(del laberinto al treinta)


miércoles, 2 de julio de 2008

LOS INTELECTUALES Y EL FÚTBOL

Sirva esta música como desengrasante neuronal del tema del fútbol y como signo de mi promesa de no volver a él en todo el verano. Disfrutadlo entero antes de poneros a leer. O bien escuchad y no leáis, que seguro os aprovechará más.





Mi brother (no me gusta la palabra compadre, que tiene tintes orodentados y palillosos) Ramone me aconseja que lea el clásico de Vázquez Montalbán El fútbol, una religión en busca de dios, para moderar mi opinión sobre el estúpidamente llamado deporte rey. Querido Ramone, lo leí hace mucho tiempo, como todo lo del llorado Manuel. Aunque he de decir que no recuerdo demasiado lo que contenía. Creo recordar que hacía el mismo ejercicio que con Memoria Sentimental de España: una especie de rescate de las formas populares de cultura mangoneadas sistemáticamente por el poder, pero perfectamente separables de éste. Me parece bien, aunque yo particularmente considere que la copla tiene contenidos semánticos y artísticos de los que la burricie futbolera carece ostentosamente. En lo que no estoy de acuerdo es en la justificación solapada que hace del fomento de los bajos instintos populares que supone el pelotismo organizado.

Hay más intelectuales a los que admiro profundamente y que son unos apasionados del fútbol: Javier Marías, García Montero, Eduardo Galeano, Sábato... Y me interesa lo que dicen acerca del fenómeno, aunque no comparta sus puntos de vista. Comparto más los de otros intelectuales a los que admiro no menos que a ellos y que están más en consonancia con mis puntos de vista, con mis anclajes ideológicos y con la índole de mis herramientas analíticas.

El argentino Juan José Sebreli es uno de los intelectuales en lengua castellana más importantes del mundo. Especializado en temas sociológicos y filosóficos su obra no es muy conocida en España, aunque recientemente se ha publicitado algo la edición española de su último trabajo El olvido de la razón, en el que arremete sin piedad contra los pensadores occidentales que han coqueteado en su obra con las diferentes y pantanosas formas del irracionalismo. No publicado nunca en España (lo compré en Buenos Aires hace unos años) cuenta con uno de los estudios más incisivos sobre el mundo del fútbol que se hayan escrito jamás, La era del Fútbol un análisis histórico y sociológico del mundo del balompié que deja pocas oquedades sin iluminar: la interesada tribalización de las masas que beneficia a los políticos, el repugnante agujero negro de negocios que supone el fútbol para las mafias de todas las calañas: tráfico de armas, de blancas, de drogas..., la relación de homosexualidad reprimida que se establece entre futbolistas y seguidores, el fomento de la agresividad, la irracionalidad y el aintiintelectualismo, etc.

Algunas muestras:



Estos rasgos de carácter del hincha corresponden a un tipo humano estudiado por la psicología social: la personali­dad autoritaria. El hincha es un autoritario pasivo, se somete ciegamente a la autoridad y es fácilmente sugestionable, ad­hiere al cuadro por lo que la gente que lo rodea dice de él, respeta la opinión reinante sin formularse dudas ni reflexio­nes sobre la calidad del mismo. Carece de espíritu crítico y de sentido del humor, apoya todos los convencionalismos consa­grados por el grupo en que se mueve. Es incapaz de ir contra la corriente, por falta de voluntad e imaginación. Es intole­rante, susceptible, orgulloso y con un sentimiento de irres­ponsabilidad surgido de la ilusión de poder que le da su per­tenencia a un club. El carácter monótono y reiterativo del fút­bol que repite más o menos las mismas incidencias partido a partido y deja una sensación de tristeza y aburrimiento al terminar, contribuye, por su parte, a
incrementar la reacción automática y a adormecer toda forma de actitud personal. (pg. 39)



El psicólogo J. F. Buytendijk ha mostrado las estrechas relaciones entre la agresión sádica y las características especí­ficas del fútbol. El acto de patear una pelota es ya de por sí es esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder. Tal vez en ello hay que ver el predominio del fútbol sobre el básquet, juego más elegante. El pie es una parte del cuerpo más alejada de la mente que la mano. "En el pie y exclusiva­mente en él está disimulado el secreto de la atracción particu­lar que ejerce el fútbol en oposición a otros juegos de pelota. Ahora bien, el pie significa patear, es decir una forma deter­minada de agresión y un comportamiento determinado con respecto al cuerpo, la base de una virilidad demostrativa y la dureza que le pertenecen de modo inseparable, dureza que algunos llaman brutalidad". (pg. 80)


También sigo desde hace tiempo el blog de un antropólogo gallego, Manuel Mandanes, con el que comparto muchas afinidades y que se presenta con un título tan indicativo como DIARIO NIHILISTA DE UN ANTROPÓLOGO. En la etiqueta ANTROPOLOGÍA DEL FÚTBOL puede encontrar el interesado agudas reflexiones sobre el tema.

Lo jodido de todo este asunto es que se consideren peligrosas para la salud de los ciudadanos y se prohíban por ello a los adultos, perfectamente dueños de sus actos, productos recreativos como la marihuana, que fomentan la camaradería sana, la conversación, la risa, que activan mecanismos sumamente interesantes de captación de la realidad y el fútbol, un generador de violencia y actitudes tribalistas sea considerado una actividad digna de ser fomentada socialmente. Eso es lo que me molesta profundamente. Y desde luego, ese es mi problema, y el de una minoría de ciudadanos que sufrimos la estupidez de una sociedad que se deja arrastrar por la propaganda inmisericorde del sistema para que consuma de todo, absolutamente de todo, pero sobre todo mierda, mucha mierda. Y el que nos salpique constantemente la camisa limpia la deglución desmañada de esa mierda por nuestros vecinos.

Otra cosa son mis manías de recordar lo que yo considero recordable en el caso concreto del fútbol español. La asunción por parte de todo un estado de un símbolo que hunde sus raíces en el fascismo. Por mucho tiempo que haya pasado. Por mucho que las nuevas generaciones no tengan por qué recordarlo. Es también mi problema. Y aunque pueda ser capaz de discriminar las banderas de la Santa Tradición Católica de las manis del PP y la Iglesia de la de los hinchas, sus colores me hieren profundamente. No lo puedo remediar. Pero no te preocupes, no tanto como para no poder vivir con felicidad esos cuatro días que dices que son, brother. Y desde luego lo soltaré cada vez que me pete en este mi espacio privado de expresión corporal. FIN

martes, 1 de julio de 2008

FÚTBOL Y BANDERAS

Mi (creo que) contertulio de la CALLEJA Porca Miseria me recrimina (rebaja a la categoría de infantil) en un comentario a mi escueto post de ayer con toda la razón del mundo el que llame con evidente intención denigratoria trapo a la rojigualda cuando coloco otro trapo con evidente intención reivindicativa. Más que un santo. Trapos son las dos. Aunque también símbolos. Pero desde mi punto de vista, que es el que predomina en esta, por ello mismo, aburrida bitácora hay una pequeña diferencia. La republicana es el símbolo perdedor de una oportunidad histórica en la que las fuerzas ilustradas de este país intentaron su regeneración social, política y ética desde los presupuestos de la racionalidad y la igualdad utilizando la herramienta del sistema democrático burgués. Tal vez no lo hubieran conseguido evolutivamente pero eso no le quita su fuerza simbólica de utopía generosa. Ya sabemos como terminó la cosa: la reacción, bajo el simbolismo de la rojigualda la asesinó sin piedad, con premeditación, alevosía y el agravante de encarnizamiento.

Probablemente las nuevas generaciones no tengan esa visión del símbolo, sobre todo porque ya se ha encargado el sistema educativo de evitarlo, pero yo, que tengo la suficiente edad, pertenezco a la descatalogada especie de los que no olvidamos los orígenes de las cosas ni los barros que trajeron estos lodos. Radicales, que viene de raíz. La restauración de la democracia burguesa tras cuarenta años de sangrienta dictadura se hizo sin limpiar previamente el solar, con todos los asesinos y sus cómplices perfectamente intactos en sus lugares de privilegio sentados sobre los cadáveres de mi gente. Y las fuerzas de la izquierda colaboraron a ello, al principio tal vez como único camino para la normalización, pero después, instalados en el poder, con un entusiasmo ciertamente ominoso. Hoy en día no son sino los mamporreros del gran capital triunfante, los eficacísimos capataces que han desmantelado uno a uno todos los derechos sindicales ganados a golpe de huelga y lucha durante tantos años, que han vendido fraudulentamente las empresas públicas (de todos), los responsables de la creación de un sistema dual de enseñanza subvencionado la privada en manos de los curas y descapitalizando la pública, de permitir que los Señores del Ladrillo encementen las costas españolas para su estricto beneficio, sumándose a las leyes racistas que les imponen sus colegas perifascistas europeos. Todo al servicio de una mayor capacidad explotadora del gran capital. Se han derechizado tanto que la derecha europeísta española se ha quedado sin espacio y ha tenido que reafirmar su diferencia echando mano al nacionalismo rancio españolista. Aunque ahora andan reclamando, vanamente, su sitio. Ya ni el catolicismo pueden reinvindicar, infectados como están los cuadros del PSOE de católicos hasta las glándulas linfáticas.

La rojigualda se convirtió así también en el símbolo de la traición de los socialistas españoles. Bueno, de los socialistas no, pobres socialistas auténticos: de los responsables del PSOE. De su proceso de renuncia sistemática a todos y cada uno de los presupuestos de la izquierda. Si alguien no es capaz ya de distinguir esos presupuestos de su palabrería programática sólo tiene que leerse el breve pero ilustrador Derecha e izquierda de Norberto Bobbio. El algodón no engaña. Y para muchos de nosotros la rojigualda tiene las mismas connotaciones que la esvástica para los alemanes. ¿Desageraos? Montañas de muertos nos impiden otra visión.

¿Que qué tiene que ver con el fútbol? Bueno, para conseguir la domesticación de los individuos, para evitar que se conviertan en ciudadanos responsables y lo hagan en manadas de primates vociferantes, con la fuerza encauzada hacia causas inofensivas para el poder, hace falta fomentar el circo. Machacar día y noche, mantener la atención ubicuamente a costa de cualquier otra posibilidad alimenticia espiritual o de asunción de responsabilidad frente la realidad circundante. Lo inventaron los romanos y siempre ha funcionado. Panem et circenses. Junto con el miedo no ha habido otro instrumento mejor de dominación a escala ciudadana. Cagados de miedo o entretenidos. O ambas cosas a la vez. Divertirse hasta morir, el imprescindible ensayo de Postman lo explica meridianamente en el caso de la televisión. Pero el fútbol es más iluminador. Más cretinizante, por su triste monotonía, por su incapacidad de generar discursos fértiles, por su asombrosa esterilidad intelectual.

Por eso asocio el facherío, la bandera y el fútbol. Las democracias burguesas occidentales han conseguido fácilmente mediante el dominio absoluto de los medios de comunicación lo que el fascismo fue incapaz de mantener más allá de unas décadas mediante el dominio absoluto de la fuerza bruta: la domesticación completa de los pueblos. Su sumisión a los dictados de la hidra imperial de varias cabezas, financieras e industriales. El fascismo de siniestra sonrisa de la propaganda total y sus lacayos nacionales. En España además sin siquiera periodo de adaptación. Sólo el supositorio de la Transición. Suave, suave, a base de engaños de los íncubos falsos socialistas, televisión y fútbol, muchos partidos de fútbol.

¿Cómo coño si no iban a conseguir que esa caterva de mafiosos Señores del Ladrillo que pagan a los políticos sus campañas estafaran sistemáticamente a todo un estado cobrando una mierda de pisitos a precio de palacete durante tantos años sin que nadie rechistara?

Si pudo decirse alguna vez que el fútbol fue un noble deporte, en el mismo sentido que se dice que el caballo es un noble bruto, hoy en día el fútbol profesional, espectáculo de masas no es más que un gran basural, que fomenta los más bajos instintos agresivos, destructivos, el odio al vecino, el olor del establo frente a la conciencia individual, el falso patriotismo de las banderas y los cláxones, lo más bestia del ser humano.