alejandro v. garcía
Los riesgos de la magia
No dejar de ser una paradoja –o una especie de ineludible afinidad electiva– que la persona que más ha conversado con los muertos en España se haya muerto, que el profesor que ha enseñado a decenas de videntes y hechiceros a desentrañar los mensajes del más allá habite ahora esa otra dimensión indescifrable que sin embargo él trataba con conocimiento y familiaridad. La mayoría de los periódicos reprodujeron ayer la biografía necrológica que difundió la agencia Efe sobre el parapsicólogo Fernando Jiménez del Oso, fallecido el domingo en un hospital madrileño. Méritos no le faltaban a este circunspecto psiquiatra paranormal. Fue presentador de programas de televisión como Más allá. La puerta del misterio o Punto de encuentro, y escribió numerosos libros y artículos sobre espiritismo, necromancia y otras pintorescas artes adivinatorias, pero sobre todo fue el más extraordinario valedor de la irracionalidad que ha habido en nuestro país.
A mí me caía bien y mal. Bien porque a pesar de sus demoledoras ojeras y su voz grave Jiménez del Oso resultaba simpático. Incluso cuando convocaba a la muertos más zarrapastrosos, por mucho que engolara la voz, se rastreaba en sus maneras un aire bromista, una estela de artista bufo que incitaba a la ternura y a la complicidad momentánea. Y mal porque provocó un malentendido tan extraordinario que elevó la irracionalidad a categoría científica y, quizá sin proponérselo, trazó el camino que debían seguir decenas de charlatanes y predicadores que han convertido la locura en conocimiento, la idiotez en juicio y la chifladura en negocio tramposo. Hoy día, incluso las cadenas de radio más serias mantienen en su programación espacios insensatos dedicados a las ciencias ocultas. Pero no es lo más peligroso. Al fin y al cabo estos espacios son una suerte de citas acotadas a donde sólo acuden los marcianos. Lo peor es comprobar cómo estas creencias, a fuerzas de ser repetidas, han contaminado subrepticiamente el discurso racional, han fomentado la vileza y el engaño al prójimo y en el fondo son vehículos apropiados para difundir los valores dominantes de una sociedad conformista y resignada.
Yo no creo que sea malo conversar con los muertos siempre que se haga en el sitio apropiado: en el teatro o en la caseta de feria, lugares donde el espectador está obligado a adoptar la necesaria distancia. Lo peor es cuando se practica en espacios impropios y para promover estafas económicas o morales. Ejemplos no faltan: empresas que imantan el agua, curadores por imposición de manos o incluso industrias sustentadas en caras que surgen las entrañas de la tierra y que en realidad simbolizan el mayor descaro y desfachatez. No, no son tonterías. El filósofo Theodor W. Adorno se dedicó durante dos años a estudiar las predicciones astrológicas del periódico Los Angeles Times y concluyó que las ciencias ocultas en realidad representaban una especie de temible disfraz autoritario.
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