(del laberinto al treinta)


miércoles, 9 de junio de 2010

La meritocracia

Obra de Josep Renau


Una de las consecuencias del suicida mantenimiento de la hijoputesca Ley D’Hont por parte del actual partido gobernante es que ya se presenta como casi imposible de evitar el que las próximas elecciones las gane en España un partido de la ultraderecha en lo social y ultraliberal en lo económico. Este partido tendrá el camino expedito para imponer las reformas sociales (privatización de la seguridad social fundamentalmente) y del mercado laboral que le son programáticas, aprovechando el allanamiento que ese partido actual gobernante, un partido de la derecha liberal camuflado de izquierda, que ha renunciado a los presupuestos de la socialdemocracia que le eran propios, le ha preparado convenientemente, acercando al límite de las posibilidades que le permiten sus bases electorales la política ultraliberal que se está cociendo para todo el mundo.

Lo que viene es un asalto en toda regla al estado de bienestar de los países ricos y una vuelta de tuerca más en el saqueo de las economías y de los trabajadores de los países pobres. Lo de siempre, pero ahora con la facilidad que proporciona el estado de pánico permanente creado artificialmente, la carencia de alternativas utópicas al modelo dominante y la cretinización de las masas por parte de los medios más diversos. Pero para no usar las mismas terminologías con que los han venido denunciando las moribundas fuerzas izquierdistas tradicionales, sus departamentos de marketing les han creado unas nuevas para evitar asociaciones de ideas indeseables. La más atroz de todas es la de la Cultura del Mérito.

Uno de los trucos más viejos de que se han valido siempre los Dueños del Cortijo Mundial ha sido el de cambiar frecuentemente el nombre de lo que hacen para crear una falsa apariencia de novedad esperanzadora, de evolución positiva. Del mismo modo que los administradores de la Superstición han cambiado el nombre de Dios, que ya apestaba de inconsistencia por los avances de la ciencia, por el de Diseño Inteligente, el capitalismo salvaje, que siempre fue salvaje, ha ido cambiando de nombre con los años. Sistema de mercado, economía sostenible. Son algunos de los eufemismos que ha ido recibiendo a lo largo de su historia. O renombrar el sistema de monopolios de las grandes multinacionales como globalización. El último trueque nominal al que estamos asistiendo ha sido el de comenzar a llamar cultura del mérito a lo que antes se llamaba ultraliberalismo.

La cultura del mérito no es más que la vieja mentira que en los Estados Unidos ha fundado siempre la justificación de una de las sociedades más injustas en lo social del mundo occidental: la de la igualdad de oportunidades. Aquella que consagraba como un dogma que cualquier ciudadano nacido en la pobreza podía convertirse en multimillonario o en presidente, para justificar la ley de la jungla. La misma que hace que sea el mérito el que proporcione la presa al felino depredador o el escape a la gacela posible víctima. La misma que consagra el que el estado no debe proporcionar cobertura social al que no adquiera el mérito suficiente, el triunfo social medido por la capacidad que tiene cada individuo de ganar el suficiente dinero para pagarse un tipo de asistencia médica y el fracaso por la condena a la muerte o a la enfermedad permanente por carencia de recursos. Que la educación no es una tarea social, sino privada y que sólo tiene derecho a colegio decente para sus hijos el que demuestre suficiente mérito talonario. La misma que considera que todos los bienes y servicios públicos que garantizan coberturas a los que no tienen demasiados méritos suponen competencia desleal a las empresas privadas que ofertan esos servicios a los que tienen mérito suficiente, o sea dinero suficiente. La que condiciona exclusivamente la percepción de pensiones a los ancianos que han pasado la vida trabajando a que hayan contratado seguros de vejez privados.

En Córdoba tenemos la suerte de contar con uno de los más iluminados apóstoles del nuevo evangelio: el catedrático emérito de la UCO José Javier Rodríguez Alcaide y actual catedrático de una Fundación privada que está siendo desde hace unos meses promovido en los medios cordobeses como líder de unos grupos de opinión encargados de preparar el camino en la ciudad para cuando el ultraderechista Partido Popular alcance el poder y los centros de decisión. La nueva vuelta de tuerca del capitalismo-sistema de mercado-economía sostenible. El Más de los Mismo, pero Peor. La cosa se gestó en los 80 y en unos sitios se llevó a cabo mediante la quiebra del movimiento obrero por medios coercitivos pero no sangrientos (Inglaterra, EE.UU, España) y en otros (Chile) la imposición de las teorías de la escuela de Chicago se hizo a costa de mucha, demasiada sangre. Y ahora ha llegado el momento de instaurarlo universalmente, de globalizarlo. Pero sobre todo de convertirlo en sistema único económico y de pensamiento.

En un artículo que publicaba el adalid en su principal palenque el diario CÓRDOBA y titulado EMPRESAS Y POBREZA propone las líneas fundamentales de su pensamiento, que forma además el cogollo docente de la doctrina que imparte en su cátedra. Lo que llama la atención sobre todo en la exposición es el interés en vincular la defensa de la meritocracia con el cristianismo que dice profesar y que en ningún momento aparezcan apelaciones a la asistencia social de los excluidos, de los enfermos, de los ancianos, como si el sistema de empresa, de mercado puro garantizara la existencia de una idílica sociedad en la que la propia dinámica económica libre de regulaciones y de redes asistenciales creara la felicidad social.

La meritocracia es el sistema que permite que un tipo con una especial habilidad para patear vejigas esféricas infladas gane en un año el equivalente al producto nacional bruto de un país africano, el que los países más meritorios pueden controlar los precios en los mercados internacionales de los productos de los países menos meritorios y por lo tanto más pobres que compiten con los suyos para arruinarlos. El que no se creen diferencias morales entre unas industrias y otras independientemente de si fabrican biberones o minas antipersonas. El que lo único importante sea la creación de riqueza por la riqueza y no la riqueza racionalizada y equitativamente repartida. El que el único fin de la economía sea el crecimiento económico independientemente de que los recursos naturales estén empezando a escasear y el planeta a resentirse. Por ejemplo.

Y la calaña moral de este señor se la adjudica él mismo afirmando que no se arregló Brasil con la teología de la liberación, sino que con la teología de la transformación está saliendo de su pobreza. Con esa crueldad gratuita a de mearse en la teología de la liberación, que fue un intento de verdaderos cristianos por denunciar y resolver a pequeña escala las tremendas injusticias que el sistema que él defiende causa en los más pobres de la tierra. Y que fue aplastado por la Jerarquía Católica por orden de los Dueños del Cotarro porque daban mal ejemplo. O por las balas de los militares y otros sicarios de los poderosos. Esos, que como nuestro catedrático practican un cristianismo de mecha y oro, misa dominical con rolex en la muñeca y limosna al pobre de la puerta.