(del laberinto al treinta)


miércoles, 21 de diciembre de 2011

De cuando en Córdoba no éramos tan pastueños


No siempre el pueblo de Córdoba fue tan sumiso, tan manso, tan pastueño como ahora. Hubo algunos momentos en su historia en los que estuvo a punto de montar una verdadera revolución. Curiosamente por causas muy parecidas a las que actualmente andan pidiéndolo. Uno de ellos fue la Revuelta del Arrabal en 818, el otro la del Pan a mediados del siglo XVII.

La peste había azotado a toda España a mediados de ese siglo. Entre 1649 y 1650 murió de la enfermedad casi la mitad de la población cordobesa y los supervivientes fueron presa los años siguientes de una terrible hambruna. Bueno no todos los supervivientes, claro. Sólo los pobres, o sea la inmensísima mayoría. Los minoritarios otros, nobles y clero principalmente, se forraban mientras tanto con la especulación financiera con los precios del trigo y esas cosas de exprimir a la plebe. Ya sabéis...


La mañana del domingo 5 de mayo de 1652 una mujer se plantó a las puertas de la iglesia de San Lorenzo a la salida de misa con su hijo en los brazos. Acababa de morir. De hambre. Gritaba y lloraba loca de dolor. Otras mujeres se le unieron a coro y comenzaron a increpar a los hombres llamándolos cobardes por no defender luchando como tales la vida de sus hijos. La cosa se fue calentando y en un rato se reunieron unos 600 cordobeses indignados que se dirigieron armados con las clásicas armas de armar revoluciones populares: tenedores de madera, hoces, guadañas, etc., a la casa del corregidor, quien enterado de lo que se le venía encima se refugió en la iglesia de los Trinitarios. Posteriormente se dirigieron al obispado donde el monse de turno, acojonado, abrió sus graneros y una vez en manos de la indignada muchachada fue obligado a acompañarla para que convenciera a los nobles de la ciudad para que abrieran pacíficamente los suyos. Hecho lo cual procedieron a nombrar a otro corregidor, de sangre noble también, faltaría más, quien los convenció de que volvieran a sus casas, que él se encargaría de todo. Se hizo pan con la harina del trigo incautado y el pueblo por unos días pudo comer.

La cosa fue tan grave y tan acojonante para los poderosos que el propio rey concedió perdón a los cabecillas y proveyó diligencias para que el trigo no faltara en la ciudad por un tiempo. Pero una vez con la barriga llena, los espectáculos taurinos costeados por la nobleza funcionando a tutti plen en la Corredera cada semana y la caldera supersticiosa cociendo cerebros y soltando humo de incienso como loca, la atroz normalidad volvió su cauce. Lo de siempre, vaya. Don Teodomiro nos lo cuenta de maravilla en sus Paseos.

La mayoría de estas oportunidades de hacer una revolución en condiciones y dar la vuelta de una puta vez a la injusta tortilla se acaban perdiendo por falta de organización, de tejido ideológico conjuntivo y de valor de llegar hasta el final por parte de un pueblo adocenado. Pero hubiera sido un buen momento para que se hubiera extendido la revuelta a todo el reino y que se hubiera acabado montando una buena República Federal y Popular Barroca de los Reinos Hispánicos que hubiera abierto mucho antes las vías revolucionarias que abrirían más tarde franceses y yanquis. Igual hubiéramos contado entre los inventos del genio hispánico, junto a la fregona y el autogiro, la guillotina, esa utilísima máquina que deja los cantos de los libros hechos un primor. Ella, entre otros muchos beneficios, nos hubiera ahorrado la lacha de tener que escuchar a un aristócrata subnormal insultar a los andaluces desde uno de sus palacetes usurpados al pueblo soberano. Y tal vez, con un poco de suerte, la metástasis cofrade seria hoy una enfermedad casi completamente erradicada.

Es cierto que las circunstancias, los tiempos, las creencias y los valores de aquel momento no son extrapolables a los actuales, pero sobre todo hay que tener en cuenta que esas situaciones son producto de una extensión del hambre entre las capas populares ya inaguantable, y aquí lo que se dice hambre, hambre…  Hambre... hambre... Bueno todo es empezar y como dice el recio e hirsuto refrán castellano: cuando las barbas de tu vecino veas pelar… Se empieza por un mareo en la escuela...


domingo, 18 de diciembre de 2011

Cayetano de Alba viajará en la Máquina del Tiempo


Cayetano de Alba, aristócrata, quiere viajar por la máquina del tiempo a la Edad Media. Dice que allí se arreglaban los problemas mejor sin necesidad de pleitos interminables. A punta de espada. O tú o yo. Mis amigos de La Colleja le ha regalado una pa estos Reyes (con perdón).

miércoles, 14 de diciembre de 2011

De cuando Córdoba fue luz ética del mundo

Hubo en la Historia dos momentos en que el destino del mundo estuvo en manos de cordobeses. El segundo es de sobra conocido y ocurrió en el siglo X, cuando Córdoba fue capital de Al Andalus, el estado más poderoso de occidente por entonces. El primero lo es mucho menos y ocurrió fuera y bien lejos de sus murallas cuando un puñado de sus hijos y sobrinos dirigieron más o menos directamente los destinos del Imperio Romano. Este hasta ahora ignoto hito histórico es el hilo conductor que atraviesa la muy interesante novela que el escritor cordobés Alberto Monterroso, bajo el título de El emperador impasible, hace protagonizar al emperador Marco Aurelio. Tomando como modelo la eficaz estructura narrativa que Marguerite Yourcenar acuñó en su Memorias de Adriano, Monterroso deja hablar a un Marco Aurelio al final de sus días en una larga carta que dirige a un amigo cordobés sobre su vida, su visión del mundo, sus frustraciones, sus fracasos, pero sobre todo sus raíces andaluzas y su dependencia intelectual de Séneca, el filósofo más importante de la historia de Roma.

Con un estilo ameno pero profundo, Monterroso nos hace asistir con una minuciosidad sólo atribuible a quien conoce la época de la que habla al dedillo a los avatares de la azarosa entronización de Marco Aurelio como emperador designado por Adriano y los intentos reformistas que en ese momento histórico intentaron imprimir una serie de emperadores ilustrados a la estructura política del estado para democratizarla, para devolverle el espíritu participativo primigenio que perdió Roma cuando Augusto en sus últimos años decidió divinizarse, convertir la República en una monarquía, desvincularse de las decisiones de la curia e imprimir al estado una deriva claramente absolutista que recogerán con gusto sus sucesores inmediatos. Y la tesis principal de la novela es que esos intentos reformistas son hijos directos de la filosofía política de Séneca quien intentó llevarla a cabo durante el tiempo en que fue tutor del emperador Nerón y estuvo en su mano, pero sobre todo en su voluntad, la conformación de la filosofía política oficial del estado romano. Esta filosofía la basó el filósofo cordobés en la republicanización de Roma, la devolución al Senado de sus atributos decisorios originales, ahora en el marco de una Institución Imperial convenientemente mediatizada por la concepción estoica de una monarquía basada en el Imperio de la Razón. El sueño de Séneca fracasaría principalmente por la personalidad paranoico-tiránica de Nerón, pero su espíritu sobrevolaría por encima de los años ominosos y se encarnaría posteriormente en los conocidos como emperadores béticos: Trajano, Adriano y el propio Marco Aurelio, todos ellos con vínculos familiares muy estrechos con Córdoba.


Este complicado panorama lo va desgranando morosamente Marco Aurelio en la carta que sirve de soporte a la narración, infiltrando sabiamente en el discurso su propia desolación por la imposibilidad de llevar a cabo su ideal político. Como atribulados espectadores asistimos a las causas de su fracaso y que él asume con su profundo sentido estoico: las innumerables guerras en las que se va viendo envuelto a lo largo de su reinado y las traiciones de sus cercanos a las que va teniendo que hacer frente. Todo ello conducidos por el ajustado ritmo que Monterroso imprime a la narración, un ritmo sereno, templado, perfectamente adecuado al espíritu, estóico, de lo narrado.

Sólo cabría reprochar al autor algunas frecuentes caídas en un exceso de celo didáctico que lastran visiblemente el hilo conductor de la narración al obligar a la voz contante a aportar informaciones e introducir aclaraciones históricas o familiares que si bien son necesarias para un correcto entendimiento de la historia podrían haber quedado mejor más sutilmente embutidas en el corpus textual global.


Filosofía, política, historia, poesía, Córdoba, reivindicación de la cultura como fuente de liberación personal y social, relatos bélicos y ética, mucha ética, todo ello, lo que es de agradecer, en muy ajustadas dosis, pero sobre todo el acercamiento a uno de lo personajes más íntegros y cabales de la historia de la humanidad, un alma grande capaz de dejarnos una obra tan incomensurable como las Meditaciones cuya lectura o relectura, según corresponda, recomiendo complementariamente tras la de El emperador impasible.


Una lectura absolutamente recomendable en estos tiempos en los que la ecuanimidad, el concepto vital favorito de Marco Aurelio, es un bien tan escaso entre la atroz clase política que nos gobierna. Y en la no menos atroz clase gobernada.


Alberto Manuel Monterroso Peña
El emperador impasible
ALCALÁ GRUPO EDITORIAL
Alcalá la Real, 2009


En AMAZÓN


lunes, 12 de diciembre de 2011

Buscando Córdoba en los Estrechos Malayos (I)


Me fui a los estrechos malayos buscando las fuentes del malayismo cordobés. Para tratar de averiguar si la conexión entre nuestro Tigre Malayo y su Tigre Malayo compartían algo más que nombre y oficio. Infructuosamente. Después de preguntar en los más perdidos puertos y aldeas de aquellas costas que fueron nidos y azotes de piratas el Sandokán original había desaparecido del inmaginario nativo. Ahora los piratas vienen de tierra adentro y en lugar de sables curvos traen órdenes de deshaucio o expropiación, me dijeron. Nadie que no fuera un ocasional lector de novelas de Salgari recordaba a ningún Sandokán. Por lo que se puede decir que, aparte de en esas novelas del prolífico escritor italiano, contamos en nuestra ciudad con la gloria y la responsabilidad de perpetuar un mito que estaba en vías de extición: el del pirata popular, transmutado tanto aquí como allí en sujetos de traje y corbata y mucha mano en los despachos oficiales. Gracias a que a algún ocioso graciosillo de Cañero se le ocurrió bautizar a uno de sus vecinos con el nombre del pirata malayo por su evidente parecido con su avatar televisivo, esta ciudad tiene ha tenido el honor de haber sido el origen del nombre impuesto a la mayor Operación Policial de Piratería Urbanística en toda la Historia Reciente de España. La Operación Malaya se llamó así porque en el núcleo de su actividad delictiva se hallaba un cordobés apodado Sandokán.

Pero ya una vez allí no me iba a dejar arrastrar por la achocolatada corriente del fracaso y ahogar mis penas exclusivamente en hectolitros de deliciosa TIGER, sino que decidí dedicarme en cuerpo y alma a buscar cordobesadas en otros caladeros. Y San Rafael me guió haciéndome seguir su olorcillo a pescao un tanto rancio hasta el mismo puerto de Singapur. Allí se alza un impresionante Museo a las Civilizaciones Asiáticas dedicado. Y en el que por supuesto existe un apartado de arte islámico. Chaaaan-ta-ta-chaaan. ¿Cuál es la pieza estrella de la exposición permanente de Arte Islámico en el Museo de las Civilizaciones Asiáticas de la ciudad estado ecuatorial? Pues una gigantesta página de Corán del principios del siglo VIII, de origen desconocido pero de ubicación aproximable. Según el texto explicatico se trata claramente de una monumental hoja de Corán (70 x 60) para uso de una mezquita (tal vez para un imán miope) escrita sobre piel y con la característica caligrafía primitiva abasí procedente del Norte de África. Teniendo en cuenta que la totalidad de los textos escritos en lengua árabe que se confeccionaron en Al Andalus y que no fueron quemados por las tolerantes autoridades católicas, fueron pasando al Norte de Africa a lo largo de los diferentes exilios hemos de considerar la posibilidad de que dicho Corán hubiera sido confeccionado y hubiera estado expuesto para su lectura en la Mezquita de Córdoba a lo largo de todo el siglo VIII y quién sabe si no hasta la invasión cristiana. Las otras opciones dada la tempranidad de su confección es que lo hubiera sido o para la mezquita de Amr de El Cairo o para la de Kairouan y nunca hubiera estado en Córdoba. Así que ese sería el cálculo: un tercio de las posibilidades de que se tratara de una pieza cordobesa, uno de los primeros textos excritos en árabe en nuestra tierra. En todo caso podemos imaginar que en la Mezquita de Córdoba hubo uno idéntico o muy parecido a ese. Y a últimas podemos pedir que se le haga la prueba de ADN al pergamino para ver si la cabra o la oveja que le sirvió tan duraderamente de soporte procedía de nuestras sierras o campiñas.



En el mismo museo cuentan con otro ejemplar de las mismas características pero mucho más pequeño, del mismo estilo y probablemente del mismo origen. Así mismo pueden contemplarse en sus vitrinas una veintena de Coranes de muy variadas procedencias y épocas. La mayoría de ellos son andalusíes de los siglos XII o XIII que pueden preceder de cualquier lugar de Al Andalus o incluso de Marruecos, donde arraigó también el estilo de escritura andalusi, muy característica y diferente a cualquier otra.

Un poco más al norte, en la capital de Malasia, Kuala Lumpur, encuentro un magnífico Museo de Artes Islámicas que cuenta entre sus más preciados tesoros con una buena colección de hojas de Corán de las épocas de fundación y primera expansión, algunas de las cuales son claramente andalusíes, de entre los siglos VIII y X. La posibilidad de que pudieran haber sido confeccionados en Córdoba para uso en la Mezquita es alta. Y si no, pues casi, que total kilometrillo o legua arriba o abajo qué más da. Aún pertenecen al mundo abbasida, aunque ya apuntan a elementos propios de las características que desarrollarían los calígrafos y artistas de la órbita omeya andalusi.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo X. Museo de las Civilizaciones Asiáticas de Singapur.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo IX. Museo de Artes islámicas de Kuala Lumpur.


La que casi con toda seguridad se trata de una hoja de un Corán confeccionado en Córdoba y muy probablemente en Medina Azahara es la que se exhibe en el mismo museo y que aparece también rotulado como del siglo X de procedencia andalusi o norteafricana:


Se trata de una caligrafía que ya apunta totalmente al estilo propiamente andalusi que comenzó a desarrollarse a lo largo del siglo X en la Córdoba califal, concretamente en los talleres de Medina Azahara y que se extendió por todo Al Andalus y los reinos maghrebíes occidentales (actual Marruecos). Tanto en las basas de las columnas de Medina Azahara como en la cerámica verde manganeso de sus talleres encontramos los primeros rasgos de ese tipo de caligrafía en su vertiente más decorativa: la terminación floral de los caracteres cuya estilización daría lugar a la típica caligrafía andalusi. Ambas, la terminación floral de dos caracteres (L y K) del lema omeya ALMULK (El Poder) de un ataifor azaharí y su estilización en un caracter (D) de El Corán que se expone en el Museo de Kuala Lumpur se perciben perfectamente en ambas imágenes que cuelgo. Es una pena que el profesor Souto, el acertadísimo epigrafista especializado precisamente en esta época, que nos dejó tan recientemente, no pudiera venir en mi ayuda para corroborar o -tal vez- refutar mi quizás temeraria teoría.



AMENAZA: (CONTINUARÁ)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Fascismo cordobés: Plan PONS belleza en siete libros (II)

IR A LA PRIMERA PARTE

Continúa por parte del facherío nacional la titánica e inexorable tarea de maquillar con toneladas de cremas desescamantes el correoso pellejo criminal del franquismo para convertirlo definitivamente en la sonrosada tez de una, tal vez con un poquito de mal genio pero respetable, señora de buen ver. En Córdoba especialmente. Y en concreto en la esforzada faena hagiográfica emprendida recientemente por una serie de hintelestuales y herudos locales en torno a la saga caciquil franquista por antonomasia: los Cruz Conde.

Si este país fuera un país normal, perfectamente adaptado a las circunstancias histórico-éticas surgidas en Europa tras el triunfo del liberalismo sobre los totalitarismos de índole fascista, toda esa patulea de pseudohistoriadores en función turiferaria podrían ser incluso juzgados por apología del terrorismo y exaltación de los crímenes de estado. Pero ya sabemos dónde estamos y quienes son los que son juzgados por investigar esos mismos crímenes. Un país donde al dictador más sangriento de Europa se le rinde homenaje perenne en un delirante panteón que se construyó para sí y para glorificar sus crímenes y que hubiera envidiado el propio Mausolo. Así que no nos queda más que soportarlos porque siguen pagados como siempre por los dueños de la casa, del caballo y la pistola, pero sobre todo son los dueños de los altavoces y, como consuelo, tratar de molestarlos rompiendo la cómplice unanimidad de la información local sobre ellos.


La palma del esfuerzo incensario se la lleva el pertinaz proceso de beatificación del que fuera alcalde de la ciudad durante los años de plomo de la dictadura franquista, el naci-onalcatolicismo, es decir, el responsable máximo, nombrado directamente por el Caudillo, del campo de concentración en que convirtieron todas y cada una de las ciudades españolas la banda de facinerosos que tras asesinar a casi la mitad de la población secuestraron y robaron a la restante por 40 años: Antonio Cruz Conde.

Toda la historiografía seria europea y española (excepto la heredera de los presupuestos ideológicos del crimen) coincide en señalar como un genocidio programado la represión que siguió al golpe de estado frustrado y devenido guerra (in)civil y a sus muñidores y perpetradores como delincuentes internacionales. Así que lo normal sería que todos los participantes en grado de responsabilidad en aquel horrendo crimen fueran considerados peligrosos delincuentes, juzgados los que estuvieran vivos e infamados como tales los nombres de los que ya hubieran muerto. Pues en esta ciudad hay un empeño tenaz, en medio de un silencio atronador cuando no otorgante de la intelectualidad democrática, en sostener lo contrario, la beatificación de aquellos responsables y cómplices, cuya palma de la infamia se la lleva el mantra de regurgitación cíclica que una serie de indecentes apologistas del franquismo no paran de emitir de que aquel naci-onalcatólico falangista que gobernó antidemocráticamente la ciudad durante los años 50 fue el mejor alcalde que la misma tuvo en todo el siglo XX. El hecho de que sus competidores por dicho título alcanzaran el cargo por riguroso y democrático método legal electivo y él como botín de guerra no parece contar para nada. Tampoco el hecho de que realmente aquellas fazañas del franquista empedernido Cruz Conde tampoco fueran para tanto y consistieran más que nada en una pastichización y kitschificación de la Judería para consumo de turistas despistados y rapsodas locales de capa y caspa y en la creación del aeropuerto más inútil de la historia de la aviación mundial.

El sentido de esa reivindicación, basada en burdas fasificaciones de la realidad, fue siempre no conceder ni un sólo gramo de reconocimiento a los alcaldes de izquierdas que han gobernado la ciudad, tanto en tiempos de la República como en los de la post Transacción. Se trataría de oponer una figura mítica, titánica, de dimensiones políticas colosales a la que no podrían ni llegar a la altura del betún cualquiera otra anterior ni posterior en el por otra parte estúpido ranking de excelencia edílica. Cuando sólo la figura de Julio Anguita, el primer alcalde elegido mediante las urnas tras la noche franquista, se alza moralmente varios kilómetros por encima del que fuera introductor en Córdoba de la Falange, la criminal asociación responsable de cientos de miles de asesinatos a sangre fría de ciudadanos españoles y varios miles de cordobeses y sostenedor eficaz de la dictadura más sangrienta de todo el siglo XX europeo. O la del último alcalde socialista, Manuel Sánchez Badajoz, que intentó en su corto mandato solucionar muchos de los problemas que la ciudad había heredado desde los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera a causa del monumental endeudamiento en que la dejaron los dos alcaldes Cruz Conde anteriores, esa especie de monarquía municipal, y que sería fusilado por los camaradas del futuro alcalde naci-onalcatólico. La vergüenza de la izquierda local gobernante desde la Transacción, ha sido no haber puesto nunca las cosas y los nombres de los criminales y sus cómplices en su sitio. La apología que de este individuo hiciera en cierta ocasión la que luego fuera traidora alcaldesa y chalana política, Rosa Aguilar, habla a las claras de la catadura moral con luego apuntaló las últimas (esperemos) bocanadas de su carrera.

Varios libros y sienes de artículos en la paniaguada prensa local en los últimos años dan fe de lo que digo. Ahora le toca el turno a su tío José Cruz Conde, el militar africanista, exterminador de kabileños y poligolpista contumaz, protagonista de una monumental hagiografía en forma de Memorias perpetrada por el uconauta profesor Enrique Aguilar, que parece que anda también detrás de la concesión de la banda de la Orden de Abrillantadores del Final de la Espalda de los Cruz Conde y a la que ya pertenecen por méritos propios otros ejemplares de la fauna cavernícola cordobesa como el concejal ensalzador de la División Azul Primo Jurado y el jurásico erudazo Solano Márquez, ambos con libro-crema facial regeneradora del franquismo, vía delirantes hagiografías del alcalde franquista que aún, vergüenza-vergüenza, da nombre a toda una barriada cordobesa. Como también dan vergonzosamente nombre a otras tantas barriadas el testiculoincensado obispo Fray Albino, redomado racista y (adaptador del Mein Kampf de Hitler para niños) y violento defensor del fusilamiento sumario como método de convicción masiva de disidentes) y el rejoneador Cañero, valiente rastreador y cazador a caballo y escopeta de republicanos huidos del genocidio en la sierra, a quien también se pretende maquillar desde la derecha más cerril, plenamente integrada en parte del actual equipo municipal por ejemplo, al que una comisión de orodentados pretende erigir un monumento. No sé si alguna otra ciudad española ha conservado tantos nombres infames en sus muros. Al menos incontestados. Y eso que ha estado casi 30 años gobernada por supuestos herederos del Partido Comunista. Que ya es tener tiempo para adecentarlos.

Si en este país tuviéramos una derecha de pedigrí civilizada y no la panda de cavernícolas de sacristía pegados a las faldas clericales y vigilantes de que no se mancille el honor de sus abuelos genocidas, negando el holocausto que generaron y la aceptación del más mínimo resarcimiento, el moral, para sus víctimas. Si no tuviéramos por derecha una panda de desharrapados ideológicos que ha permitido que el partido socialdemócrata supuestamente de centroizquierda le usurpara por ello durante años su papel. Si tuviéramos una derecha homologada a la europea que sólo se dedicara a cumplir con su obligación de malvender el patrimonio público para que se forren aquellos a quienes de verdad representan y a acelerar el trasvase de rentas de abajo a arriba, podríamos sentir que vivimos en la normalidad europea. Pero parece que el sino de este país es seguir manteniendo el logo que acuñó para él uno de aquellos fascistas, aún vivo por cierto: Spain is diferent. Así que podemos decir que contamos con la única ultraderecha que gana elecciones con mayoría absoluta de todo el espacio comunitario europeo y a una derecha civilizada que exige que se la reconozca como izquierda.

Pero con todo, lo más lamentable es el atronador silencio de la intelectualidad progresista cordobesa. Vergüenza da verla lloriquear porque no le conceden a los patios cordobeses el título de Patrimonio de la Humanidad cuando no han movido un dedo para conseguir que el genocidio franquista consiguiera el de Crímenes contra esa misma Humanidad. Si es que existe o ha existido algo parecido a una intelectualidad progresista en esta atroz ciudad de esquinas marcadas con orina de cura. Ni profesores, ni artistas, ni políticos, ni historiadores, ni periodistas, esa profesión completamente desaparecida en su esencial sentido de mantener informada a la ciudadanía. Nada ni nadie. Miedo y vacío. Asco. Y la delirante dejación de la izquierda política que en 30 años de poder municipal no ha sido capaz de erigir o propiciar ni un medio de comunicación con vocación progresista que contrarrestara la ominipresencia de la voz del franquismo y de la clericalidad más reaccionaria en todos, absolutamente todos los medios de la ciudad. Sólo entreguismo y pachorra. A verlas venir. Y ya han llegado. Y para quedarse por mucho tiempo si el cambio climático ese no nos da lo que merecemos de una puta vez.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Fascismo cordobés: Plan PONS belleza en siete libros (I)

A pesar de su longitud se recomienda su visionado completo armados de pañuelos suficientes. Risas y llantos por igual asegurados. Patrocina JABÓN LAGARTO.


Plan PONS (1), belleza en siete libros


PRIMERA PARTE: El martirio de San José Sé Sé


He de confesar que tras encajarme en el selebro de una sola tacada el video en el que el profesor de Historia Contemporánea de la UCO Enrique Aguilar Gavilán, cómodamente sentado en un sofá ante las cámaras de la una cadena de televisión local cordobesa y armado con una superesponja de delirante cobismo, enjabona con una casi enfermiza minuciosidad hasta el más recóndito, innombrable y aromático rinconcillo de la memoria del cacique poligolpista y matamoros cordobés José Cruz Conde, no he podido impedir que me se agarre un nudo en tol gañote y me se sarten las lágrimas de sentimiento sentimentar der güeno. Y no sólo porque me haya transportado por el túnel del recuerdo a las Vidas de Santos que consumí de niño y que abandoné, insensatamente, a los 12 años, sino porque siempre me toca la fibra emotiva la contemplación en acción de un verdadero apolojeta. Pero es que ni un defectito, oiga. No había leído un ejercicio hagiográfico de tan vibrantes timbres desde los ardorosos enfrancamientos del gran Pemán. Lo único que le ha faltado decir al enardecido profesor es que nuestro entrañable cacique era tan sublime que incluso deposicionaba cerullos de una milagrosa perfección cilíndrica. ¡Qué entrega en el restriegue, oiga! Pareciera que en lugar de hablar del individuo que coordinó las acciones de los perpetradores civiles y militares materiales del golpe naci-onalcatólico del 18 de julio en la ciudad de Córdoba se tratara de, qué sé yo, un cruce entre el Padre Damián atrapado en Molokay y un Nehru de Los Dolores. A partir de ahora San José Sé Sé.

Pero si las inefables virtudes de toda laya que adornan a tan conspicuo personaje son lubricadamente inventariadas por el emosionadísmo profesor no se quedan atrás los no menos ardorosos, y eficaces, intentos de enternececimiento lastimero a que nos somete con la descripción no menos minuciosa de los insoportables padecimientos a que el nobilísimo, modernísimo, concienciadísimo socialmente, implementaorisímo personaje padeció en su exilio madrileño en sede diplomática durante tres años mientras las furias asesinas que contribuyó a desencadenar convertían todo el país en un infierno. Hubo días que ni lavarse pudo el pobrecillo, gimotea tristemente el profesor. Eso sí, lógicamente y para no desequilibrar el cuadro penoso, el tierno profesor no desperdicia ni una sola lagrimita, ni un hipido para los más de 4.000 de sus paisanos que fueron asesinados a sangre fría y arrojados a una fosa común tras jornadas de terror en las improvisadas cárceles falangistas fruto de su eficaz actuación como coordinador del golpe de estado fascista que movilizó a los asesinos materiales y que conllevaba un prediseñado plan de genocidio del mayor número de republicanos y republicanas cordobeses. Ni por sus viudas y huérfanos. Ni por los torturados. Ni por las mujeres violadas, rapadas y ricinadas por sus colegas. Ni una sola. Debe ser que entre tanta agua jabonosa en su bibliografía no encontró el libro de Francisco Moreno Gómez en el que se explica meridianamente las consecuencias de su eficacísima gestión coordinadora. O le quitó tiempo para ir a ver La voz dormida de Benito Zambrano.

Pero tampoco se deja arrebatar del todo nuestro alabancero profesional por el arrobo místico-cobista, ni por la meliflua untosidad zalamera. No. También echa mano a la furia defensora que se le desencadena cuando con la vena del pescuezo hinchada refuta la afirmación de una… indocumentada investigadora –a la que merecidamente despacha con un displicente manotazo- de que el modernísimo político arruinó a la ciudad por varias décadas en su breve paso por el ayuntamiento a causa de los magalomaníacos proyectos emprendidos en exclusivo beneficio de la burguesía a la que pertenecía. ¡Mentira!, grita iracundo como si le hubieran faltado a su propia madre (min. 13'50). Ni una sombra de mácula permite en su vaselínico supositorio discursivo el aguerrido profesor que caiga sobre el personaje al que pretende monolíticamente beatificar en forma de libro. La recopilación de los escritos de don José en ese su tristísimo exilio diplomático. Con el título de Memorias de José Cruz Conde nace la criatura. Persecución, encierro y martirio de San José Sé Sé por las hordas marxistas contados por el mismo le hubiera venido probablemente mejor.


En la entrevista (2), emitida con el libro que acababa de publicar recién salido, dice nuestro franquismiquis profesor que la presentación ocurriría en breve porque estaban esperando una ocasión propicia para propulsarle toda la importancia, todo el boato que se merecía. ¡Y tanto! No tuvo que esperar demasiado. La ocasión propicia fue la de esperar hasta poder colocar una pica franquista en el recién conquistado por el PP Salón de los Mosaicos del Alcázar, de propiedad municipal. Todo un símbolo, un gesto de toma de posesión mediante un acto de afirmación naci-onalcatólica de un territorio que los fachas locales sentían arrebatado por los herederos de los rojos a los que sus antepasados ideológicos (y biológicos, claro, casi siempre) intentaron ya en una ocasión exterminar. LA TOMA DEL ALCÁZAR, hubiera sido un buen título para el ahora exultante Acorazado ABC. Ahora toca reivindicar o más bien restaurar otra memoria: la de los vencedores de la Revolución Fascista del Glorioso Movimiento Nacional. Un tanto vapuleada en los años de jodida democracia por las acusaciones vertidas sobre ellos de delincuentes, ladrones y sobre todo genocidas por parte de los herederos ideológicos (y también biológicos, claro) de los vencidos. Una panda de impresentables resentidos. Con un mu mal perder.

Allí estaba el flamante alcalde Nieto con su discursito bien dobladito y planchadito, probablemente escrito por su asesor en materias de simbología naci-onalcatólica el concejal admirador de la División Azul, Juan José Primo de Jurado, que también estaba, cómo no, allí. Aseaditamente el joven munícipe destacó que José Cruz Conde dejó una huella indeleble en la historia y fisonomía de Córdoba. ¡Y tanta! Alguien debería explicarle al joven alcalde, por si no lo sabe, que fisonómicamente la Córdoba que diseñó el próximo santo del santoral local quedó mu molona pero se hizo a costa de destrozar buena parte del casco antiguo medieval más grande y mejor conservado de Europa para que la burguesía cortijera cordobesa –la peor al oeste del cabo de Palos, con perdón de Granada- se construyera su ensanche en el mismísimo corazón de la ciudad y no extramuros como se venía haciendo en ciudades menos salvajes y que la lógica urbanística ya canónica entonces ordenaba. Amén del brutal endeudamiento en beneficio exclusivo de la burguesía en que dejó a la ciudad y en cuyo desembarazo se empleó a fondo el último alcalde socialista de la ciudad, fusilado por los falangistas a los pocos días del golpe coordinado por nuestro angelical paisano del 18 de julio.

En lo histórico desde luego que dejó una huella indeleble, sobre todo como coordinador experimentado en golpes de estado contra las legalidades vigentes. Primero como coordinador del golpe de estado de Primo de Rivera (1923), quien lo premió con la alcaldía de la ciudad y con el gobierno civil de Sevilla después, y posteriormente del fascista de 1936, cuyo premio para él ya sabemos que fue tener que asearse tristemente con un pisapapeles de bronce para no gastar cuartillas con que narrar a la posteridad sus tristes cuitas en una lujosa residencia diplomática. En el primero ahuelló pisoteando los derechos de todos los trabajadores de la ciudad, base política de aquella Dictadura. En el segundo ahuelló facilitando muy eficazmente el desencadenamiento de un genocidio que tuvo como resultado la eliminación física y a sangre fría de 4.000 de sus paisanos y la brutal destrucción de un régimen político que por primera vez colocaba al país y a la ciudad en el concierto de las democracias europeas del siglo XX para transportarlas en tres años al siglo XIX en lo social y al XVII en lo moral y religioso. Eso es dejar huella. Eso es ser moderno y tener visión de futuro.

También estaba presente el sobrino nieto del homenajeado, el canónigo Fernando Cruz Conde, conocido, siguiendo la tradición familiar de contribuir a la boyantía de la ciudad, por sus responsabilidades en la quiebra de Cajasur, a quien tocó el papel de humorista de la velada. Da mucha risa escuchar a este venerable sacerdote explicar que la publicación de los escritos del poligolpista militar deberían servir para la reconciliación, porque eso es lo que hemos vivido en la familia. Comentar ese deseo sería romper el encanto de la carga de fina ironía y el humor socarrón que contiene. Mucho más graciosa fue su descripción del tío Pepe, como un hombre de espíritu caballeresco que vivió al servicio de la paz. Lo de caballeresco debe referirse a su conocida afición formando parte de un ejército regular invasor de un territorio soberano a cargar a caballo contra los paupérrimos rifeños nativos que defendían su tierra con el fin de masacrarlos artesanalmente. El General Custer de Los Dolores Chicos. Eso sí, al servicio de la paz. Exactamente igual que sus fazañas posteriores, éstas mucho más industrializadas.

El que, fiel a su zorresca (de zorro, de astucia, que últimamente todo hay que aclararlo, como el juez Del Olmo), y maquiavélica habilidad para andar sin mancharse por fangales y veredas como el armiño del cuento, mantuvo el tipo fue el editor, Manuel Pimentel, que se deslizó magistralmente, éste sí con una socarronería de 24 quilates, resaltando la “trascendencia” que con libros y actos como éste adquiere el personaje. Ahí es nada. Pecunia non olet. Quien quiera entender que entienda.


¿Qué significado cabe descifrar de semejante perolete de indecencia, semejante escupitajo colectivo sobre las víctimas del franquismo, sobre los miles de enterrados en las fosas comunes? Pues muy fácil. Se trata del acentuamiento del proceso de desatranque de las cloacas del franquismo en que viene empleándose ardorosamente los sectores más reaccionarios y herederos ideológicamente de aquél con la ayuda de una serie de fontaneros vocacionales o contratados. Los César Vidal, Pío Moa, miembros de la Real Carcademia de la Historia y demás artistas del chupón se dedican al ámbito nacional, pero a nivel local también existen desatrancadores muy profesionales. En Córdoba, que la familia Cruz Conde no necesita por sí misma a estas alturas limpieza de blasones alguna porque ya no es lo que fue y nadie de dentro lo solicita, el abrillantamiento viene dado por gentes ajenas a la misma, que han comprendido que sus más conspicuos miembros representan la esencia y la ciencia del franquismo y que su reivindicación es imprescindible para convertir la memoria histórica del genocidio que perpetraron sus abuelos en una sopilla un pelín recia pero perfectamente digerible para las nuevas generaciones. Podrían perfectamente dejarlos dormir el sueño piadoso del olvido, pero para ellos el enjabonamiento de la estirpe (un curioso caso de monarquía municipal) de políticos cruzcondianos, completamente pringados con un régimen en todo equivalente al nazi alemán y al fascista italiano, perpetrador de crímenes perfectamente homologables con los de aquellos, es imprescindible para ese fin.

Hoy le ha tocado a San José Sé Sé, un tanto olvidado, a pesar de que cuenta para vergüenza de todos los políticos municipales de izquierdas desde el 79 que no se lo retiraron, violando sistemáticamente a partir de su emisión la Ley de la Memoria Histórica, con el nombre de la principal calle de la ciudad, pero el verdadero caballo de batalla es la reivindicación de su sobrino el alcalde falangista Antonio para quien la caverna reaccionaria solicita desde hace años la consideración de mejor alcalde de Córdoba desde la fundación de Claudio Marcelo, su elevación a los altares, la erección de un monumento de 30 metros, la colocación de veinte placas recordatorias, la dedicación de treinta calles, una por barrio y la declaración oficial de la persona que mejor comía y a quien mejor le sentaba. Y con el cual el plan CREMA PONS está siendo especialmente generoso porque viene siendo usado en varios libros hagiográficos de una efectividad divina de la muerte. Centrará la segunda parte de esta entrada.

El equivalente a la visión que esta patulea indecente quieren reivindicar sería que en Alemania hoy día se tratara de dar la idea por una parte de la historiografía oficial (universitaria, estatal y municipal) de que a Hitler, Goering, Goebbels, Himmler tal vez se les fue la mano con los judíos, los gitanos, los homosexuales y los comunistas pero proporcionaron vacaciones pagadas a los obreros alemanes, dejaron las ciudades hechas un primor y pusieron a Alemania definitivamente en el ojo de la Historia como desencadenantes de la inevitable e imprescindible II Guerra Mundial.

Para terminar esta primera parte dos cositas más. Recordar sólo como pequeña aportación a la hagiografía emprendida por nuestro franquismiquis (3) profesor de la UCO que Joaquín Romero Murube, el falangista poeta amigo de los poetas rojos, escribió y publicó clandestinamente (1937) un bastante desconocido romance, Romance del Gobernador, durísima diatriba contra el que fue Gobernador civil de Sevilla y Comisario regio durante la Expo del 29, José Cruz Conde, al que Joaquín Romero acusa, entre otras lindezas, de putero y borracho.

Y reconocer las divinas virtudes intermediarias de San José Sé Sé para quien airea sus santidades, con las mismas propiedades enteógenas que la de San Pancracio: concesión de salud y trabajo. Salud se le adivina concedida a simple vista al lozano hagiógrafo uconauta. En cuanto al trabajo, no hay más qué ver cómo se le acumulan últimamente los nombramientos llovidos del cielo del PP encima de la mesa. Ese cielo donde se codean con el mismo Dios, que, como todo el mundo sabe, es de derechas de toda la vida.

La Vida del Santo esperaré a que esté en la bibliotecas. Me interesa lo que pasaba por la cabeza del pobre San José Sé Sé en su tristísima y penosísima prisión de altos techos con molduras rococós, pero desde luego no pienso soltar ni una cala para adquirirlo.


CONTINUARÁ: IR A LA SEGUNDA PARTE


NOTAS:


(1) Como he comprobado que todos aquellos lectores que calcen menos de treintaipico no tienen ni zorra idea de qué es eso del Plan PONS tendré que explicar que durante años y años en la TV española uno de los anuncios más reproducidos fue el de una crema facial, de marca PONS, que una dulce voz femenina publicitaba como Plan PONS BELLEZA EN SIETE DÍAS, que prometía milagros cosméticos en la más poco agraciada de las mujeres a la semana de ser usado. Forma parte del acerbo de muletillas grabado a fuego en la corteza cerebral (ahora llamado disco duro) de todos los españoles que superen aquella edad.


(2) Del impresionante estado del periodismo profesional en esta ciudad da medida la obsequiosísima actuación de la entrevistadora que en ningún momento pone en apuro alguno a quien está derrochando una ristra de afirmaciones que cualquier persona mínimamente versada en historia de España podría poner en duda, o al menos cuestionar en algunos de sus matices. No es culpa de la chica, desde luego (o sí, quién sabe), sino de quien diseña esos aguachinados espacios sin la más mínima voluntad de espíritu periodístico.


(3) Franquismiquis (franquistas tiquismiquis) es una categoría de derechistas que no osan declararse herederos directos del franquismo, aunque no osan tampoco condenarlo como cualquier derechista normal europeo haría con el equivalente en su respectivo país. La inmensa mayoría de los militantes, simpatizantes y políticos de la UCD (partido en el que militó nuestro profesor cobista) lo fueron en más o menos grado, desde los franquistas vergonzosos o franquichurris hasta los franquenstinos (cercanos a Fraga).

De vuelta del/al país de los tigres malayos

Chinatown de Singapur, esa Disneylandia con pena de muerte

Después de un mes rodando por esas Malasias de los dioses, verdaderos y falsos todos arremesclaos, practicando lo que siempre Lansky me recuerda: el turismo ilustrado y que yo acepto convencido, regreso al blog quizás ya por poco tiempo. Ando pensando cerrar este chiringuito no sé si temporal o definitivamente y dedicarme a placeres más convenientes también temporal o definitivamente. Entre otros y de momento embucharme morosa, relajadamente el último y monumental regalo del profesor Fontana, Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945. Estoy cansado de escribir siempre sobre casi las mismas cosas y en el mismo tono y además estoy convencido de que no se me echará nada de menos. Lo cual, tal como se están poniendo las cosas últimamente, es hasta de agradecer. En el viaje, del que tal vez dé cuenta en los próximos días en alguna entrada, más por dejarlo fijado para mí mismo por escrito que por prurito comunicativo, no pude dejar de entrar en la red de vez en cuando e incluso permitirme colgar alguna entrada en el magazin digital en el que colaboro: La Colleja. Así el día de antes de las elecciones del fatídico 20N me dediqué a visitar cuanto templo de cuanta religión encontré en una ciudad plagada de ellos y ellas para suplicar a sus dioses, por si alguno era verdadero y se podía apiadar de este pobre país, que no ganaran absolutamente las elecciones quienes por fin las ganaron de ese modo. Si alguno de los amables amigos que me tienen en sus avisadores tiene curiosidad por comprobar el relato del periplo templario puede encontrarlo AQUÍ.

Mis últimas colaboraciones en La Colleja también las colgaré por aquí. Pero ya digo que mejtoy quitando... mejtoy quitando... solamente me meto de vejencuando. En un rato la última de ellas en la que doy cuenta de que esta ciudad de Córdoba en la que me tocó nacer, pacer, padecer y también ser feliz, no tiene definitivamente remedio y que no merece la pena jugarse ya nada por defender una racionalidad y una visión de la decencia en la que siempre creí. Bueno, exagero, porque en realidad y como dice el ya acreditado lema collejero: abandonada toda esperanza, sólo queda molestar. Y cuando digo jugarse lo digo con todo el sentido. Los fachas de esta ciudad están muy, pero que muy crecidos y son muy, muy peligrosos. Sólo queda por ver cuál será el alcance real de sus amenazas.

viernes, 28 de octubre de 2011

"El espíritu de Córdoba": historia de una búsqueda

El primer libro que leí de Ikram Antaki (1949-2000) fue La cultura de los árabes (Siglo XXI. México, 1989). Lo encontré por casualidad en una librería hoy desaparecida de la calle San Nicolás de Pamplona en la época en que mi afición al arabismo estaba en pleno auge y me lo pillaba todo. El libro me impresionó porque se trataba de un ensayo escrito por una mujer árabe que vivía en México y que se implicaba personalmente en la materia que estudiaba. Hablaba objetivamente pero también subjetivamente. Y lo decía. Probablemente haya sido el libro que más me enseñó sobre el alma de las sociedades árabes de todos los que leí por aquel entonces.

En 1996 C. y yo realizamos un largo viaje de tres meses por toda Centroamérica con especial dedicación a México. Allí, en el DF, en la librería El Sotano de Coyoacán encontré dos libros de poesía de ella. Los disfruté a lo largo de todo el viaje. Me gustaron mucho, pero cuando llegué a España habían desaparecido misteriosamente del equipaje. Nunca supe en qué lugar, mesilla de hotel, red de autobús, se quedaron. Ni recuerdo los títulos, pero todavía los echo de menos.

Aunque ya había publicado (1994) el libro protagonista de esta entrada yo no supe, extrañamente, de él hasta muchos años después, hasta muy recientemente, el día en que la escuché a ella misma referirlo en un archivo radiofónico que bajé de la red, uno de los programas que elaboraba en México y que se pueden descargar en una página en la se cuelgan también los textos de los mismos. Absolutamente recomendables.

Lo que decía era que el libro del que se sentía más orgullosa era El espíritu de Córdoba, aunque no daba más datos de su contenido. Me puse como loco a buscar y hallé noticia en la red de que se trataba de una novela en la que la autora hacía dialogar a Averroes y Maimónides a base de cartas que intercambian los dos filósofos cordobeses desde sus respectivas ubicaciones: Córdoba y El Cairo. Su objetivo fue captar y fijar en un texto aquel espíritu de colaboración intelectual entre diferentes corrientes de pensamiento mediatizadas por diferentes formas de entender la espiritualidad que se dio en un momento del comienzo de la Europa moderna y en un lugar, Córdoba, capital de un estado, Al Andalus, en el que ocurrió, como dice González Ferrin, el primer Renacimiento europeo, pero que tuvo la mala suerte de hacerlo en árabe. Un tema apasionante que, conociendo la profundidad intelectual de la autora, prometía un verdadero festín textual.


Así que me puse manos a la obra de su búsqueda inmediata. Lo primero fue tratar de hallarla en alguna librería de la red. Inútilmente. Ni en Amazon, ni en ninguna librería mexicana, lugar de su edición, Planeta, 1994. Ni rastro de algún posible punto de venta. Segunda posibilidad: bibliotecas. ¡¡¡Bien!!! Puesto el motor de búsqueda a trabajar me comunica que sólo existía un ejemplar en toda España pero que era accesible porque estaba en una biblioteca pública: la de la Diputación Foral de Navarra. Problema: en la biblioteca de Córdoba habían sido cortadas las peticiones de préstamos interbibliotecario por falta de presupuesto. Imposible hacer una excepción y eso que traté de avergonzarlos diciéndoles que parecía mentira que en la ciudad beneficiada por el título de tan prestigiosa obra no hubiera ni un solo ejemplar. Nada, ni conmoverse. Mi gozo en un pozo. Tendría que esperar tal vez años a que se levantara la prohibición o a tener la oportunidad de viajar a la semiártica Navarra.

Pero hete aquí que el día de la movilización quincemayera ante el ayuntamiento de Córdoba por la toma de posesión de la caverna política cordobesa, me encuentro a mi amiga M. L. mexicana afincada desde hace años en Córdoba que me comenta de pasada, entre alusión y alusión al poco pan y mucho chorizo, que en unos días viajaría para pasar una corta temporadita a la Guadalajara jalisciense. Sin demasiada fe le comento y solicito que en sus jaliscienses paseos cada vez que pasara por una librería de lance preguntara por si un milagro hubiera hecho a alguien deshacerse de un ejemplar, porque comprobado estaba que la edición estaba agotada.


Un mes y medio después me la vuelvo a encontrar en la conferencia que Carlos Taibo dio en el bulevar y casi sin mediar saludo me abre por sorpresa un cesto que llevaba: allí en su fondo, amorosamente acunado, un montón de fotocopias perfectamente encuadernadas de El espíritu de Córdoba. Y me cuenta, ante mi alegría primero, mi escándalo después por el esfuerzo que tuvo que hacer y mi risa finalmente por la manera tan rocambolesca como lo consiguió, que se pasó todo un mes peinando infructuosamente todas las librerías de la ciudad e incluso llamando por teléfono a otros lugares en los que contaba con amigos que lo buscaran. Que abatida por el fracaso de la búsqueda se lo comentó a una de sus mejores amigas a quien visita siempre que cruza el charco, Yolanda Zamora, conocidísima conductora desde hace 25 años del más importante programa radiofónico cultural de Guadalajara y a quien ella puso al tanto de la tarea que se había (le había yo insensatamente) encomendado. Que Yolanda entusiásticamente asumió así mismo el reto y ni corta ni perezosa hizo un un primer e infructuoso peinado entre todos sus conocidos para lanzarse a un llamamiento a través de las ondas de la radio jalisciense solicitando que si alguien poseía un ejemplar del libro tuviera la amabilidad de comunicarlo. Que tres fueron tres los amables poseedores de ejemplares del libro que se presentaron ese mismo día en la emisora con él. Y que concediendo uno de ellos permiso para que mi amiga M. L. lo fotocopiase pudiera yo por fin contar con el ansiado texto en mis manos.

Aún no le he hincado el diente, por falta de tiempo, porque quiero hacerlo a conciencia y simplemente hojeándolo he descubierto que es de una densidad apabullante. Así que en unos días comienzo su lectura y cuando por fin lo termine prometo hacer una recesión del mismo aquí en las páginas de La Colleja en exclusiva para los queridos asiduos a quienes tanto quiero, a pesar de lo calladitos que suelen mantenerse, los muy desagradecidos.

Lo alucinante del caso es que en esta ciudad que ha optado por la Capitalidad Cultural de Europa este libro sea tan aterradoramente desconocido. Y me sumo al mea culpa como aficionado al andalusíismo por el desconocimiento tardío que tuve del mismo. Pero desde luego yo no tengo una editorial dedicada a temas cordobeses, andaluces y andalusíes, ni trabajo en la HUCO esa, ni fui cabeza pensante de la oficina de la Caspitalidad, ni en Pía Obra Cultural de Banco alguno, ni tuve participación en la organización de los actos del Paradigma, ni tuve, ni tengo ni tendré jamás puesto de responsabilidad en organismo oficial cultural alguno porque me lo prohíbe mi religión. Así que todos aquellos que han ganado pasta a costa de implementar proyectos que vendan la moto de la esencia cultural de Córdoba en el presente, en el pasado y en el futuro deberían azotarse un poquito por no haber peleado por reeditar o solicitar reedición de un magnífico libro que habla precisamente de cómo en Córdoba un grupo de ciudadanos (ellos ya se consideraban eso) pusieron las bases del racionalismo europeo, de la necesidad de entendimiento intelectual y político como medio de conseguir una convivencia pacífica entre los seres humanos. Eso hubiera sido por ejemplo un esfuerzo verdadero por ofrecer al mundo la imagen de una Córdoba paradigma de cultura y de convivencia real de las diferencias religiosas e intelectuales. Y no el de ofertar, también por ejemplo, la imagen de un enorme rebaño de uniformados hinchas del equipo de la competición por la Capitalidad en un puente a mover las manitas al unísono.

En cuanto a mi amiga M.L. y su amiga radiofonista Yolanda y brillante conseguidora de textos difíciles dedico esta entrada para mostrarles mi profundo agradecimiento en mi nombre y en el de los amigos del conocimiento de esta ciudad que pronto disfrutarán de un resumen del libro.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Una secta sotánica okupa la parroquia de Cañero

IGLESIACAÑERO

La iglesia parroquial de San Vicente Ferrer de Cañero viene siendo okupada desde hace unas semanas por una peligrosa secta sotánica de adoradores eucarísticos, que llevan el nombre de Siervos de la Eucaristía. Los Siervos de la Eucarístía son una escisión de los sacramentinos, congregación igualmente sotánica fundada por el cura francés, convenientemente santificado en 1962, Pedro Julián Eymard en 1856 con el nombre de Congregación de Sacerdotes Adoradores del Santísimo Sacramento, tras sufrir una tremenda crisis provocada, según sus propias palabras, por la idea obsesiva de que no hubiese ninguna congregación consagrada a glorificar al Santísimo Sacramento, con una dedicación total. La nueva secta escindida la fundan, según el experto en sectas sotánicas de Interconomía Fernández de la Cigoña, cuatro sacramentinos, al ver que en la reforma de las Constituciones, después del Vaticano II, la adoración no era la obligación primordial como quiso su fundador, decidieron en el año 1979 salir y fundar en Brasil los Siervos de la Eucaristía en la que el carisma vuelve a ser la adoración perpetua al Santísimo solemnemente expuesto en la custodia, siempre que haya religiosos para ellos, aunque es obligación personal de cada religioso hacer dos turnos de una hora durante el día y uno por la noche; si bien por la noche tiene cada religioso un día de descanso a la semana.

La base fundacional de la nueva secta, leemos en un blog de mercadotecnia sectaria católica, es que hay muchos religiosos dedicados a atender a Cristo-Cuerpo, es decir, a personas necesitadas de alimento, medicinas, asistencia... Sin embargo, pocos son quienes se dedican de forma permanente y con votos a Cristo-Cabeza. Los Siervos se consagran a Cristo-Cabeza, a Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento para adorarle solemnemente expuesto en la custodia durante el día y la noche.

O sea claramente lo que viene a decir la regla de la orden sectaria es que debe importarles un verdadero huevo otra cosa que no sea pasarse el día y la noche delante de un altar adorando al Santísimo Sacramento. Nada de pobres, ni de enfermos, ni de impedidos, ni tercera edad, ni catequesis infantil... Nada, mariconadas de curas progres postvaticanistas. Ellos a lo suyo: la adoración perpetua. Con un fundamentalismo adorador radical. De día y de noche.

La primera incursión fuera del territorio selvático brasileño donde se refugiaron los sectarios para practicar sus peculiares y extrañas costumbres monacales ha tenido lugar, cómo no, en la que sigue siendo Reserva Espiritual de la Ranciedumbre Tridentina: España. Un pequeño grupo de pioneros capitaneados por un cura navarro, el Padre Agustín Gil sss, previo paso de unos años por Écija, de donde se dice que salió en confusas circunstancias, ha conseguido que el obispado de Córdoba lo nombre párroco de la iglesia de Cañero y permiso para convertir todas sus dependencias en un convento que acaba de fundar de Siervos de la Eucaristía. Se tienen noticias de que al menos 10 están listos para ingresar en cuanto terminen las obras de acondicionamiento.

SECTA CAÑERO_01

El Padre Gil sss tomó posesión de la parroquia en una misa celebrada el 11 de septiembre a las 8’30 de la tarde. Un mes más tarde los feligreses ya empiezan a sospechar de qué va la cosa y qué consecuencias les acarreará. Cañero es un barrio eminentemente obrero, con una fuerte conformación ideológica de católicos de izquierdas y una fuerte tradición asociativa, no en vano su Asociación de Vecinos pasa por ser la más antigua de España y de ella surgieron los principales políticos de izquierdas que conformaron el primer ayuntamiento democrático tras la muerte del dictador. Hasta hoy, destacando el anciano y muy querido don Bartolomé, todos los párrocos anteriores han sabido comprender esas características y se han adaptado y compenetrado con las necesidades espirituales y vitales de su feligresía, acogiendo en la parroquia la mayoría de las actividades culturales, festivas y asistenciales del barrio en perfecta armonía y colaboración con las distintas asociaciones: La Coral, el Grupo de la Tercera Edad, la Cofradía, la Asociación de Vecinos, la Organización de la Cruz de Mayo y las Meriendas vespertinas para los ancianos solos del barrio.

Así que la sorpresa para los parroquianos católicos ha sido mayúscula cuando el nuevo párroco les ha conminado perentoriamente a que saquen de las dependencias de la parroquia hasta el último objeto ajeno a la misma. Todas las armaduras y todo el menaje que para montar la Cruz de Mayo se guardaban allí. Los atrezzos del grupo de teatro y las pocas pertenencias que la novísima pero no menos esforzada cofradía en proceso de fundación, todo. A la puta calle. Y no contento con ello ha prohibido terminantemente que la próxima celebración de la Cruz de Mayo, una de las más visitadas y valoradas de la ciudad, use el muro de la iglesia como apoyo y que contaba con ese rincón como su principal seña de identidad desde hace 26 años. Todo esto no sólo crea gravísimos problemas a todos los voluntarios y voluntarias que cada año, con gran esfuerzo físico, mental y económico sacan adelante la fiesta principal del barrio, sino también sensaciones de desamparo y de ser víctimas de una injusticia al ser expulsados de espacios que consideran comunes del barrio, independientemente de que sean propiedad de la Iglesia Católica. Pero como comentaba una feligresa al borde de las lágrimas, siempre se les ha dicho que los católicos son Iglesia, así que por qué no van a poder disfrutar de espacios que son también suyos.

El malestar entre la feligresía del barrio está subiendo conforme se van conociendo detalles de las actuaciones y propósitos del nuevo párroco. Su obsesión por cumplir y hacer cumplir la regla de adoración eucarística perpetua de su congregación llega a extremos paranoicos. Mantiene la iglesia abierta todo el día con el Santísimo expuesto y puede vérsele a él todo el día de rodillas ante el altar en estado de adoración, a veces realizada en voz alta. Se cuenta entre el vecindario que ha solicitado al ayuntamiento que elimine la parada de autobús que hay delante de una de las puertas laterales, porque el trasiego de usuarios disturba sus prácticas meditativas. Y que ha llegado a obligar a los ancianos que van a merendar a la parroquia, una costumbre que instauró el anterior párroco a que suban antes a la iglesia a dar gracias al Altísimo si quieren recibir las viandas, importándole poco el hecho de que muchos de ellos son impedidos graves. Por otra parte es ya conocida su exigencia de que todo el mundo se arrodille en el momento de la consagración y todo el mundo quiere decir incluso quien no pueda. Paralíticos incluídos.

La feligresía de Cañero está formada mayoritariamente por gentes sencillas que practican una fe religiosa igualmente sencilla, ajena a misticismos extremos y que sólo necesita para cultivarla un pastor que entienda esa sencillez y la cuide con la lógica y la paciencia. Algo con lo que han contado hasta ahora, 56 años después de la fundación del barrio.

Pero corren nuevos vientos. El nuevo ayuntamiento compuesto en gran parte por fundamentalistas católicos no es ajeno a ello. Varios de los concejales son conocidos por su extremismo político y religioso. El de festejos, conocido como Rafael (Fray) Jaén, es un redomado politoxicofrade (pertenece a tres cofradías) y el del Casco Antiguo es un coleccionista de sectas católicas, porque milita a la vez en varias de ellas, entre otras en una que está íntimamente unida a la congregación del nuevo párroco, Adoración Nocturna, la rama laica de la sotánica que fundara el cura francés en el XIX, Juan José Primo Jurado, conocido por su publicada admiración al cuerpo de ejército nazi español, la División Azul, ha participado muy activamente recientemente en los pomposísimos actos del 150 aniversario de la Adoración Nocturna cordobesa, de la que fue presidente no hace mucho. Por las mismas fechas ocurría el relevo del antiguo párroco Cañero por el sacramentino de la rama reconstituída Gil y su empeño en convertir la parroquia en un convento de adoradores, diurnos y nocturnos, jodiendo a toda la feligresía. Y don Demetrio, el del Báculo Erecto, el ultramontano obispo de Córdoba, en medio. Demasiada chamusquina para un olfato normal.

Por último ayer mismo, vísperas del día del Custodio San Rafael se celebraba en la iglesia de San Vicente Ferrer de Cañero una solemne misa presidida por Monseñor Castillejo Gorráiz, resucitado de su suculentamente primado retiro espiritual expresamente para ello, seguido de una sentidísima exaltación del arcángel por el mismísimo Primo de Jurado.

No hace falta ser ningún Dan Brown para armar un verdadero argumento de intriga narcosotánica. Lo cierto es que la secta esta ha elegido el tranquilo barrio donde yo nací como germen de su expansión para cumplir su misión secreta. Que es como la de todas las sectas sotánicas y satánicas: ADUEÑARSE DEL MUNDO y convertir a la humanidad en adoradores eucarísticos nocturnos o diurnos en cómodos turnos alternos.

domingo, 23 de octubre de 2011

Dónde está la reliquia de Ambrosio de Morales

VISITAR LA PRIMERA PARTE

Segundo de dos artículos que mi amigo Acisclo Lupiáñez ha confeccionado para el homenaje que La Colleja está rindiendo al insigne humanista católico cordobés, cronista de Felipe II y pionero de la arqueología moderna, Ambrosio de Morales. Antes de comenzar su lectura recomiendo visitar el artículo anterior en el que Lupiáñez cuenta el suceso por el que el gran Morales alcanzó también la fama... una fama un poco más... dolorosa.



DÓNDE ESTÁ LA RELIQUIA DE AMBROSIO DE MORALES

Acisclo Lupiáñez

En febrero de 1978 mi amigo Manuel Harazem y yo conocimos en la sacristía de la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas de Córdoba a don Rafael Soriano Resines, erudito local, autodidacta y empleado municipal jubilado, que recorría las parroquias cordobesas rebuscando en los archivos parroquiales datos curiosos de la historia de la ciudad. Coincidimos en aquel oscuro vientre parroquial en varias ocasiones más y a pesar de ser de natural reservado acabó haciéndonos blanco de sus confidencias y de algunos de sus descubrimientos tal vez porque por entonces ya era muy mayor e intuía que no le quedaba mucha vida por delante, como así ocurrió, pues nos enteramos de su muerte sólo dos años después, pero también por la indisimulada alegría que le producía el ver a unos chicos tan jóvenes compartiendo con él tan ratonescas aficiones. Tras conocer casualmente la noticia de su muerte (no tuvo ni esquela, ni tan siquiera necrológica en la prensa local) intentamos ponernos en contacto con su familia para acceder a sus papeles, pero una vecina nos informó de que sólo tenía un familiar directo, una sobrina de la que sólo sabía que vivía en una ciudad del norte, no recordaba si Burgos o Soria, y que había puesto todos sus libros y documentos en manos de un chamarilero, chamarilero que por supuesto ella tampoco conocía.

Así, que la posibilidad de contrastar documentalmente los descubrimientos de que nos hizo confidencia don Rafael se desvanecieron. Pero recordamos perfectamente algunos de ellos y sobre todo el que concierne al contenido de este artículo: el paradero de algunas partes corporales del cronista de Felipe II Ambrosio de Morales.

Un frío día de invierno, después de haber conseguido desembarazarnos con una falsa urgencia de una de las interminables falsas batallitas de campo de concentración que don Martín, el párroco criptonazi que se hacía pasar por entonces por rojo, nos endilgaba, acabamos en la taberna de Santa Marina don Rafael y los dos pollos investigadores compartiendo medios de fino y tertulia con la máscara mortuoria de Manolete. Con voz muy baja y un tono de secretismo extremo nos hizo partícipes de un invencible afán que lo corroía cifrado en la esperanza de un hallazgo al que dedicaba una incansable búsqueda desde hacía 50 años. No sólo visitaba las parroquias históricas cordobesas tras los secretos durmientes de los archivos, sino que tenía en mente el hallazgo de un santo grial que sabía guardado celosamente en alguna de ellas.

Todo empezó, nos dijo, un día en que se encontró por casualidad entre un lote de viejos libros que había adquirido en la ya desaparecida librería anticuaria de Diario de Córdoba un manuscrito del siglo XIX en el que se narraba la operación de exhumación de los restos de Ambrosio de Morales en 1844 y su traslado desde el ruinoso Convento de los Santos Mártires donde reposaba desde su muerte en 1591 hasta la Colegiata de San Hipólito donde se le había proporcionado nueva ubicación, ante el temor cierto de derrumbamiento del viejo edificio ribereño. En el manuscrito se relataba pormenorizadamente todo el proceso y todas las personas involucradas, frailes, curas, políticos, judicatura y Comisión de Monumentos. De esta última formaba parte en calidad de Vocal Secretario el eminente erudito don Francisco de Borja Pavón de cuyo puño y letra había deducido don Rafael claramente estar escrito el texto encontrado, aunque careciera de firma alguna. En él el farmacéutico y polígrafo cordobés, especialista en necrológicas, relataba cómo al abrir el catafalco donde se encontraban los restos del Ilustre Morales se halló entre ellos un cofrecillo de madera dotado de unos herrumbrosos goznes de hierro en bastante buen estado de conservación. Tras sacar con sumo cuidado uno a uno los ilustres huesos y antes de ser introducidos en un ataúd de plomo que habría de sellarse posteriormente, se procedió a abrir el cofrecillo en el que se halló un folio manuscrito enrollado y atado con una cinta que se deshizo al tocarla sobre un extraño objeto muy arrugado de color parduzco y textura apergaminada. Tras la lectura del texto se supo que aquel objeto correspondía a las virilidades completas de Morales que en su juventud, en pleno arrebato de locura en su lucha contra las tentaciones de la carne, se había cortado de cuajo, al completo. El texto estaba redactado con una temblorosa caligrafía y firmado por el Padre Secundino de Santa Justa prior del convento de Los Jerónimos de Valparaíso donde había ocurrido muchos años antes aquel desgraciado suceso y fechado el mismo día del sepelio. Narraba el fraile cómo siendo él mismo de los mismos años y vecino de celda de Morales había acudido a los gritos que aquel diera tras cometer su locura justo un rato después de que él mismo pasara para gozar de su compañía en ella y cómo rescató de entre la sangre y la parafernalia sanadora que montaron los demás frailes para tapar la hemorragia y salvarle la vida, con grande amor y veneración y con los ojos arrasados en lágrimas, aquella desgajada parte causante de las tentaciones de su joven vecino. Cómo las lavó cuidadosamente, las enterró en varios puñados de sal que consiguió en la cocina y las mantuvo en custodia durante toda su vida bajo las tablas de las celdas que fue ocupando hasta la actual correspondiente al prior. Y cómo enterado de la muerte de su antiguo hermano de hábito y estrecho amigo y entonces ya sabio reconocido por toda la España bajó a la ciudad y solicitó permiso al Obispo para introducir la parte que faltaba a su cuerpo sin vida en su lugar de descanso eterno para que nada le faltara cuando compareciera ante el Señor. Lo que le fue concedido.

Borja Pavón desgranaba la discusión que se desató ante el descubrimiento entre civiles y eclesiásticos, éstos últimos contrarios a considerar parte de los restos el contenido del cofrecillo y partidarios de que quedara excluido del nuevo féretro, frente al conjunto de los laicos que consideraban de justicia su inclusión. Según don Rafael, Pavón no daba cuenta de los diversos argumentos pero sí de que al final ganaron los tonsurados y de que se decidió enviar el cofrecillo a la frontera iglesia parroquial de San Nicolás de la Axerquía para que allí se guardase mientras se decidía su destino. Se detallaba también el acuerdo unánime de que tal hallazgo y su destino no constaran en el Acta (1) oficial que se levantó dando cuenta del acto y que redactó y firmó el propio Francisco de Borja Pavón. Con esta noticia daba fin al manuscrito. (2)

Y es ahí donde comenzaba la ardorosa búsqueda de la reliquia don Rafael, partiendo del hecho de que unos años después la parroquia de San Nicolás de la Axerquía fue desalojada y todos sus enseres conducidos a la de San Francisco antes de que ocurriera su derrumbe. ¿Quedó en San Francisco o peregrinó por otras parroquias? ¿Sería secuestrada por algún particular y conservada en su casa como reliquia intelectual? Don Rafael no pudo conseguir, a pesar de sus denodados esfuerzos, encontrar su santo grial particular, pero quién nos dice que cualquiera de nosotros cualquier día no damos con la preciada reliquia del muy católico Ambrosio de Morales y que podría ser rescatada y venerada en la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, en la calle donde naciera y que aún lleva su nombre.

Como me imagino que ninguno de nosotros puede hacerse una idea de qué aspecto tendrá un estuche fálico momificado en salazón de casi 500 años de antigüedad (el de las momias egipcias jamás nos lo muestran) propongo varias modelos de objetos similares que pudieran servir de referencia.


Ciruelas pasas, orejones e higos secos




(1) Documento original custodiado en la Biblioteca Provincial de Córdoba y que puede hallarse bajo el título: Certificación de Don Francisco de Borja Pavón, vocal Secretario de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Córdoba, sobre el Acta de exhumación de los restos mortales de Ambrorio de Morales del sepulcro que ocupaban en el convento dominico de los Santos Mártires del Río, en la ciudad de Córdoba, su posterior colocación en una urna y su traslado a la Colegiata de San Hipólito, el 8 de noviembre de 1844 [Manuscrito].


(2) No fue este el único meneo que se le dio al paquete residual y ya definitivamente incompleto de Ambrosio de Morales. 25 años después de su traslado a la nueva tumba de la Colegiata de San Hipólito, en 1867, una brillante idea del Gobierno de Madrid fraguada en 1837, en línea con las ideas que suelen tener los gobiernos de un país tan absurdo y necrópata como éste en todos los tiempos y circunstancias, consistente en la creación, siempre copiando tarde y mal lo que la más racional Francia hacía, de un Panteón de Españoles Ilustres, volvió a hacer viajar a los pobres restos ambrosianos de un lado para otro. Y con ellos los de varias decenas de Españoles Ilustres más, Juan de Mena, Garcilaso de la Vega el Inca y Gonzalo Fernández de Córdoba, alias El Gran Capitán por lo que respecta a nuestro paisanaje, pero también Quevedo, Calderón de la Barca, Ventura Rodriguez y muchos más. El lugar elegido fue el templo de San Francisco el Grande de Madrid y para su inauguración se organizó un soberbio zafarrancho de combate consistente en una comitiva de cinco kilómetros, en la que desfilaron las carrozas fúnebres acompañadas por bandas de música, unidades del Ejército y de la Guardia Civil, estudiantes, religiosos, políticos e intelectuales se dispararon cien cañonazos y como detalle iluminativo al entrar los restos en la basílica se encendieron tres grandes lámparas. Los restos fueron depositados en una capilla y años después devueltos a sus lugares de origen, con lo que se cerró por un tiempo la idea de crear un panteón nacional. Así que los sufridos restos de nuestro emasculado para toda la eternidad (si La Colleja no lo remedia) Ambrosio de Morales que habían sido despedidos en la flamante estación de ferrocarril de Córdoba años antes con todos los honores de cubrimiento de bandera de seda, presenten armas, banda de música y discurso de don Francisco de Borja Pavón en el que flotaron en el éter de la gloria sus vibrantes palabras: con emocion profunda, no ajena si se quiere á un dulce sentimiento, pero impregnada en gloriosa complacencia, regresaron a Córdoba para aguardar unos años más en un rincón de la Colegiata su definitiva residencia en el pisito cercano al altar mayor que le fue definitivamente destinado y en el que aún espera, completamente desatributado, el Juicio Final.


sábado, 22 de octubre de 2011

Mi azulejo moro


Estoy muy harto del grito de guerra musulmán. Ese Allahu Akbar que hoy mismo escuchábamos una y otra vez en la desgañitada garganta de un miserable hijodeperra que lo lanzaba como una ráfaga de tiros con la intención de rematar al despojo en que habían convertido a Gaddafi y convertirse en un hijo de perra aún mayor. Ya lo estaba desde hace tiempo, pero ese malnacido y su asqueroso grito me ha sacado de quicio.

No quiero perder el equilibrio aunque me cuesta y mucho. Mi fascinación por el universo árabe se ve una y otra vez puesto a prueba por la puta religión, por su absoluta ubicuidad en casi todas las manifestaciones de la arabidad. Resisto pero a veces me dan ganas de rendirme y no querer saber nada más de ellos, de los árabes. Estoy harto de asistir a concentraciones de apoyo a los palestinos o a la primavera árabe y que siempre tengan que aparecer al final los desencajados aulladores del Allahu Akbar de los cojones. Y sé que aún no ha llegado lo peor. Estoy convenido de que una nueva ola de islamismo que comenzará moderado pero que no se sabe como acabará marchitará la primavera árabe, que ha sido obra de capas muy activas, pero muy minoritarias, clases medias ilustradas urbanas, que no podrán competir con la fuerza de la superstición organizada que pastorea las capas mayoritarias analfabetas. Mañana en Túnez se comprobará. El reforzamiento militar norteamericano que un presidente socialcretino español ha consentido se coloque en la punta sur de la península responde más a la posibilidad de amenaza norteafricana que a un improbable ataque iraní como se nos ha vendido. Y es un sinsentido difícil de aprehender, porque ese avance del islamismo está fomentado y financiado descaradamente por Arabia Saudí, el único país del mundo que pertenece legalmente a una familia-empresa, un estado atroz, repugnante en su legislación, pero enorme teta petrolífera aliada incondicional y mimada por occidente.

Es lo que tiene no haber sabido crear un escudo ilustrado y de sostenibilidad económica, en lugar del represivo militar, de ordeño de recursos y de sistemático agravio que ha cultivado occidente con el mundo árabe. Que la incertidumbre será la única propuesta de futuro.

Pero yo comencé esta entrada para hablar de mi cuadro de azulejos que luce en mi patio y que me regaló C. Hace exactamente dos años y justo el día de mi cumpleaños lo descubrimos en uno de los anticuarios de la rue des Consuls de Rabat. Cueste lo que cueste te lo regalo, me dijo, avisada por la cara de fascinación que debí poner mientras trataba de ordenarlos. Se trataba de un conjunto de 12 piezas que unidas formaban una leyenda. Sabía que eran de estilo thuluth (léase zuluz en castellano de Castilla La Vieja) y con peculiaridades gráficas magrebíes (a imitación de la Alhambra o las madrasas meriníes) y que es un pareado, quizás una sentencia sapiencial o apotegma que tal vez quedaría en saleroso chascarrillo moruno y que probablemente contaba con sus buenos 50 o 60 años de haber estado en alguna pared de algún patio privado antes de ser arrancadas y acabar en el cesto de uno de los avispados chamarileros rabatíes. A no ser que la molestia por la cuidadosa falsificación de los restos de viejo yeso en su trasera les saliera contundentemente barata. Conseguí leer alguna palabra suelta, pero no captar ni siquiera un porcentaje decente de su sentido completo. Antes de decidirme a comenzar la ritual negociación pedí al vendedor que lo leyera para asegurarme de que tenía sentido, lo que hizo de corrido y seguidamente que me lo tradujera. Hablábamos en francés. Más complicado, me dijo, porque es poesía y es difícil de traducir. Entonces ¿no es Corán? No, no, Corán no es. Sentí un gran alivio porque no me apetecía colgar en mi casa una sentencia religiosa por muy bonita que fuera. Realmente estoy tan harto de la religión que no hago distingos. Pensé que hasta podría ser uno de esos pareados de azulejo de taberna casposa española en los que podía leerse: La mujer y el vino sacan al hombre de tino o bebe para olvidar pero no te olvides de pagar. Pero en morubi.

Le pidió a C. un precio tan razonable que hasta pasamos de regatear. Mi regalo de cumpleaños de ese año solucionado. Y además sobrado. ¡¡¡Menudo regalazo!!! De vuelta a España mi amigo y vecino J. me ayudó a incrustarlo en la pared, bueno en realidad fui yo el que le ayudé en plan peón palaustrero. Y luego tras pintar el patio al completo de ese color salmorejo tan molón se quedó, con su azul y blanco, de puta madre.

Pero aquí empezó la larga y tortuosa historia de su traducción. Yo por mi cuenta, armado de mi Federico Corriente, no fui capaz de traducir más de cuatro o cinco palabras sueltas, alguna de las cuales descubrí más tarde que las había leído mal. Muy bonita la escritura pero condenadamente difícil de leer. Así que comencé mi peregrinaje de correo electrónico en correo electrónico de todos los arabistas que tengo el placer de haber tratado en algún momento de mi vida. Y han sido algunos tirando a bastantes. No sabía entonces en los compromisos que habría de meter a muchos de ellos. Alguno pasó directamente diciendo que el árabe poético nunca le interesó, otros se esforzaron pero defendieron que había alguna falta de ortografía lo suficientemente grave como para privar de sentido la leyenda. Uno, especialista en cúfico primitivo me convenció de que los grabadores eran analfabetos y copiaban de un dibujo sin saber lo que escribían y que por tanto los errores eran frecuentísimos. Sea como fuera pasé un años cotejando diferentes transcripciones a la escritura de word, perfectamente lógicas pero sin sentido. Alguien me defendió que es que la poesía árabe era así de oscura y metafórica. No sólo arabistas españoles, también árabes argelinos, iraquíes, sirios, marroquíes, unos más cultos que otros pero todos igual de incapaces de darle sentido a los dos versos de que constaba la leyenda. Hablaban de algo grande, el terror enorme, el mar, frutos y algo que ya es conocido, pero el sentido coherente nunca acababa de aflorar. Dos versos perfectos de catorce sílabas rimando en asonante y con un fuerte ritmo interno conseguido con la repetición de la alternancia de las vocales largas y las débiles. Desgraciadamente entre mis amistades no cuento con ningún experto en métrica árabe y no he podido clasificar exactamente el tipo de métrica en que está esculpido, pero aseguro que es de una precisión sobrecogedora.

El más esforzado de los paladines debeladores del enigma fue mi amigo R., tetuaní de una sólida cultura bífida pero sobre todo de una intuición e imaginación portentosas. Realmente sus traducciones casi me convencen de que no había allí, en el texto de mi pared, más cera que la que arde.

Las lecturas se sucedían mes tras mes con la misma uniformidad por un año y medio hasta que un día tuvimos la suerte de poder invitar a merendar a casa a S. la hermana de un amigo sirio a quien había venido a visitar. Araboparlante estricta acabé interesándola por el azulejo, al que no había prestado la más mínima atención al entrar en el patio, más por encontrar un tema de conversación fácil (la propia lengua árabe) que por esperanzas de avance en el desentrañamiento del mismo. Lo leyó de corrido y noté algunos cambios en lo que ya conocía. Le pedí que lo repitiera y finalmente que lo escribiera. el primer sustantivo del primer verso, que todo el mundo tomaba por al-kabír (el grande, lo grande) ella la convertía en al-yeísh ( el ejército) descubriendo al final de la misma que una de las virgulitas que en el thuluth se usan como relleno decorativo carentes de sentido no era tal, sino el circunflejo contracto de los tres diacríticos de la shim y en la penúltima del segundo que todo el mundo tomaba por afákuh (frutos) ella descubría un lamalif que para todo el mundo había pasado desapercibido, convirtiéndola en aflákuhu (sus barcos). De esa palabra viene la española faluca, que aún se usa en muchos países árabes para nombrar las barcas de río e incluso en Marruecos se usaba para barca pequeña hasta que fue sustituída en los últimos años por la española patera por razones obvias. No hace falta decir que la traducción, tratándose de una arabohablante estricta no me fue posible fijarla. Pero la fijación exacta de la grafía quedaba completada. Aún con eso tuve que echar bastantes ratos aún con mi amigo R. al que le costó aceptar las correcciones, pero que terminó haciéndolo porque las evidencias eran palmarias, para ultimar la traducción exacta. Independientemente de la perfección de los versos ni puta idea de quién es el autor, de si se trata de un trozo de un poema más largo, una frase célebre (no debe serlo tanto cuando ni dios la conoce). He aquí, por fin el sentido de lo que desde hace dos años tengo incrustado en la pared de mi patio y que hace las delicias de todos los amigos a los que tenemos el gusto de invitar a cus cus porque les transporta directamente a un riad de Marrakech, música andalusí mediante, si no fuera por las putas campanas de la iglesia vecina que rompen siempre y en lo mejor de las veladas el soñoliento espejismo.


Hada al-yeísh aladi ahuálahu ‘adamat

Fi bhar ma qad yanna aflákahu ‘arafat

ESTE EJÉRCITO CUYO ESPANTO ES GRANDE

YA ALCANZÓ EN EL MAR CON SUS BARCOS LA FAMA




Aprovecho para mostrar a todos los amigos que se suelen interesar por mi huertecillo imagen de mi cosecha de aceitunas: 23, ya maduradas. Dos naranjas y unos 20 limones. El níspero está cuajaíto de capullos. Y Kañero, porque Kairo armó el petate y se escapó de casa hace un año, hecho un gatazo capón.

jueves, 20 de octubre de 2011

ROCÍO, la mordaza que no cesa

Hace unos días moría en su exilio portugués (voluntario pero no por ello menos real y justificado) el cineasta andaluz Fernando Ruiz Vergara. Su carrera profesional nunca pudimos llegar a verla consolidada porque fue truncada prematuramente por la acción directa de los herederos directos del franquismo y la omitiva de los guardianes actuales de sus símbolos: los gobernantes psoeístas. Pero lo poco que consolidó se alza como un testigo de que la tan cacareada libertad que aventó la Transición, Transacción realmente, es un producto meramente de marketing político.

Sólo pudo rodar en su vida un documental, ROCÍO (ahí podéis verlo), que tiene el honor de ser la única película española que permanece en estado de censura en la actualidad. De ahí que el exilio de su autor hubiera estado siempre plenamente justificado. Realmente compartir espacio con los responsables del mantenimiento de esa ignominia debía ser altamente contaminante moralmente.

Las vicisitudes de la quema en la hoguera de aquella obra y la parafernalia judicial que la envolvió la encontrará el lector curioso minuciosamente desgranado en ESTE ENLACE. Lo que allí se mostraba era excesivo (sigue siéndolo) para las poderosas fuerzas que controlaban y controlan aún los mecanismos de poder en Andalucía.

El documental hace un recorrido por la historia del culto mariano en la Península Ibérica, para centrarse finalmente en la de uno en concreto localizado en un lugar estratégico del sur, un vértice en el que confluyen varios territorios caracterizados por un reparto de la tierra basado en la posesión de la misma por un puñado de aristócratas, ganaderos y agricultores fundamentalmente, pero también y posteriormente bodegueros, y una gran masa de asalariados en estado semifeudal que se localiza en grandes núcleos de población. Es la alianza entre la Iglesia Católica que se compromete a mantener en permanente estado de infantilidad mental a los campesinos y esa aristocracia que necesita un portal donde mostrar su poder. Ambas cosas cristalizan en el culto a una imagen que fanatiza a las masas incultas y sirve de escaparate anual al señoritío. Los símbolos de ese culto son sumamente precisos en su denotación intencional. El señorito, el aristócrata va a caballo y lleva a su familia en lujosas carretas atendidas perfectamente por una nube de sirvientes. La masa desposeída que vive cerca puede acercarse a sentir la fascinante teatralización del poder y el trampantojo de que comparte algo con los amos que la explota: una madre protectora.

Yo ya he dicho en varias ocasiones que las fiestas andaluzas actuales, romerías y ferias, responden a la ritualización cíclica de profundos estados de desigualdad social, los propios por otra parte de su estructura íntima. Por ejemplo el traje típico homologado ya en toda el territorio andaluz consiste para los hombres en el vestido de diario de los señoritos-caciques explotadores cortijeros y para las mujeres en el de domingo de las mujeres del campo, de las jornaleras. Si eso no tiene un significado clarísimo que venga San Freud y lo vea. Las ferias, muy recientes además todas ellas no son más que las fiestas que la aristocracia ganadera se montaba alrededor de sus negocios de compra-venta.

Fernando Santiago lo decía muy claro en un certero artículo:

El hecho de que el Rocío es un asunto de derechas lo demuestra que en 2007 el documental Rocío, de Fernando Ruiz Vergara, sigue siendo semiclandestino. Cuando se estrenó, en 1980, fue una brisa fresca en el audiovisual español. Un grupo de gente que no tenía miedo de los poderosos ni de los mitos y se atrevía a llamar a las cosas por su nombre. Fue un documental extraordinario, donde se explicaban las relaciones de las hermandades, sobre todo de la hermandad matriz de Almonte, con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y con el fusilamiento de líderes políticos de los partidos fieles a la república. También contaba el documental la manera en que recaudan dinero las hermandades y el entramado económico que es la romería del Rocío. Con todo lujo de detalles, incluido algún plano metafórico del señorito a caballo que avasalla a un currito a pié. Aquello fue demasiado para una sociedad donde la democracia estaba en pañales. El documental fue censurado por orden judicial, se le mutiló una escena y se ha hecho el silencio sobre su contenido. El autor fue condenado a dos años de cárcel y a una multa de 10 millones de pesetas de las de entonces. Eso es el Rocío, que no se llamen a engaño los partidos de la izquierda.

Eso está escrito en 2007. En 2011 la cosa no ha cambiado.

Para mí lo más entrañable de la película es que supuso el primer intento de denuncia directa de los crímenes del franquismo, el primer intento de formulación de una Memoria Histórica de las víctimas y una denuncia clara, con nombres y apellidos de los victimarios. En uno de los momentos más valiosos se pone rostro y nombre por primera vez a cada uno de los cien asesinados durante la guerra en Almonte en una letanía que da cuenta de aquel primer y fulminante año de aniquilamiento. Rocío se convierte así en documento y fuente al mismo tiempo, y en la película pionera de la recuperación de la memoria histórica en Andalucía, doblemente valiente por alzarse tras cuarenta años de silencio forzoso. Los nombres de los asesinos, uno de ellos fundador de la Hermandad del Rocío de Jerez, al que un vecino acusó en la película de matar a palos desde su caballo a varios jornaleros tras el golpe nacionalcatólico, fue el detonante del proceso judicial que sufrió la película y que demostró que la justicia estaba (y está) al servicio de los de siempre, como ha vueto a ser recientemente puesto en claro con el caso del juez Garzón.

El problema de la memoria en este país es siempre el mismo: la aberración de considerar un régimen como el franquista, simplemente como el régimen anterior sin más, normal, un poco autoritario, pero perfectamente respetable. En Alemania del Este y del Oeste, en los países del Este europeo, en Argentina, en Chile, en Uruguay, en Haití, en Guatemala, en Perú, en Paraguay y en África, en Sierra Leona, en Sudáfrica. Incluso en el mismísimo Marruecos. En todos ellos hubo y hay esfuerzos reales de los estados y sus sociedades por conocer la verdad oficial, proporcionar reparación y reconocimiento a las víctimas, e incluso algunos de los responsables de las atrocidades conocen las salas y los banquillos de justicia. Lo dice Esteban Beltrán en su imprescindible Los derechos torcidos (Ed. Debate. Barcelona, 2009). En España en cambio, las víctimas, los herederos del dolor, tienen que soportar aún que los verdugos genocidas sigan siendo ensalzados tranquilamente y considerados políticos o personas normales libres de culpa en los libros de texto escolares o en los de divulgación histórica y el régimen surgido de un genocidio, equivalente moral y políticamente al nazi alemán o al fascista italiano, basado en la tortura, la brutal represión de las libertades, como una tranquila etapa de la historia de España. Algunos de sus cómplices siguen vivos y aún en la política activa. Y si alguien se atreve a poner en duda esa verdad oficial que se vaya guardando de las iras de la justicia.


De aquellos barros los lodos actuales. Los miembros de un partido supuestamente heredero de la legitimidad republicana, pero que no han tenido nunca ningún empacho de besar el culo de una monarquía epígona del franquismo, descubren milagrosamente tras su acceso al poder político que los poderes verdaderos, el social y el económico, están en otra parte y que hay que respetarlos si se quieren mantener en las poltronas recién adquiridas por las urnas. Y que el caudal simbólico de la tradición aristocrática cortijera, explotado hasta el asco por el profundo proceso de aculturación en que se empleó el franquismo, no sólo no debía tocarse, acompañando a la intangibilidad de las propias estructuras socioeconómicas, sino que había que aprovecharlo y rescatarlo, repropiándose de su potencial alienante en beneficio propio, previa conversión fraudulenta en seña de identidad de lo andaluz.

A ello se suma el revival del alvarezquinterismo más lamentable, de la ingobernable extensión de la metástasis cofrade, de la estomagante ubicuidad del sevillanismo músico-gracioso. A falta de idiosincrasias más estupendas han convertido la caspa folclorizoide en nuestro inmutable hecho diferencial. Y Canal Sur es su profeta, la mayor y más diabólica máquina de cretinización masiva que ningún gobierno español soñara nunca. Ni los vascos ni los catalanes han conseguido extender tan efectivamente los topicazos más infumables de sus respectivas supuestas culturas autóctonas entre la inerme población elevando a la categoría de hecho diferencial la caspa de raíz rociera, el señoritismo, el cofradierismo, el nazionalfolklorismo coplero, la chismografía rosácea, la testosterona taurina.

La reciente entronización oficial (plaza, medalla de oro y estatua) de una parásita duquesona terrateniente y explotadora como heroína popular por parte del socialcretinismo andaluz sólo es uno de los adoquines con que han ido afirmando el camino hacia la conversión de esta sufrida tierra en Kretinistán, el paraíso de súbditos sumisos y azombizados perfectamente preparados para ser saqueados definitivamente por los herederos del genuino franquismo señoritil que en breve nos gobernará. Pero esta vez, ya más evolucionados, lo harán en nombre de instancias sobrenaturales que tienen sus hermandades matrices en Paraísos Fiscales de nombre impronunciable para los pobres jornaleros de la duquesa, que en el fondo somos los andaluces. AMÉN.