(del laberinto al treinta)


miércoles, 28 de marzo de 2007

El Pescódromo de Córdoba

A mí siempre me ha sorprendido la diferente consideración que la gente que practica una sensibilidad contemporánea guarda respecto a la practica de dos formas de ejercicio de violencia natural perfectamente equiparables: la caza y la pesca. Así, esas personas que gobiernan su pensamiento mediante una racionalidad humanística suelen guardar una consideración hacia los cazadores acorde con la repugnancia que la sangrienta actividad lúdica merece, mientras que con la actividad de los pescadores, que participa del mismo espíritu de primitivismo depredatorio, de atávica agresividad, guardan en cambio una consideración más laxa, más comprensiva, cuando no directamente aprobatoria.

Tal vez tenga que ver con el diferente grado de parafernalia que uno y otro deporte presentan. La uniformidad casi militar, la contundente necesidad de las armas de fuego, la vista de la muerte instantánea, el ajetreo de cadáveres sangrantes, etc., son elementos que hacen que estéticamente la caza presente un aparente mayor grado de violencia respecto al medio natural y un mayor nivel de embrutecimiento ético de sus practicantes. La pesca, por el contrario, es percibida casi como una actividad filosófica, por su casi nulo atrezzo guerrero, su arma ofensiva de apariencia mucho menos agresiva, la concentración casi zen de su práctica, etc. Puede también que se deba a una especie de inconsciente solidaridad de raíz xenófoba entre terrestres que no se identifica con la mirada de esos seres extraños a nuestro medio que son los peces. Pero yo nunca conseguí diferenciarlas. El principio activo para mí es el mismo: el disfrute basado en la acción de infligir daño voluntariamente a otro ser vivo sin que medien necesidades alimentarias. Me merece idéntica consideración el tipo que encuentra un placer positivo en descerrajarle un tiro a un conejo que corre por el campo que el que lo hace destrozándole la mandíbula a un barbo al que dejará asfixiarse lentamente metido en una red. Y si lo libera..., pues casi peor. Sería como si el cazador se limitara a romperle una pata al ciervo de un disparo y luego lo dejara marchar para que intentara sobrevivir.

Pero tal como están las cosas últimamente tal vez ya exista un catedrático de veterinaria que haya demostrado tras arduos experimentos que los peces son inmunes al dolor que pudieran infligirles los terribles anzuelos de acero que les atraviesan las mandíbulas. Como aquél que lo hizo respecto a los toros de lidia. ¿Serán esos iluminados catedráticos inmunes al dolor de sus cojones tras pillárselos con la tapa de un baúl?

Por eso me llena de estupor la noticia de la colocación de la primera piedra de un PESCÓDROMO por las autoridades municipales de la capital cordobesa en el río Guadalquivir a su paso por la ciudad, donde los individuos aficionados al agresivo deporte puedan practicarlo a la vista de todo el mundo, niños incluidos. Seguramente andarían más cuidadosos si se les presentara un proyecto de construcción de un CAZÓDROMO, un lugar donde los aficionados al tiro de escopeta pudieran matar cuantos bichos del campo soltados allí exprofeso pudieran sin necesidad de tener que coger el coche para ir a la sierra. En el estadio del Arcángel mismo.

Yo suelo utilizar una regla, no del todo exacta, aproximativa, pero sí bastante útil, para calibrar la textura esencial de diversas actividades humanas, normalmente lúdicas, consistente en considerar el número de mujeres que gozan con ellas y que por lo tanto las practican activamente y no como elementos meramente decorativos como suele ser el caso. Así no parece que haya muchas mujeres que disfruten acudiendo a los estadios de fútbol, ni que formen parte de las juntas directivas de las cofradías de Semana Santa, ni que participen del testosterónico mundo de los moteros (a no ser como voluntarias complementos decorativos de las propias motos), ni del automovilismo, ni que salgan al campo a pegarle unos tiros a los animalitos que con ellas se tropiecen, ni que se sienten a la orilla de un río con una caña a la espera de que algún pescado que a sus quehaceres cotidianos tranquilamente vaya se clave en el morro el afilado acero que alevosamente les ofrecen disfrazado de sabrosa tapita de lombriz.





Ya lo explicaba mejor que yo Fernando Santiago el otro día en El País Andalucía:

Lo de las costaleras cordobesas es asunto curioso, porque ha ido a dar en la médula de lo más rancio de la sociedad andaluza. El mundo cofrade es machista, reaccionario y misógino, con un pensamiento libidinoso: eso del roce bajo el paso es de mente calenturienta. Cosa bien distinta es que no alcanzo a comprender el interés de las dos muchachas por cargar un paso, con lo que pesa y lo que se tiene que sudar ahí abajo .Es mucho mejor tomarse las vacaciones para viajar o para descansar. Tiene que haber de todo en la viña del señor (¿se escribirá con mayúsculas?¿es una blasfemia la minúscula?).

La semana alcanza su cenit con el campeonato de mundo de motos en Jerez. Es uno de los reductos más machistas que quedan. Las motos es un ámbito masculino, no sólo porque no compite ninguna mujer, sino porque los moteros son en su inmensa mayoría hombres, y si hay mujeres van de paquete en la moto o son azafatas vestidas de manera sugerente en los boxes. Es un mundo para el alarde masculino, para la exhibición del macho, a ver quién la tiene más grande, a ver quién hace el caballito, quién quema más neumáticos, quién corre más de prisa. Es decir, para la testosterona y otras fantasmadas por el estilo, con alguno que termina en el hospital o en el cementerio. No entiendo cómo ninguna feminista o ningún órgano de la administración hayan dicho nada al respecto. El mundo de las motos es tan machista como el cofrade: la mujer de adorno, en un lugar con mantilla y en otro provocativa.



El País Andalucía 26/03/07

1 comentario:

Anónimo dijo...

En esta ocasión solo comparto tu opinión sobre el pescódromo. La situación de Jerez es otra cosa. El que te escribe es amante de las dos ruedas y ha pasado por Jerez varios años y por supuesto he visto los disitintos avatares señalados, pero también voy agradeciendo el que año a año son más las mujeres las que a lomos de sus máquinas se presentan pilotando y no de acompañantes. Sobre mundos machistas y los que no lo son hay para escribir varias enclopaedias, pero esta situación de reducir al absurdo lo que a cada cual le interesa no me vale a mí, todo tiene sus matices. Por cierto, si ha habido mujeres en el mundial, la última es ahora comentarista de una televisión alemana, pero por causas que podrían imputarse a la condición inteligente de las féminas no necesitan ir a mas velocidad para demostrar nada. ALgunos de los que nos acomodamos los cataplens en los asientos tampoco tenemos máquinas para sustituir la testosterona. Saludos