(del laberinto al treinta)


lunes, 29 de abril de 2013

Lo que vale la "palavra" de un español

Fue aquel camarero turco que se quedó con cara rara parado ante nuestra mesa tras servirnos dos Efes en una terraza de Kaş cuando nos escuchó pronunciar varias veces la palabra palabra quien nos llamó la atención sobre ella ¿Palavra? repitió rarificando aún más su expresión. Le pregunté: which means palabra in turkish? Como no sabía un pijo de inglés el camarero agarró directamente el pequeño diccionario turco español que teníamos sobre la mesa y nos la señaló: PALAVRA = MENTIRA.

Uno de estos días me acordé de aquella anécdota y decidí hurgar en la red a ver si encontraba alguna explicación a semejante coincidencia. Desde luego se trataba de un hispanismo claro e inequívoco. El traductor de Google me dio la alegría de afinar la definición descubriéndome que el término es equivalente a FANFARRONERÍA y un diccionario turco-inglés online lo traduce como empty talk, bunk, baloney, guff, bullshit, o sea, patraña o gilipollez.

¿Por qué caminos etimológicos habrá llegado a significar todo eso en turco el término español palabra? A mí se me ocurre que a través del sefardí, aunque, incluso concediendo que las comunidades judías de la expulsión, fueron grandes, no creo que tuvieran la suficiente capacidad de impregnación como para haber colado un término tan importante.

La otra opción es que el término pasase al turco por un mecanismo de asignación sarcástica de la que el castellano ha sido víctima alguna vez más. Una de los usos más graciosos de palabras españolas que hacen los anglosajones es la de maniana (mañana) para significar una promesa que no se tiene intención de cumplir, para denotar informalidad. En el mismo sentido que Larra tituló su célebre artículo Vuelva usted mañana. Siesta y mosquito son otros dos de los términos que usan los anglosajones en un sentido un tanto ridiculizante.

Así que podemos imaginar que a lo largo de los siglos en que las dos grandes potencias (La Sublime Puerta y el Estado Contrareformista) del Mediterráneo anduvieron enfrentadas se fueron forjando los tópicos caricaturescos mutuos de los enemigos. Y que mientras al turco le tocó el tópico de individuo lascivo, lúbrico y lujurioso (no sin cierta envidia) al español le tocaron las características del tipo fanfarrón, mentiroso, informal y poco fiable en general que las literaturas de otras lenguas no españolas de la época fijaron. Se debió acabar consagrando el significado sarcástico en la lengua del imperio enemigo de lo que debía ser la palabra de un español para un turco: una mentira, una fanfarronería, una patraña o una gilipollez. Y probablemente no se trate de una exageración, de un tópico sin fundamento, ni una lógica insidia de enemigo, sino de una tendencia nacional ampliamente aceptada y contrastada. Como a lo largo de ha Historia y hasta ahora mismo no hemos dejado de comprobar. Los turcos debieron de hartarse de recibir continuamente esa palabra de español que resultaba sistemáticamente de una fragilidad pasmosa pues a la nada acababa hecha añicos. Así que decidieron quedársela, recomponerla, repìntarla y darle un sentido que quizás no estaba definido en su propia lengua: fanfarronería mentirosa e idiota.