(del laberinto al treinta)


sábado, 10 de junio de 2006

Larache (Al 'araish) ( mizân 3º: bitâyhi)


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Colgada en un acantilado, quizás la que llegó a ser la más española de las ciudades del Protectorado, Larache sufre su hoy su abandono con una dignidad resistente.

Tal vez pronto le llegue la hora como a su vecina Asilah porque ya las multinacionales del ocio la han visitado y la han elegido como el lugar idóneo donde construir un gran complejo de granjas de descanso adocenado para los millones de europeos aficionados a ellas. Como Tenerife, Novo Sancti Petri, Cancún o Punta Cana, pero ahí mismo, muy cerquita. Nos lo comentaba la recepcionista del Hotel España donde decidimos alojarnos. Parece que una empresa belga o suiza ya tiene lista la construcción de una serie de complejos hoteleros en la costa con capacidad para 25.000 adoradores compulsivos de sol. Ya sabéis: esos lugares más o menos alambrados de los que no hace falta salir porque cuentan en su vientre con todo lo necesario para alcanzar el tipo de felicidad que colma las ansias viajeras de nuestros contemporáneos: higiénica piscina, una hamaca, un farragoso best seller de intriga pseudomistérica, pantagruélico bufé libre para la cena y un bar-discoteca donde mover el esqueleto antes de caer tumbado en la cama empapados en gin tonics. Enhorabuena a todos los ciudadanos marroquíes a los que permita vivir mejor este proyecto.


Elegimos el Hotel España finalmente, tras un agradable viaje en autobús desde Tetuán, después de inspeccionar el Riad, que ocupa el edificio de la que fuera la residencia de una aristocrática familia de la rama de los Orleans durante tres tercios del pasado siglo. La historia de esta familia de estirpe real emparentada con el actual rey de España es muy curiosa y la galería de personajes que pasaron por esta modesta y coqueta mansión de paredes blanqueadas y ventanas azules, abundante. Un relato pormenorizado de ella puede encontrarse en la página de la Asociación La Medina de antiguos residentes en Marruecos. En el apartado de Historia bajo el título Larache y la Duquesa de Guisa (Carlos Tessainer y Tomasich). A pesar de ser el mejor hotel de la ciudad está muy descuidado y la habitación que nos mostraron desmerecía demasiado del precio que nos pedían acorde con la supuesta categoría del establecimiento. Merece de todas formas una visita al vestíbulo y a los jardines.

El Hotel España tiene el sabor de los hoteles literarios de otra época. Y salvo los detalles propios del descuido proverbial de la hostelería económica marroquí, las habitaciones son muy dignas. Y si además se consigue una de las cuatro habitaciones que dan a la plaza puede resultar la mejor elección.


La plaza de Larache es una pequeña joya de la arquitectura colonial en su meridiana sencillez. De forma elíptica, su flanco norte lo forma un soportal de arcos blanqueados en el que se abre la alta portada de ladrillo dorado que da paso a la medina. El flanco sur lo forman cuatro fachadas de interesantes edificios. El más occidental, que ha abergado desde siempre al hoy casi descatalogado hotel Cervantes, fue el primero en construirse en la plaza, como muestra la curiosa fotografía aérea colgada en la galería de imágenes de la página de la Asociación La Medina. Le siguen los que albergan uno al Cafe Lixus y otro al Cafe Koutoubia, todos de estilo regionalistaamoriscado. Finalmente el Hotel España, un pasteloso representante del modernismo más canónico. La distribución de los edificios parece reflejar la división de la propia ciudad: las sencillas arquerías como fachada de la medina y los edificios de autor de la ciudad administrativa y militar. Sólo un edificio original, en la esquina más occidental, ha sido derribado y sustituído por la irritante fachada amarmolada de un moderno banco: el que distribuye las dos calles que bajan directamente al paseo marítimo. La zona ajardinada del centro y su insulsa fuente central moderna completan el panorama que se disfruta desde nuestro privilegiado balcón. La calma del océano al fondo y el chillerío de las golondrinas acuchillando el vientre cárdeno del cielo completan el deleite de unos crepúsculos inolvidables.

1 comentario:

sawa dijo...

Hola Manuel, he encontrado tu blog por casualidad. Te felicito. Has sabido sugerir en pocas líneas el olor, el sabor y el color (aparte de los peligros que acechan a todos los paraísos perdidos, y a este en particular) del antiguo Protectorado Español.