(del laberinto al treinta)


jueves, 31 de enero de 2008

La jauría de Guadalcazar

Hace dos días en Guadalcázar, un pueblo cercano a Córdoba, una jauría de ciudadanos normales y corrientes persiguió y agredió brutalmente a unos rumanos confundiéndolos con secuestradores de niños.

Nada extraño. Esa es la respuesta automática de las jaurías y de los ciudadanos normales cuando se les inocula el terror. Así comenzaban los progromos contra los judíos. De ahí viene el mito del Sacamantecas. Ese es el origen de las limpiezas étnicas.

Lo que sí es verdaderamente extraño es que la Guardia Civil se llevara detenidos a los agredidos, con las marcas de los dientes en su cuerpo aún sangrantes, y dejara libres a los perros.

miércoles, 30 de enero de 2008

El puente romano de Córdoba




Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que
sabemos se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar.


Azaña




No le voy a hacer caso al viejo presidente republicano y voy a hablar sobre el puente. El Puente Romano de Córdoba que, para los que no estén avisados, ha sufrido una profunda rehabilitación. Lo suyo es que invitara a que todo el mundo, sobre todo los forasteros, viniera y lo paseara, porque la obra habla por sí sola, y yo mantuviera la boca cerrada, pero como aquí es que habla hasta el niño de teta y sobre todo hablan hasta los que más debieran callar, pues no voy a ser yo menos.

He seguido con interés el proceso de las obras y las líneas maestras del proyecto desde su germen. Digo con interés y no con profundidad. Soy, como la inmensa mayoría de la gente, un mirón, un espectador, un mero usuario del paisaje, aunque normalmente no suelo contentarme sólo con el sobrio alimento de la contemplación y trato de vitaminizarme cuando y como puedo con informaciones nutritivas. Y variadas.

De todas formas ya he dejado mis opiniones profusamente derramadas en el debate suscitado sobre el tema en el foro-taberna de CALLEJA DE LAS FLORES, el único sitio que existe en la red donde debatir los variados aspectos del acontencer urbano de esta dormida y abúlica ciudad. Quien quiera indormarse de lo que piensan los ciudadanos inquietos de Córdoba no tiene más que darse una vuelta por sus cuartitos, éstos en concreto sobre el puente: PUENTE 1 y PUENTE 2. Y participar, claro.



Y lo que a mí me pareció en los papeles y en las primeros resultados una acertadísima reforma de todo un entorno urbano de un lugar de altísimo valor histórico, monumental y paisajístico y por ello mismo digno de ser tratado con suma delicadeza, se ha reafirmado como tal a su terminación. Pero en todo ese tiempo he sentido asaltada mi plácida satisfacción por una vocinglera caterva de detractores que van desde los escasos razonables (va por ti Lamalgama) a los que sinceramente no les gusta, hasta aquellos a los que sólo asiste la razón de la mala leche y la inquina contra la izquierda, pasando por sienes y sienes de descerebrados consumidores de berrinches y otros sienes y sienes de cacatúas repetidoras de estúpidas consignas vacías de contenido.



El mantra más manido que se ha escuchado entre estos últimos ha sido la supuesta desromanización del supuesto puente romano. Ya se ha explicado hasta la saciedad que al pobre puente no le queda de romano más que el nombre y un gato que vive desde hace años en sus bajos. Y ni siquiera le queda nada de árabe. Las tremendas avenidas del Guadalquivir se han llevado tantas veces a los largo de los siglos sus pilares que al final acabó convirtiéndose en un pastiche de elementos de distintas épocas. La actuación del arquitecto Juan Cuenca ha consistido en limpiar profundamente los sillares de los pilares y efectuar una remodelación de los pretiles y de la calzada. Esta remodelación de las partes usadas por los ciudadanos se ha venido haciendo históricamente con una frecuencia aproximada de 100 años. Así, lo que se ha hecho es eliminar lo añadido en la últimas remodelaciones, una de hace los preceptivos 100 años y otras más recientes (1927 y años 40 del siglo pasado), que fueron llevados a cabo en buena parte con criterios bastante desafortunados incluso para las concepciones urbanísticas y arquitectónicas de las respectivas épocas. Aunque a la mayoría de los cordobitas se le encogiera el corazón con la contemplación de su puente con sus pretiles de sombrerillo, su adoquinado de calle, su acerado de cementillo y sus farolas de forja del taller del tío Mariano, todos esos elementos no eran más que cascarria chapucera, enlucidos costrosos y urgentes adaptaciones para convertir el puente a la viaria de carretera nacional.



Lo que no se le perdona a Juan Cuenca, a quien se ha tildado torticeramente de arquitecto estrella, cuando el hombre, más prudente y discreto no ha podido ser, respondiendo sólo a lo que se le pregunta, es que haya dado un aire moderno al puente. Sin tener en cuenta, claro , que la reforma es moderna. De hoy. Y que no se trataba de una reconstrucción, porque no había nada que reconstruir. Bueno, tal vez podría haber falsificado una estructura de aire antiguo, algo así como lo que hizo con las murallas el sobrevalorado Cruz Conde, una reconstrucción en el más puro estilo Exin Castillos de lo más ideal de la muerte. O una revisitación del almibarado y ya irremisiblemente acrisolado estilo remordimiento.

El genial arquitecto ideal que todos llevamos dentro nos podría sugerir detalles que no entendemos cómo el arquitecto real y titular de la plaza no tuvo el acierto de llevar a cabo. Pero no hacen falta demasiados conocimientos ni tener un gusto que te cagas para apreciar que en la obra predomina la sobriedad, la mesura, la devolución de la pureza de líneas que nunca sabremos si pudo tener en sus mejores momentos pero que puede suponérsele y sobre todo la adaptación a un entorno que forma ya un conjunto monumental homogéneo. Los pretiles podrían haber sido curvos y la solería gris rústica. O trapezoidales y de mármol veteado. Pero la apuesta ha sido la que ha sido, líneas rectas y granito rosa cordobés. Y, como dijo recientemente el propio arquitecto, la solería es algo que hay que cambiar cada 30 o 40 años. Así que no se trata de algo irreparable. Pero es que a mí, además, me parece un acierto. Losas grandes más o menos irregulares a las que los pies de los viandantes acabarán dándole pátina, que armonizan perfectamente con el espíritu general de la obra.

Otro acierto ha sido la eliminación de las farolas y su sustitución por faroles de pie instalados en el suelo, una solución que debería precisamente entusiasmar a los antiguófilos, ya que supone una vuelta a la iluminación tradicional, la única usada a lo largo de 2000 años hasta la aparición de las farolas de gas. Independientemente de que pronto serán pasto de los vándalos.

Y lo que me parece más espectacular es el proyecto de bajada de la salida del puente hasta su cota original, cuando desembocaba directamente en la puerta de la ciudad. Como esa puerta sigue existiendo, aunque hundida ahora por el alza de la calle, se volverá a poder pasar directamente del puente a la ciudad como se vino haciendo durante 20 siglos. Con ello se recupera además un ojo del puente, probablemente el que contenga más vestigios romanos, que estaba oculto por las obras del murallón desde hace un siglo. Cuando se termine de ejecutar el proyecto la zona conseguirá una unidad monumental que a mí me parece impecable, digna y que hará justicia por fin a una ciudad histórica que ha sido tan maltratada.

Pero aquí parece que lo único que se considera histórico cordobés (que pega, como dicen los más castizos) son los pretiles con chorreras, las farolas furibundamente fernandinas y los ensolados de empedraor de Frigiliana. Aristóteles Moreno, desde su columna del ABC (Ari, Ari, qué haces en ese lar de carcunda y facherío), bajo el indicativo título de Farolas fernandinas y olé hablaba de esa adicción cordobesa al rococó farolero, que hizo que convulsionaran los más incorregibles cuando se instalaron las farolas casi invisibles de la Corredera.


El puente antes de la reforma (foto cedida por el tabernero de Calleja de las Flores)

El Ayuntamiento de Izquierda Unida se lució desde el principio criticando agriamente la reforma, patrocinada por su enemigo político en la Junta, y como no son tontos, y sabían que por derecho no podían nada contra el impecable proyecto, se emplearon en los puntos más débiles o más susceptibles de polémica. Fueron ellos los inventores del mantra del granito rosa, tratando de subir el tono cromático rosáceo hasta cotas delirantes, prácticamente fucsias. El propio candidato del PP, el niño Nieto, con la grasia sandunguera que lo caracteriza, lo copió de ellos cuando habló de granito de encimera de cocina. Fue una solicitud del Ayuntamiento la que ha provocado finalmente la intervención del Icomos, el organismo dependiente de la ONU, que ya los ha vapuleado dos veces, una ésta y otra con el informe de las parcelaciones de Medina Azahara. Porque el informe da un notable al trabajo de Juan Cuenca, aunque apostillara, a mí parecer estúpidamente, que el cambio de aspecto había sido muy radical y que podría crear inestabilidad psicológica a los cordobeses. La inestabilidad psicológica se cura con dosis de madurez. Que ya va siendo hora.

Pero ha sido, sintomáticamente, el ABC, el órgano oficial de la campaña electoral del PP, el que con más ahínco, y entusiasmo se ha dedicado a enmierdar la reforma del puente. Desde el primer día. Pero en los últimos la campaña ha alcanzado cotas delirantes con todas sus baterías cargadas de munición envenenada en la pluma de sus colaboradores habituales (salvo Ari, que yo sepa) y la inclusión de una panoplia de encuestas entre gente supuestamente experta (con una disparatada predominancia de profesores de latín) que no siempre le ha salido como ellos querían. Incluso en la manipulación del informe de Icomos, tratando de hacerle decir lo que no dice. Al final se la han tenido que tragar doblá. Y aunque no sea ningún pilar argumental se me llena la boca con el consabido ¡que se jodan!

Otro día hablaré de los símbolos que le han perpetrado. El ser alado portador de merluza y la hormacina frontera, que hoy ya me duelen los deditos de aporrear las teclas.



DOCUMENTOS:




- EN CONTRA: la hemeroteca completa del ABC.

El Sacro Colegio de Médicos y el PP

El archivo de las diligencias seguidas contra los médicos del Hospital Severo Ochoa de Leganés a los que los políticos del PP de la Comunidad de Madrid acusaron prácticamente de asesinar a 400 personas son una excelente noticia. Del auto del juez puede colegirse que se trató de un enorme montaje de la feroz coyunda de ultracatólicos y ultraliberales que gobierna la Comunidad de Madrid. Las causas se enmarcan en la estrategia de cruzada contra las libertades duramente conseguidas por las fuerzas progresistas en los últimos años y que chocan contra su concepción religiosa de la convivencia y contra sus intereses económicos. Es decir que toda la movida vino por su pretensión de legislar como delito lo que para ellos es pecado y por la de reducir todo el espacio público posible al reducto de los intereses privados. El doctor Montes, la principal víctima del Inquisidor Lamela y la Abadesa Aguirre lo explicaba hoy muy claramente:


P. En 2002 hubo una denuncia anónima y la consejería la archivó tras una investigación interna. ¿Por qué en 2005 la consejería, también del PP, actúa de distinta forma?
R. En mi opinión, hay factores políticos, económicos e ideológicos. En esa época triunfaban las películas Mar adentro y Million dollar baby, de Clint Eastwood, que ganó un oscar, y que iban sobre la eutanasia. Las encuestas del CIS decían que la gente estaba a favor de la eutanasia, pero aun así el Gobierno socialista dijo que en esta legislatura no tocaba. Pero el PP decidió que claro que tocaba, y abrió un nuevo frente en su oposición total. Por eso se inventó que eran centenares de eutanasias, cuando en realidad eran casos de sedación terminal, una práctica admitida hasta por la Iglesia.
P. ¿Y los económicos?
R. La semana siguiente a mi destitución y a que se hiciera público el caso, la Comunidad de Madrid privatizó el hospital Puerta de Hierro y luego anunció la construcción de ocho hospitales públicos con gestión privada. Además, privatizó los cuidados paliativos a la orden religiosa de San Juan de Dios. Pero para llevar a cabo tanta privatización tenía que desprestigiar antes la Sanidad pública. Era la ocasión perfecta. Así que todo se mezcla con intereses políticos y religiosos.



En Córdoba hemos asistido hace unos días a un hecho sintomático de esa situación que denuncia el doctor Montes. Poniendo por fin las cartas boca arriba el que fuera presidente del Colegio de Médicos de Córdoba, el católico convicto, confeso y aficionado a estrafalarios nombramientos de colegiados, Jesús Aguirre ha ofrecido sus servicios al PP para ir en sus listas por el Senado. Ahora todo encaja como un guante. Lo que sospechábamos muchos ha quedado al descubierto naturalmente. El Colegio de Médicos de Córdoba no sólo ha estado durante años en manos de las fuerzas de la reacción político religiosa que pretende regenerar a España desde los presupuestos de una moral confesional, basada en textos sagrados jurásicos y administrada por un Superbrujo que gobierna dictatorialmente un pequeño estado en el que se discrimina brutalmente a las mujeres, sino también con el aliento en la nuca de un partido que se erige en su brazo político y que pretende subrepticia o claramente, según le pille el cuerpo electoral, privatizar la sanidad pública, el mayor tesoro con que cuenta este país para garantizar la asistencia médico-sanitaria a todos los ciudadanos independientemente de su posición económica. Así que no sólo se trata de que se estén rearmando para luchar contra el derecho a la eutanasia, el aborto o las bodas homosexuales, bandera de su acción política, sino que lo que de verdad pretenden es crear las condiciones objetivas para justificar una progresiva privatización de los servicios sanitarios públicos. ¿Quién no se acuerda la matraca que don Jesús dio con el hospital privado de la Cruz Roja?

martes, 29 de enero de 2008

Nombres de las calles: patrimonio oral de la ciudad

Cuándo llegará el momento
en que las agüitas vuelvan a sus cauces
y las esquinas con sus nombres:
ni reyes, ni roques, ni santos, ni frailes.



Francisco Moreno Galván
(mariana en la voz de Menese)



Han vuelto a hacerlo de nuevo. En un pleno municipal, los regidores de la ciudad de Córdoba han aceptado por tercera vez cambiar el nombre centenario de una calle histórica a petición de un reducido colectivo de practicantes de la superstición católica. El hecho, en caso de finalmente producirse, aparte de ser totalmente inaudito, podría tipificarse de nuevo y legítimamente como un claro delito de vandalismo consistorial o enajenación de bienes históricos toda vez que los nombres de las calles forman parte del patrimonio oral de la ciudad como las propias calles, las iglesias y demás monumentos lo son del material. Los nombres históricos de las calles y plazas, que vienen usándose desde hace siglos, que han pasado de boca en boca de padres a hijos, inmutables, pulidos como cantos rodados por el uso de tantas generaciones tienen que estar protegidos contra los desmanes y afanes modificadores de unos provisionales cantamañanas más o menos documentados que decidan con unas dosis de soberbia intolerable trastocarlos. Como si fueran los dueños. Y si al menos hubieran sido los fachas sería comprensible. Pero un gobierno de Izquierda Unida... Ni siquiera los gobiernos municipales fascistas osaron a tanto. Primero fue la calle de la Banda (llamada así desde el siglo XVI) a la que la carcunda cofrade arrancó al Ayuntamiento el cambio por el de uno de los ídolos sanguinolentos que sacan a pasear una vez al año, el Cristo de No Sé Qué. Después el nombre de la Calle de la Paja, que una congregación de monjas consiguió convencer personalmente a la alcaldesa por Izquierda Unida, Rosa Aguilar, de que lo cambiara por el del oscuro fundador de la orden, un cura semimedieval aficionado a encerrar niñas en conventos. Y ahora le ha tocado a la calle Ronda de la Manca, un nombre centenario que hace alusión a su condición de camino de ronda de la antigua muralla, cerca de la plaza del Alpargate (también renombrada como Cristo de No Sé Cuántos), y que a petición de un grupo de fans de un fraile trinitario del convento cercano al parecer fallecido, un tal Padre Manuel Fuentes, le van cambiar el nombre por el suyo. ¡Qué estafa!. Ahora debería de venir de nuevo el bute de ICOMOS y volver a vapulearlos.

A mí ya me toca los perendengues la continua bajada de ropa interior de nuestra alcaldesa frente a las exigencias vaticanas. Unas satisfacciones que jamás, jamás, la fiera eclesiástica va a considerar una gracia, sino un derecho inalienable. Y ahí tiene luego a los obispos exigiendo a sus adeptos que no la voten. Lo que la señora alcaldesa no parece entender es que todo eso que ella ve con tan buenos ojos, todas esa red de superstición popular, autoritarismo jerárquico vaticano, fanfarria cofrade, etc., forma parte del mismo magma gelatinoso oscurantista que ella como hija legítima del materialismo dialéctico tiene la obligación de combatir. Aunque sea por sus votantes naturales, los rojos de esta ciudad, y por la memoria de sus camaradas de partido víctimas del nazionalcatolicismo.

Y le digo otra cosa. Si los nombres cambiados de las viejas calles lo fueran por los de verdaderos benefactores de la humanidad o de la ciudad, Carlos Marx, Darwin, Luther King, Gandhi o el mismísimo Julio Anguita, seguiría siendo la misma estafa y el mismo acto vandálico. Porque no tenéis derecho a robarnos nuestra memoria. Por muchos jodidos votos que hayáis sacado. Que algunas veces me miro la mano derecha, la de meter la papeleta en la urna, y me dan ganas de cortármela. Y quedarme sólo con la izquierda, la que uso para taparme la nariz, desde hace años, mientras la voto.



¡CAPITALIDAD CULTURAL PARA ALBACETE, YA!

lunes, 28 de enero de 2008

La Iglesia y las sectas

Leo en la prensa de hoy (El Día de Córdoba) que el obispo dice que el derecho a evangelizar no está atacando la libertad de la fe.


En su carta semanal, dedicada al sentido de la labor misionera y evangelizadora de la Iglesia Católica, Asenjo señaló que "para la cultura moderna todo intento de convencer a otros en cuestiones religiosas supone una falta de respeto a su libertad, es un signo de intolerancia y un desprecio del pluralismo religioso". Para el prelado, habría que llegar a la conclusión de que "la actividad misionera de la Iglesia hoy carece de sentido, pues pone incluso en peligro la paz entre los pueblos".



Bueno, bien que han atacado a la libertad de evangelizar de las que ellos llaman, distanciándose convenientemente, sectas. Esta semana no han dejado de vocear a pleno pulmón en todos los medios de comunicación que hay 3000 cordobeses adictos a las sectas destructivas. No creo que tenga que recordarles a los señores curas que el cristianismo fue en su origen la más destructiva de las sectas, que abocaba a sus adeptos a su autodestrucción física mediante el martirio, provocando al estado romano, insultando a los dioses de los demás y negando el derecho de existencia a las demás religiones. Al día siguiente de su conversión en religión del estado romano y hasta prácticamente nuestros días la destructividad de la Gran Secta Católica se dirigió directamente hacia los no adeptos, torturando, encarcelando, quemando a todo aquel que no acatase sus santos designios.

Lo gracioso es que cuando dan la lista de los requisitos de prácticas que proporcionan los expertos, curas por supuesto, para detectar qué tipo de asociaciones son sectas peligrosas, todas y cada una de ellas son aplicables a la propia Iglesia.

Según el sectólogo oficial del Obispado, el cura Manuel Sánchez Gómez, las sectas se caracterizan por:



  • Tener una estructura férrea. Ya te digo, ¿hay una estructura más férrea que la vaticana?
  • La sumisión incondicional al líder. Palidecen de envidia los líderes de las sectas aficionadas si pudieran tener oficialmente el don de la infalibilidad del Papa.
  • Una instrumentalización de los adeptos siempre al servicio de la secta. Tienen un arma de control mental absolutamente genial: la confesión.
  • Persecución del poder económico. Sólo hay que ver el imperio económico que han montado.
  • La manipulación y una anulación de la crítica interna. Que se lo pregunten a los teólogos de la liberación.



El problema de la Iglesia es que sus adeptos son demasiados y el control efectivo es imposible. Y que no ha tenido más remedio que inscribirse en estados de estructura democrática. Y que la gente, influida por el consumo, exige soluciones espirituales prêt a porter. Y no puede obligar como antes o como las sectas pequeñas a sus adeptos a que le obedezcan ciegamente. Y así se da la paradoja que han acabado sintiendo envidia de sus pequeñas competidoras en el negocio este del comercio espiritual, del control efectivo de las mentes de que son capaces las estúpidas sectas recién llegadas. Es exactamente la misma política de exigencia de derechos que piden las grandes multinacionales del comercio (grandes superficies) al estado respecto a los pequeños comerciantes. Queremos todo el pastel para nosotros.

domingo, 27 de enero de 2008

BENARÉS (VARANASI)

Es curioso que Varanasi, la capital espiritual de la India, no posea ningún monumento asombroso, en un país donde los monumentos suelen serlo sobremanera.. Me refiero a palacios, templos medievales, tumbas faraónicas o mezquitas deslumbrantes como existen en muchas otras ciudades del subcontinente. Pero Varanasi tiene el río, la gran corriente espiritual de la India en cuyas orillas puede asistirse diariamente a uno de los prodigios visuales más impactantes del mundo. A lo largo de más de 5 kmts. Se suceden los ghats, las escalinatas que llevan directamente de las mugrientas (la eterna mugre de la India, de la que hablaba Octavio Paz) calles a las putrefactas aguas del río. Todos los detritus de la ciudad van al río sagrado, los físicos y los espirituales ya que a él acuden a bañarse cada día cientos de miles de personas que buscan algún tipo de purificación. No voy a entrar a describir el espectáculo humano de las abluciones matutinas. Las hay a miles. A mí particularmente lo que más me fascina es el lienzo urbano que puede contemplarse recorriendo en una lenta barca los gats de una punta a otra. Desde de la fantasmagórica mezquita de Aurangzeb, mucho más impresionante como silueta contra el cielo cuajado de pájaros que vista de cerca, los dorados palacetes que se construían los rajás para cubrir sus peregrinaciones y que hoy se desmoronan lentamente, los cónicos templetes semihundidos, las aterrazadas casas particulares decoradas con dioses azules armados de tridentes, las rayadas fachadas de los gimnasios... Ese fue nuestro sacrificio cotidiano madrugador cada día de los cuatro que permanecimos en la ciudad. Recorrerla en barca de punta a punta y llenarnos los ojos con una de los más hermosos paisajes urbanos del mundo.




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Tras la alucinante fachada un dédalo de callejuelas empedradas de mierdas de vaca en las que éstas son las reinas absolutas junto con las motos que a toda velocidad y sin dejar de tocar el claxon acaparan todas las prioridades de paso. En las calles más cercanas al río se imponen las tiendas de parafernalia religiosa, que surten a los miles de peregrinos que a lo largo de todo el año recibe la ciudad. Las hiperkitsches estampas de las deidades del inacabable panteón indio cubren paredes enteras junto a las jarras de latón dorado que sirven para las abluciones rituales y los imprescindibles palitos de incienso.




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El centro interior de la ciudad antigua es la encrucijada de Godowlia, un lugar permanentemente atascado por motorickshows, ciclorickshows, bicicletas, motos y miles de peatones, en una inverosímil cocción de caos y ruido, presidido por un podio de policía invariablemente ocupado por un bovino que rumía su karma a la sombra del quitasol. Colocarse en una de las cuatro esquinas (a ser posible un poco en alto) y contemplar durante un rato el espectáculo que se despliega continuamente, como una especie de película infinita, es una de esas experiencias impagables e irrepetibles que justifican cualquier viaje. Cuatro calles rectas y anchas se unen en este punto. En la que se dirige hacia el oeste se levanta la blanca mole de la muy deteriorada iglesia de Saint Thomas. La que se dirige al este recibe el nombre del ghat al que conduce, que no es otro que el principal, el corazón de la Varanasi del Ganges, el ghat Dasashawmedh. En la que conduce hacia el sur, a unos 50 mts a la izquierda se encuentra la librería Indica Book, que pertenece al español Álvaro Enterría. La calle, de unos dos kmts. corre paralela al Ganges hasta el último ghat, el Assi, del que recibe el nombre, Assi Road, y donde también existe otra sucursal de la misma librería. En otra entrada hablaré de nuestro breve encuentro con Álvaro, de la librería, de su imprescindible libro La India por dentro y de sus traducciones de cuentos indios. En la calle que corre hacia el norte, otros 50 mts a la derecha, a través de una portada de estilo neomogol y bien indicado en la puerta se accede a un patio, con un precioso templo de estilo dravídico y en unas condiciones de conservación que hablan tal vez de su reciente construcción, está instalado el Phulwari Restaurant & Sami Cafe. Dada la escasez de lugares tranquilos donde descansar unos minutos de la vorágine callejera, este pequeño remanso de paz supone un hallazgo de incalculable valor. Disfrutar a media mañana de una soda helada a la sombra de los árboles leyendo el Times of India o siguiendo los esfuerzos de los camareros armados de tirachinas cargados con una terrible munición de bolas de bronce por mantener a los monos a raya en las terrazas superiores, es un placer que sólo se disfruta intensamente si se viene del infierno. Por lo demás, la comida no está nada mal, la india por supuesto, porque la otra ni la probé, pizzas, spaguettis y comida árabe para israelíes (falafel, muttabal, hummus y pan de pita). Mucho mejor se come en alguno de los restaurantes vegetarianos de Dasashawmedh Road, sobre todo en el Keshari, en el que sirven unos gloriosos thalis por 1’50 €. De cerveza, por supuesto, ni hablar. En la zona antigua de la ciudad santa es más difícil tomarse una birra que encontrar un bareto en la Meca. Bueno, no tanto. Al final, nuestro afán por pecar en los lugares más santos localizó una magnífica excepción. El restaurante Dolphin en una terraza sobre el Ghat Manmandir, contiguo al Dasashawmedh. Un lugar hiperturístico, especializado en grupos organizados, pero con unas vistas magníficas. No menos magníficas eran las vistas del hotel donde paramos, el Alka (850 rupias la doble con A/C), desde cuya terraza y por la noche, el ghat de Dasashawmedh parecía engañosamente un puertecito italiano.



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En el Phulwari conocimos a unos chicos que andaban rodando una película. Un proyecto muy interesante en el que habían volcado mucha ilusión, y por lo que pude colegir de sus conversaciones, bastante sabiduría. Pensaban, cómo no, entrevistarse al día siguiente con Álvaro Enterría y mantuvimos una conversación muy interesante acerca del tema más polémico de su libro, las castas y, sobre todo de la influencia en la política del nacionalismo hindú. Les recomendé a Arundathi Roy, pero ya llevaban en su zurrón alguna cosa de la activista escritora. También cenamos otra noche con una chica que conocimos en el hotel y que acababa de llegar de haber estado 6 meses de cooperante en la Fundación Vicente Ferrer. A pesar de que su experiencia había sido positiva, criticó acremente algunos aspectos que encontró incoherentes en la organización . Dos veladas francamente fructíferas.


Justo enfrente del Phulwari tiene instalado su chiringuito de dentista un tipo increible. Será el protagonista de la próxima entrega de Benarés, que prometo será prontísimo.




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Cien metros más allá del ghat Mir, donde se sitúa el hotel Alka, se encuentra el ghat que más fascina y desata el morbo de los occidentales, el de las cremaciones, el Manikarnika. Y realmente es un lugar que imanta la mirada, con sus cerros de cenizas humeantes, los montones de platillas doradas con que recubren los cadáveres antes de quemarlos, de manera que parecen enormes chocolatinas, los apilamientos de troncos regulares, la invisible pero tenaz presencia de la carne hendida por las llamas... En las barcas cargadas de turistas se produce un enervamiento general que se contagia a los disparadores de las cámaras fotográficas, a pesar de que los guías les advierten que no está permitido fotografiar las cremaciones. Pero a los protagonistas, vivos o muertos no parece importarle. Como no parece importarles tampoco a los ciudadanos que se lavan el cuerpo, los dientes, que se enjabonan la cabeza, que rezan o que simplemente descansan en el río que las obscenas cámaras de los turistas que pasan por cientos en una barca tras otra violen su intimidad mil veces al día.




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TODAS LAS FOTOS DE BENARÉS