(del laberinto al treinta)


viernes, 30 de enero de 2009

UNA SEMANA EN TÚNEZ (IV)

KAIROUAN



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La forma más fácil de llegar a Kairouan desde Jasmine, el extremo sur de la zona turística de Hammamet, es bajarse en el autobús urbano (del que hablé en el primer post de este viaje) en la parada de Manaret Hammamet, cruzar la calle y alcanzar unos metros más arriba, hacia la izquierda y frente a la gasolinera, la carretera de Túnez. 100 mts. más arriba se encuentra la parada de los louages. En apenas 45 minutos estarás entrando en la estación de louages de Kairouan situada a un tiro de piedra de una de las atracciones de la ciudad: el mausoleo del patrón de la ciudad, Sidi Sahbi.



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El título de SIDI (señor) tiene prácticamente la misma acepción que nuestro san, y se usa casi exclusivamente en el islam maghrebí, un islam muy mediatizado por el cristianismo mediterráneo y tal vez por los cultos bereberes autóctonos, con una acusada tendencia al culto de los santos que esconde profundas latencias politeístas arquetípicas, en contraste con el estricto monoteísmo del sunnismo ortodoxo de Oriente Medio. Las romerías maghrebíes a los lugares que acogen los restos de un santo no se diferencian prácticamente nada de las romerías del catolicismo popular de la orilla norte del Mediterráneo, concretamente de las andaluzas.

Así, el título de Sidi Sahbi, le fue concedido a uno de los compañeros del Profeta, Abu Zama’a Ubayd ibn Arqam el-Balawi que murió (654) en Ifriqiya (nombre primitivo árabe de Túnez, derivado del Africa latina) luchando contra los bizantinos y fue enterrado en ese lugar antes incluso de la fundación de la ciudad. Como sahbi significa en árabe compañero o amigo, podría traducirse su título como San Colega, o San Amigo. Según decía él mismo portaba siempre consigo un pelo (tres según otras fuentes) del Profeta, por lo que algún gracioso cristiano lo motejó como El Barbero. Así la Mezquita es conocida entre los europeos como la Mezquita del Barbero. Del pelo o de los pelos sagrados nunca conseguí averiguar el paradero.



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El complejo está formado por varios elementos a cual más interesante y es obra toda del siglo XVII, bajo el gobierno turco, que decidió dotar de magnificencia al sencillo mausoleo original. Pero todo él está impregnado de aire andalusí. No podía ser menos cuando los arquitectos fueron los hermanos Ahmed y Mustafa el-Andalusi. El patio de entrada es encantador con su galería de arcos blanqueados en tres de sus lados y el precioso alminar en el rincón frontero de la izquierda, con sus almenas inspiradas directamente en las de la Mezquita de Córdoba. En el cuarto lado, de ladrillo visto, se abra la entrada de la medersa, una medersa típica tunecina, con un patio porticado al que dan las celdas de los estudiantes. Saliendo de nuevo al patio y atravesando la puerta junto a la torre se accede a un corredor doblemente porticado que acoge una preciosa colección de estelas de cerámica que anuncian las que podremos ver al final, en el patio donde se sitúa la tumba del santo, y donde nunca faltan fieles que vienen a beber del agua de unas grandes cántaras con supuestas virtudes mágicas. Como las de la Fuensanta.



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La Gran Mezquita de Kairouan es una de esas maravillas arquitectónicas donde la historia se hace carne de piedra y su contemplación pausada enseña más que 100 eruditos conferenciando sesudamente. Sólo hay que pasear despacio su gran patio, recorrer los atrios mirando una por una todas las columnas, estudiar pacientemente uno por uno todos los capiteles, descubrir una por una todas las estelas, lápidas y restos de frontispicios romanos y bizantinos que te asaltan al azar incrustados en sus muros, sentarte en un escalón y disfrutar de la secuencia de las arquerías... Pero somos los que disfrutamos con la visita frecuente de su hija –o hermana- la Mezquita de Córdoba quienes gozamos doblemente tratando de buscar similitudes, diferencias, influencias o heredades. Tan parecidas, tan diferentes.


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Kairouan cuenta con muchas primicias, muchos elementos que fueron primera vez y que marcaron los caminos estéticos del arte islámico en el occidente musulmán. Fundada apenas 40 años (670) después de la muerte del Profeta en un lugar ex nihilo, alejado de la costa para evitar los ataques bizantinos y fuertemente fortificada para defenderse de los belicosos bereberes autóctonos que vieron cómo se sustituían los ya conocidos invasores latinos por los nuevos, portadores de la media luna. Sobre la marcha los arquitectos islámicos tuvieron que improvisar una nueva estética que definiera los elementos que debían conformar la simbología de la nueva fe que los impulsaba a dominar el mundo. A la misma vez que en Siria y en Persia. Sólo contaban con su imaginación y con los restos del fastuoso legado estético romano. Y fueron lo suficientemente geniales como para crear un estilo nuevo para una religión nueva aprovechando tanto los materiales como las ideas-fuerza de la tradición grecolatina.



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Sólo como apunte al respecto: manar (al-manar) en árabe significa tanto torre de mezquita como faro y proviene de la raíz nAr (nár = fuego, núr = luz), lo que ilumina a los navegantes / creyentes. Si a algo se parece el primer alminar original del Islam, el de Kairouan, es a un faro romano. El de La Coruña es un buen ejemplo para compararlo.

Y si su estructura general, heredada de las dos principales mezquitas anteriores, la de Damasco y la de Al-Aqsa de Jerusalén, conformará la de la Mezquita de Córdoba (780), ésta le pagará con el detalle del arco de herradura que recibirá en su reedificación total (836) ya directamente de Al Andalus que la heredó de la tradición romano-visigótica.



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La sala de oración está vedada a los infieles. Muy estrictamente. Unos jóvenes turistas turcos, apenas indistinguibles en apariencia de otros europeos, de los escasos que nos encontramos allí, tuvieron que reclamar duro delante nuestro para convencer al obtuso sacristán de su condición de musulmanes. Yo intenté quedarme con la copla para poder reivindicar lo mismo falsamente y poder acercarme a las dos joyas que guarda la mezquita: el mihrab decorado con azulejos de reflejos metálicos de influencia bizantina y el El mimbar, constituido por 100 paneles de madera de teka india, el más antiguo que se conserva de todo el mundo musulmán. Ambos de mediados del siglo IX. Los veía allí a lo lejos, al fondo del oratorio, mientras escuchaba al sacristán ordenar perentoriamente la separación de la pareja, ella a la zona de mujeres, a la izquierda, él a la de hombres, a la derecha, ambos sin posibilidad de traspasar la primera fila de columnas. Desistí, aunque ahora, en frío, me arrepiento de no haber intentado siquiera engañar, camelar, ganarme al sacristán para que me permitiera acercarme a la qibla. Haciéndome pasar también por turco, por bosnio o sencillamente por converso cordobés. Malditos sacristanes.

Otro bocatto di cardinale para gourmets del arte islámico lo constituye la fachada de la MEZQUITA DE LAS TRES PUERTAS (861). Un pequeñísimo espacio sin gracia arquitectónica especial pero en el cual se halla inscrito el más antiguo ejemplo de caligrafía árabe grabado en un muro después de los de la Mezquita de la Roca de Jerusalén (691).


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Como pone en el propio friso fue mandada hacer por Muhammad ibn Jayrun al-Ma’arifi al-Andalusi, lo que habla claramente de su origen. Probablemente fue un rico comerciante cordobés instalado en el barrio al que decidió regalar un oratorio. El texto, grabado en piedra blanda y acompañado de dibujos florales y geométricos, es de estilo cúfico y antecede en un siglo a los del mismo estilo que se grabaron en las portadas exteriores de la Mezquita de Córdoba en tiempos de Alhakam II, alguno de los cuales (Puerta del Espíritu Santo) fue falsificado en 1903 por el restaurador Velázquez Bosco para cristianizar su contenido y colocar su nombre, el del rey Alfonso XIII y hasta el del ministro del ramo del momento.

El antecedente de la pequeña mezquita de Ibn Jayrun podría ser el oratorio Bû Fatata (841) en Susa. Ambos a su vez influyeron en la concepción de la mezquita de Bab al-Mardum (hoy iglesia del Cristo de la Luz) de Toledo, construida en tiempos del califa Abderramán III.

Las similitudes de Kairouan con Córdoba son asombrosas no sólo estéticamente sino también por paralelismos de su peripecia histórica antigua y moderna. Capitales de imperios que dominaron parte del mundo, fueron relegadas por hijas más emprendedoras cuando les llegó al decadencia. Y hoy ambas dormitan un sueño de pasado glorioso que ni siquiera es capaz, hay quien piensa racionalmente que por suerte, de consolidar una oferta que mantenga una industria turística sólida. Las salva su posición cercana a los paraísos solares contemporáneos: Málaga y Hammamet. Las mata una desidia secular que forma parte de su idiosincrasia, un aperreado carácter que sólo acierta a lamentarse por la inflexible ley de la oferta y la demanda que les escamotea las pernoctaciones de turistas adocenados y apenas ancla más de dos días a los degustadores de las ciudades con alma. Ambas se han dedicado mutuamente dos calles muy parecidas, delante de sus respectivas murallas. La calle Cairuán de Córdoba sigue la línea de la muralla desde la Puerta de Almodóvar hasta los Santos Mártires y la calle Córdoba de Kairouan hace lo propio desde la plaza Shuhadá (también de los Mártires) hasta la Gran Mezquita. Mártires de diferentes martirios, claro.



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Otra de las atracciones de la ciudad es el montaje ese del pobre camello cegado. El pozo de Bir Barouta (bir significa pozo). Un pozo que según la leyenda proviene de la propia fundación de la ciudad y está conectado con el de Zem Zem en la Meca. Consiste en una noria, situada en el primer piso de una casa, a la que mueve un camello con los ojos permanentemente vendados y adornado con pañuelos atados a su vientre. Por una propina el guardián te deja entrar al recinto y beber agua, aunque se ve perfectamente desde fuera. Le pregunté al guardián si el pobre camello era el mismo que yo había visto hacía 18 años y me dijo que sí, lo que redobló mi horror ante la crueldad a que se sometía al pobre bicho para deleite de los turistas. En la misma terraza donde está la noria hay un café tradicional donde ponen un café turco de primera.


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ÍNDICE DEL VIAJE


HAMMAMET
DOUGGA Y TESTOUR
DE ALMINARES ANDALUCES
LA MEDINA DE TÚNEZ