(del laberinto al treinta)


martes, 9 de agosto de 2005

Nagasaki, 9 de agosto de 1945: la matanza vicaria

Los dueños de la palabra son los dueños del mundo. Quienes pueden imponer el nombre de las cosas pueden cambiar su esencia.


Es sumamente indicativo de esas aseveraciones el hecho de que al nombrar las dos atrocidades más terribles del siglo pasado y probablemente de la historia de la humanidad los dueños del mundo lo hagan de diferente manera. Con ello desactivan la percepción de la responsabilidad inexcusable que les corresponde y la entraña criminal que los movió.

Tanto el Holocausto del pueblo hebreo perpetrado por el Estado Nazi alemán como el bombardeo atómico de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, por el Estado Norteamericano Triunfante de la Guerra, participan del mismo grado de familiaridad en su condición de crímenes contra la humanidad, dada la índole cainita y masiva de ambas atrocidades. Ello, que debería ser una verdad incontrovertible, ha llegado a disolverse en el caso del crimen americano en el ácido de una obscena, metódica, exclusiva propaganda autodisculpatoria y delegada cínicamente en la responsabilidad de las propias víctimas. De manera que la índole del Bombardeo Atómico ha llegado a diferenciarse cualitativamente de su hermano el Holocausto en la conciencia de todo occidente, para oprobio de la razón y la ética humanas. A pesar de todo el espanto que cualquier persona civilizada puede sentir ante aquel horror, la poderosa maquinaria de creación de opinión que los Estados Unidos pueden hacer llegar hasta los últimos rincones del planeta ha conseguido sembrar en las mentes de sus súbditos una consideración aguada y diluída de la índole de la masacre y presentarla no como el crimen a la humanidad que indudablemente es sino como fruto de una estrategia técnica estrictamente militar que evitó muchísimas más hipotéticas muertes que las reales que causó al precipitar la rendición del enemigo.

Muchas son las pruebas que demuestran la falsedad de tal defensa. Si de lo que se trataba era de provocar el pánico en el Estado Mayor japonés podrían haber bombardeado sólo una en lugar de dos ciudades, podrían haberlo hecho en zonas despobladas, y el efecto de aviso hubiera sido el mismo. Podrían haber sólo amenazado con hacerlo. Y finalmente podrían no haberlo hecho por puro sentido de humanidad. Destruir la cantidad ingente de vidas que destruyeron ambas bombas sólo tenía la finalidad que consiguió: esencialmente destruir todas esas vidas. Un ejercicio de crueldad suprema como aviso para el resto de la Humanidad y sobre todo como aviso a la verdadera potencia enemiga: la URSS. En realidad se trató de un bombardeo atómico simbólico de la propia URSS. Una matanza vicaria. Es el mismo gesto del criminal que mata a un niño delante de unos adultos para demostrar que su crueldad no tiene límites, que no será tolerada ninguna resistencia a su propia voluntad. De hecho nunca se arredraron a partir de entonces: destrucción de democracias díscolas seguidas de salvajes represiones perpetradas por sus sicarios locales por todo el orbe, invasiones de otros países, con o sin la anuencia de la ONU, bajo las más peregrinas excusas, mantenimiento indefinido de guerras civiles o interestatales para beneficio propio, mantenimiento de zonas de de extrema pobreza por las agresivas políticas económicas que sólo benefician a sus empresas nacionales... El aviso no fue en vano.

La prueba del poder de convicción de los Estados Unidos y su imposición de un consenso a nivel mundial sobre la visión pertinente del Bombardeo Atómico de Hiroshima y Nagasaki lo tenemos en el servil editorial de el diario El País del sábado 6 de agosto, aniversario de la terrible primera masacre. En ningún momento se plantea el editorialista el carácter criminal del propio hecho, ni la responsabilidad directa, única e intransferible del gobierno de los Estados Unidos de la época, encabezado por su presidente Truman y su Estado Mayor del Ejército, de la mayor matanza simultánea de seres humanos de la Historia de la Humanidad, ni su equiparación esencial con el Holocausto nazi. Sólo se atreve a refutar tímidamente la excusa del acortamiento de la guerra con el argumento de que Japón se habría rendido de todas manera pronto y a hacer un llamamiento a la concordia entre los seres humanos para que el horror no se repita.

La alegría con que se vivió en los Estados Unidos la noticia de ambos bombardeos, fomentada por el propio gobierno que los provocó, el hecho de que el avión que lanzó las bombas sea objeto de culto y se enseñe orgullosamente a los niños sólo habla del carácter intrinsecamente perverso de ese gobierno, de su hipocresía, su crueldad y su indecencia.

Eduardo Subirats, en un artículo de opinión del mismo diario y del mismo día recoge un dato que hermana aún más la índole de los dos mayores actos de barbarie del siglo XX:



Masuji Ibuse y Shohei Imamura han puesto de manifiesto una percepción elemental en la experiencia de Ground Zero Hiroshima: la de ser y sentirse cobayas de experimentación en manos de laboratorios desconocidos y poderes inaccesibles. Esta conciencia se acrecentó en Hiroshima y Nagasaki ante la evidencia de que los autores intelectuales de las bombas de uranio no sabían cuáles iban a ser sus efectos, y que los equipos médicos del ejército de ocupación examinaban a las víctimas no para aliviar su agonía, sino para clasificarla. El genocidio como medical mater y la deshumanización de la ciencia en la era industrial se ponía tan drásticamente de manifiesto en los campos de muerte de las ciudades japonesas cuanto en los campos de exterminio europeos.

Los doctores Mengele norteamericanos acudiendo, como grajos a la carroña, al festín de las secuelas de las miles de víctimas atormentadas que sobrevivieron.



NOTA PATRIÓTICA:
Los españoles hemos inventado pocas cosas, es verdad, pero de entre esas pocas, algunas han sido esenciales para la humanidad. España tiene el imborrable honor de haber alumbrado germinalmente las dos mayores formas de horror contemporáneo: el campo de concentración y el uso armas químicas contra la población civil, cuyas logros más excelsos y eficaces fueron el Holocausto y el Bombardeo Atómico por países que contaban con mayor potencial y medios que los nuestros. Pero la gloria de la invención es indudablemente española.



  • El primer campo de concentración conceptualmente moderno lo mandó construir a finales del siglo XIX en Cuba el general español Weyler con la intención de encerrar a toda la población criolla, sospechosa de colaborar con los insurgentes independentistas, que cupiera en él.



  • El bombardeo químico de civiles desde el aire lo inauguró el heróico ejército español en el Rif en 1923, cuando roció desde sus aviones con gases tóxicos los aduares de los rifeños, envenenando a miles de hombres, mujeres y niños, incapaces de apreciar el honor de ser conquistados de buena gana por un ejército de esa categoría.




  • COMENTARIOS
    Manuel: He intentado más de una vez dejarte un comentario que aporte algo a lo que decís acá. No creo que sea posible. Me parece más honesto seguir como he quedado después de la lectura: con la furia en la boca. Verbalizar las cosas, lo sabés bien, sirve para que éstas renueven su certeza. Negarlas es esconderlas como polvo bajo la alfombra. Pero, en este caso, hay que sacar la basura, y somos muchos los que no hemos caído en la cuenta de que hay muchas cosas hieden en la trágica historia del siglo XX. Una historia que, se ve, reclama una reescritura.
    Fernando G. Toledo — 15-08-2005 21:14:20
    Bueno, no creo que los campos de concentración nazis se inspirasen en los "campos de concentración" de la guerra de Cuba, y mucho menos que los bombardeos atómicos lo hiciesen en los del Rif. Estoy de acuerdo con tu comentario, pero creo que sobra la nota final. es como decir que Aníbal inventó el carro de combate porque utilizó elefantes en la batalla.
    A. Rodríguez — 18-08-2005 10:06:03
    Amígo A. Rodríguez:Deberías saber que es un defecto muy feo poner en plumas ajenas palabras que nunca escribieron con el único propósito de engordar los argumentos propios. Fuiste tú el que usó la palabra "inspiración". Yo sólo hablé de hechos, sin conectarlos causalmente, consecutivos en el tiempo y en la intención criminal de los mismos. Los bárbaros que diseñan horrores para sus semejantes suelen tener una imaginación portentosa, independientemente de que beban o no en fuentes anteriores.En cuanto al ejemplo de contradición que has usado me asombra tu capacidad para dar en el clavo: efectivamente todo el mundo coincide en considerar a los elefantes de Aníbal como los primeros carros de combate de que se tiene noticia.
    harazem — 19-08-2005 00:15:26
    Hay precedente más antiguo de los campos de concentración. Durante la llamada Guerra del Francés contra la República Francesa que acababa de ejecutar a Luis XVI, en Catalunya se crearon varios campos de concentración en donde se encerró a miles de "gavatxos", que era como se llamaba a los catalanes descendientes de franceses. Sólo en Igualada hubo tres mil prisioneros inernados, la mayoría de los cuales murieron víctimas de hambre, enfermedades y malos tratos.Estoy hablando de internamiento de civiles, no de militares presos.
    joaquim — 29-08-2005 10:22:02
    Gracias, amigo Joaquim. No tenía noticia de esos ominosos hechos. Tomo nota y prometo investigar para engrosar mi colección de horrores humanos.Un saludomanuel
    harazem — 31-08-2005 11:03:28
    Isla de Cabrera. Guerra de la Independencia. El mar como muro. Jesús Fernández Santos.
    Cayo Anneo Paco. — 12-01-2006 18:51:11
    Lamentablemente, siempre hay antecedentes, y antecedentes de los antecedentes. Y antecedentes de los antecedentes de lo que antecedió. La mala leche es la misma.
    Cayo Anneo Paco — 12-01-2006 18:53:44