(del laberinto al treinta)


sábado, 22 de octubre de 2011

Mi azulejo moro


Estoy muy harto del grito de guerra musulmán. Ese Allahu Akbar que hoy mismo escuchábamos una y otra vez en la desgañitada garganta de un miserable hijodeperra que lo lanzaba como una ráfaga de tiros con la intención de rematar al despojo en que habían convertido a Gaddafi y convertirse en un hijo de perra aún mayor. Ya lo estaba desde hace tiempo, pero ese malnacido y su asqueroso grito me ha sacado de quicio.

No quiero perder el equilibrio aunque me cuesta y mucho. Mi fascinación por el universo árabe se ve una y otra vez puesto a prueba por la puta religión, por su absoluta ubicuidad en casi todas las manifestaciones de la arabidad. Resisto pero a veces me dan ganas de rendirme y no querer saber nada más de ellos, de los árabes. Estoy harto de asistir a concentraciones de apoyo a los palestinos o a la primavera árabe y que siempre tengan que aparecer al final los desencajados aulladores del Allahu Akbar de los cojones. Y sé que aún no ha llegado lo peor. Estoy convenido de que una nueva ola de islamismo que comenzará moderado pero que no se sabe como acabará marchitará la primavera árabe, que ha sido obra de capas muy activas, pero muy minoritarias, clases medias ilustradas urbanas, que no podrán competir con la fuerza de la superstición organizada que pastorea las capas mayoritarias analfabetas. Mañana en Túnez se comprobará. El reforzamiento militar norteamericano que un presidente socialcretino español ha consentido se coloque en la punta sur de la península responde más a la posibilidad de amenaza norteafricana que a un improbable ataque iraní como se nos ha vendido. Y es un sinsentido difícil de aprehender, porque ese avance del islamismo está fomentado y financiado descaradamente por Arabia Saudí, el único país del mundo que pertenece legalmente a una familia-empresa, un estado atroz, repugnante en su legislación, pero enorme teta petrolífera aliada incondicional y mimada por occidente.

Es lo que tiene no haber sabido crear un escudo ilustrado y de sostenibilidad económica, en lugar del represivo militar, de ordeño de recursos y de sistemático agravio que ha cultivado occidente con el mundo árabe. Que la incertidumbre será la única propuesta de futuro.

Pero yo comencé esta entrada para hablar de mi cuadro de azulejos que luce en mi patio y que me regaló C. Hace exactamente dos años y justo el día de mi cumpleaños lo descubrimos en uno de los anticuarios de la rue des Consuls de Rabat. Cueste lo que cueste te lo regalo, me dijo, avisada por la cara de fascinación que debí poner mientras trataba de ordenarlos. Se trataba de un conjunto de 12 piezas que unidas formaban una leyenda. Sabía que eran de estilo thuluth (léase zuluz en castellano de Castilla La Vieja) y con peculiaridades gráficas magrebíes (a imitación de la Alhambra o las madrasas meriníes) y que es un pareado, quizás una sentencia sapiencial o apotegma que tal vez quedaría en saleroso chascarrillo moruno y que probablemente contaba con sus buenos 50 o 60 años de haber estado en alguna pared de algún patio privado antes de ser arrancadas y acabar en el cesto de uno de los avispados chamarileros rabatíes. A no ser que la molestia por la cuidadosa falsificación de los restos de viejo yeso en su trasera les saliera contundentemente barata. Conseguí leer alguna palabra suelta, pero no captar ni siquiera un porcentaje decente de su sentido completo. Antes de decidirme a comenzar la ritual negociación pedí al vendedor que lo leyera para asegurarme de que tenía sentido, lo que hizo de corrido y seguidamente que me lo tradujera. Hablábamos en francés. Más complicado, me dijo, porque es poesía y es difícil de traducir. Entonces ¿no es Corán? No, no, Corán no es. Sentí un gran alivio porque no me apetecía colgar en mi casa una sentencia religiosa por muy bonita que fuera. Realmente estoy tan harto de la religión que no hago distingos. Pensé que hasta podría ser uno de esos pareados de azulejo de taberna casposa española en los que podía leerse: La mujer y el vino sacan al hombre de tino o bebe para olvidar pero no te olvides de pagar. Pero en morubi.

Le pidió a C. un precio tan razonable que hasta pasamos de regatear. Mi regalo de cumpleaños de ese año solucionado. Y además sobrado. ¡¡¡Menudo regalazo!!! De vuelta a España mi amigo y vecino J. me ayudó a incrustarlo en la pared, bueno en realidad fui yo el que le ayudé en plan peón palaustrero. Y luego tras pintar el patio al completo de ese color salmorejo tan molón se quedó, con su azul y blanco, de puta madre.

Pero aquí empezó la larga y tortuosa historia de su traducción. Yo por mi cuenta, armado de mi Federico Corriente, no fui capaz de traducir más de cuatro o cinco palabras sueltas, alguna de las cuales descubrí más tarde que las había leído mal. Muy bonita la escritura pero condenadamente difícil de leer. Así que comencé mi peregrinaje de correo electrónico en correo electrónico de todos los arabistas que tengo el placer de haber tratado en algún momento de mi vida. Y han sido algunos tirando a bastantes. No sabía entonces en los compromisos que habría de meter a muchos de ellos. Alguno pasó directamente diciendo que el árabe poético nunca le interesó, otros se esforzaron pero defendieron que había alguna falta de ortografía lo suficientemente grave como para privar de sentido la leyenda. Uno, especialista en cúfico primitivo me convenció de que los grabadores eran analfabetos y copiaban de un dibujo sin saber lo que escribían y que por tanto los errores eran frecuentísimos. Sea como fuera pasé un años cotejando diferentes transcripciones a la escritura de word, perfectamente lógicas pero sin sentido. Alguien me defendió que es que la poesía árabe era así de oscura y metafórica. No sólo arabistas españoles, también árabes argelinos, iraquíes, sirios, marroquíes, unos más cultos que otros pero todos igual de incapaces de darle sentido a los dos versos de que constaba la leyenda. Hablaban de algo grande, el terror enorme, el mar, frutos y algo que ya es conocido, pero el sentido coherente nunca acababa de aflorar. Dos versos perfectos de catorce sílabas rimando en asonante y con un fuerte ritmo interno conseguido con la repetición de la alternancia de las vocales largas y las débiles. Desgraciadamente entre mis amistades no cuento con ningún experto en métrica árabe y no he podido clasificar exactamente el tipo de métrica en que está esculpido, pero aseguro que es de una precisión sobrecogedora.

El más esforzado de los paladines debeladores del enigma fue mi amigo R., tetuaní de una sólida cultura bífida pero sobre todo de una intuición e imaginación portentosas. Realmente sus traducciones casi me convencen de que no había allí, en el texto de mi pared, más cera que la que arde.

Las lecturas se sucedían mes tras mes con la misma uniformidad por un año y medio hasta que un día tuvimos la suerte de poder invitar a merendar a casa a S. la hermana de un amigo sirio a quien había venido a visitar. Araboparlante estricta acabé interesándola por el azulejo, al que no había prestado la más mínima atención al entrar en el patio, más por encontrar un tema de conversación fácil (la propia lengua árabe) que por esperanzas de avance en el desentrañamiento del mismo. Lo leyó de corrido y noté algunos cambios en lo que ya conocía. Le pedí que lo repitiera y finalmente que lo escribiera. el primer sustantivo del primer verso, que todo el mundo tomaba por al-kabír (el grande, lo grande) ella la convertía en al-yeísh ( el ejército) descubriendo al final de la misma que una de las virgulitas que en el thuluth se usan como relleno decorativo carentes de sentido no era tal, sino el circunflejo contracto de los tres diacríticos de la shim y en la penúltima del segundo que todo el mundo tomaba por afákuh (frutos) ella descubría un lamalif que para todo el mundo había pasado desapercibido, convirtiéndola en aflákuhu (sus barcos). De esa palabra viene la española faluca, que aún se usa en muchos países árabes para nombrar las barcas de río e incluso en Marruecos se usaba para barca pequeña hasta que fue sustituída en los últimos años por la española patera por razones obvias. No hace falta decir que la traducción, tratándose de una arabohablante estricta no me fue posible fijarla. Pero la fijación exacta de la grafía quedaba completada. Aún con eso tuve que echar bastantes ratos aún con mi amigo R. al que le costó aceptar las correcciones, pero que terminó haciéndolo porque las evidencias eran palmarias, para ultimar la traducción exacta. Independientemente de la perfección de los versos ni puta idea de quién es el autor, de si se trata de un trozo de un poema más largo, una frase célebre (no debe serlo tanto cuando ni dios la conoce). He aquí, por fin el sentido de lo que desde hace dos años tengo incrustado en la pared de mi patio y que hace las delicias de todos los amigos a los que tenemos el gusto de invitar a cus cus porque les transporta directamente a un riad de Marrakech, música andalusí mediante, si no fuera por las putas campanas de la iglesia vecina que rompen siempre y en lo mejor de las veladas el soñoliento espejismo.


Hada al-yeísh aladi ahuálahu ‘adamat

Fi bhar ma qad yanna aflákahu ‘arafat

ESTE EJÉRCITO CUYO ESPANTO ES GRANDE

YA ALCANZÓ EN EL MAR CON SUS BARCOS LA FAMA




Aprovecho para mostrar a todos los amigos que se suelen interesar por mi huertecillo imagen de mi cosecha de aceitunas: 23, ya maduradas. Dos naranjas y unos 20 limones. El níspero está cuajaíto de capullos. Y Kañero, porque Kairo armó el petate y se escapó de casa hace un año, hecho un gatazo capón.

jueves, 20 de octubre de 2011

ROCÍO, la mordaza que no cesa

Hace unos días moría en su exilio portugués (voluntario pero no por ello menos real y justificado) el cineasta andaluz Fernando Ruiz Vergara. Su carrera profesional nunca pudimos llegar a verla consolidada porque fue truncada prematuramente por la acción directa de los herederos directos del franquismo y la omitiva de los guardianes actuales de sus símbolos: los gobernantes psoeístas. Pero lo poco que consolidó se alza como un testigo de que la tan cacareada libertad que aventó la Transición, Transacción realmente, es un producto meramente de marketing político.

Sólo pudo rodar en su vida un documental, ROCÍO (ahí podéis verlo), que tiene el honor de ser la única película española que permanece en estado de censura en la actualidad. De ahí que el exilio de su autor hubiera estado siempre plenamente justificado. Realmente compartir espacio con los responsables del mantenimiento de esa ignominia debía ser altamente contaminante moralmente.

Las vicisitudes de la quema en la hoguera de aquella obra y la parafernalia judicial que la envolvió la encontrará el lector curioso minuciosamente desgranado en ESTE ENLACE. Lo que allí se mostraba era excesivo (sigue siéndolo) para las poderosas fuerzas que controlaban y controlan aún los mecanismos de poder en Andalucía.

El documental hace un recorrido por la historia del culto mariano en la Península Ibérica, para centrarse finalmente en la de uno en concreto localizado en un lugar estratégico del sur, un vértice en el que confluyen varios territorios caracterizados por un reparto de la tierra basado en la posesión de la misma por un puñado de aristócratas, ganaderos y agricultores fundamentalmente, pero también y posteriormente bodegueros, y una gran masa de asalariados en estado semifeudal que se localiza en grandes núcleos de población. Es la alianza entre la Iglesia Católica que se compromete a mantener en permanente estado de infantilidad mental a los campesinos y esa aristocracia que necesita un portal donde mostrar su poder. Ambas cosas cristalizan en el culto a una imagen que fanatiza a las masas incultas y sirve de escaparate anual al señoritío. Los símbolos de ese culto son sumamente precisos en su denotación intencional. El señorito, el aristócrata va a caballo y lleva a su familia en lujosas carretas atendidas perfectamente por una nube de sirvientes. La masa desposeída que vive cerca puede acercarse a sentir la fascinante teatralización del poder y el trampantojo de que comparte algo con los amos que la explota: una madre protectora.

Yo ya he dicho en varias ocasiones que las fiestas andaluzas actuales, romerías y ferias, responden a la ritualización cíclica de profundos estados de desigualdad social, los propios por otra parte de su estructura íntima. Por ejemplo el traje típico homologado ya en toda el territorio andaluz consiste para los hombres en el vestido de diario de los señoritos-caciques explotadores cortijeros y para las mujeres en el de domingo de las mujeres del campo, de las jornaleras. Si eso no tiene un significado clarísimo que venga San Freud y lo vea. Las ferias, muy recientes además todas ellas no son más que las fiestas que la aristocracia ganadera se montaba alrededor de sus negocios de compra-venta.

Fernando Santiago lo decía muy claro en un certero artículo:

El hecho de que el Rocío es un asunto de derechas lo demuestra que en 2007 el documental Rocío, de Fernando Ruiz Vergara, sigue siendo semiclandestino. Cuando se estrenó, en 1980, fue una brisa fresca en el audiovisual español. Un grupo de gente que no tenía miedo de los poderosos ni de los mitos y se atrevía a llamar a las cosas por su nombre. Fue un documental extraordinario, donde se explicaban las relaciones de las hermandades, sobre todo de la hermandad matriz de Almonte, con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y con el fusilamiento de líderes políticos de los partidos fieles a la república. También contaba el documental la manera en que recaudan dinero las hermandades y el entramado económico que es la romería del Rocío. Con todo lujo de detalles, incluido algún plano metafórico del señorito a caballo que avasalla a un currito a pié. Aquello fue demasiado para una sociedad donde la democracia estaba en pañales. El documental fue censurado por orden judicial, se le mutiló una escena y se ha hecho el silencio sobre su contenido. El autor fue condenado a dos años de cárcel y a una multa de 10 millones de pesetas de las de entonces. Eso es el Rocío, que no se llamen a engaño los partidos de la izquierda.

Eso está escrito en 2007. En 2011 la cosa no ha cambiado.

Para mí lo más entrañable de la película es que supuso el primer intento de denuncia directa de los crímenes del franquismo, el primer intento de formulación de una Memoria Histórica de las víctimas y una denuncia clara, con nombres y apellidos de los victimarios. En uno de los momentos más valiosos se pone rostro y nombre por primera vez a cada uno de los cien asesinados durante la guerra en Almonte en una letanía que da cuenta de aquel primer y fulminante año de aniquilamiento. Rocío se convierte así en documento y fuente al mismo tiempo, y en la película pionera de la recuperación de la memoria histórica en Andalucía, doblemente valiente por alzarse tras cuarenta años de silencio forzoso. Los nombres de los asesinos, uno de ellos fundador de la Hermandad del Rocío de Jerez, al que un vecino acusó en la película de matar a palos desde su caballo a varios jornaleros tras el golpe nacionalcatólico, fue el detonante del proceso judicial que sufrió la película y que demostró que la justicia estaba (y está) al servicio de los de siempre, como ha vueto a ser recientemente puesto en claro con el caso del juez Garzón.

El problema de la memoria en este país es siempre el mismo: la aberración de considerar un régimen como el franquista, simplemente como el régimen anterior sin más, normal, un poco autoritario, pero perfectamente respetable. En Alemania del Este y del Oeste, en los países del Este europeo, en Argentina, en Chile, en Uruguay, en Haití, en Guatemala, en Perú, en Paraguay y en África, en Sierra Leona, en Sudáfrica. Incluso en el mismísimo Marruecos. En todos ellos hubo y hay esfuerzos reales de los estados y sus sociedades por conocer la verdad oficial, proporcionar reparación y reconocimiento a las víctimas, e incluso algunos de los responsables de las atrocidades conocen las salas y los banquillos de justicia. Lo dice Esteban Beltrán en su imprescindible Los derechos torcidos (Ed. Debate. Barcelona, 2009). En España en cambio, las víctimas, los herederos del dolor, tienen que soportar aún que los verdugos genocidas sigan siendo ensalzados tranquilamente y considerados políticos o personas normales libres de culpa en los libros de texto escolares o en los de divulgación histórica y el régimen surgido de un genocidio, equivalente moral y políticamente al nazi alemán o al fascista italiano, basado en la tortura, la brutal represión de las libertades, como una tranquila etapa de la historia de España. Algunos de sus cómplices siguen vivos y aún en la política activa. Y si alguien se atreve a poner en duda esa verdad oficial que se vaya guardando de las iras de la justicia.


De aquellos barros los lodos actuales. Los miembros de un partido supuestamente heredero de la legitimidad republicana, pero que no han tenido nunca ningún empacho de besar el culo de una monarquía epígona del franquismo, descubren milagrosamente tras su acceso al poder político que los poderes verdaderos, el social y el económico, están en otra parte y que hay que respetarlos si se quieren mantener en las poltronas recién adquiridas por las urnas. Y que el caudal simbólico de la tradición aristocrática cortijera, explotado hasta el asco por el profundo proceso de aculturación en que se empleó el franquismo, no sólo no debía tocarse, acompañando a la intangibilidad de las propias estructuras socioeconómicas, sino que había que aprovecharlo y rescatarlo, repropiándose de su potencial alienante en beneficio propio, previa conversión fraudulenta en seña de identidad de lo andaluz.

A ello se suma el revival del alvarezquinterismo más lamentable, de la ingobernable extensión de la metástasis cofrade, de la estomagante ubicuidad del sevillanismo músico-gracioso. A falta de idiosincrasias más estupendas han convertido la caspa folclorizoide en nuestro inmutable hecho diferencial. Y Canal Sur es su profeta, la mayor y más diabólica máquina de cretinización masiva que ningún gobierno español soñara nunca. Ni los vascos ni los catalanes han conseguido extender tan efectivamente los topicazos más infumables de sus respectivas supuestas culturas autóctonas entre la inerme población elevando a la categoría de hecho diferencial la caspa de raíz rociera, el señoritismo, el cofradierismo, el nazionalfolklorismo coplero, la chismografía rosácea, la testosterona taurina.

La reciente entronización oficial (plaza, medalla de oro y estatua) de una parásita duquesona terrateniente y explotadora como heroína popular por parte del socialcretinismo andaluz sólo es uno de los adoquines con que han ido afirmando el camino hacia la conversión de esta sufrida tierra en Kretinistán, el paraíso de súbditos sumisos y azombizados perfectamente preparados para ser saqueados definitivamente por los herederos del genuino franquismo señoritil que en breve nos gobernará. Pero esta vez, ya más evolucionados, lo harán en nombre de instancias sobrenaturales que tienen sus hermandades matrices en Paraísos Fiscales de nombre impronunciable para los pobres jornaleros de la duquesa, que en el fondo somos los andaluces. AMÉN.