(del laberinto al treinta)


domingo, 24 de abril de 2005

COSMOPOÉTICA

Estos días se celebra en Córdoba la segunda edición de Cospomoética, un festival de poesía que en sólo dos años ha conseguido ponerse a la cabeza en calidad a otros eventos parecidos del estado. Ayer tarde, en el palacio del Orive, se reunieron en la lectura poética Poesía para el encuentro los poetas Gioconda Belli (Nicaragua), Francisco Gálvez (Córdoba), Guy Goffette (Bélgica), Vassili Vassilikos (Grecia) y José Watanabe (Perú).

Como José Watanabe, peruano de origen japonés (1) (como Fujimori, pese a lo espurio de la comparación) es uno de mis poetas preferidos, cuelgo uno de sus más logradas creaciones. Después de muchas lecturas de este poema aún no he logrado desentrañar en qué radica la magia que emana y que tanto me subyuga:


La mantis religiosa
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palo seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Esta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muertadel macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
(De El uso de la palabra)

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