(del laberinto al treinta)


viernes, 1 de enero de 2010

Fez, La Andaluza

Oratorio de Idriss (Fez)

Exvotario (candados) en el muro exterior del oratorio dedicado a Idriss (II) en Fez

Como si la hubiera diseñado el mismo Borges en uno de sus delirios literarios, Fez, FAS en árabe, es una ciudad esencialmente especular. Una leyenda apócrifa dice que su nombre proviene del reflejo inverso de una imposible ciudad que se había alzado anteriormente en su mismo solar, SAF (Zef), de la que nadie, salvo la febril imaginación de una cadena de eruditos locales, se hizo nunca eco.

Pero es que aparte de la leyenda las crónicas históricas hablan de una doble ciudad cuyas dos caras surgen especularmente enfrentadas, muralla contra muralla, escalando esforzadamente las orillas contrarias de un mismo río, tras una mítica fundación, también especular de otra que ocurre, casi simultáneamente al otro lado del estrecho de Gibraltar, en Córdoba y estrechamente relacionada con ella.

Hablo de una época confusa, nebulosa y falta de vías de interpretación fidedigna coetánea, cuyas primeras luces son obra de autores que escribieron uno o dos siglos después. Así la interpretación de la fundación de Fez y la fundación omeya de Al Andalus participan de la misma textura mítica, legendaria, de la de Israel, Roma o la de tantos reinos del sudeste asiático. Finales de estirpe salvados milagrosamente que renacen posteriormente, como aves fénices, en el extremo del mundo, como Moiseses o como Anastasias en la último avatar del mito. Por eso se permite González Ferrín llamar los anastasios a Abderramán I e Idriss I.

Es altamente sospechoso el azar que hizo compartir coetáneamente a Córdoba y Fez ese mismo mito . El de un héroe que se salva de una matanza familiar y funda un reino lejano. Y que ese mito se convierta en verdad histórica a partir de ser relatado en crónicas un siglo después. Y lo es más aún que la ciudad que fundó el segundo se poblara con exiliados de la ciudad que refundó el primero en el trozo especular del otro lado del estrecho de Gibraltar unos años antes. Todo muy sospechoso. Quien quiera hurgar en el asunto no tiene más que tragarse el monumental Historia General de Al Andalus (Almuzara) de Emilio González Ferrín. Si no le convence al menos recibirá una buena ducha de dudas razonables.

MULEY IDRISS

Vista de la ciudad de Mulay Idriss con la tumba del fundador de la dinastía, el Abderramán I marroquí

Idris I fundó Fez en la orilla izquierda del río del mismo nombre y la pobló con exiliados de la revuelta del arrabal ocurrida unos años antes en Córdoba, la Córdoba que refundara unos años antes el otro anastasio, Abderramán I. La versión oficial es que se trataba de muladíes, cristianos artesanos que habitaron la orilla izquierda del Guadalquivir. Extraño también que fueran requeridos por un iluminado fundador de una ciudad musulmana. De nuevo González Ferrín nos socorre con sus dudas y nos pone las contradicciones ante los ojos: el Islam probablemente aún no había sido instaurado como religión madura, sino que andaba tratando de asomar la cabeza entre las decenas de herejías unitarias que se enfrentan al trinitarismo imperialista bizantino. Aunque el árabe ya se había alzado como lengua culta en sustitución del griego y el latín. Y estamos en el año 800.

Mezquita de los andaluces (Fez)

Fachada de la Mezquita de los andaluces

Hay un dato sospechoso en todo esto. El historiador y geógrafo Al Bakri, que escribe a lo largo del siglo XI desde Al Andalus sin haber visitado nunca los lugares de África, Europa y Asia que describe, dice que una de las puertas de la muralla de la primera medina de Fez (la andalusi) era llamada Bab al-Kanisha (Pueerta de la Iglesia), lo que podría apuntar al hecho de que algunos de los exiliados del arrabal de Saqunda que fundaron Fez fueran cristianos.

Inmediatamente después, frente a la ciudad de los cordobeses surge otra ciudad repoblada con exiliados de Kairouan, que trepa por la orilla derecha del mismo río. Es entonces cuando de ciudades enfrentadas pasan a convertirse en barrios de una sola: el de los andaluces y el de los karaouiyines. Con sus Aljamas, mezquitas mayores, compitiendo en volumen y pureza de la llamada a la oración. Aún es así. Atravesadas por dos calles principales que conducen a las dos puertas más hermosas: Bab Futuh en el de los andaluces y Bab Bou Djeloud en el de los qaraouiyines que horadan la muralla en la cima de ambas laderas.

Mulay Idris fue enterrado cerca de Volubilis la ciudad de fundación romana donde vivió y su tumba es el lugar más santo de Marruecos, alrededor de la cual creció una ciudad que lleva su mismo nombre.. Su hijo Idriss II fue el que acogió a los qaraouiyines y su tumba también es muy venerada muy cerca de la Djama’a Al Qaraouiyine. La de Abderramán en Córdoba nunca llegó a serlo por encontrarse dentro del recinto palatino. Y la memoria de su ubicación exacta se perdió para siempre tras la conquista del rey santo guerrero.

Medersa del barrio de los andaluces (Fez)

Medersa del barrio de los andaluces (Fez)

Merlones de la medersa de los andaluces (Fez)

Detalle de los merlones del patio

El barrio de los andaluces es hoy el menos visitado por el turismo de masas y realmente carece de los monumentos de su hermano qaraouiyin, pero también no deja de resultar fascinante perderse por sus callejas o rodear la manzana donde se encuentran sus dos principales atractivos monumentales; la Mezquita Aljama y la medersa Sahridj. Los otros dos monumentos del barrio están en ruinas, la mezquita de la Luces (Djama’a al anuar), la única de fundación original, por el propio Mulay Idriss (I) y la medersa S’baiyine. La Al Djama’a que podemos contemplar hoy (sólo la portada, claro) no conserva nada de la obra original de los andaluces que la construyeron y su monumental portada se debe a los almohades (siglo XII). Las medersas cercanas tampoco tienen nada que ver ya con los andaluces originales y fueron construidas como todas las demás de Fez en el siglo XIV por la dinastía meriní. La medersa Sahridj está muy descuidada, aunque se prevee una profunda restauración próximamente. De proporciones muy hermosas lo más llamativo son los paneles de madera finamente labrados coronados por merlones típicamente cordobeses que cierran los vanos del patio.

Exterior puente al Tarrafin (Fez)

Exterior puente al Tarrafin (Fez)

Puente al Tarrafin (Fez)

Puente de Tarrafin bordeado de tiendas como sus más famosos italianos.

Cruzando el río por el pequeño puente A-Tarrafin, bordeado de tiendas como sus más famosos italianos, obra del siglo XI, llegamos enseguida a la plaza Seffarin, de los latoneros, en uno de cuyos frentes se alza la biblioteca Qaraouiyin, vinculada especialmente con Al Andalus porque en ella se conservan los restos del naufragio cultural andalusí. Los libros que consiguieron salir de la península y librarse de las piras de Cisneros. Se trata de un edificio de reciente construcción al que sólo se puede acceder a un pequeño patio.

Estando completamente absorto sentado en el primer escalón de una escalera pensando en los tesoros que allí se guardan y que aún están no ya por valorar, sino incluso por descubrir, se abrió una puerta y aparecieron dos investigadores vistiendo bata blanca, provistos de mascarilla y con las manos enfundadas en guantes quirúrgicos en las que portaban sendos montones de libros antiquísimos solicitándome paso gestualmente para poder subir la escalera. Lógicamente no me dio tiempo a disparar la cámara de frente, así que hube de esperar a que acabaran de subir y se giraran para entrar por una puerta que abrieron arriba. Entonces los capturé. Un segundo después un larguísimo escalofrío me recorría la espalda cuando me asaltó la idea de que alguno de aquellos libros pudiera haber sido un manuscrito de Ibn Rushd, el original de El Collar de la Paloma o incluso las cuentas del sastre de alguno de ellos. Al menos podemos disfrutar del alivio de que aparentemente los tratan bien.

Biblioteca Qaraouiyin (Fez)

jueves, 31 de diciembre de 2009

Después de la tempestad...

... siempre viene la karma, como dice mi amigo el sadhu del Ganges:

feliz karma

martes, 29 de diciembre de 2009

Con divisa mecha y oro

Doscientos (doscientos mil según el mayoral) magníficos ejemplares de la ganadería del nacionalcatolicismo cordobés se dieron cita ayer para gritar su derecho a recortar las libertades al resto de los ciudadanos en el emblemático espacio del Cristo de los Faroles. La mayoría hembras de la especie perfectamente abrigadas de visón y visiblemente marcadas con la divisa mecha y oro. No tuvieron suficiente el día anterior en Madrid donde los que se juntaron fueron dos mil millones (y no ciento veinte mil como dicen las fuentes satánicas de la prensa roja). Lástima que la lluvia impidiera el lucimiento de los pellejos de los simpáticos animalitos. Un visón bajo un paraguas y en una concentración... Son pocas y, consecuentemente pocos, pero muy, muy poderosos. Y están muy nerviosos. En Navidad cuelgan de los balcones sus insultantes banderolas con el Niño Tricornado (un símbolo de la misma índole que la banderita en el reloj de otros tiempos) y presionan, presionan todo lo que pueden para seguir limando libertades, para imponer su modelo de familia, impedir a las demás el derecho a existir, desde los abundantes resortes del poder que controlan, especialmente en la judicatura. Viven en la zona nacional. Sólo hay que ver cómo el banderolo rojo siena va desapareciendo de los balcones confirme nos alejamos del centro para desaparecer totalmente en los barrios obreros. Porque son los de siempre. Los que, descubriendo la debilidad de la otra España, la laica, y flipados aún por la facilidad con que los socialistas (por no hablar de la IU cordobesa) siempre se bajaron las bragas, se han empeñado en montar otra guerra civil. Esta vez no cuentan con los militares, que han sido más o menos domesticados mediante el expediente de comprarles todos los juguetitos que han querido y preciosas boinitas azules. Así que lo tienen muy crudo, pero yo no desestimaría sus posibilidades. Ya tienen el ejemplo de Italia, cuya fascistización enmascarada de parlamentarismo puede servir de ejemplo a muchos otros sitios. Lo avisaba hace poco Umberto Eco. Sólo hace falta que las hembras de la especie nacionalcatólica comiencen a llamar a sus embetunados machos calzonazos. Como hizo doña Carmen con Franquito una noche en un cuartel de Tenerife. Y los curas son sus confesores.

¿Exagero con lo de la guerra civil?

Alvarez Junco en su Mater Dolorosa analiza los distintos niveles que son visibles en las causas de la Guerra Civil, incidiendo en dos: el social y el cultural. Aunque no se puedan aplicar automáticamente a todos los casos, sí que un sistema de muestreo serio los resaltaría como factores determinantes. Pero uno más que otro. Por un lado fue una lucha de clases: la España rica dueña absoluta de los recursos contra la España pobre que pretendía un mejor reparto de los mismos. Y por otro una lucha por la libertad religiosa, la España católica contra la laica. Los católicos masivamente se adscribieron al bando nacionalista que comenzó la agresión, que por eso puede llamarse legítimamente nacionalcatólico. Los laicos al que se defendía de esa agresión, el gobierno democrático. ¿Y si cruzamos los datos? un rico católico siempre sería franquista, en tanto un rico no católico es probable que fuera republicano. ¿Y un pobre católico? Es posible que fuera franquista. Un pobre laico desde luego sólo sería carne de fusilamiento posterior seguro. Por ello podría afirmarse que el dato cultural-religioso fue más importante que el social. Y es que cuando los nacionalcatólicos llaman a la yihad... ríete tú de los ulemas de Al Azhar.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Puertas moriscas de Rabat-Salé

Final del 5º movimiento (quddam), sana'a 21-32 de la Nuba al-Maya. Orquesta del Conservatorio de Tetuán. M.L. Temsamani

Hace muchos, muchos años (corría el año del Señor de 1977) mi amigo y compañero de estudios P. y yo anduvimos hurgando en los archivos parroquiales de Santa Marina con el descabalado propósito de montar nosotros solos sin experiencia previa ni dirección profesoral la demografía de un barrio cordobés en el siglo XVII. Nuestro afán de independencia y nuestra desconfianza en los departamentos de la Facultad nos ocultaron el pequeño dato de que el estudio ya había sido confeccionado por un investigador profesional que con sólo unos muestreos había sacado las conclusiones y cifras que nosotros, meros aprendices, tratábamos de alcanzar con prolijos cuentos y recuentos. Pero, a pesar de la decepción, nadie podrá nunca robarnos el disfrute que alcanzamos durante varios meses con el contacto con aquellas venerables hojas amarillas de los libros parroquiales, con la fascinación por la minuciosa caligrafía rectoral y la textura de la tinta finamente moteada aún por el brillo del polvo secante sobre las leves marcas de la pluma de ave, las puntillosa y esclarecedora anotación de los oficios de los testigos de bodas y bautizos, las sugerencias que el cura daba sobre la posición social de los difuntos, la constatación de que el rápido remonte poblacional tras la peste del 49 se debió a las urgentes bodas que se celebraron entre emigrantes gallegos jóvenes con viudas cordobesas un poco mayores. Pero uno de los impactos más agudos que sufrimos fue el hallazgo de la anotación manuscrita del párroco de 1610 en un margen de uno de los libros no recuerdo si de matrimonios, bautizos o defunciones que menciona don Teodomiro en su Paseos por Córdoba:

    Sábado seis días de Febrero de mil y seiscientos y diez años, reinando en todas las Españas la Católica Magestad del Rey Don Felipe 3°, teniendo la silla pontifical la Santidad del Papa Paulo V, siendo Obispo de Córdoba Don Diego de Mardones, fraile de la órden de Santo Domingo, Rector de esta iglesia de Santa Marina Tomás Fernández de Vargas y yo el Colector de ella, comenzaron á salir los moriscos de la dicha Ciudad, habiendo novecientos menos cuatro años que los árabes entraron en ella con Tarif Abensier su capitán, reinando en España D. Rodrigo último godo. Fernando Alonso Montemayor. Luis Juárez, beneficiado.

A pesar de la fría redacción administrativa, ese encuentro nos puso en un contacto más íntimo de golpe y porrazo con la realidad de la expulsión de los moriscos. Fue como si pudiéramos asistir a esa salida desde la torre de la iglesia e imaginar cómo los agrupaban en la plaza, hombres, mujeres y niños casi con lo puesto y los conducían los tercios llamados exprofeso para ello hacia la Puerta del Colodro camino de su incierto destino más allá del mar. Sabíamos que los moriscos obligados al exilio tras las revueltas de las Alpujarras, fueron ubicados en la calle que entonces aún se llamaba de Guadalupe y que luego adquiriría el de aquellos habitantes de paso: calle de los Moriscos. Los veíamos en los libros de registro cómo se casaban, bautizaban a sus hijos y se morían, pacíficamente. Y cómo llevaban nombres y apellidos también nuevos, idénticos a los de los otros españoles, pero a los que los párrocos adjuntaban la infamante aclaración de cristianos nuebos del reyno de Granada.

moriscos

Aquellos moriscos, procedentes de valles aislados de las Alpujarras que se rebelaron ante el aumento de presión inquisitorial y económica de las autoridades granadinas, probablemente estaban menos catoliquizados y castellanizados que aquellos que llevaban un siglo integrados (desde el edicto de obligada conversión de Cisneros) obligatoriamente entre la población castellana. Probablemente la mayoría ya serían hasta cristianos convencidos y sería prácticamente imposible distinguirlos de los cristianos viejos, pues hasta olvidado tenían el dialecto árabe andalusí que hablaban sus antepasados. Ello explica la histeria colectiva que zamarreó a los castellanos (incluyo bajo esa denominación a los andaluces) con el tema de las pruebas de limpieza de sangre, la conversión de la cocina del cerdo en una cocina militante y la proliferación de las más extravagantes demostraciones externas de fe católica.

Es así que cuando pese a todo y por un ataque combinado de codicia, intolerancia y estupidez las autoridades deciden la expulsión a quienes expulsan son ya a amplias capas de población prácticamente integradas. Pruebas hay muchas, pero las principales son las noticias de la problemática que aquejó a los expulsados en las nuevas tierras africanas, donde se les miró desde un principio malamente precisamente por sus costumbres, su lengua y su vuelta al islam prácticamente desde la nada doctrinal. Aún hoy forman colectivos que, aunque perfectamente integrados, mantienen orgullosamente junto a las famosas llaves, una memoria de estirpe perfectamente clara y un orgullo no exento de racismo. Desde luego se ponen de los nervios si se les trata de asimilar a los bereberes por ejemplo, como demuestra el rebote que se pilló recientemente este bloguero morisco marroquí por un confuso reportaje de Al Djazeera sobre la expulsión.

Desde aquel día en aquella sacristía estoy vivamente interesado por aquella infeliz diáspora fruto de una intolerancia de raíz católica que aún aqueja y desde hace siglos al país donde he nacido y donde vivo y cuyas consecuencias, no suficientemente estudiadas aunque sí sospechadas, pasan por el monolitismo feroz y la santa intransigencia ejercida siempre por sangrientos métodos que parecen caracterizar la historia social y política de España.

Por eso algunas de las cosas que más me fascinan del mundo marroquí tienen que ver en gran medida con las huellas visibles actualmente. La música, las influencias artesanales, ciertas costumbres, algunas formas arquitectónicas... De estas últimas existen en Rabat y Salé unos ejemplares ciertamente curiosos, susceptibles de ser, además interpretados en clave sociológica: las portadas de las casas de los descendientes de los moriscos. Se trata de un tema en el que llevo investigando de una manera informal desde hace algún tiempo sin encontrar demasiados datos, aunque este año del IV Centenario se han publicado multitud de estudios que aún no he tenido posibilidad ni tiempo de leer. Y desde hace tiempo también me viene asaltando una sospecha, una intuición fundamentada en las propias formas arquitectónicas, pero también en el motivo por el que las adoptan.

A mí me parece muy claro, aunque no parece serlo para el resto de los que con intención estudiosa las observan, que esas portadas que adornan las entradas de las casas burguesas de las medinas de Rabat y Salé son de estilo plateresco, o al menos están emparentadas con él.

Puerta morisca en SaléSalé: puerta morisca01

puertas_rabat

Esquema de puertas moriscas rabatíes. Del artículo del profesor Hafid Mokadem.

Las medinas de Rabat y Salé no son tan conocidas comprensiblemente por los turistas occidentales como las fascinantes de Fez o Marrakech. Ni sus medidas ni su interés global puede competir con las de las otras ciudades imperiales, pero desde luego encierran algunos pequeños tesoros y sobre todo, una tranquilidad que aquellas ya no pueden ofrecer. Pero para el buscador de restos moriscos son absolutamente fundamentales. Rabat no era ya a principios del XVII una ciudad, sino un proyecto ruinoso. Los almohades no consiguieron construir la gran capital que proyectaron y durante varios siglos las ruinas y las ciudadelas vacías, alrededor de la enorme mezquita con su minarete inacabado, no consiguieron formar una unidad urbana coherente. Fueron los moriscos procedentes del pueblo extremeño de Hornachos los que en 1610 llegaron a ella, llamada entonces Salé la Nueva, rebotados de Salé la Vieja, la actual Salé, una piadosa vieja urbe repoblada en oleadas sucesivas por distintas tribus bereberes, situada a la otra orilla del estuario del Bou Regreg donde sus habitantes les habían impedido la entrada, horrorizados por las costumbres, la lengua y la extraña religión de los recién llegados.

Enrocados en la antigua kasbah, llamada hoy de los Udayas, reconstruyeron su estilo de vida español, creando un pueblo que aún hoy se diferencia poco de cualquier serrano del sur de España. Las circunstancias por las cuales aquellos pacíficos campesinos se convirtieron en feroces piratas que asolaron el Mediterráneo y el Atlántico (llegaron a saquear Reykjavik) durante 150 años no son bien conocidas. Probablemente no tuvieron otra opción, faltos de tierra y sufriendo el acoso de sus vecinos. El caso es que pronto aliados con auténticos piratas renegados europeos o berberiscos levantinos consiguieron crear un impresionante emporio basado en el tráfico de mercancías y de esclavos fruto de la piratería organizada. La medina creció fuera de la kasbah hasta los límites actuales, cuyas murallas rojas que hoy aún subsisten construyeron y Salé la Vieja fue absorbida tras una pequeña guerra. La independencia del poder central marroquí se consumó mediante la proclamación de una república independiente, la República de Bou Regreg que funcionó durante casi medio siglo hasta que Muley Ismail, el sultán de Meknés la redujo en los años 60 del XVII, aunque continuaron con sus actividades, ya como corso semioficial alaouita durante 100 años más.

La inmensa mayoría de los rabatíes son descendientes de aquellos andaluces y aunque ya queda muy poco de ellos en la medina, salvo los apellidos (Vargas, Moreno, Piro, etc.) en las puertas de sus casas mantienen fosilizado el recuerdo de aquel crimen de estado. Sólo he encontrado un estudio específico sobre ellas en el capítulo titulado La porte d’entrée de maison maroco-andalouse de Rabat-Salé firmado por Hafid Mokadem del libro colectivo Patrimoine Culturel Marrocaine (Maisonneuve & Larose, 2003) dirigido por Caroline Gaultier-Kurhan. El autor habla de ciertas influencias renacentistas llevadas por los moriscos en las formas básicas y la de los meriníes en los capiteles de las columnillas, pero a mí esos pináculos, la luz del arco, el alfiz partido, me recuerdan poderosamente al plateresco, el miedoso Renacimiento español que, al contrario del italiano, no acababa de desembarazarse definitivamente del abrazo matricial del gótico. De todas formas las formas hablan por sí mismas. Os invito a comprobarlo mirándolas y comparándolas con las portadas españolas más o menos nobiliarias del siglo XVI.

Los moriscos obligados a convertirse al catolicismo desde el edicto de 1502 y hasta 1609 se vieron obligados también consecuentemente a extremar su celo religioso cristiano y su afición militante a la cocina del cerdo. Las sospechas de criptoislamismo se condenaban con ardientes penas de hoguera previas infinitas sesiones de potro. Así probablemente se tragarían más misas y construirían las puertas más cristianas que nadie. Existen fundadas sospechas de que la mayoría de las cofradías de Semana Santa nacidas durante el punto álgido de la Contrarreforma lo fueron por moriscos conversos que con ello mostraban un ardor católico exacerbado mediante las penitencias. Y en su estética dejaron su huella: si a algo recuerdan las dolorosas andaluzas que procesionan es a las novias bereberes.

En un momento en que el plateresco era la forma aristocrática y eclesiástica por antonomasia no es raro que los moriscos la adoptaran como propia y por supuesto la llevaran en su largo exilio estilizándola y forzando su decoración con las formas del nuevo mundo, las influencias del estilo dominante marroquí. Y por supuesto la riqueza generada por los negocios derivados de la piratería crearon una poderosa burguesía morisca que hacía ostentación de su poder con las mismas formas con que la hacía la aristocracia española que ellos habían conocido.

Palacio_Torrente_001 ubedaAYUNTAMIENTO SEVILLA

Palacio de Torrente (Úbeda) y Ayuntamiento de Sevilla.