(del laberinto al treinta)


sábado, 7 de mayo de 2005

Me matan



sábado, 7 de mayo de 2005
nueva iniciativa para potenciar el turismo
El Cabildo aprueba el espectáculo
de luces y sonido en la Mezquita

El proyecto, que está previsto que empiece a ser una realidad antes de que acabe el año, tiene un presupuesto cercano a los 1,3 millones de euros

&

Nueva iniciativa para terminar de convertir esta ciudad en el enorme

PARQUE TEMÁTICO
FOLKLÓRICO-MORUNO-HIPERHORTERA

que el mundo necesita

jueves, 5 de mayo de 2005

Venecia sin tí y Nueva Delhi sin vacas















Delhi sin vacas... Nada será lo mismo. Me llega la noticia de que el alcalde de Nueva Delhi ha decidido, razonablemente, expulsar las vacas de la ciudad. Pero si lo consigue, ya nada será lo mismo. Todavía recuerdo la primera vez (1991) que pisé la capital de la India, la primera vez que pisé India. Amaneciendo, un rickshow desde el aeropuerto, 12 kmts hasta el centro neurálgico urbano: Connaught Place. Yo había leído, oído y televisto que en India había vacas, vacas por todos lados. Sólo que pensaba que era una especie de hipérbole descriptiva. Me imaginaba que había vacas, sí, pero sólo por las zonas más deprimidas, más populares o más pintorescas. Lo que no me podía figurar es que estuvieran literalmente en TODAS PARTES, es decir, que camparan por sus respetos por un lugar equivalente a la Puerta del Sol, Trafalgar Square o la Place de L’Arc de L’Etoile como era la enorme plaza circular de Connaught Place, en las aceras, en mitad de las avenidas, dormitando sus rumíos en los pedestales de separación de los carriles, cómodamente instaladas bajo los parasoles de los absentistas guardias urbanos; que los autos, los buses, los rikshows tuvieran que sortearlas cual si fueran enormes piedras semovientes. En los mercados, donde los verduleros azotan sin piedad sus sagrados y húmedos hocicos cuando consiguen arrebatarles alguna zanahoria. Ellas son las que realmente representan la práctica de la famosa meditación trascendental hindú. Inalterables al tráfago del mundo, sólo se mueven para conseguir algo de comida: la escasa hierba que nace al pie de los árboles, el papel de periódico, trozos de trapo viejo, basura, a veces chapati que alguna devota anciana le acerca al hocico. O como sospechaba Henry Michaux: si el hindú fuera comible, las vacas ya se lo habrían comido (1). Me llamó la atención la existencia en la puerta de los parques públicos, de los edificios oficiales, de los hoteles, de un enrejado en el suelo que podría confundirse con un sistema de alcantarillado. Pero yo ya los conocía por haberlos visto también en la entrada de los vallados cortijos de Andalucía y sabía que su misión era impedir que el ganado saliera por ellas, ya que un bóvido jamás atravesaría una superficie que no estuviera completamente trabada. Los autos, los descacharrados camiones, los rickshows, las bicicletas, han de sortear constantemente las vacas que caminan lentamente por las calles o que practican una perfecta quietud rumiadora en mitad de las calzadas. De las calles de Bombay, la frenética capital financiera, fueron desalojadas hace años. Y ahora parece tocarle también al corazón moderno de la capital de estado. Y ya nada será igual. Como si de las ciudades mediterráneas desapareciera el sonido de las campanas o de las musulmanas las llamadas a la oración de los muecines. Pero lo peor de todo puede ser la pérdida de sus medios de subsistencia de un ejército de miserables parias que viven de ellas. De su ordeño clandestino y de la recolección de boñigas. Con la mierda de las vacas estos parias fabrican una especie de tortas amasadas con las manos y puestas seguidamente a secar al sol contra las paredes de sus humildes viviendas. Estas tortas constituyen el único combustible que pueden permitirse millones de indios para cocinar sus alimentos.


(1) H. Michaux: Un bárbaro en Asia. Editorial Orbis, Barcelona, 1986. (VOLVER)

La sinagoga de los iconoclastas

Esta mañana saqué de la biblioteca pública La sinagoga de los iconoclastas del argentino J. Rodolfo Wilcock, con la intención de comentarlo en breve. A ver si nadie se me adelanta...

NOTA POSTERIOR: Una vez leído, comenté el libro en una anotación posterior titulada RODOLFO WILCOCK

La conciencia

Recién leído en la edición de Andalucía de El País. Luis Manuel Ruiz: La conciencia:

La conciencia es un objeto muy curioso que aparece investido siempre de las mismas propiedades: uno suele decir se me ha ocurrido, he pensado que, he sentido ahora mismo, pero la conciencia no tiene lugar en primera persona, ella opina desde fuera. Es más, la conciencia posee una voz propia que conseguiremos percibir si guardamos silencio y nos quedamos a solas, un tono inconfundible que reverbera en la oquedad de nuestra alma y que no podemos traspapelar con nosotros mismos, no señor. Ya Sócrates tendía a esta mixtificación al asegurar que un demonio vivía acampado en el interior de su cráneo y que le susurraba lo que debía y no debía hacer: una criatura ajena a él mismo, venida de fuera para parasitar su razón, extranjera a su persona, gustos y costumbres, otra.
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He oído al obispo de No-sé-dónde afirmar que "la conciencia correctamente orientada" es el valor supremo y que no debe existir ley que la extravíe. La trampa resulta visible como un amanecer: quién orienta esa conciencia y sirviéndose de qué, cuál es la dirección que marcan las señales de tráfico para considerar que hemos elegido la más correcta en la bifurcación. Se nos ha acostumbrado a creer que la conciencia moral consiste en un reducto apartado de nuestras ideas y hábitos, que existe conservada en una vitrina donde no la ensucian el polvo, el paso de los años ni los dedos de las personas que la manipulan. Me sorprende que todavía la gente se espante de que los jóvenes nazis masacraran alegremente a niños judíos sin que la conciencia les pegara puñetazos en las sienes: y es que su conciencia estaba hecha de esvásticas, de puñales, de Sigfrido y de botas claveteadas. Cuando estos señores pontifican (madre, qué verbo) a los cuatro vientos y anuncian que su conciencia les impide conceder matrimonio a descarríos de la naturaleza, no están diciendo sino que se lo impide su educación en colegio de pago, sus sesiones de catecismo, las misas interminables a que mamá les obligaba a asistir, los amiguitos de barrio bien con que los sábados acudían a la disco y el máster en la universidad más integrista del Oeste americano. Un consejo: si quieres verte la conciencia, búscate una foto de la primera comunión.

Perros y gatos

Discutimos mi amigo Juan Sepelio y yo de animales. En el ambiente de una tarde deliciosamente primaveral a las orillas del Betis diversos paseantes cumplen con sus obligaciones de dueños caninos. Mi amigo arruga la nariz ante el espectáculo y murmura que considera una asquerosidad incalificable recoger con la mano las mierdas de los perros del suelo. Que por mucho que se quiera a un perro, y las causas por las que la gente quiere tanto a los perros han sido objeto de otras discusiones, ese hecho es abominable. Yo le digo que en la India la gente recoge las mierdas de las vacas con la mano, las amasa, las coloca en una pared para secarlas al sol y las usa como combustible. El me dice que ese es un argumento frívolo y cruel. Le doy la razón y lo retiro. Pero continúa con que si a él le pusieran en la disyuntiva de tener que recoger de la acera con su propia mano, aunque sea provista de una finísima capa de plástico, la mierda de un supuesto perro suyo o no tener perro, que desde luego lo tendría perfectamente claro, y no sólo porque a él los perros no le hagan maldita la gracia. Trato de rebatirlo diciéndole que yo, en cambio, lo considero un encomiable acto de amor, uno de los mayores que se pueden hacer en las circunstancias actuales. Precisamente porque es asqueroso. El que personas perfectamente escrupulosas que vomitarían si se encontrasen un pelo de un semejante en la sopa servida en un restaurante sean capaces de recoger del suelo prácticamente con la mano las heces cremosas y aún calientes recién salidas de las entrañas de sus perros es, por eso mismo, un acto inconmensurable de amor, difícilmente superable. Hay quien no lo haría ni por sus propios hijos. Porque no existe un acto parecido en todo el Reino Animal de una especie para con otra. Bueno, de una parte perfectamente alimentada de una especie para con otra parte de otra especie aún mejor alimentada.

Juan Sepelio se pone entonces serio y me contesta que a riesgo de ser malsanamente malinterpretado considera mucho más amoroso lo que él se ve obligado a hacer de vez en cuando para calmar los terribles furores uterinos de la gata con la que convive cuando le vienen el celo. Dada la alarmante y sorprendente escasez actual de gatos en un barrio, el suyo, en cuyas azoteas siempre hubo sobreabundancia, no tiene más remedio que hacer el papel de montaraz macho saciador de los ardores hembriles de su gata. Para justificar aún más su acto me la describe maullando insoportablemente por los pasillos, arrastrándose durante días, presa de la desesperación, por el suelo frente a él, con las patas delanteras muy bajas y las traseras en posición inequívocamente oferente, con su sexualidad como bandera y el rabo como el palo de una escoba. Se agencia entonces uno de esos bastoncillos para las orejas, lo empapa de aceite de embadurnar bebés, agarra al animal del cuello con su mano izquierda tal como hacen los machos con los dientes y ejecuta finamente la faena hasta que la gata se revuelve bufando enloquecida de placer y se descoyunta revolcándose panza arriba sobre el suelo. Y que eso la deja calmada y consolada durante un buen rato.

No se me ocurrió decirle nada, claro, ante un tema tan sumamente delicado. Lo que sí olvidé preguntarle fue que, dado que nunca tuvo niños, para qué diantres tiene un bote de aceite de embadurnar bebés tan a mano.

Comentarios
El uso del excremento de vaca, bosta, no es tan raro y no es necesario ir a buscar ejemplos a la India, he oído decir que en algunos pueblos de Galicia la secaban al sol formando un suelo liso y limpio sobre el que trillar los cereales. También puedo asegurarte que los labradores en general no le tenían asco a la bosta de vaca, cosa muy distinta es el excremento de otros animales y por supuesto recogerles la mierda es un acto de amor supremo además de un acto cívico. En cuanto a lo que hace tu amigo Juan Sepelio, me gustaría oír la opinión de una veterinaria, tal y como él lo cuenta casi suena aberrante, ¡pobre animal! consolada por su dueño y tal vez por ello enamorada de él, solo hay que verle la cara…El aceite para bebes lo anuncian en la tele como un fantástico “hidratante corporal” para toda la familia, seguro que tu amigo tiene la piel como el culito de un bebe, prueba a tocársela con disimulo para salir de dudas.
P — 10-05-2005 01:29:59
Le diré a mi amigo que ya han pedido que legalice su situación ante una veterinaria (¿o veterinario?). Qué manía con constreñir legalmente las relaciones entre personas o animales adultos. ¡Viva el amor libre!
harazem — 10-05-2005 08:36:50
Creo que es el momento de la liberación sexual de las gatas, engatusadas durante años por penes mortíferos que taladraban sus paredes vaginales con falos repletos de espinas que aseguraban una penetración lo suficientemente larga como para culminar en una concepción, ha llegado el momento de acabar con el esclavismo sexual, con dar otra respuesta más gratificante a los llamados uterinos y hacer del bastoncillo engrasado el símbolo fálico por excelencia.
CardenalaInPectore — 10-05-2005 12:19:10
CardenalaInPectore, ¡eres fantástica!.
P — 11-05-2005 11:18:57

miércoles, 4 de mayo de 2005

El derecho a la felicidad

Doña Montserrat Penyafruguell i Taularodona, primera mujer catalana que se ha decidido a ejercer el nuevo derecho que contempla el Estatut: