(del laberinto al treinta)


lunes, 12 de febrero de 2007

LAS CATACUMBAS (I)

Otro de los lugares de Roma que visitamos fue las Catacumbas. Unas solas, las de San Calixto, que pasan por las más interesantes. He de reconocer que yo no tenía demasiado interés en ellas, pero C. había sufrido mucho de pequeña los relatos truculentos que nos endosaban los adoctrinadores nacionalcatólicos y se sintió muy impresionada por el mundo subterráneo, secreto y martirial de los primeros cristianos. La lectura temprana en la entrañable edición de Historias Selección y la visión fímica de Quo vadis? tampoco anduvieron ajenas. Era algo, pues, que le debía al imaginario de su infancia. Así que fuimos.

El hecho de que las visitas tuvieran que ser guiadas resultaba escamante, pero la realidad fue mucho peor que las sospechas. Agrupan en la puerta a la gente, tras pagar los 5€, por criterios idiomáticos. Así que en unos diez minutos nos encontrábamos unos 15 hispanohablantes frente al guía que nos saludaba con una beatífica sonrisa y las manos cruzadas a la altura del pecho bajo un enorme cartel que decía en varios idiomas: SE PROHÍBE INTERRUMPIR AL GUÍA DURANTE LA EXPLICACIÓN. Curatio in salute que diría el castizo latino.

El guía no sólo tenía pinta sino que realmente respondía exactamente al prototipo de veterocastellano curilla enrollado y parlanchín, curtido en mil colegios y catequesis, predicador de irritante tonillo narrativo infantiloide y entusiasta especializado en esa forma de enseñar doctrina consistente en disparar preguntas a las que el propio enseñante responde sin resuello, en tratar de contagiar esa estúpida alegría, cantarina y huera, de la fe cristiana a unos embobados feligreses. Un verdadero horror primordial, lovecraftiano, surgido de las pantanosas regiones de mi prehistoria infantil. Y habríamos de soportarlo durante 45 inacabables minutos. Y sin rechistar. El curtido guía debió notarnos a C. y a mí nuestra condición de poco proclives a celebrar sus enseñanzas y gracietas porque durante todo el tiempo se dirigió a los otros turistas, mucho más receptivos. Como era de esperar no paró de presentar el mundo del cristianismo primitivo untado con toda la baba hagiográfica que durante 17 siglos la Iglesia Católica ha venido secretando para él.

Los cristianos primitivos eran unos seres tocados por la gracia de Dios, poseedores de una religión hermosísima y verdaderísima, llena de amor y fantasía angelical, a los que los paganos odiaban con todas sus fuerzas por pura envidia de su felicidad, su fe y su esperanza. Los paganos eran mu malos, mu intolerantes, mu torturadores, mu idólatras, mu de to lo perverso que se pueda ser. El gobierno del Imperio Romano persiguió con una saña y una constancia pavorosas a los pobres cristianos, que lo único que querían era que los dejaran amarse, adorar a su dios y, como pequeño daño colateral, destruir todas las demás religiones idólatras y falsas y destronar al Emperador para poner a un Papa. Menos mal que además de malos, los paganos eran tontos y no consiguieron exterminarlos, a pesar de que no pararon ni un minuto de perseguirlos. Ellos, los cristianos primitivos sí que eran listos, además de buenos, claro, porque una vez instalado el cristianismo en el Imperio como religión del estado y declarada Única Religión Verdadera no tardaron mucho en exterminar o convertir por la fuerza a los malísimos y equivocadísimos paganos que quedaron.

Las Catacumbas no merecen la pena ser visitadas habiendo todo lo que hay en Roma que ver, a no ser que se acuda a ellas por fe o por morbo. O porque queda en la misma Via Apia Antica, la calzada que salía de la ciudad hacia el mar y que se encuentra aún bordeada de monumentos funerarios. Sería un paseo interesante ni no estuviera justo debajo de la carretera actual por la que circulan a toda leche miles de automovilistas desatados.

Sólo hay galerías con simples nichos y alguna pintura. Y una especie de sala-cueva que se supone corresponde al primer Vaticano. Las catacumbas dejaron de ser útiles tras el Edicto de Conversión (391). Con ese especial gusto que tienen los cristianos por la necrofilia, por la adoración de reliquias putrefactas, los restos de los principales enterrados allí fueron trasladados a los cementerios de las nuevas iglesias o incrustados en los altares. Con la invasión de los bárbaros (s. VI), para impedir la profanación, sacaron a todos los demás restos y sellaron los lugares. No fueron encontrados hasta el siglo XIX, en el que se comenzaron las excavaciones que aún hoy continúa.

Al terminar la visita estuvimos a punto de mostrarle al curilla nuestro malestar por haber tenido que sufrir una sobredosis de catequesis obligatoria donde sólo se esperaba una explicación somera de lo que íbamos viendo. Pero algunos de los miembros del grupo ya lo habían rodeado bailoteando a su alrededor con una perruna gratitud de hueso recibido. Menos mal que tras la desbandada descubrimos algún que otro disidente más. Nada más volver a Córdoba rebusqué en mi biblioteca hasta encontrar dos libros que he vuelto a leer seguidamente. Se trata de El desafío cristiano. Las razones del perseguidor en el que el prestigioso especialista en cristianismo primitivo José Montserrat Torrens analiza el enfrentamiento entre el mundo cristiano y el pagano a lo largo de los 4 primeros siglos de la nueva Era, desmontando de una manera seria y documentada todas las patrañas que el absolutismo cristiano ha ido tejiendo en torno al asunto.

El segundo es un delicioso panfletazo de escasas páginas que el correoso Cioran endiña a la visión canónica del cristianismo primitivo y en el que deplora la débil defensa que le opuso el paganismo. Está incluido en el Aciago demiurgo.

Mi idea es escanear epílogo del libro de Torrents y el panfleto de Cioran en cuanto tenga un rato y regalároslo, esquivos y brumosos lectores míos. Tal vez mañana, con nuevas aportaciones al tema.

LAS CATACUMBAS (II)

2 comentarios:

Paula dijo...

Estaba viendo comentarios acerca de Roma y sin quererlo ni beberlo he llegado a este blog que se define por "anticlerical" como he podido ver al inicio. La verdad que me ha provocado risa este post que si no me equivoco me ha parecido entender que ahora resulta es todo mentira o "casi" mentira la persecución que hubo hacia los cristianos primitivos pero vamos ahora resulta que también los musulmanes, los cuales NOS INVADIERON eran unos santos... Dicho esto, me sorprende que haya personas que hablen con tanto odio de la Iglesia (también yo me siento ofendida) cuando esas mismas propugnan a gritos la libertad...Yo mientras tanto, viviré respetando y amando a todo mi prójimo aunque no sea no piense igual que yo. Un saludo.

PD: Dicho todo desde el respeto, simplemente opino lo que me parece y pienso que es.

harazem dijo...

Efectivamente, querida Paula, ahora resulta que es todo o "casi" todo mentira, como mu bien apuntas, la persecución que hubo hacia los cristianos. Bueno, más bien que mentira, yo diría que es una minucia (sin casi) si se compara con la persecución que a partir de que esos cristianos "casi" perseguidos estuvieron en condiciones de perpetrar con to lo que se meneaba fuera de su ortodoxia de hijosdeputa iluminados por el Dios Hijodeputa de los Desiertos de Oriente Medio. Lo de los moros lo discutimos otro día ¿hace, guapa?