ME VOY A LA INDIA
Me voy a la India. Un mes. Espero volver. Y no porque tema quedarme colgado de espiritualidad allá. Es mi cuarta vez y desde luego estoy completamente inmunizado contra cualquier veleidad de considerar el alma india más espiritual que la de cualquier otro pueblo, incluida la de la convertida al consumismo alma occidental. Esta vez erraremos por ciudades poco trilladas por el turismo de masas. Ciudades tipo el equivalente indio de Albacete o Ciudad Real. Sólo por llenar las retinas de otredad. Y por ponernos ciegos de curry, rebañándolo con los dedos, en lugares donde nunca supieron qué es un tenedor.
Mientras tanto os dejo todo un mes con la estampa de mi dios favorito (y el de casi todos los indios): GANESHA, esta vez en su avatar con Papi Shiva y Mami Parvati, formando una especie de Portal de Belén supermegakitsch, de arrebatadora melosidad. Y me he propuesto una meta, una búsqueda espiritual, una tariqa gnoseológico-estética, un viaje alucinante al centro de la hermenéutica del arte. Intentaré por todos los medios y en todas las lenguas que he llegado a chapurrear desentrañar el intrincado enigma de si entre los indios existe algún concepto que, aún remotamente, pudiera asimilarse al concepto carpetovetónico de HORTERA. Teniendo en cuenta que la imagen de Ganesh, Papi y Mami que os muestro podría considerarse para la generalidad de los habitantes del subcontinente de un gusto moderadamente sobrio, parco, frugal, ¿hay algo que los indios consideren hortera? Aquí me gustaría a mí ver a Bourdieu. Una meta difícil, ya lo sé, pero con grandes afanes y desvelos se empedraron las calles de la sabiduría humana. Y en algo tiene que entretenerse uno en la India si renuncia al Taj Mahal o a los templos cochinos esos de Khajuraho. Para vuestra tranquilidad os comunico que ya sé decir sin pestañear en perfecto hindi mi mantra favorito:
DOS CERVEZAS HELADAS, POR FAVOR: Krpaiá: do bier bahut thandá.
NAMASTÉ