(del laberinto al treinta)


miércoles, 16 de julio de 2014

Aniversario de la Sinagoga: con judíos pero sin el estado de Israel

Dentro de poco, en septiembre, darán comienzo los actos oficiales de la celebración del 700 aniversario de la construcción de la Sinagoga de Córdoba. Realmente justa y necesaria. Los posos de la herencia cultural sefardí forman parte indisoluble de las madres de la nuestra. Entenderla nos acerca al conocimiento de nosotros mismos. Si de algo sirve el mito bueno (para pensar, en el sentido levystraussiano) de la convivencia de las tres religiones que se dio efectivamente en Al Andalus, el Paradigma de Córdoba, es como instrumento para tratar de mejorar el mundo, como herramienta para fomentar la justicia, la tolerancia y el respeto entre sensibilidades culturales diferentes. Por ello parece completamente fuera de lugar que entre los patrocinadores de esa celebración se encuentre la embajada de un estado que funda su existencia reciente en la brutal limpieza étnica pasada y presente del territorio que hoy ocupa, en el mantenimiento de un sistema de apartheid que en nada desmerece del que se consiguió por presiones mundiales desmantelar en Sudáfrica y en la sistemática comisión por parte de su sofisticado ejército de crímenes de guerra contra un pueblo desarmado, contra el que testa además los mortíferos productos de su industria militar que luego exporta entre otros países a España, en lo que puede etiquetarse técnicamente como un genocidio programado para seguir liberando tierras de lo que considera su lebensraum.

Israel no tiene por qué representar al mundo judío, ni al sefardí. Es más, realmente el estado de Israel tal como está diseñado y concebido por ahora a lo que representa principalmente es al sionismo, una ideología racista y destructiva de la misma índole ética que el fascismo y el nazismo. Los judíos están afortunadamente repartidos por todo el mundo y afortunadamente no todos son sionistas ni participan en el genocidio de los palestinos. Así que las instituciones andaluzas no tienen por qué ensuciar su nombre apareciendo junto al de su embajada ni sus manos estrechando las tintadas de sangre de sus autoridades.

Del Ayuntamiento de Córdoba poco puede esperarse en ese sentido, dominado como está actualmente por un partido cuyos escasos retales ideológicos tras los que esconde el neoliberalismo de sus planteamientos prácticos son herederos directos del nacionalcatolicismo, ideología de la misma familia moral que el nazismo, el fascismo y el sionismo. La prueba está en su aceptación del patrocinio de dicha embajada de las Jornadas de Música Sefardí celebradas en junio pasado y la de la aerolínea estatal israelí El Al para la dotación de un premio entre los asistentes a los conciertos.

Pero es que de la Junta de Andalucía, gobernada por una coalición cuyo socio mayoritario es un partido que ha traicionado minuciosamente todos y cada uno de los principios que cimentaron su fundación, parece ser que menos. Con pruebas además. Esta noticia institucional de hace unos meses en la que se da cuenta de la reunión mantenida por la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el embajador del estado de Israel, Alon Bar, para acordar una futura firma de medidas de cooperación económica, echan por tierra prácticamente las esperanzas de que a ese partido, el PSOE, le quede el más mínimo atisbo de decencia política una vez desviado voluntariamente con esa firma del alineamiento en la defensa de los Derechos Humanos.

Pero con todo el hecho de que a pesar de las aplastantes evidencias que acumula en su contra y de que haya apostado hace unos días por el continuismo en su propia debacle defectiva, ese partido aún se publicita como heredero de los valores de justicia universal del socialismo humanista y tiene la oportunidad de desmarcarse claramente de esos patrocinios sumándose a la campaña BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones) contra el estado de Israel en la que desde hace unos años participan la mayoría de los mejores intelectuales y artistas del mundo, que aspiran a convertirlo en un lugar mejor. Al menos como gesto de solidaridad con las víctimas de la nueva escalada genocida en que se está empleando ese estado y a la que asistimos, espantados, en estos días.

La excusa expresamente expresada por las autoridades competentes ha sido que los judíos tienen mucha pasta y que van a inundar la ciudad por un tiempo de shekels, dólares y euros. Mayoritariamente, se les ha olvidado añadir, manchados de sangre fresca de niños palestinos.

En cuanto a nosotros, los de a pie, en caso de resistencia oficial a tomar en consideración nuestra propuesta, mostrar nuestra repulsa de la manera, individual o colectiva, que creamos más oportuna y efectiva.

Hanna Arendt ¡cómo te echamos de menos...!

lunes, 14 de julio de 2014

Asco

Un día cualquiera mirando de refilón un programa de tertulias de la tele mientras haces hora para otra cosa te cae de pronto como llovida del cielo una respuesta a una cuestión aparentemente insoluble que te acuciaba desde hacía años.

Es lo que me ha pasado hace un rato escuchando a un individuo en Al rojo vivo hablando sobre el martirio de Gaza. Venía a decir con una vehemencia que él creía necesaria para sostener su opinión algo parecido a que en España había un propalestinismo sociológico injustificado. Y que ese factor hacía que se culpabilizara siempre a Israel de un conflicto que habían empezado los palestinos. Y que la prueba de la superioridad moral de Israel sobre los palestinos era que mientras éstos no avisaban a la población israelí cuando lanzaban cohetes, Israel avisaba previamente a los palestinos antes de lanzarles sus bombas.

Quien ha dicho eso hace unas horas no era un simple tertuliano profesional, sino el psoecialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Fue así como entendí de repente por fin cómo y cuándo se había jodido este país. Precisamente en el momento y en el modo en que un sujeto de la nauseabunda calaña moral del expresidente de la Junta de Extremadura había podido llevar la escarapela de la izquierda en la representación política de toda una comunidad sin que nadie vomitara de asco por ello.