(del laberinto al treinta)


jueves, 5 de mayo de 2005

La conciencia

Recién leído en la edición de Andalucía de El País. Luis Manuel Ruiz: La conciencia:

La conciencia es un objeto muy curioso que aparece investido siempre de las mismas propiedades: uno suele decir se me ha ocurrido, he pensado que, he sentido ahora mismo, pero la conciencia no tiene lugar en primera persona, ella opina desde fuera. Es más, la conciencia posee una voz propia que conseguiremos percibir si guardamos silencio y nos quedamos a solas, un tono inconfundible que reverbera en la oquedad de nuestra alma y que no podemos traspapelar con nosotros mismos, no señor. Ya Sócrates tendía a esta mixtificación al asegurar que un demonio vivía acampado en el interior de su cráneo y que le susurraba lo que debía y no debía hacer: una criatura ajena a él mismo, venida de fuera para parasitar su razón, extranjera a su persona, gustos y costumbres, otra.
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He oído al obispo de No-sé-dónde afirmar que "la conciencia correctamente orientada" es el valor supremo y que no debe existir ley que la extravíe. La trampa resulta visible como un amanecer: quién orienta esa conciencia y sirviéndose de qué, cuál es la dirección que marcan las señales de tráfico para considerar que hemos elegido la más correcta en la bifurcación. Se nos ha acostumbrado a creer que la conciencia moral consiste en un reducto apartado de nuestras ideas y hábitos, que existe conservada en una vitrina donde no la ensucian el polvo, el paso de los años ni los dedos de las personas que la manipulan. Me sorprende que todavía la gente se espante de que los jóvenes nazis masacraran alegremente a niños judíos sin que la conciencia les pegara puñetazos en las sienes: y es que su conciencia estaba hecha de esvásticas, de puñales, de Sigfrido y de botas claveteadas. Cuando estos señores pontifican (madre, qué verbo) a los cuatro vientos y anuncian que su conciencia les impide conceder matrimonio a descarríos de la naturaleza, no están diciendo sino que se lo impide su educación en colegio de pago, sus sesiones de catecismo, las misas interminables a que mamá les obligaba a asistir, los amiguitos de barrio bien con que los sábados acudían a la disco y el máster en la universidad más integrista del Oeste americano. Un consejo: si quieres verte la conciencia, búscate una foto de la primera comunión.

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