a mi sensibilidad y a mi manera de luchar por conseguir un mundo más racional y por tanto más justo. Incluso Rosa Aguilar, nuestra alcaldesa, a la que ataco tan frecuentemente y a veces con una saña que incluso me duele, sigue estando más cerca de mí que cualquiera de los socialistas de chichinabo que han ido dilapidado desde 1982 hasta hoy toda la herencia del republicanismo del que proceden, del que procedemos todos los que nos consideramos de izquierdas.
En cuanto a las autonómicas, en las que ni siquiera existe la más mínima posibilidad de que los engominados puedan rozar el gobierno, al PSOE ni agua, porque además lo considero mi enemigo personal, trabajando como trabajo para la Junta. Aparte de su grasienta política cultural en la que hace primar sistemáticamente el rocierismo más casposo y el culto cofrade sobre cualquier otra manifestación, los procesos de privatización de todas las unidades que ha podido de la Sanidad Pública me son especialmente dolorosos y la brutal reducción de los medios con que nos desenvolvemos los profesionales a su cargo ominosa. Todo mediante la creación de una enorme red de capataces fidelizados por las suculentas comisiones y pluses de productividad que reciben a cambio de mantener a raya a sus compañeros y al límite de lo soportable. Eso sin contar, entre otras muchas cosas más, que los considero cómplices necesarios del criminal, racista y ladrón estado israelí en el exterminio planificado del pueblo palestino o del mantenimiento de esa atrocidad que es el campo de concentración de Guantánamo por parte de Su Majestad Imperial. Así que aquí sí que no tengo la más mínima duda. IZQUIERDA UNIDA.
Por lo que respecta al VOTO EN BLANCO me parecería la opción más válida como modo de demostrar el profundo cansancio y la extrema desconfianza que muchos ciudadanos padecemos por la índole mafiosa de la clase política. Si esa misma mafia política no se hubiera encargado previamente de desactivar el poder corrosivo de esa opción impidiendo que a los votos en blanco los representen escaños vacíos. Sólo para representar nuestra convicción de que más que los responsables, los políticos no son más que los mamporreros gestionadores de esta realidad atroz que unos poderes superiores y ocultos, los poderes del dinero, producen para su estricto beneficio y que mantiene a un 20% de la población en estado catatónico trabajando para ellos a cambio de pernitirlos vivir en una burbuja de falso bienestar, mientras el 80% restante se pudre en la más absoluta miseria. Y de votar sistemática, cíclica y exclusivamente a sus esbirros.
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Unos días antes, en Pingyao, una pequeña ciudad cuya visita supone un viaje alucinante al interior de un trozo de ámbar donde se conserva fosilizado el aire de la China Ming, en un pequeño estudio de una de las casa-museo de las que se visitan en ella encontré a un anciano calígrafo disfrazado de funcionario mandarín de otra época. Vivía de caligrafiar a los turistas nacionales (el turismo organizado occidental aún no la ha descubierto) proverbios tradicionales chinos en un papel de seda de muy mala calidad. Le ayudaba una mujer, que debía ser su hija, que lo cuidaba con un mimo exquisito. Le preparaba la tinta, le alisaba el papel y le hablaba con una enorme dulzura. Le propuse que me caligrafiara el poema de Wang Wei que llevaba copiado en una cuartilla. Se colocó unas anticuadas gafillas, se acercó a la ventana por donde entraba uno de los rayos de sol del atardecer y lo leyó en voz alta imprimiéndole una maravillosa entonación y un ritmo pausado, haciendo sonar cada monosílabo con una limpidez cristalina. Luego rió alegremente y me dirigió unas entusiastas frases de las que no entendí absolutamente ni una palabra, y en mi pauperrísimo chino y con ayuda de mi diccionario de bolsillo conseguí hacerle entender que lo quería en otro tipo de papel de más calidad. Tras un largo tira y afloja creí entender que no poseía más tipo de papel que ese, incluso ofreciéndole bastante más yuanes de los que me pedía y que ascendían al equivalente de 1€. Así, la hija alisó el papel, lo sujetó a la mesa y preparó la tinta y el pincel y el viejo calígrafo comenzó a aplicar con mano firme pinceladas suaves pero seguras a la luz melosa del atardecer que entraba por la ventana. Yo asistí a la ceremonia fascinado, sintiéndome como en una burbuja donde se respiraba aire de otro tiempo. Por supuesto no hice ninguna foto, pero unos días después encontré esta postal que me recordó ese momento. Y que cuelgo como ilustración. A su lado, el trabajo del viejo escribano.




