(del laberinto al treinta)


miércoles, 23 de noviembre de 2005

Caligrafía de agua

En un jardín público de Shanghai, en la esquina opuesta al mercado de la Xiangyang Lu con la Huaihai Lu, donde se oficia cada día la abominable danza ceremonial de la codicia entre ritualizados vendedores de falsificaciones y compulsivos turistas occidentales, ávidos de pecaminosas gangas, se celebran también cada día otras ceremonias de índole radicalmente distinta. El jardín tiene un historia heroica, perfectamente narrada en paneles bilingües en sus esquinas. Construido para el disfrute exclusivo de la colonia francesa, la presión reivindicativa de los autóctonos consiguió que sus puertas se abrieran indiscriminadamente a todos los shanghaineses en los años 30.

A lo largo de sus caminos, al abrigo de frondosa arboleda que los protege del fárrago urbano, ciudadanos de cualquier edad practican el ocio sensato del relajamiento realizando actividades diversas: taichí, yoga, claqué, bailes occidentales dirigidos por un magnetofón, danzas tradicionales con bizarros abanicos... Una de estas actividades consiguió conmoverme profundamente por la belleza gestual y simbólica que entrañaba. Sobre la parte central enlosada del parque se alineaban unos cuantos ancianos circunspectos que, armados de unos grandes pinceles que mojaban en un recipiente con agua, trazaban caracteres sobre el suelo. Pregunté y se me dijo que se trataba de viejos poemas del acerbo tradicional chino con los que los artistas ponían a prueba su habilidad caligráfica. Uno tras otro, de arriba abajo, los caracteres iban surgiendo brillantes y húmedos mostrando su delicada belleza sólo el tiempo que tardaban en evaporarse. Los espectadores parecían apreciar sumamente las obras. Yo me limité a gozar sólo del gesto, de la idea y de la pura forma de esos signos incomprensibles. No llegué tampoco a saber más sobre la índole de tal actividad, su tradición o su sentido profundo, pero me pareció una misteriosa entrega al acto creativo en estado puro, creación que no cuenta con el tiempo, con la permanencia, trazos de la misma naturaleza etérea que las notas musicales, belleza fugaz, inasible, antídoto perfecto contra la vanidad del arte.



Comentarios
¿Por qué lo fotografiaste entonces?
Suzuki — 23-11-2005 14:18:20
La verdad es que me hice yo la misma pregunta en el instante mismo de hacer las fotos, después de pasar un buen rato contemplándolos. También cuando las colgué aquí. Me he respondido a mí mismo, tal vez candorosamente, que el hecho de fotografiar el acto y el texto no alteran su sentido, la voluntad de fugacidad del autor, que reside en él mismo, y no en la mirada ajena del casual paseante. Desde un punto de vista excesivamente dogmático, aunque no carente de realidad, podría acusárseme al fotografiarlos de contaminar ajenamente la pureza de la idea al dotarlos de una indeseada permanencia, pero la verdad es que suelo ser a veces demasiado consentidor de mí mismo cuando se trata de algo que me impresiona lo suficiente. Y por supuesto no me resisto a hacer partícipe de ello a mis amigos. Ya sé que es contrario a las filosofías orientales que predican la inacción, la modestia y la discreción, pero ya soy muy mayor para ponerme a cambiar de carácter. Y además, después de todo, ha servido para llevarte a la acción lanzándome esa deliciosa y certera pullita, amigo/a Suzuki.
harazem — 26-11-2005 21:13:48
Está bien, te entiendo, aunque a mí me habría dado un apuro tremendo, yo me habría apostado en un lugar inaccesible a los ojos del pintor, para robarle después eso que no sé concretar en palabras pero que yo estoy segura de arrebatarle, con toda la vergüenza de mi corazón.
Suzuki — 27-11-2005 09:39:27
En el Forum de la Caixa, vi una filmación de un artista, no recuerdo su nombre, que pintaba con agua, de forma reiterativa, en el suelo empedrado, a pleno sol, su autorretrato.La aparente inutilidad de tal obra, nos llevó a unos cuantos visitantes, a estar bastante tiempo viendo lo que no era otra cosa que la repetición de la misma escena, una y otra vez.Quizás el artista había visto la misma escena que tú y pretendía (o no) lograr este resultado, que algún espectador se preguntara, sobre las motivaciones que llevan a alguien a un trabajo, de cual a los pocos minutos no queda ningún rastro. Saludos
imagina — 17-12-2005 11:30:27