(del laberinto al treinta)


domingo, 19 de noviembre de 2006

TAPAS

El fin de semana pasado tuve que ir a Cáceres. Me gusta esa ciudad y no únicamente por el casco antiguo que le da fama. Tiene algo de especial la forma en que la gente se relaciona... Tal vez sea porque no vivo allí, claro. Bueno, y sobre todo tiene que en los bares ponen tapa. Tapa en condiciones. No dos aceitunitas, ni un puñado de kikos. Tapa. Algo que, viniendo de una ciudad como Córdoba que cuenta con el gremio de hostelería más tacaño / agarrado / gurrumino / rata (táchese lo que no proceda, o sea nada) del hemisferio noroccidental, es mucho de agradecer. Senequismo lo llaman. Ya te digo... En Cáceres te ponen una tapa al pedir una caña por la que en Córdoba te clavan 2 euros como dos banderillas toreras. Y en Córdoba no sólo la pagas, sino que encima te la ponen con cara de senequista, esa acrisolada versión cordobesa de la mala follá, cuya fama se la llevan los granaínos, que por lo menos sí que te ponen tapa gratis con la caña. Como si en ello les fuera el jugarse el estoicismo que caracteriza a esta ciudad. Córdoba se mantiene estoica, sin tapas gratis, para endurecer el espíritu del usuario de la taberna cordobesa, ese templo de la templanza, ese santuario del palosequismo montillista. Manolete te vigila con su cara de vinagre para que no te excedas, forastero.



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