(del laberinto al treinta)


sábado, 12 de diciembre de 2009

Marruecos de nuevo: Tánger y Rabat

Aprovechando que acabo de recibirlo ilustro musicalmente esta entrada con un tema, Thulathiyat, del último trabajo de Amina Alaoui, SIWAN. La increíble voz de la cantante fasí, especialista en gharnatí, uno de los modos de la música andalusí maghrebi, pero cuya amplitud de intereses musicales le ha llevado a tocar palos como la música medieval cristiana, la tradición sefardí, la chanson ancienne francesa, la tradicional española y por último, la fusión con el jazz, lleva unos días transportándome a un delicioso estado de trance. Acompañada del compositor noruego Jon Balke, con un grupo de músicos barrocos de Noruega, el trompetista americano John Hassel y el fantástico violinista argelino, Kheir-Eddine M'Kachiche, este SIWAN es lo mejor que he escuchado en los últimos tiempos.



Con bastante retraso y aprovechando que necesito una cura de protector gástrico después de la ingente cantidad de bilis que mi vesícula ha generado y la sobredosis de ella que os he obligado a consumir a los que me seguís asiduamente con los artículos sobre Cajasur me voy a emplear en el relato de mis últimas andanzas por Marruecos, sin meta ni longitud prefijada, en un relato que no pretendo lineal, sino errático y diacrónico.

Estos días, con Aminatu Haidar luchando por sus derechos pisoteados por dos estados, siento además especialmente el punzante sentimiento bífido que en mí genera siempre el país del sur. Amor y aborrecimiento se entrelazan como en una trenza sentimental en mi ánimo cuando estoy o pienso en Marruecos. Cuando al sátrapa marroquí le asoma ese colmillo de cabrón que ha aprendido últimamente a esconder bajo el belfo de falso monarca parlamentario consigue sacarme de quicio. La forma de gobierno de Marruecos sigue siendo exactamente la misma que era con el padre del reyezuelo actual: una dictadura feudalizante. Ya sé que el país no tiene la culpa, me digo. Como la España de los 70 no tenía la culpa del amarillo y afilado colmillo de Franco. Y a la vez reafirmo en mi convicción de que la repugnante hipocresía de los políticos españoles que están dispuestos a esconder bajo la alfombra de los contratos económicos y del papel de portero de la discoteca europea que la Unión nos ha interesadamente asignado los derechos machacados de los ciudadanos marroquíes y saharauis, no es fruto únicamente de mi conspiranoia. Pero es que además ahora resulta que no sólo somos eso, los porteros de Europa, sino que además el ministro de Exteriores español se deja convertir en el enjuagador de los gayumbos sucios de un tirano con sardinas. Teodoro al menos tenía y tiene petróleo.

Vista de TangerVista del puerto de Tanger

Dos vistas de Tánger desde la terraza del hotel

Bueno, no me enrollo más. Tánger. Hotel Dawliz, con las vistas más maravillosas de la ciudad, desde que cerraron el Villa de France. Todo perfecto salvo el pequeño detalle de que se trata de un complejo compuesto de hotel, bar, cafetería, el inevitable Macdonald, restaurantes temáticos, tiendas de mariconadas y ¡una discoteca! Noche de viernes y sábado imposible dormir antes de las 4 de la madrugada. El bumba-bumba se infiltra como si de humedad se tratara en las vigas maestras de todo el edificio y llega hasta el último rincón de la última, habitación de la última planta. Las protestas, inútiles. Y constato que el Macdonalds debe ser el establecimiento de la cadena con las mejores vistas del mundo mundial. No porque yo lo usara, que ya sabéis que me lo prohibe mi religión, sino porque su terraza caía exactamente debajo de la nuestra. Por cierto, que el Villa de France lo están restaurando, después de más de 20 años en ruinas. Siempre lo preferimos al Continental y al Rembrandt, con los que compitió para nosotros ventajosamente en mitología. Miedo me da, porque fue nuestro alojamiento favorito tangerino en aquellos primeros tiempos. A ver lo que hacen. Las rutinas de siempre. Los bares: El Dean’s (lugar mítico donde cogorceaban frecuentemente Bowles, Borroughs, Tennessee Williams y compañía) y La Grand Poste (frente a Correos), además del más agobiante Mesón Ocaña. Mi amor por Tánger sube siempre varios enteros cuando le añado su condición de ciudad contapista: te pides una cerveza (siempre botellín: 1’5€) y te colocan una alegría de tapaza: paella, tajine de pollo, sardinas, jureles, etc., que hace más por la concordia de las gentes y los pueblos del mundo que la Alianza de Civilizaciones de cartonpiedra de los políticos vendedores de espumillón hmanista. Y antes de que te hayas terminado la birra ya te han atosigado con otra tapa, que evidentemente te pedirá una nueva espumosa. Y así hasta que pones pie en pared y consigues salir del local lo más indemne posible. Luego podrás irte a comer convencionalmente o no, depende de la glotonería de que seas capaz, pero te aseguro que no es necesario. También visité la librería Les Colonnes, no vayais a pensar que sólo me interesan los baretos.

Cenas en el coqueto Agadir, donde siguen sirviendo el mejor tajine de cordero con limón confitado de Marruecos. Menos mal que es barato, porque eso sí, más escaso que una deconstrucción de El Bulli. Con media botellita de Guerrouane tinto. Paseos, muchos paseos, el ritual té en el Hafa, un ratito en el Café Central del Zoco Chico (Suq ad-dajil = Zoco de dentro) para asistir al estimulante espectáculo del paso de miles de españoles de excursión, organizados por enormes pandas, de un día desde Tarifa, cargaditos de juguetes, cuchillos curvos, pufs, platos-tajinera, con extraños tocados, feces, turbantillos, gritando como posesos y sintiéndose superiores a los moros que tratan, y lo consiguen siempre, de ordeñarles los euros. C. siempre me dice que soy un morboso, pero es que a mí la contemplación de determinadas debilidades del ser humano me reconcilian extraña y entrañablemente con él. Y el té de ese café es uno de los mejores de Tánger.

Este año he podido disfrutar, como los propios tangerinos, del nuevo parque público que se ha abierto junto a la plaza del Zoco Grande (Suq al-barra = Zoco de fuera) en los terrenos de lo que eran los jardines del Mendub. Comienza en los juzgados, a los que se entran por una puerta en la propia plaza, sube por el este hasta el cementerio y queda rodeado por la calle de Italia y la avenida de Hassan II. Los juzgados son un buen sitio para contemplar un trozo fresco de la vida marroquí. Unos hermosísimos ficus dan sombra a las escenas: juezas (algunas con hidjab) y jueces togados charlotean en la puerta o en los atrios superiores, mientras los pleiteantes, pobres, siempre pobres, se preparan, abajo para las sesiones, bajo la supervisión de pomposos abogados armados de carteras de cuero. Como en cualquier juzgado español, pero con rituales más anclados en la sumisión.

Esquina de Ibn Batuta e Ibn Jaldún

Esquina tangerina donde se juntan la calle Ibn Batuta y la Ibn Jaldún


Tumba de Ibn Batuta

Supuesta tumba de Ibn Batuta

Subir de nuevo hasta todo lo alto de la medina, hasta el borde mismo de la casbah, donde se encuentra la supuesta tumba de Ibn Batuta, que nunca conseguí ver abierta ni ahora ni en mis anteriores peregrinajes, es un ritual que repito siempre. Es un lugar sin más encanto que el propio consumo mitológico. Sea o no cierto que allí estén sus restos. Un poco más abajo dos calles se juntan en una esquina: la dedicada al viajero tangerino y la de otro árabe universal: Ibn Jaldún.

Ermita de Sidi Muhammed bin At-taieb

Ermita de Sidi Muhammed bin At-taieb en Tánger

Nos alargamos una mañana al Centro Confluences Musicales, bajo el mirador que se levanta junto a la Gran Mezquita, por si había anuncio de alguna actuación. Nada. A través de una ventana vimos a Carlos Paniagua trabajando en su taller de luthier. Estaba tan concentrado en la fabricación de una pieza que no quisimos molestarlo, como la vez anterior.

Una visita a la Fundación Morín, en la misma medina, pero muy cerca del Zozo Grande, pequeña, pero intensa, ubicada en una antigua sinagoga, una colección de carteles, fotos y objetos en relación con el Tánger mítico de su etapa internacional. La donación es para la fundación que procura escolarización a los niños pobres de la medina. Lo que no hace el gobierno.

Nuestro Tánger de siempre.

Un pequeño problema de movilidad de C. le ha impedido castigarse demasiado andurreando. Así que he aprovechado para madrugar mucho, apenas amanecido y recorrer las ciudades yo solo. Un par de horas después volvía, desayunaba y paseábamos a un paso más pausado. Ello me ha permitido recorrer las ciudades prácticamente vacías con sólo los viandantes que se dirigían tempranamente al trabajo y los marroquíes no son nada tempraneros.

Medina de Rabat

Medina de Rabat

Rabat fue el siguiente destino. Un viaje de unas cinco horas en tren partiendo de la flamante estación de Tánger. Es una ciudad que me gusta, a pesar de que mucha gente la obvia insensatamente. Me encanta callejear por la zona que bordea el ángulo que forma la calle-zoco Souika y la calle de los Cónsules, la más turística de la ciudad, abarrotada de tiendas de chuches para guiris y anticuarios. Unos metros hacia adentro se puede disfrutar de una medina sencillamente encantadora, doméstica, muy burguesa, con calles con un aire como de pasillos entre patios de ciertas casas andaluzas, un laberinto limpio y muy cuidado donde buscar las típicas portadas que llevaron a Marruecos los moriscos exiliados en el siglo XVII por la intransigencia española aliada entre Iglesia Católica y Corona. Esa tradición en las portadas de las casas burguesas sigue perviviendo intacta y puede comprobarse en los cientos de ejemplos que se encuentran por doquier. Son portadas muy característica en las que se estiliza la típica decoración renacentista española que conocieron los expulsados: arcos de medio punto con la clave sobresaliente y jambas jalonadas por pilastras redondas terminadas en sugeridos capiteles corintios. Y normalmente las pintan de vivos colores. Muy pocos turistas conocen su origen, a pesar de que las guías se encargan de explicar claramente que los españoles expulsados fueron los constructores de la muralla roja que la rodea y los impulsores de la actividad pirata a que se dedicó la ciudad a lo largo de todo ese siglo.


Medina de RabatPuerta morisca en la Casbah

Calle y puerta morisca de la medina de Rabat

Casbah de los Udayas

Portada almohade de la Casbah de los Udayas

Al final de la calle de los Cónsules ya se divisa la imponente puerta monumental almohade a la Casbah de los Udayas. El interior de la casbah conforma uno de los espacios más encantadores de todo Marruecos, un pueblo andaluz de casas y calles encaladas y puertas renacentistas pintadas de vivos colores. Todo él es producto de nuevo de los españoles exiliados, concretamente de los procedentes del pueblo pacense de Hornachos, los primeros expulsados de Extremadura tras unos oscuros sucesos en los que la Inquisición y sus vecinos cristianos hicieron el papel de malos de la historia. Los hornacheños se instalaron en la vieja casbah abandonada y al otro lado del río, en Salé. Desde ambas se dedicaron a una nueva industria que el mar y su situación le propuso: la piratería. Sería la segunda vez que andalusíes expulsados del solar ibérico atraviesan un mar, fundan un estado y se dedican al rentable negocio del bandolerismo marítimo. En el siglo VIII fueron los artesanos del arrabal de Saqunda de Córdoba los que lo hicieron en Creta. 900 años después, campesinos hornacheños andalusíes en Rabat-Salé.

Puertas moriscas en la medina de Rabat

Puertas moriscas de la medina de Rabat

Callejón de la Casbah de los UdayasCalle de la Casbah de los Udayas

Callejas de la Casbah de Rabat

Al final de la Casbah se abre un gran espacio libre que domina la desembocadura del Bu Regreg, una inmejorable posición estratégica para proteger la ciudad de las incursiones marítimas. Las vistas del río, el Atlántico, Salé enfrente y la zona zona monumental del Rabat son impresionantes.

Vista de Rabat desde la Casbah

Vista de Rabat desde la Casbah

Una de las gracias de este viaje era practicar mi dialectal marroquí, adaptando mis nociones de árabe clásico a la lengua callejera. Me había comprado unos mesesantes el magnífico manual de Francisco Moscoso con su Cd de conversaciones cotidianas que había machacado concienzudamente, amén de haber contado con la inestimable ayuda de mi amigo Rachid, al que agradezco especialmente la superación de los malos tragos que le supuso el tener que soportar, no sin evidentes muestras de malestar físico, el acento rabatí de la grabación que continuamente comparaba con su, según él, excelso acento tetuaní. He de decir que mis progresos a mi vuelta han sido notables y que he conseguido manejarme sin tener que echar mano excesivamente del clásico y mucho menos del francés. De la amabilidad y paciencia de los marroquíes es fundamentalmente el mérito. El fracaso ha sido volver sin haber conseguido ni una sola grabación de cuentos infantiles en dialectal marroquí. Sencillamente no existen. No son rentables y no se hacen, fue la respuesta de la mayoría de los casi 5o librerías, tiendas de música, puestos callejeros y chamarileros de mercadillo donde pregunté. Ya conté que yo tuve y perdí misteriosamente una magnífica grabación de dos largos cuentos en dialectal marroquí -Los dos hermanos y El erizo y el lobo- muy bien grabados y narrados en un cassete editado por una Casa de Beni Slimane que compré hace 15 años en el propio Rabat en la Librería Calila e Dimna y del que conseguí memorizar algunos trozos y aprovechar multitud de expresiones. En Fez mi amigo A. me llevó al lugar más indicado, una enorme tienda de discos de la plaza Rasif, donde ante la evidencia del fracaso repetido acabé comprando como triste sustituto dos Cds de chistes. El equivalente a los Morancos. Los Morancos de Casablanca. Un horror. Mi amigo Rachid casi convulsiona cuando se los puse. Y se ha negado en redondo a usar ese infecto material para las clases. Dice que tendría que lavarse luego las neuronas con Fairy. Y evidentemente yo solo no entiendo una mierda de lo que dicen. Espabilao que es uno.

MORANCOS MARROQUÍES

jueves, 10 de diciembre de 2009

CAJASUR: El Cuerpo Místico del Euro (III): El Buñuelo de Incienso

Il Capo


¿Conocéis aquel viejo chiste argentino sanamente autoparódico? Si, hombre, el de aquel que pregunta ¿Cómo se suicida un argentino? Arrojándose al vacío desde todo lo alto de su ego. ¿Y de qué muere? De hambre. Podría aplicarse el mismo chiste a la persona del sacerdote don Miguel Castillejo Gorráiz, el que fuera durante 30 años Presidente de Cajasur y la persona con más poder personal acumulado en la ciudad probablemente desde Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí, Almanzor para los amigos, con la diferencia de que habría que cambiar la causas de su muerte, debidas en su caso más que al exceso de altitud del ego, que ya se le supone, al apartado 1.3 del 2º artículo de la ley general de la gravedad, la que se refiere al peso corporal del objeto atraído por la masa general terrestre.

El ego de don Miguel sólo admitía en los buenos tiempos comparación con sus sólidas razones para tenerlo. Lo que molestó siempre un poco a la gente elegante fue la obscena exaltación pública en que se empleó siempre su portador, sobre todo teniendo en cuenta que tiene, como sacerdote, hecho voto de humildad. Pero ese pecadillo se le perdonó incluso a quien habría de ser santo, con el nombre de san Josemaría, probablemente el eclesiástico más vanidoso de la Historia del Catolicismo, después de don Miguel, por supuesto.

Y digo que tiene razones sólidas para tener un ego como la torre de Babel porque siempre fue consciente, y todo el mundo con él, de que pasar de dominar a las beatas de su pueblo desde la rejilla de confesionario a dominar un imperio financiero y los entresijos de una provincia de casi un millón de habitantes, desde una covachuela recamada de caoba en menos de 20 años, tiene su mérito.

Una vez presidente de la modesta Caja de Ahorros fundada por la Iglesia, cargo al que accedió de una manera limpia que se sepa (y ahí están sus camaradas canónigos por si quieren puntualizar algo), decidió que sería el Presidente Eterno o Caudillo Vitalicio. Y como ya era talludito y en la entidad existían normas de jubilación muy claras empleó toda su artillería en conseguir que en la Ley de Cajas (LORCA) que emitió el gobierno socialista (1985) se le hiciera un apartadito especial para él. Cómo lo consiguió es algo que queda en el secreto del sumario o para la imaginación de los más febriles conspiranoicos, pero desde luego la ley de marras apareció con un apartado en el que se concedía que las Cajas fundadas por la Iglesia la potestad de nombrar a sus presidentes (cosa más o menos lógica desde el punto de vista de su insondable afán controlador) y la extraña regalía de decidir el límite de edad de su jubilación, lo que sólo apunta a una persona concreta. Efectivamente. Bingo. Este pequeño privilegio que conseguía la Iglesia sólo tres años después de que el ciclón socialista se hiciera con las riendas del estado y con la ilusión de una ciudadanía esperanzada, se revelaría pecata minuta con lo que vendría después: la entrega de la educación de todo un país supuestamente laico en brazos de la irracionalidad católica, la no denuncia del Concordato y la aceptación del traspaso de un indecente montón de dinero anualmente a las arcas de quien se alzaba y se alza como principal enemiga de la democracia: la Iglesia Católica. Lo que se ha llamado la Gran Cabronada Socialista.

En Córdoba la Gran Cabronada tuvo además el detalle de dejarse engañar por el astuto don Miguel, al que acababan de garantizar la vida eterna presidencial. Como ya he contado en un capítulo anterior, a cambio de nunca bien conocidas contrapartidas los socialistas dejaron que una saneada entidad de ahorros fundada y participada por la Diputación, la Caja Provincial de Ahorros, fuera engullida por insaciable voracidad digestiva de la Caja Episcopal. Las probables promesas y estabilidades que debieron negociar con don Miguel quedaron en agua de borrajas y ni los chillidos de los consejeros desalojados de sus despachos tuvieron eco mediático. Pero lo peor fue que el patrimonio público que la Diputación había donado a la Caja Provincial pasó a manos de la nueva Entidad Episcobanquera que la asumió como auténticamente suya. Una verdadera desamortización de signo contrario al de Mendizábal. Entre otras El Palacio de Viana y su Fundación, llegando en su desfachatez a falsificar la placa de su inauguración como hoy mismo un Mangas Verdes plantilla de la Hojilla Parroquial, 18 años después, ha venido gallitamente a recordarnos.

Una vez con todo el cotarro cajeril en sus manos don Miguel comenzó a moverse en Córdoba con precaución, pero con una seguridad pasmosa en el entramado, podrido ya de por sí por el franquismo, de una ciudad en la que las nuevas fuerzas de izquierdas se superpusieron como una ligerísima capa de barniz restaura falsamente un mueble apolillado, a las rancias fidelidades de los dueños de Córdoba, los de toda la vida. Los métodos recuerdan poderosamente los propios de las famosas Asociaciones Benéficas del sur de Italia, aunque, todo hay que decirlo, en un grado menos sangriento:

  • Utilización del dinero que debía hacer revertir en el desarrollo de la ciudad social y cultural de la ciudad exclusivamente en subvenciones sin tino y sin cuento a toda asociación o peña con especial dedicación a las dedicadas al fomento de la idolatría cofrade callejera y que le mostrara adhesión inquebrantable.

  • Colocación digital en las oficinas de la Caja de cualquier familiar de cualquier persona que pudiera garantizarle beneficios o fidelidades inviolables, de manera que pocos cordobeses no tienen a menos de dos golpes de parentesco a alguien trabajando en la empresa. La cosa tenía incluso su ritual. Las familias bien de la ciudad y católicas de toda la vida mandaban a uno (o varios) de sus hijos a estudiar empresariales a ETEA, la Institución Universitaria de los jesuitas de donde salían ya directamente colocados en alguna oficina, listos para hacer carrera. Los más espabilados, con más lustre en el apellido o mejor situados en el entorno de don Miguel alcanzaban pronto el grado de Director de Sucursal. El inflamiento de personal por favores alcanzó cotas delirantes. Son los que sobran ahora. Una pena. Pero las quejas al maestro armero, por favor.

  • Silenciamiento de las posible críticas de la prensa y subvención de la exaltación a su persona a golpe de talonario.

  • Infiltración en las empresas más poderosas de la ciudad, fundamentalmente las vinculadas con el que se reveló mayor negocio del siglo: el ladrillo. Tal vez algún día se esclarezcan algunos de aquellos términos. Pero la norma siempre es y será siempre que ganen los malos.

  • Subvención de trabajos y publicación de textos del profesorado universitario de la ciudad, con lo que las posibles críticas a la obligatoria gestión cultural que correspondía a la Obra Social o a la propia Iglesia quedaban perfectamente controladas y acalladas. El más costoso de los intelectuales comprados fue don Antonio Gala, una verdadera pieza de doce puntas, cuya Fundación le salió a don Miguel por varios cientos de millones de euros. El previsible resultado fue que el proverbial y ácido anticlericalismo del plumífero artista quedó neutralizado al cien por cien y convertido de la noche a la mañana en panegirismo donmiguelesco absolutamente almibarado. Todos recordamos el encendido florilegio que le dedicó al Orondo Cura tras la famosa escenificación de los Curas hamelines y los ratones ciudadanos encantados.

  • Favores inconfesables y hondísimos préstamos a los partidos políticos. A todos. Jamás un político cordobés de un partido con mando en plaza se atrevió a criticar cualquier aspecto que afectase a la imagen de la empresa. IU, una vez que se desembarazó de los rojos-rojos, los primeros beneficiarios.

Una vez dueño de la ciudad don Miguel se dedicó, como todo Capo que se precie, a lo que más le gustó siempre: hacerse respetar, eso sí bajo el falso manto hipocratón del cariño. Para ello fundó un sindicato-botafumeiro entre sus empleados, Aspromonte, con la misión de, bajo un falso manto reivindicativo, encargarse de los asuntos del permanente incensamiento de su persona y la ritual ofrenda de agradecimiento a quien los había tan ricamente colocado en sus puestos. El esforzado sindicato se empleó en su misión con encomiable maestría a base de organizar cenas benéficas, masivas comilonas de obligado asistimiento de todos los empleados en las que se coreaban loas al Magnánimo y otras masivas manifestaciones turiferarias de diverso pelaje. Tanto que se ganó a pulso el cambio de nombre por Gastromonte.

Uno de las más graciosos espectáculos a que se pudo asistir en esta aburrida ciudad durante mucho tiempo fue al pase de lista dominical de los deudos y aspirantes a favor, infinitos lógicamente, de don Miguel en la Merced. Mi amigo Juan Sepelio fue muy aficionado a ellos y los disfrutaba morbosamente con sumo placer cuando conseguía plaza en los bancos de la iglesia disfrazado de cortesano meapilas. Era la misa de once y la oficiaba personalmente el propio Presidente. Juan Sepelio lo relataba gráficamente con la imagen de una especie de código de barras invisible inscrito en la frente de todos los presentes que el lector también invisible de la mirada de don Miguel iba registrando electrónicamente en barridos sucesivos a lo largo de toda la misa. Y ¡ay de quien tuviera que estar y no estuviera! Una liturgia que terminaba tras ella con el pase de aspirantes ante el Pontifex Benefactor con un susurrante, humilde y reverencioso qué hay de lo mío de inequívoco aire de sacrosanto besamanos.

Otras muestras de la altura espiritual del ego de don Miguel fueron la autoerección de un busto en bronce en que se representaba a sí mismo tocado con el tricornio canonjil presidiendo durante años el vestíbulo de la Oficina Principal y que alcanzó la fama de ser el único monumento glorificador del mundo que contó con la custodia permanente de un guardia de seguridad con la única misión de evitar que fuera fotografiado (razón por la que no puedo ofreceros documento gráfico del mismo), o la disposición del lugar que acogerá sus restos cuando Dios lo llame a su presencia, (¡que no ocurra en muchos años!), según parece que cree él mismo, sito en la ermita renacentista de San José (1) adjunta a la Casa del Platero, propiedad de Cajasur, en la plaza de la Magdalena, donde se ha mandado construir un mausoleo sellado por una enorme losa de mármol de Carrara esculpida con escudo de armas monseñoriales, acorde a sus merecimientos. Con lo que tal vez no ha contado el futuro usuario de tan magnífica última morada es con el pequeño detalle de la presencia a menos de diez metros del afamado puesto de caracoles que lleva el nombre de la propia plaza y que al menos en una determinada época del año podría disturbar la paz eterna de tan alto personaje por el continuo sorbeteo con que suelen extraer los consumidores del simpático molusco el bicho de la concha. No sé yo si esa música de fondo para esperar el Juicio Final no puede hacer la paciencia al más santo de los santos varones y hacerlo pecar in extremis.

La consecución de un monseñorato sin haber alcanzado el grado de obispo es otra de las aspiraciones conseguidas por el que es de hecho Monseñor, emulando la aspiración y consecución de un título nobiliario con que se regaló la infinita humildad de san Josemaría, su sin duda modelo de virtudes. Ello le permitió enfrentarse de tú a tú a un obispo de la diócesis cordobesa que tuvo la osadía de escandalizarse por los pensamientos, obras y omisiones de nuestro Sacro Banquero, cuya cimarrona soberbia pretendió el insensato enchiquerar. De soberbia a soberbia, como siempre, el que tiene más pasta. Don Miguel se fue a directo a Roma de acusica y la respuesta de Santopa fue una patada en el beato trasero del obispo chulillo que lo elevó a la silla episcopal granadina donde siguió persiguiendo con vandálica saña a los partidarios del Orondo. Nadie se explica cómo pudo nuestro héroe hacerlo, pero todo el mundo sabe que Monse Javi casi acaba en la trena por ello.

Pero si de su inconmensurable poder dentro de la Iglesia cordobesa habla la desfenestración del obispo Martínez, su amistad con su ilustre paisano el que fuera fiscal general del Estado Burón Barba le ha procurado otras satisfacciones no menos satisfactorias, valga la repugnancia, digo... la redundancia. Juntos hasta en el callejero: ambos tienen placa en el viario de Fuenteobejuna, don Miguel, faltaba más, una plaza, y don Luis Antonio una calle. Qué botito.

La conquista de la capital fue otra de las aspiraciones de nuestro personaje y si el tiempo y la autoridad competente no llegan a impedirlo, vive Dios, que lo consigue. El método, el de siempre: manteca colorá en forma de comunión mística de euros. El pastón salido de la Obra Social de la Caja de los cordobesas para la restauración de las campanas de la Giralda le proporcionaron una preciosa cononjía en el cabildo sevillano que lució con apostura torera y el traje de luces tradicional, casulla recamada de oro fino. La celebración de sus bodas de oro sacerdotales en la catedral hispalense fue una ocasión como nunca vieron los siglos, calificada por algunos como autosantificación en vida y en la hay quien dice que cantaron cinco mil curas, e incensaron el ambiente doce mil monaguillos. Pero eso es a todas luces una desageración de los enemigos de don Miguel. Lo que si fue cierto y no fruto de malicia corrosiva alguna fue la asistencia de la alcaldiosa de Córdoba, la miríphica renacida Rosa Aguilar que ocupó un puesto de honor tanto en el templo como en la comida posterior a la que fueron invitados 6.500 adoradores del Novio, y sobre la cual aún pesan las dudas de quien debió gritar al final ¿a ver, cuánto se debe?.

Otras minucias que hablan de la humildad del personaje son por ejemplo la obligatoriedad de que todas las placas que anuncian que cualquier aparataje o departamento ha sido donado por la Obra Social al Hospital Reina Sofía lleven su nombre como detentador del patrocinio, o el haberse creado una Fundación con su nombre con el único fin de glorificar sus pasos en la tierra. Y por supuesto como todo prohombre que se precie no podía quedar don Miguel sin su hagiografía oficial en vida, trabajo que fue encargado a Manuel Gahete, un juntaversos meapilas paniaguado de la Fundación, también de Fuenteovejuna (el Clan Todos a Una) cuyo único mérito reconocido hasta ese momento había sido, aparte de la confección de un extrañísimo poema al noble acto pajillero tan recatadísimo que hubiera podido dedicarlo mismamente y verbigracia al despioje simiesco, una desopilante tesis doctoral, vergüenza del gremio, sobre el propio Castillejo. La tesis, reelaborada le sirvió como base a la biografía, un hipercobista tochazo del copón editado para más inri por Almuzara, la empresa del ex ministro del PP, Pimentel, conocido ya como el Rey del Top Manta Editorial, y de cuyas virtudes literarias no puedo hablar porque me ha recomendado mi gastrólogo la abstinencia de productos de contenido altamente laxante. Lo que si me gustaría saber es si el caballero andaluz del flequillo vacilón le ha pagado siquiera euro de los derechos de autor. Más por nada porque no suele hacerlo, y por invitarlo al club de afectados.

Pero no es sólo el cultivo del ego lo que ha llevado a don Miguel a tan altas cotas de fama y consideración social. No. Su amor por los productos propios de la riqueza, fundamentalmente en su forma más natural, la pastuqui, no se queda atrás. Su legendaria devoción por el marisco, que le ha granjeado el título de Fray Langostino, sólo es comparable al que siente por los coches gansos y los guardaespaldas no menos gansos. No se sabe si sus reconocidas posesiones marbellíes y gaditanas, su piso del Gran Capitán y su recóndito chalet de la sierra son todo lo que ha podido reunir el humilde cura mellariense en estrictos bienes materiales (2), pero lo que lo ha elevado a la gloria eterna de la codicia mundana fue la autoconcesión de una póliza complementaria de su pensión por la que el monto de cobranza mensual del que es todo un sacerdote alcanzaría la minucia de 7.392 € al mes. Otrosí su desprendimiento se complementó, como pudo recogerse en la prensa del momento con los 2,9 millones de euros que desembolsó la Entidad para cubrir una póliza de seguros que le garantizara una renta vitalicia de la que también son beneficiarias sus cuatro hermanas. Las hermanitas de la caridad.

Todavía un año después de su jubilación don Miguel seguía controlando los hilos de la Obra Social y Cultural desde el despacho de su Fundación situada en la plaza de Las Doblas, que le cediera el mismo Sandokán que poco después sería tratado como un apestado desde su implicación en la Malaya. Algunos listillos se confabularon para limar las largas uñas del viejo Padrone. Relegaron a sus fieles hombres y los sustituyeron por la socialista Aurora Atoche, alguien nada inocente pero más acorde con los nuevos tiempos. Pero la posibilidad de que la pasta no fuera ya íntegramente controlada por la Iglesia y no se dedicara a lo que tradicionalmente se empleó, a la extensión de la cultura estrictamente católica, llevó a los poderes ocultos a defenestrarla (verano de 2008) y a devolver el control a las viejas marionetas del Gran Cura. El biógrafo Gahete entre ellos. El bocado que han conseguido mantener los dientes de la Iglesia con la fusión ha sido precisamente el control de este bombón relleno de pasta de euro concentrada. Una pasta de euro que tendremos que contemplar cómo por mucho tiempo aún se gasta en lo mismo de siempre: confección de más mantos recamados en oro y pedrerías para lucimiento de los objetos de veneración de la idolatría cofrade y otras formas de cultura supersticiosa. Católica por supuesto.

    (1) Teniendo en cuenta que esta ermita de San José está incluida en el catálogo de bienes protegidos del Conjunto Histórico de Córdoba, no sé yo si es muy legal el bujero que le ha mandado infligir don Miguel para reposar eternamente y el marmolazo flamante que lo cubrirá. Por otra parte no sé si es muy legal eso de que la gente se entierra dentro de las ciudades y estaría bien averiguar quienes tienen derecho a serlo dentro de los cascos urbanos, algo prohibido expresamente desde tiempos de Carlos III. Supongo que los obispos en las catedrales y poco más. Aunque parece que hay aún afortunados que gozan de ese privilegio como demuestra el hecho de que en la Mezquita de Córdoba, desde hace algún tiempo habilitada como catedral de culto católico aún hay en esta ciudad familias con tan rancio abolengo de sangre o de pastuqui que poseen capillas propias donde se siguen enterrando aún hoy los afortunados portadores de sus apellidos. O sea, que son capillas privadas. En la Mezquita. En el siglo XXI.


    (2) Después de confeccionar el post he encontrado muchos documentos interesantes en el blog de Alberto Almansa, entre ellos una lista de los bienes que se le suponen a don Miguel.

martes, 8 de diciembre de 2009

CAJASUR: El Cuerpo Místico del Euro (II): los políticos

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LOS POLÍTICOS (1)


No hace mucho le escuché decir desde mi MP3 al escritor Rafael Chirbes, en una conferencia, La estrategia del boomerang, sobre el universo de la novela contemporánea que dictó en la Fundación March que en una de sus novelas se había propuesto retratar la España que a fines de los 80 enterraba sus señas de identidad, la España de la Expo y las Olimpiadas y en la que se imponía un pragmatismo caracterizado con aquella frase de corte posmaoista que pronunció (pero que pertenecía a Deng Xiao Ping) Felipe González: "gato blanco o gato negro, qué más da, lo importante es que cace ratones".


Los arribistas de los dos bandos habían tomado el poder y escribían la historia a su medida. Los recién de llegados, muchos de los cuales se apresuraban a enriquecerse no tenían la difusa sensación de culpa que marcaba a la vieja capa dominante engordada a la sombra de la dictadura. Exhibían brillantez, inteligencia, inconsciencia, ni siquiera parecían darse cuenta del lugar que ocupaban, de que tenían en sus manos los mecanismos del poder. Y una inocencia altiva. A su manera reproducían comportamientos que tenían que ver con los que mantuvieron quienes llegaron al poder al final de la guerra civil y, retrocediendo casi dos siglos con los liberales del siglo XIX, a quienes Azaña en su magnífica conferencia de 1930 "Tres generaciones del Ateneo" acusaba de haberse enriquecido con la desamortización al mismo tiempo que abdicaban de los principios que les habían hecho a acometerla. Añadía Azaña de aquélla generación que primero cargó de esperanza a la sociedad española y a continuación frustró la llegada de los valores de progreso y la moralización política. Larra y después Galdós recogerían la amargura de esa atmósfera. Al leer las palabras de Javier de Burgos, el que fuera ministro de Hacienda de Isabel II “Mucha gloria que conquistar, mucho dinero que ganar”, me parece oír las palabras del ministro socialista de Economía Carlos Solchaga cuando a mediados de los 80 del siglo XX decía que España era el país de Europa en el que se podía ganar más dinero en menos tiempo. Los viejos revolucionarios se habían convertido en jugadores de bolsa.


Fue en el contexto de esa renuncia a los ideales y de ese jolgorio derrochador y del todo por la pasta que fomentaron los socialistas desde el propio poder y desde prácticamente el primer minuto de su mandato en el que hay que inscribir la extraña anomalía de una Caja como la de Córdoba. Pero hay que hacerlo interconexionándola con otros fenómenos igualmente extraños que formaron parte de aquella Movida Universal de Colorines en que se acabó instalando buena parte de la sociedad española quemando todos los cartuchos guardados en el almacén del progreso democrático en fuegos artificiales especulativos, artísticos, económicos, sociales, religiosos y, sobre todo, morales.


Jesús Gil es un producto de los socialistas, por mucho que pataleen negándolo, la corrupción urbanística instalada en tantos ayuntamiento y en tantas parcelas de la vida española es fruto de su movida cuyo lema fue ¡hala, a enriquecerse, que estamos de buen año! Mientras saquemos tajada, y la sacaban abundantemente. Porque tendrían que haber advertido que enriquecerse rápidamente siempre supone una quiebra de lógico principio moral que vincula ganancia con esfuerzo y con obligada devolución de parte de los beneficios a la sociedad que lo propicia.


Cajasur también fue fruto de ellos. La dejación de funciones de control de los mecanismos creadores de riqueza posibilitó que un solo individuo vinculado a un organismo milenariamente mafioso dominara todos los resortes del poder de esta ciudad. Incluso, aunque parezca increíble, los políticos. Los socialistas dejaron hacer porque ya sacaban tajada de las demás Cajas que entraban en su órbita de influencia y de las que se beneficiaban ampliamente. Y además esta ciudad la tenían perdida por la fortaleza de un voto rutinario, cautivo de una vieja fidelidad que colocaba sistemáticamente en el poder a los herederos, más que de un ideal político, de un carisma.


Izquierda Unida sufrió una curiosa evolución. En los primeros tiempos con El Califa Rojo, Julio Anguita, los desencuentros con el Cabildo Banquero fueron, naturalmente, sonados. Algunos de los hitos fueron la asquerosa campaña orquestada por las rancias sotanas bajo el lema de Anguita no nos quites la Mezquita y la posterior puesta en su sitio del obispo por el alcalde, en frase que deberían esculpir en oro en el frontal del Ayuntamiento: Señor Infantes, le recuerdo que usted no es mi obispo y yo sí soy su alcalde. Herminio Trigo heredó el malrollismo precedente, que se manifestó en la negativa de la Caja cordobesa a conceder prestamos a un Ayuntamiento en manos de (todavía, aunque en vías de desteñimiento) comunistas. Años después, creo recordar que por los tiempos de la gran hamelinada donmiguelesca, el exalcalde veguicida publicó un artículo en El País Andalucía, con el que no he podido dar, en el que lo contaba. Pero fue Joaquina Rosa Aguilar Rivero quien, cual maquiavélica Lucrecia Borgia de chaquetiya colorá consiguió estar en todas las movidas sucias que se gestaron en esta ciudad sin perder nunca la sonrisa congelada, que fue su firma, a base de los más inverosímiles pactos, alianzas, conversiones milagrosas y otras artes de perpetuarse en el poder a costa de lo que sea. Único fin último que movió siempre a la que llegó a ser motada por un ciberfrancotirador que se cree muy gracioso como LA ALCALDIOSA. Así tras hacer una prueba de tímida conversión por renacimiento sacando personalmente con sus hombros en procesión la escultura de un frailón en Santo Domigo, asombroso hecho del que deben quedar pruebas en las hemerotecas, que aunque yo las ví no las he encontrado, y viendo que ni Marx ni Engels le enviaban una buena colección de escrófulas como castigo, decidió dar el paso definitivo y convertirse del todo, haciendo creer que lo hacía por intervención pastoral de don Miguel y el buen obispo Asenjo, que sustituyó al rebelde Martínez, defenestrado por obra y gracia del primero. Hizo una declaración pública de catolicismo y de rancio cofradierismo pasando sin abandonar esa sonrisa que lleva permanentemente cosida al careto, del materialismo dialéctico al catolicismo cofrade, tal como George Bush paso del Jhonny Walker al fundamentalismo episcopaliano, y se metió para siempre al Orondo en el bolsillo. Así fundó su principal principio moral que aún sigue manteniendo de que Ella sólo se arrima al canónigo que más calienta, sea de la iglesia que sea.

Cajasur comenzó por aquellos tiempos una enloquecida carrera de inversiones y alianzas con lo más granado de los ladrillistas al oeste del Pedroches con suculentas ramificaciones de la mano de PRASA en la Marbella de Gil, y que con los años acabaría recibiendo el nombre policial de Malaya, en merecido homenaje a la otra pata del banco del poder cordobés: el joyero y constructor Sandokán, el afamado modelo de arcángeles y erector de descacharrantes y autoglorificadores Arcos de Triunfo. El resultado fue la destrucción de las últimos terrenos vírgenes, jardines incluidos, de la Costa de Sol y otras barrabasadas como la demolición de unas bodegas históricas en el Puerto de Santa María. Para eso sirvieron los ahorros de los cordobeses. Pero en Córdoba, aprovechándose del sistema de sincontrol instaurado por los socialistas desde los tiempos de Felipe González, la complicidad de la Junta de Andalucía y el nuevo gobierno de la derecha ultraliberal se formó una extraña sociedad entre un canónigo banquero, un constructor roepalillos y una excomunista enamorada de sí misma. A partir de ese momento el lema fue que a doña Rosa que no le farte de na. Y se acabaron en la ciudad las críticas feroces a la alcaldesa roja, las de la derecha rancia incluída. Los mènages a trois negociantes entre los idems en conocidos establecimientos hoteleros fueron sonados a pesar del espeso silencio impuesto por el poder del dinero. Las subvenciones bífidas (de Cajasur y municipales) al mundo casposo de las peñas y al gominoso de las cofradías consiguieron restañar más o menos los agujeros electorales que las deserciones de los fieles de la izquierda, despavoridos por las astracanadas beateriles y liberales de la alcaldiosa, produjeron en la formación gobernante. Los resultados físicos para la ciudad fueron claros: aparte de multiplicar por diez las procesiones cofrades a lo largo de todo el año y de llenar las plazas de esculturas exaltadoras de la superstición católica, a punto estuvieron de hacer desaparecer los cines de verano en una oscura maniobra entre Urbanismo y Sandokán y cuyo desbaratamiento por presiones populares provocó la obligación de resarcimiento por parte municipal de las pérdidas del constructor mediante extraños permisos o disimulos para la construcción de enormes promociones de psicochalets de plasticuchi en la sierra a costa de centenares de centenarios alcornoques o la de insondables naves en terrenos de la vega.

Así cuando la canallesca maniobra episcopal para escamotear la Caja del control de la Junta que andaba por entonces enfrascada muy loablemente en la tarea de crear una gran caja unificada que, decían, sirviera como motor del desarrollo andaluz, o, les decían a ellos, para financiar al partido más fácilmente, doña Rosa eligió claramente, exactamente igual que su amiguito del alma, el plumífero y emético escribidor Antonio Gala. Donde se ponga mi Canónigo que más calienta que se quite la Junta.


El PP en Córdoba no pudo en los últimos tiempos competir con el precioso idilio entre la alcaldiosa y don Miguel, vía interpuesta de Monse Asenjo, el obispo titular de la plaza, quien recibió el inusitado regalo de que Ella prefiriera asistir a su barroquísima Coronación Canónica Arzobispal como Rey del Carnaval Católico Sevillano a la grasienta y sudorosa manifestación del 1º de Mayo. Para ser justos habría que sumar también a esa incompetencia la escasa entidad personal de su candidato y la desopilante de sus cooperantes. Pero el partido de don Manuel Fraga se lanzó en tromba, el probablemente disecado Arenas el primero, a apoyar a don Miguel en la perifraudulenta sustracción de la Caja del control de la Junta de Andalucía para cederlo al gobierno central en manos del PP.


Lo que no sé si alcanzará a saberse algún día es el papel jugado por el Banco de España, que sabiendo y habiendo avisado claramente de los altísimos riesgos a que la codicia de los curas fiándolo todo su negocio en las empresas del ladrillo, estaba llevando a la Caja, no hizo absolutamente nada. Probablemente tenían orden de esperar, de avisar pero no intervenir para propiciar el anunciado derrumbre y que una Caja controlada por el partido socialista recogiera los restos. O, como se afirma desde el propio Banco, para evitar un caos financiero. Sea como fuere parte de la responsablilidad por los costes económicos que la sociedad española tendrá que asumir por la pedorra gestión de Don Miguel y Herederos es del organismo encargado de velar por el buen funcionamiento de unas entidades cuya única razón de ser es la de revertir en inversiones sociales los beneficios del ahorro de los ciudadanos.

Yo durante muchos años fui partidario acérrimo de la fusiones, de que la Junta consiguiera reunir en una sola todas las cajas que representan intereses parciales en Andalucía que sirviera de motor económico y cuyos beneficios revirtieran claramente en la sociedad andaluza y especialmente en los sectores menos más desfavorecidos. No como caridad, sino como justicia. Y las alarmas de mi admirado Félix Bayón (¡cuánto echamos de menos tu lucidez!) en la bisagra del siglo basadas por sus dudas sobre su pertinencia, por el peligro de que se convirtieran en lo que ahora son, financiadoras de las megalomanías de los partidos y de personalidades caciquiles localistas, excesivas. Hoy suscribo cada una de sus palabras. Unas palabras que no me resisto a ofreceros completamente porque ya son inencontrables en la red, a pesar de haber sido publicadas en la edición de El País de Andalucía:



FUSIONES
Félix Bayón

Fecha interminada de 2000


El largo proceso hacia la fusión de las cajas de ahorro andaluzas y su prólogo, a Ley de Cajas, están resultando toda una metáfora de la miseria en la que se ha convertido la política. En todo este tiempo, no se ha debatido cuál ha de ser el papel de las Cajas en Andalucía, ni si tienen realmente algún papel, ni qué se puede hacer para dotarles de más eficacia social y económica. No ha asomado el más mínimo argumento y la prensa informa del asunto dejando caer las noticias sobre un lecho de sobreentendidos.

Cuando alguno de los contendientes busca el apoyo de la opinión pública, echa mano al recurso más facilón, cínico e incendiario el chovinismo localista. Así, Cajasur se apoya en un supuesto movimiento popular para "defender" a los cordobeses, cuándo en realidad no defiende otra cosa que un modelo anacrónico que pone esta Importante entidad en manos de la Iglesia Católica.

El PA parece dispuesto a todo con tal de no perder poder sobre las cajas sevillanas, de las que tanto parece depender y con las que ya se alió en la gran operación especulativo/urbanística de Tablada, operación que, por cierto, fue rechazada por el PSOE cuando estaba en la oposición del Ayuntamiento de Sevilla y a, la que apoyó en cuanto logró el poder.

El debate sobre si han de prorrogarse o no los mandatos de los altos cargos de las cajas es completamente interesado: se toman posiciones sólo teniendo en cuenta si incrementa o disminuye el control político de cada partido. Hasta ahora no se ha visto ni un solo argumento que trate sobre la funcionalidad o disfuncionalidad de la prórroga.

Las cajas, más que nada, parecen ser contempladas como botín: como herramientas que sirven para financiar de forma más o menos transparente a los partidos y para dar refugio dorado a políticos caídos en desgracia pero a los que merece la pena mantener contentos y callados por lo que pueda pasar.

No está nada claro que las cajas andaluzas tengan más relevancia económica para nuestra región que la banca privada o que las cajas de otras comunidades que tienen oficinas en nuestra tierra, Carentes de finalidad de lucro, tienen que verter sus beneficios en una serie de acciones sociales y culturales que, por lo general, son romas y pobres y que tienen más de trasnochados montajes benéficos que de catalizador. Es raro encontrar una caja andaluza que tenga actitudes más valientes y dinámicas que la banca privada a la hora de apoyar iniciativas económicas o culturales innovadoras. Más bien se dejan ir en apáticos planes que denuncian lo -dicho sea en su peor sentido- provinciano en su origen.

De la hipotética fusión se cajas saldría, sin duda, una caja más fuerte y rentable. Lo que no está tan claro es que tenga efectos específicamente benéficos para nuestra región: ¿conseguiríamos los andaluces de esta caja única mejores condiciones de financiación que cualquier otra caja o banco de fuera de Andalucía?, ¿servirá la caja única para impulsar iniciativas económicas, culturales o sociales de auténtico interés para Andalucía?


Si no hay garantías de que la respuesta a estas dos preguntas sea sí, mejor sería darle la razón a los ultraliberales menos acomplejados que proponen simplemente la privatización.



VOCACIÓN SOCIAL
Félix Bayón

El País Andalucía Viernes, 16 de marzo de 2001


Durante el enmarañado debate de las cajas de ahorro andaluzas se ha hablado mucho de la necesidad de convertir estas entidades en instrumentos financieros más potentes, pero se ha mencionado poco su razón de ser. Las cajas nacen muy vinculadas a las obras de beneficencia. Hoy todas dicen tener 'vocación social' y se consideran entidades sin ánimo de lucro.

Sin embargo, algunas cajas se vienen dedicando a actividades especulativas que poco tienen que ver con esa vocación. Algunas de estas cajas no sólo no facilitan el abaratamiento de las viviendas, sino que las encarecen. El mecanismo no es complejo: basta con impulsar un proyecto de envergadura para que todo el suelo de su entorno -que ha sido comprado previamente por la caja en cuestión o por empresarios 'de su confianza'- suba de precio. Estas actividades no sólo no son excepcionales, sino que llegan a ser una de las tareas fundamentales de algunas cajas. .

A veces se logra convencer a la ciudadanía de la 'necesidad' de estas operaciones especulativas. Así ocurre por ejemplo con Puerto Triana, un proyecto respaldado por las cajas sevillanas que no es mucho más que un centro comercial sobre suelo público, pero que cualquiera diría 'imprescindible' para una ciudad repleta de riquezas arquitectónicas. Cuando estaba en la oposición del Ayuntamiento de Sevilla, el PSOE se opuso a operaciones similares como la de Tablada, pero desde que está Monteseirín las cosas han cambiado mucho. .

Otra práctica habitual de algunas de las cajas andaluzas es la intervención en proyectos de tan escasa 'vocación social' como el asolamiento de parajes naturales para la construcción de apartamentos turísticos. Las muchas atrocidades que se han hecho en los últimos años en nuestro litoral dificultan destacar a una entidad en concreto, pero ha sido tanto el empeño de la Cajasur cordobesa -que respalda a la constructora Prasa- que no queda más remedio que destacarla. .

El presidente de Cajasur, el clérigo Miguel Castillejo, confeso admirador del 'buen hacer como gestor' del alcalde de Marbella, no ha ahorrado esfuerzos para colaborar en ahogar con hormigón todo trozo de litoral que se le ha puesto a mano. Pero el padre Castillejo tampoco hace ascos al centro de las ciudades. Su próxima hazaña consistirá en convertir en solar las históricas bodegas de Osborne de El Puerto de Santa María para levantar de viviendas. Quizá por lo de la 'vocación social', a este desatino lo ha bautizado como 'Proyecto de regeneración del entramado urbano'. .


La tendencia en todo el mundo es mimar los viejos edificios industriales y buscarles un uso que los convierta en útiles a la comunidad. Pero eso ocurre en el mundo civilizado. Aquí veremos derribar las bodegas portuenses y se borrará de un plumazo el pasado de esa ciudad. .

En estos años de bonanza económica se están cometiendo barbaridades sólo comparables con las que se hicieron en los años 60 y 70, cosa que parecía imposible: nos creíamos inmunizados. Pero lo más sorprendente es que muchas de estas barbaridades se hacen por iniciativa de entidades que dicen tener 'vocación social' y con el respaldo de la izquierda.

(1) Publicado originalmente en LA CALLEJA DE LAS FLORES.